¡Hola a todos! ¿Cómo están?, he regresado con esta historia un tanto mojada... Espero que les guste y bueno, su comentario es mi propina y mi motivación para subir la segunda parte ).
¡Un saludo a Suggestions!
1. Its gonna rain
Toc, toc, toc, toc, sonaba en el techo de la habitación, la lluvia caía incansablemente sobre la madera ocasionando una sinfonía de goteras al caer en unas ollas colocadas en el piso del cuarto para contenerlas. Esa noche parecía el diluvio universal pero el silencio de los habitantes del Sunny Go era contrastante con el sonido del agua cayendo. La mayoría de los tripulantes estaba en los brazos de Morfeo, sumidos bajo un profundo sueño.
Pero en la torre del vigía, una silueta apoyada en los cristales miraba con melancolía la lluvia caer. La figura alta y delgada hacía figuras de humo con su cigarrillo porque a Sanji esas noches lluviosas le provocaban sensaciones agridulces, parecía que le aguaban el espíritu. En otras palabras, odiaba la lluvia tanto como una cocina sucia. Reconocía que las gotas tenían elegancia y estilo pero no iban con el rubio.
Joder, no soporto hacer el turno de noche con semejante aguacero- farfulló mientras apagaba el cigarro con su pie izquierdo en el piso.
Sanji caminó hacia la mesita que estaba en la torre con intenciones de servirse una taza de café para mantenerse despierto. Claro que con semejante diluvio tampoco podía dormir porque el golpeteo del agua sobre el techo era insoportable.
Realmente me enferma la lluvia...- pensaba el cejas enrolladas, mientras revolvía el azúcar con el café expreso. Toda la sala quedó impregnada con el aroma del brebaje.
El cocinero se sentía como un gato enjaulado en la torre, el ruido de la lluvia parecía indicarle que el tiempo no avanzaba rápido y que una noche larga se aproximaba. Realmente, no tenía noción del tiempo y ya se había acabado todo el café del termo pero no deseaba ir a la cocina para no mojarse.
Toc, toc, toc, ahora la lluvia iba incrementando y el rostro de Sanji iba palideciendo cada vez más porque recordaba el día en que se hundió el barco donde trabajaba de aprendiz de cocina, cuando Zeff le salvó la vida y todos los tripulantes de la embarcación murieron, sucediendo en un día lluvioso. Mientras, esas memorias aparecían en su cerebro, ya estaba fumando apoyado en la mesita mirando el agua deslizarse por las ventanas de la torre.
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En la habitación de los chicos y pese al silencio imperante, había otra persona que no podía dormir porque a él le gustaba escuchar cuando el agua caía. Zoro estiró los brazos, abrió la boca y bostezó "Awwwwwwww", se dio vuelta en la hamaca perezosamente para escuchar cómo lloraba el cielo en esa noche. Sus ojos negros se abrieron al darse cuenta que su compañero de pieza no estaba.
Este larguirucho tiene que haberle cambiado el turno a las chicas otra vez... ¡Qué imbécil! - murmuró y se sintió molesto porque siempre al cocinero lo utilizaban para esas cosas. Aunque realmente, no era así porque Sanji se ofrecía e insistía en que las damas no pueden madrugar porque su belleza se marchitaba.
Zoro, se tapó con la frazada hasta las orejas para seguir escuchando la lluvia. A él le gustaba porque recordaba su infancia en el dojo del padre de Quina y las peleas con ella. El espadachín pensaba que su amiga se comunicaba con él, para darle ánimo, para saber cómo estaba o para quitarle la tristeza. Recordaba que Quina le decía que la lluvia equilibraba el espíritu y entregaba el cariño de los ángeles con cada gotita.
En el sombrío rostro del espadachín se dibujó una mueca de felicidad, un rasgo parecido al de una sonrisa y en la oscuridad de la habitación acercó su tez a la claraboya para sentir el viento y el agua.
- Niña del demonio ¡Cuántos recuerdos tuyos hay en el aguacero! A veces pienso que me quieres decir algo cuando llueve- murmuró nostálgico. Ella era una presencia que nunca lo dejaría en paz o tal vez, Quina se preocupaba desde el otro mundo por él.
Zoro con tantos recuerdos sintió la necesidad de estar bajo la lluvia y empaparse por ella, sólo así podría estar en contacto con Quina, de sentir las gotas acariciándoles el cuerpo, sus ropas y su pelo. Sin hacer mucho ruido para no despertar al resto se dirigió a la cubierta. Paso tras paso, sigiloso, silencioso sintió la ráfaga de viento y de humedad en su cara.
En la cubierta, el espadachín se sacó los zapatos y sus pies tocaron el pasto mojado. El agua le coló hasta los huesos y le corría por la cara pero a él no le importaba. Sólo estaba de pie sintiendo, tocándose la nariz, contando las gotas que caían por su cuerpo. El peliverde suspiraba pesadamente, y sentía que Quina lo abrazaba en el agua. Él se encontraba ido, estaba en otro mundo y no se dio cuenta cuando quedó bajo la torre del vigía.
¡Maldita lluvia! ¡Para de joderme la noche!- reclamaba Sanji, dando vueltas en círculo, el cocinero parecía un animal enjaulado en búsqueda de la libertad con deseos de escapar de la cárcel de metal. El rubio miraba el termo vacío lanzando chispas por los ojos. Un tanto resignado decidió bajar a preparar más café y a buscar otro paquete de cigarros a la cocina. Con la mano derecha recogió un paraguas que estaba tirado sobre un pequeño sofá blanco y suspiró molesto.
Sanji comenzó a bajar la escalera con cautela para no caerse desde la altura, haciendo maniobras con el paraguas para no perder el equilibrio... Pero la lluvia siguió cayendo con más fuerza y el rubio ya no veía lo que pisaba, además comenzó un vendaval que arrasaba con las hojas de los mandarinos de Nami y Sanji perdió el equilibrio.
Zoro estaba con los ojos cerrados reflexionando sobre su infancia y su amiga cuando su "sentido arácnido" le hizo presentir que algo no estaba bien y escuchó un grito.
¡Mierdaaaaaaaaaaaaaaaaa!- se escuchaba desde la torre del vigía, la voz del alarido se le hizo conocida. Abrió los ojos y sólo atinó a sostener entre sus brazos el cuerpo que cayó sobre él.
Eres un estúpido ero cook ¿no ves por donde pisas?- le recriminó Zoro a Sanji entre sus brazos.
Si hubiera visto algo no me habría caído, imbécil- respondió el cocinero avergonzado por la situación. Era una escena patética para él, se sentía ridículo porque el espadachín lo había salvado. Sin embargo, le gustaba sentirse protegido por esos músculos bronceados, no era una sensación desagradable. – Gracias-.añadió sonriente y colorado.
De nada- contestó un Zoro empapado y tranquilo. Era extraño sostener un cuerpo tan delgado entre sus brazos, era como tener una cuarta katana en su poder. Sintió un chispazo en su corazón, en su cuerpo al rozar la piel de Sanji... Era extraño.
Marimo, estás todo mojado- la voz del rubio sonaba preocupada, sin darse cuenta su cuerpo reaccionó ante la humedad del espadachín, envolviéndolo en un cálido abrazo.
Zoro sólo asintió dejándose llevar por ese abrazo que tenía un cariño especial, él lo podía percibir y algo en su espíritu de acero se quebró. Sus ojos desprendían lágrimas que se mezclaban con la lluvia, el agua dulce mezclada con la salada era una sensación agridulce para el espadachín. No hizo nada más que dejar que el calor lo envolviera y susurró dulcemente – Es que me gusta la lluvia-. El rubio lo miró de manera suave y le contestó - Yo la odio y cualquiera te estuviera observando diría que estás llorando, cabeza de lechuga recién lavada-
Es el agua- le respondió tajantemente el peliverde con un ardor especial en las mejillas, un shock eléctrico en su piel le decía que ese cocinerucho había logrado romper su escudo y que le gustaba esa situación.
Sanji dejó de abrazarlo, soltándose de los brazos de Zoro, pegó un brinco para incorporarse a su lado, en una actitud muy galante se sacó la chaqueta, cubriéndole con ella...Un poco nervioso por lo que estaba haciendo, lo cogió de un mano para llevarlo a la cocina.
Te preparé algo caliente y secaremos esa ropa...-
Nos leemos pronto! Gracias por el tiempo de revisar este fic!
Kisses!!
