ஐ Más allá de la tormenta ஐ
Marron era una joven inteligente, elocuente, lógica, sencilla, muy bonita y de grandes valores. Pero, como todo joven, comete un error. Y para su desgracia, el que ella cometió fue realmente grande.
—¿Se lo dirás a tus padres?
Las lágrimas mojan el rostro de Marron en su trayecto desde los ojos hasta alguna parte antes seca de su cuello.
—No...
—Será nuestro secreto.
Sus ojos brillan, esperanzados, y lo miran. Su cuerpo tiembla, aún está en shock. Pero por fin se siente segura.
—Tranquila. Será nuestro secreto.
Pasan siete años y el secreto aún sigue siendo solo de ellos,
¿es demasiado tarde para dar las gracias?
— ஐ —
Primer capítulo
— ஐ —
Marron no sabe que se está mordiendo sus labios y que las manos le tiemblan. No sabe lo evidente que es, todo en ella, que algo negro le está torturando la cabeza. Son completamente visibles su desesperación, angustia y las miles de preguntas que rondan por su mente.
Y su mano, su inmaculada y blanca mano, tiembla bajo el casi inexistente peso de una pequeña caja ya vacía. Su contenido ahora se encontraba en su garganta, yendo lentamente hacia el centro de su cuerpo, en donde, ella rogaba, hiciera lo que tuviera que hacer. Estaba intentando leer las instrucciones, para asegurarse una vez más de que las palabras no habían cambiado.
Ilusa Marron. Por más veces que leyera, la inseguridad no se iría. Debería saberlo, ya no era la primera vez que lo hacía.
Marron es una joven inteligente, elocuente, lógica, sencilla, muy bonita y de grandes valores. Pero, como todo joven, comete un error. Y para su desgracia, el que ella cometió fue realmente grande.
¿Cómo demonios había llegado hasta ese punto? Ella, a la que todos creían perfecta y que se esforzaba porque así fuera, cometiendo actos así, tan imprudentes digno de alguien que está lejos de la perfección. Y el consuelo de que la perfección no existe, ya se ha ido lejos. Está bien escondido. Pero ella no necesita consuelo, necesita respuestas firmes, concretas, sinceras...
—Marron, cariño.
Dos suaves golpes en la puerta de su habitación la sacan de sus cavilaciones. Mira con desesperación hacia la presencia detrás de la pared, rogando que no entrara. No aún. Abre el primer cajón del armario y entierra con manía esa caja entre su ropa.
—¿Si, papá? —no sabe que su voz le tiembla ligeramente en la última letra.
—Sabes como es tu madre cariño —la canosa cabeza de su padre se asoma por la puerta. Sonríe a su preciosa hija con orgullo, siempre con orgullo—, bajemos antes de que comience a gritar.
—Sí papá —asiente Marron, y gira para agarrar el saco que su madre le había elegido minutos atrás para que se pusiera. La noche era bastante cálida, pero Dieciocho era exigente y Marron siempre había hecho todo lo que le decía. Tal vez ese fue el problema.
— ஐ —
Se conocía a la casa de los Brief tan bien como a la suya misma. Siendo el principal centro de reuniones de los guerreros Marron había pasado tiempo en ella, aunque admitía que le hubiera gustado pasarlo más. Su familia y ella acababan de salir hacia allá, el auto nuevo les sentaba de maravilla, pero sabía cuánto le había costado a su papá comprarlo y que lo había hecho solamente por insistencia de su madre.
Todo el viaje, que era bastante largo desde que se mudaron a una casa muy bonita a las afueras de la ciudad, Marron había permanecido callada como casi de costumbre, pero no se había dedicado a mirar el paisaje verde o los edificios, sino a pensar intensamente en todos los errores que venía cometiendo, y que deseaba profundamente jamás haberlos cometido. Pero lo hecho, hecho estaba. Cómo le dolía que así fuera.
Sin dudas, habían sido actos meramente impulsivos e inmaduros, pero eso no era una excusa. Y lo peor de todo, es que estaba segura de que no iba a poder hacer frente a los problemas si algo salía aún más mal. Sintió como su celular vibraba en su bolsillo delantero del jean, y rogó porque sus padres no lo hayan escuchado. Quería leer el mensaje, quería leerlo ahora mismo y quería poder contestar. Pero era imposible, tenía que mantenerse un poco al margen cuando estaba con sus padres, tenía que actuar de manera normal aunque últimamente su vida acababa de dar varios inexplicables giros.
—¡Cariño!
Levantó su mirada, puesta en su regazo, asustada. Su padre Krillin la miraba desde el espejo retrovisor con las cejas levantadas. Desde atrás podía ver que su madre tenía los brazos cruzados, quería decir que estaba enojada. Y tal vez era su culpa.
—¿Quieres que encienda el aire acondicionado?
Marron frunció el ceño, sin terminar de entender por qué su padre le preguntaba eso. Ellos nunca le preguntaban qué hacer, ni siquiera para recibir una opinión o una recomendación. Y eso era porque ni siquiera su padre solía poder actuar así. Su madre era, claramente, la que decía qué, cómo y cuándo hacer las cosas.
—¿Por qué?
—¿Cómo que por qué? Porque estás roja —habló su madre, sin ninguna pizca de dulzura en su enfriada voz.
Se miró por el leve reflejo que aparecía en su ventanilla, y lo comprobó: tenías las mejillas sumamente coloradas, al igual que parte de su frente y pecho. Y eso que ni siquiera se había puesto el saco, y la remera fruncida en las mangas que eran cortas no era calurosa.
—Bueno, si quieren, no es realmente necesario... —se animó a comentar, y como era de esperarse su padre rápidamente lo encendió.
Sintió el cambio al instante, ahora se sentía más relajada. Apoyó mejor su espalda en el cómodo asiento, totalmente distinto al del auto anterior, y comenzó a comerse una uña sin poder evitarlo. Su celular sonó nuevamente, y esta vez le provocó un brinco muy estúpido a su parecer. Miró apresuradamente hacia el frente, pero sus padres no habían puesto atención: Dieciocho estaba buscando una radio y Krillin iba manejando con mucha atención, acababan de entrar a la ciudad y el tráfico era horrible. Iban a tardar, por lo menos, unos veinte minutos más en llegar.
Algo que había detestado muchísimas veces era la antipatía de su madre con todas las personas. En algunos tiempos son críticos, y en otros básicos. A consecuencia de eso, el tiempo que se quedaban en la casa de los Brief, en la casa de los Son o en donde fuera que estén reunidos con más de una persona, siempre era escaso: se basaba en la cena, o almuerzo, o lo que fuera, veinte minutos más y ya. Dieciocho pocas veces ayudaba a levantar la mesa, y eso era cuando estaba de buen humor, y también pocas veces hablaba. Marron se pasaba sentada en la mesa, hace ya tres años, hasta que todos terminen de comer para levantarse y poder ayudar a juntar los platos y, con insistencia que algunas veces servía, le dejaran lavarlos. Y es por eso que desde hace tiempo no puede hablar bien con cualquiera de los ahí reunidos.
—Va a llover —dijo su madre, de la nada. Marron miró hacia el cielo, con un poco de esfuerzo, efectivamente iba a llover.
—Amo la lluvia para las cenas —comentó Krillin, mirando a su esposa con una tierna sonrisa— ¿Recuerdas nuestra primera cita?
—Claro que sí —y aunque el tono fue igual de frío, se notaba que había sentimiento en el. Dieciocho amaba a su esposo. Marron no vio a su madre, pero sabía que se había sonrojado como una adolescente al decir esas palabras con tanta obviedad.
A Marron le gustaría tener un amor así: sincero. Puede que su madre no sea la persona más afectiva del mundo, ni la más dulce, entretenida y sencilla, pero era una buena compañera, inteligente y amaba a su esposo a su manera. Krillin rebosaba de felicidad cada día que se levantaba y veía a la hermosa familia que había formado, era tierno, le hacía miles de regalos a su esposa y le demostraba su amor a cada rato que podía. Era un amor extraño, ambos juntos lo eran, y Marron lo sabía. Pero era un amor tan sincero y puro... Jamás vería a su padre mirando a alguien más, y ni hablar de su madre; jamás se engañarían, se mentirían o pelearían por más de un día. Porque su amor, tan enorme, era más fuerte.
Ve como una de las manos de su padre, que estaban fuertemente aferradas al volante, se alejan de este y se aferra a la mano de su madre. Y ella lo agarra con fuerza y cariño. Marron sonrió sin siquiera saberlo, ¿por qué ella no podía tener un amor así? ¿Por qué su novio no la trataba así? No, no tratar, porque Dieciocho no trataba bien. La mejor pregunta, y que Marron se hacía desde el primer mes de su relación con forma de un juego de parque de diversiones, era ¿me quiere de verdad?
Y como si este supiera que ella estaba pensando mal de él, su celular sonó y esta vez lo hizo por unos segundos más. La estaba llamando, seguramente furioso porque aún no le había contestado los mensajes. Marron tragó saliva, y otra vez le invadió esa sensación de miedo horripilante que la acechaba hace ya unas semanas. ¿Por qué las cosas cambiaron tanto? Nunca estuvieron realmente bien, pero ahora están demasiado desastrosas. Con esa relación se sentía parada en el medio de la nada y con una posibilidad muy alta de quedarse profundamente sola. Se sentía extraña, insegura e infeliz. Las personas no se ponían en pareja para sentirse así...
—¿Por qué no comes? —preguntó, de manera abrupta, mientras masticaba. Marron tocó las papas fritas llenas de grasas sin ganas.
—G-gracias por comprarlas —sonrió. Tenía inmensas ganas de llorar. Había soñado a esta noche como algo especial, pero él la llevó al costado de la carretera a las afueras de la ciudad, con comida grasosa lejos de ser romántica, y sin ningún chocolate o un par de flores. No era lo que ella esperaba. No era lo que él la hizo esperar, lo que él le prometió.
—Estás tan guapa... —no se inmutó cuando a Marron se le escapó una mueca de asco cuando vio cómo la miraba y en dónde, no lo hizo porque no la vio haciéndolo— ¿Te pusiste la ropa que te regalé?
—¿Eh? —su pregunta le sorprendió; sabía a qué se refería, pero no podía creer que él esperara que ella se pusiera eso para él, no tan pronto.
—La ropa interior que te regalé. ¿La traes puesta?
—No... Ya te lo dije, me parece muy pequeña e incómoda y —la mirada de él hizo que su voz fuera cayéndose, hasta que desapareció por completo.
—¿Para qué crees que te la regalé? —preguntó, furioso.
—Lo siento —sentía a la perfección cómo el nudo se formaba en su garganta. No era la primera vez que lloraba por él—. Me da vergüenza usarla, lo siento...
—Eres una estúpida —él se levantó, arrojando las papas fritas que tenía en su mano al suelo, algunas salpicaron sobre Marron.
Todavía no podía creer que él estuvo a punto de dejarla sola en ese lugar. En ese momento había sentido unas inmensas ganas de llorar y pedirle perdón, solo para que las cosas estén bien y no porque ella tuviera que hacerlo. Tuvo que rogarle para que no la dejara en el medio de la carretera, sola. Y él, como un verdadero infeliz, había aceptado a duras penas. En ese momento se había sentido muy mal, ahora la ira le recorría por cada poro de su ser, como pasaba cada vez que se recordaba de esa escena y otras más que la hicieron sentir igual de triste e impotente.
Marron pudo salir de sus cavilaciones cuando sintió el notable descenso de velocidad del coche. Su padre estaba estacionándose. Marron miró a su derecha y vio a la imponente mansión de los Brief. Su padre era realmente bueno en el volante, y eso le hacía recordar que últimamente había estado queriendo enseñarle a manejar a su única hija. Su madre bajó del auto con una feminidad que lejos estaba de la fuerza que poseía. Su padre ya estaba sonriendo de oreja a oreja cuando se colocaron frente a la puerta de vidrio: como siempre, los tres se colocaban a esperar a que alguien apareciera en la puerta a abrirles. A juzgar por la hora, estaban llegando tarde, pero era obvio el hecho de que los iban a esperar para la cena.
Para sorpresa de Marron, fue Trunks quien les abrió la puerta. Trunks Brief había dejado de ser hace rato el chiquillo adorable que hacía a su madre todo lo que esta le pedía. Últimamente, se había convertido en algo rebelde, y eso incluía no abrir la puerta, no ayudar a poner la mesa, y salir a la noche y no volver para dormir en su casa. Que estuviera ahí, en la reunión, abriéndoles la puerta, era algo que no se veía hace unos dos meses probablemente. Marron ya ni siquiera sabía cómo comportarse frente a el: si era amable él era frío, si era indiferente él buscaba conversación, cuando ella lo miraba él no la miraba y cuando ella no lo hacía, él sí; todo el tiempo.
—Hola Señor Krillin, Señora Dieciocho —decía Trunks, a medida que ambos pasaron a la casa. Marron le dedicó una débil sonrisa, incluso tímida, única de su buen comportamiento—. Marron.
—Trunks —le devolvió el gesto. Se puso, incómoda, detrás de sus padres que ya se dirigían al enorme comedor.
Detrás de ellos, Brief estaba cerrando la puerta. Y al instante se colocó junto a ellos, Marron se vio obligada a apresurar su paso cuando sintió que los pies de Trunks estaban muy cerca de los suyos. Cuando entraron, Bulma los recibió calurosamente, como era de costumbre, y Bra, su hija de ocho años, llegó al instante al lado de Marron para agarrarla de la mano y comenzar a dirigirse hacia su habitación para mostrarle su nueva colección de muñecas con euforia. Logró saludar a cada uno de los invitados en el trayecto, haciendo esfuerzo para que la pequeña la esperara, y ver que a la comida aún le faltaban unos diez minutos.
—Estás rara —le dijo Bra, cuando Marron apenas había podido prestar atención a la energética pequeña y sus juguetes. Pero la manera en que lo hizo, con la voz sincera y dolorida, le hizo a Marron darse cuenta de que no debía de olvidar que nadie tenía que siquiera imaginarse que algo le pasaba.
—Me duele un poco la panza, eso es todo. ¿Y ese muñeco te vino con el cabello así o tu le hiciste ese corte? —mintió, pero necesitaba distraer a la pequeña; de lo contrario diría "Marron está rara" en la mitad de la cena a su madre Bulma, para que intentara solucionarlo.
—¡Yo se lo hice, también se lo pinté! ¿No es lindo?
— ஐ —
Estaba completamente ida. Había respondido con cortesía, como siempre, a quienes le hablaban, pero ella no le dedicó una mirada ni una sola palabra a nadie. Comía sin ganas, solo para que su madre no la regañara, y miraba con algo en sus ojos al celular que estaba sobre su regazo.
Esa noche, Marron no era Marron. O por lo menos, Trunks desconocía esa parte de ella.
La había observado con determinación, acto que se había convertido en una normalidad durante los últimos meses, pero esta vez era para intentar descifrarla, para que ella lo mirara y le dijera que estaba todo bien, no para desnudarla con la mirada por culpa de las malditas hormonas.
Los demás en la larguísima y repleta de comida mesa no le prestaban atención. Estaban ocupados comiendo, o escuchando las anécdotas graciosas que el Señor Goku y Krillin tenían para contar. Pero para Trunks no poder dejar de mirar a Marron ya se había convertido en un problema en las últimas semanas: porque Goten se había dado cuenta, aunque no le dijo más que un par de chistes, y su hermana pequeña Bra lo torturó diciéndole que le pida a la rubia para que sea su novia. ¡Hasta había convertido a uno de sus muñecos de princesa en su clon, sólo para mostrarle cómo sería la boda de él con la barbie, es decir Marron! A su madre le había parecido divertido, Vegeta no le prestó suficiente atención, a Bra le encantaba y a él... Lo hacía sentir raro.
En ese momento, Marron volvió a mirar hacia abajo, hacia su celular, y sus ojos se movieron como si estuviera leyendo un mensaje. Uno demasiado angustioso o feo, a juzgar Trunks, al ver la palidez que le subió a la joven hasta el rostro. ¿Qué diablos estaba pasando? Marron jamás usaba el teléfono en la mesa, nunca la había visto usarlo en realidad. No recordaba que ella le hubiera dado su número a Goten o a él. Porque no lo hizo. Trunks sintió algo muy feo revolviéndose dentro de él, algo que lo impulsó a cerrar sus puños, seguido de unas imágenes en las que Marron estaba con alguien.
¡Se suponía que eran amigos! ¿O no? Claro que sí, alguien que prácticamente crece con una persona se hace amigo al instante de esa persona. Si bien él nunca había cruzado muchas palabras con ella, ni tampoco fue un caballero cuando era pequeño, habían estado en momentos muy importantes juntos. Ella tenía la oportunidad, no, el deber de darles su número. Tal vez no lo hizo porque, y Trunks lo sabía, ellos nunca le mandarían un mensaje. Es decir, Goten era muy vergonzoso, y ni siquiera tenía un teléfono móvil. Y Trunks, bueno el... El había mandado en su vida mensajes a una sola chica, y resultó ser una imbécil que buscaba popularidad. Así que no, él tampoco se animaría a mandarle un mensaje. ¡Por Kami, si había veces que tenía vergüenza de hablarle!
Había estado tan ocupado pensando que no se percató de que Marron pidió permiso, y que se levantó de la mesa. Miró a su alrededor, con la esperanza -la cual odió por no entenderla- de encontrarla jugando con Bra, o subiendo las escaleras o saliendo por una de las puertas. Así que se levantó y se dispuso a buscarla. No estaba siendo consciente de que su abrupto movimiento podía llamar la atención de alguien, como la de Dieciocho, que lo miraba extrañada. Fue hacia la escalera, intentando escuchar si había pasos; era larga, y si Marron se fue por ahí aún debía estar subiéndola. A menos que esté corriendo. Sabía que intentar encontrar el ki de Marron era estúpido: lo había descubierto desde pequeño, cuando intentó hacer trampa mientras jugaba a las escondidas. Inesperadamente, el ki de Marron jamás pudo ser sentido por nadie. Pero sintió uno, pequeño de un humano, de un hombre joven, en la entrada de la casa. De a poco se fue alejando, quedando fuera de la propiedad de los Brief, y metiéndose a lo que Trunks conocía como un callejón oscuro. Por un segundo, creyó que podía ser alguien conocido de Marron, pero era imposible. Hasta que su imaginación se abrió un poco más, y comprendió que tal vez esas miradas tristes y lo pálido del rostro de la rubia se debía a una persona. A esa persona.
Pasó corriendo por el comedor, llamando la atención de absolutamente todos los presentes. Llegó al living casi rompiendo la puerta de un empujón, saltó el sofá, hizo caer un adorno que se partió en cien y pasó por la puerta que daba al salón de entrada de la misma manera: empujándola con violencia. Abrió la puerta que daba a la calle, presionando los botones con posibilidades de romperlo, saliendo ni bien tuvo el ancho suficiente para que su cuerpo pasara, y justo cuando salió escuchó un pequeño grito que fue ahogado por unas manos.
—¡Marron! —gritó, y sin que sea necesario emprendió un pequeño y muy corto vuelo hasta el callejón.
No se había equivocado. En efecto, el ki provenía de un hombre joven. Muy poca luz de la calle y de la luna se filtraba entre los altos edificios que estaban a los costados, pero era suficiente como para ver el rostro joven y atractivo masculino. Era mucho más alto que Marron, y que él mismo, pero no era robusto. En realidad, no importaba si fuera hasta el hombre más grande del mundo: Trunks podía molerlo a golpes sin dudas.
—¡Suéltala! —el gritó salió un poco ronco por lo mucho que elevó la voz. El hombre le tenía la boca tapada con la mano, estaba detrás de ella y le hablaba al oído de una manera morbosa, que provocó asco y un escalofrío en Trunks.
Al segundo, el hombre levantó la cabeza, su mirada mostraba auténtica furia. Soltó a Marron, que rápidamente se llevó la mano a la adolorida mandíbula y a su estómago, por donde él la había abrazado con violencia para que no se escapara. El hombre sonrió de manera sínica.
—¿Quién eres mocoso? —preguntó, pero Trunks simplemente se acercó más hacia el sujeto. Sentía mucha, muchísima rabia. Mucho más que esa vez que un niño le tiró arena en la cara a Bra, o esa vez que un estúpido le tiró jugo en la cara a Goten. Mucha rabia, nunca había sentido tanto— ¡Vete, no te metas, niño!
Marron miró la escena con auténtico miedo. Los puños de Trunks estaban cerrados, temblando por la fuerza que estaba haciendo. Y sus ojos, sus ojos estaban fríos, asesinos. Pero no asustaban a Frayn; estaba demasiado confiado, muy seguro de que sólo era un mocoso que se la quería dar de héroe.
—Quédate ahí, puta —le dijo, señalándola con el dedo. A Marron se le rompió el corazón un poco más de lo que ya estaba.
—¡No la llames así!
Frayn lo miró con una ceja sugestiva, alta, soberbia como todo en él. Se cruzó de brazos. Trunks se iba acercando lentamente; se estaba conteniendo de una manera dolorosa para no arrancarle los miembros a aquel sujeto, no quería que Marron viera eso, ni tampoco quería convertirse en un asesino, sabía que una vez que comenzaba no iba a parar. No hasta verlo derramando sangre, inmóvil, en el suelo. Algo se había despertado en él cuando vio a Marron sufriendo. Algo fuerte, abrasador, inhumano.
—¡Trunks! —gritó Marron, incapaz de no temblar. No quería que Trunks hiciera lo que todo en él señalaba que haría.
—¿Así que lo conoces? —preguntó Frayn, parecía divertido con esa situación— ¿Él también te coje, puta?
—¡Cállate! —chilló Marron, nerviosa. Miró a Trunks, suplicando— Por favor Trunks, no lo hagas... Solo déjalo.
Primero, la incomprensión, y luego aún más ira volvió a apoderarse de Trunks. ¿Cómo que no lo haga, cómo que sólo lo deje? ¿Estaba bromeando? ¿Iba a dejar que ese hombre la tratara así, como una basura? ¿Acaso estaba enamorada de él?
—¿Que no haga qué, puta? ¿Eh? —preguntó. Marron lo miró, temblando, pero con fijeza.
—Vete Frayn.
—¿Que... Que me vaya? —se señaló a sí mismo, perplejo. Y largó una risa— ¿Y cuánto tiempo tardarás hasta mandarme un mensaje y pedirme que te coja bien fuerte?
Marron soltó una lágrima, inmóvil; y así permaneció hasta la tercera piña que Trunks asestó en el rostro del hombre. Fue algo de segundos, de dos pequeños y lentos segundos. Marron primero movió un músculo, y por fin la voz salió de su seca garganta.
—¡No Trunks! —se acercó rápidamente hasta el lugar donde Trunks yacía sobre el hombre, inerte, dándole golpes. Algunos daban contra el suelo. Estaba cegado de ira— ¡Trunks, por favor, suéltalo, no vale la pena!
Intentó tocarle la espalda, pero hizo un movimiento tan brusco que hizo que Marron retrocediera.
—¡Por favor Trunks, para, para! —intentó tocarlo otra vez; fue en vano. Trunks le quitó la mano rápidamente.
Por suerte, en ese punto que el piso era la tenue luz no llegaba, y no tenía que ver el rostro ensangrentado de Frayn. Por suerte para Marron. Trunks, desde el principio, no ve nada.
—¿¡Volverás a tocarla!? ¡¿Te animarías, hijo de puta!? —le escupía en la cara, moviendo su cabeza agarrando la solapa de la camisa. De arriba hasta abajo.
—¡Trunks por favor! —gritó Marron, estaba asustada por la violencia, por el rostro, de Trunks.
—¡Contéstame, infeliz! ¡Vamos, gritame de la misma manera que lo haces con ella!
Marron empujó a Trunks con todas sus fuerzas, quien despistado logró ser quitado de encima del cuerpo de Frayn. Lo abrazó, con todas sus fuerzas. Sentía que hasta el pelo le temblaba, y en cambio Trunks estaba completamente duro, demasiado.
—Ya basta Trunks, ya basta... —susurró, hipando. Sus manos se alejaron de la espalda del saiyajin para colocarse sobre el pecho de este— Ya basta, por favor...
Algo en Trunks se calmó. Una llamarada acababa de ser apagada, y aunque las cenizas aún estaban ahí parecía que las lágrimas de Marron las apagaban rápidamente. Marron pidió por favor hasta que su voz ya no era una voz, y que movía la boca sin ningún sentido, respiró con fuerza por su boca y las lágrimas salieron con más fluidez. Trunks permanecía con los brazos a sus costados, imposible de mover, y con sus manos ensangrentadas bombeando. Miraba a Marron, a su rostro, fijamente. Estaba llorando desconsoladamente. Cuando las pequeñas manos de la rubia se aferraron a su remera, arrugando y estirando, Trunks se rompió. La abrazó, con la fuerza medida, y colocó la cabeza de ella entre el hueco de su cuello. Ahí parecía estar más tranquila.
—Tranquila, todo está bien... —Trunks vio como sus manos manchaban el bonito saco de Marron. También veía y sentía como su pequeño cuerpo temblaba—. Todo estará bien.
Nunca, jamás, había sentido tantas ganas de besar a alguien como en esos momentos tenía ganas de besar a Marron. Y tenía cientos de preguntas, miles, en su cabeza esperando a ser respondidas, pero claramente no era el momento. Marron largó un último hipo. Trunks sabía que se estaba conteniendo por no llorar así, pero que era en vano. Le pasó su mano, dura y letal, por su espalda, sintió la suave curva de la cintura bien pronunciada, también el olor a lavanda que su cabello tenía. Marron se alejó de su cuello para levantar la cabeza y mirarlo, estaba respirando por la boca, tenía los ojos brillantes y las hermosas pestañas negras y más notorias por las lágrimas. Se veía hermosa. Y no era el mejor momento para decírselo.
Y por más que lo intentara, la mente aún no se había olvidado del hombre en el suelo. ¿Acaso era el novio de Marron? ¿Marron ya había tenido su primera vez? Esa que él tanto había soñado que fuera suya. ¿Cómo Marron podía terminar con un hombre así, que no la merecía y la, posiblemente, doblaba en edad? Y la pregunta más importante.
—¿Se lo dirás a tus padres?
Las lágrimas mojan el rostro de Marron en su trayecto desde los ojos hasta alguna parte antes seca de su cuello.
—No...
Algo invade a Trunks: nuevamente la ira. Consecuente de pensar que ella aún, tal vez, quiere defender a ese infame. No importa, es la decisión de ella, y no es momento de juzgarla.
—Será nuestro secreto.
Sus ojos brillan, esperanzados, y lo vuelven miran. Su cuerpo tiembla, aún está en shock. Pero por fin se siente segura.
—Tranquila. Será nuestro secreto.
Vuelve a meterle la cabeza en el hueco de su cuello. Lo hace para que termine de llorar; habrá mucho más para llorar, claro, pero por lo menos por esa noche. Lo hace para no verla así. Y, con mucha más razón que lo otro, lo hace para no apoderarse de sus húmedos labios en un beso desesperado.
Y le tocó a él quedarse en shock cuando vio aparecer a Dieciocho, junto con su madre, Milk, Krillin y a Goten en el inicio del callejón.
¡Estoy tan feliz de, por fin, poder subir el primer capítulo! ¿Qué les pareció? ¿Triste, tonto, sin sentido, vulgar, tierno, original, raro, cliché? Díííganmelo.
Antes de seguir, quiero aclarar que esta historia la haré en conjunto con Shapira Weasley -también escritora de Trumar- quien es una personita muy especial para mí. Ella tendrá más que ver con las escenas sexuales, de sexo, de coito, de hacer el amor, de ñiqui-ñiqui, ya saben, porque a mi parecer se le da de diez.
¡Muchísimas gracias a las cuatro personitas que comentaron! Prometo comenzar a contestarles ni bien termino de subir este capítulo.
Para mí gusto, quedó medio corto con todo lo que quería poner, pero no es nada que no pueda poner adelante como un recuerdo o algo por el estilo, así que no habrá ninguna idea de mi cabeza desperdiciada; sólo que todo a su tiempo.
Bueno, eso es todo, y espero comiencen a disfrutar de esta historia, sé que todavía no tiene pies como para tener siquiera cabeza, pero denle una oportunidad. ¡Ah, cierto! Subo este capítulo sin darle una mirada otra vez porque estoy muy ansiosa, pero prometo después arreglarlo -si quieren pueden ayudarme diciendo los errores que encuentran-.
¡Saludos y muchísimas gracias! ¡Y quiero ver esas porras, que es mi primer fic largo!
Nota: decidí unir a la introducción con el capítulo por sugerencia de Shapira, pero no hice cambio alguno en el capítulo
Disclaimer: los personajes pertenecen a Akira Toriyama.
