Técnicamente esta historia se salió de control. Empecé a escribirla hace… *mira calendario* Damn, hace tres meses y apenas la estoy concluyendo, por una parte me alegro porque por fin tuve algo canon para terminar de darle forma, además de que no lograba decidirme por un título, este es el séptimo lol. Necesito publicarla y sacarla de mi sistema, escribir es duro, I hate everything.


Disclaimer: Tokyo ghoul no me pertenece, solo esta historia que escribí con sólo un cuarto de mi corazón, Ishida Sui se encargó de destruir el resto.

Notas: Posiblemente nada en esta historia-viñeta es canon /cries

Localizado en la línea temporal de Tokyo ghoul:re (posible divergencia después del capítulo 44).

Glosario: Orochi es el nombre japonés con el que la CCG llama a Nishiki, odio su traducción, así que arbitrariamente decidí usar la versión japonesa.


Podrías ser feliz

«You could be happy»

i. A veces el aire en sus pulmones le sobra… para preguntarse qué espera, para reírse de lo infantil que sonó hace tres años y de lo estúpido que suena ahora.


El Orochi entra a la madriguera.

Deslizándose por los pasillos y abriendo puertas como si fueran las de su propia casa llega al piso superior. Sin intención de alertar a nadie, mucho menos de pedir ayuda, desea tirarse sobre el sofá y de ser posible vendar la herida –todavía sin cerrar– de su vientre.

Se despoja de su abrigo y un sonoro suspiro de cansancio hace que sus pulmones adoloridos se constriñan haciéndole proferir una maldición. Había sido un mal día, o al menos eso le hubiese gustado decir, pero inmediatamente después de recordar la causa de sus heridas una media sonrisa irónica se planta sobre su cara.

Cansinamente se recuesta sobre el sofá y en cuanto toca la suave superficie decide que sus heridas pueden esperar, cierra los ojos con la esperanza de obtener descanso cuando la puerta se abre de un solo golpe. Una silueta femenina se delinea en la escasa iluminación, antes de que un rayo de luz lo ciegue.

—¡Maldición, Touka! —gime llevándose una mano a la cara.

La mujer lo mira con desdén antes de acercarse a él con un botiquín de primeros auxilios, de cerca un hombre alto la sigue.

—Desde abajo huele a sangre, no podemos permitir que impregnes el establecimiento con tu pestilencia, Nishiki —sentencia mientras desdoblaba vendas y saca lo que se parece a una enorme botella de alcohol.

El hombre sobre el sillón gruñe, todavía luchando por adaptarse a la fuerte luz.

—¿…Cómo fue? —el segundo varón pregunta.

—Una paloma problemática —dice, y con eso es suficiente para hacerles entender, lo que no esperan es que la historia continúe—, un tipo lamentable que hace tiempo no veía —hace una pausa, ambos lo miran— un idiota que parece no tener ninguna clase de esperanza.

Las manos de la mujer tiemblan, los hombres fingen no percatarse.

El silencio corta la habitación, de alguna forma los tres saben lo que sigue a continuación.

—Touka… —dice por fin—. Encontré a Kaneki.


Y a veces, se queda sin respiración.