¡Hola!

Este fic participa en los Desafíos del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black.


Las tres Imperdonables

o—o

Otros tiempos

La Cruciatus

o—o

Te sentías poderosa.

Te sentías segura, te sentías invencible. En la cima del mundo.

Recordaste entonces la primera vez que te habías sentido así. Eres una persona muy segura de ti misma, pero nunca habías saboreado plenamente la sensación hasta aquel día. El día en que el Señor Tenebroso quiso probar tu valía por vez primera.

Nunca supiste quién era la persona a la que torturaste. Vagamente recuerdas que bajo la bolsa de tela con que le habían tapado la cabeza asomaba una mata de cabello lacio y castaño, que la mujer a la que torturaste iba vestida con ropa que enseñaba más que tapaba.

Lo que sí quedó grabado en tu memoria fueron sus gritos. Largos, agudos. Perfectamente afinados. La mujer era –o hubiese sido– una soprano excelente; pero cometió el error de ser muggle, que, pese a ser un mal menor comparado con nacer con magia arrebatándosela a un brujo legítimo, era algo por lo que debía aceptar lo que los mortífagos quisiesen hacer con ella. También podías evocar, como si hubiese sido ayer, que cuando lo hiciste Rodolphus y sus amigos se divirtieron con ella y luego te dejó demostrarle la diferencia entre pasar el rato con una asquerosa muggle y hacer el amor contigo.

Y, mientras recordabas aquella primera tortura, sonreíste cuando Frank Longbottom, tras repetir de nuevo que no sabía dónde está el Señor Tenebroso, gritó y se retorció en el suelo. Rodolphus besó tu cuello, y al girar el rostro para buscar sus labios te fijaste en Alice, que lo único que podía hacer a esas alturas era llamar al bebé que lloraba a lágrima viva en su carrito mientras sus padres recibían su merecido por traidores a la sangre.

Ahora todo es distinto. Ahora no te ríes; ahora ni siquiera el recuerdo de las personas a las que torturaste consigue animarte. Nada lo consigue, maldita sea; sólo están los dementores y Azkaban y los gritos de tus compañeros y tu marido. Nada de torturas, nada de diversión; y todo eso te frustra.

Quieres que vuelva el Señor Tenebroso. Que vuelvan las torturas a esos seres inferiores, las risas y los besos de Rodolphus cuando aún no te has limpiado las manos de la apestosa sangre muggle. Y estás segura de que Él volverá, claro que sí. Regresará y os recompensará, a ti, a Rodolphus, Rabastan y Barty, por haber sido sus más fieles seguidores. Por no haber huido y mentido como esa panda de inútiles que son los demás.

Esa idea te reconforta. La pequeña esperanza de que los viejos tiempos volverán te hace sentir mejor, y ríes sólo de imaginártelo.

Al menos, hasta que los dementores pasan junto a tu celda y te quitan eso también.