Categoría T

Género: Humor | Drama | Romance | Friendship.

ADVERTENCIAS: Fic corto de (4) CAP. & (?) EPÍLOGOS / Universo Alterno / OoC (Fuera del personaje es algo inevitable pero intentaré que no exista mucho).

Protagonista(s): Tōshirō Hitsugaya. | Momo Hinamori. – No obstante, hay una relativa participación de otros personajes.

Pareja(s): el tema argumental de la historia se enfoca exclusivamente en el HitsuHina. Sin embargo, hay insinuaciones de otras parejas (Por ejemplo, GinRan e IchiRuki).


OBSERVACIÓN DEL FIC: Anteriormente los que llegaron a leerlo, sabrán que fue un Two-shot pero por lo excesivamente laaargo… decidí cambiarlo. Resumiéndolo en (4) CAP., tal como lo indica en el summary. "Los Epílogos" sería prácticamente aquel segundo capítulo del Two-shot que por el momento no he llegado a publicar todavía…

En cuanto al ofrecimiento que hice… de que a petición de ustedes por medio de sus reviews, podría hacer una secuela de «Amanecer». Está cancelado, ya que al final sólo una persona estuvo de acuerdo por que escribiera una secuela.

Por cierto, agradecimientos a quienes se tomaron el tiempito a dejarme un reviews anteriormente:

Naomic /-/ SaNGreX

¡GRACIAS~! ;3


REEDITADO: Amanecer
Por: ChibiFjola.

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CAPÍTULO 1

Un Lugar a la Sombra del Sol Naciente

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En el parque Yumizawa en el distrito de Karakura, se hallaba un joven de aspecto peculiar que no se le calculaba más de dieciséis años. Sentado bajo la sombra de un árbol y apoyando su espalda contra el tronco; observaba con una expresión distraída el cielo nublado.

Repentinamente empezó a nevar y entre los primeros copos de nieve que caían, él extendió la mano para atrapar a uno que estaba a su alcance. Sintiendo automáticamente el frío ante su tacto y como lentamente se derretía en la palma de su mano por su propio calor corporal.

En días nevados como esté, mi corazón se inquieta…

Escuchó las voces de un grupo de niños, viró su rostro hacia donde provenían. No hallándolos muy lejos de su persona, los infantes se correteaban entre ellos mismos y parecían hallarle eso diversión porque reían encantados.

Como si en cualquier momento algo fuera a suceder…

Entre esos niños que jugaban, uno se alejó de la zona de juego siendo prontamente seguido por los demás que intentaban alcanzarlo entre risas. Risas que fueron silenciadas al percatarse finalmente de su presencia cuando se acercaron hacía el árbol donde él estaba.

Los infantes le miraron asustados, intimidados por la presencia de ese muchacho que se hallaba reposando bajo la sombra del árbol. Y era entendible, él parecía no ser de éste mundo. Delatándolo esa rebelde cabellera blanca y esos grandes ojos de color turquesa que observan con indiferencia implacable…

Rápidamente ellos se fueron. Dejando al joven que volvió a enfocar la mirada al cielo, sumergiéndose en sus reflexiones.

Tomando ventaja de esta blanca inmovilidad.

— Oye… Vas a resfriarte si duermes en un lugar como esté.

Abrió los ojos al oír una voz cercana hacía su persona, dejando ver su mirada turquesa que se cruzo con otra de un color castaño. Era una niña que no le calculaba más de seis años, su aspecto y rasgos eran comunes:

Ojos grandes de color marrón de un tono ligeramente claros, expresando inocencia. Limpios de malicias, indicando que todavía en su edad tierna no había sido mancillada por los tropiezos de la vida que todo ser humano experimenta.; Rasgos faciales delicados e infantiles que delataban su procedencia, siendo asiática pero… por sus grandes ojos que no eran tan achinados y su tez pálida que se inclina a un suave tono melocotón, podía tener alguna ascendencia europea.; De cabello negro que cuando la luz se reflejaba en él, se podía ver reflejos castaños o violáceos dependiendo del grado de luminosidad en el ambiente. Su densa melena azabache lo tenía suelto, llegándole por arriba de los hombros y soltaba un perfume dulce que identifico a melocotón.; Su estatura se mantenía al promedio normal de los niños de su edad.

En cuanto su vestimenta era un sencillo vestido de color rosado, que encima de la prenda usaba un poncho de color blanco que se abrocha al frente y le llegaba hasta las caderas. Usaba medias negras y largas que le llegaban por arriba de la rodilla y usaba unas pequeñas botas de color rojo por arriba del tobillo.

— Mi nombre es Momo, Momo Hinamori ¿Y el tuyo?

Él la ignoró, todos los humanos son iguales. Niños, adultos, ancianos, hombres o mujeres. Si lo rechazas una vez, no volverán a molestarte. Y sin embargo…

— ¿Qué ocurre? ¿Eres sordo? —Insistió la pequeña, inclinándose un poco para dar con el rostro del adolescente. — ¡Ey! ¡Eeeeeey! —Agitó sus manitos delante de él a una distancia prudencial.

— ¡Arrrrgh! Ya te oí ¡No soy sordo!

Ella suspiro de alivio para la extrañeza del joven que aún no salía de su irritación. — Menos mal, no sé muy bien el lenguaje de señas.

— ¿No tienes a alguien más a quien molestar?

— El color de tu cabello y ojos es muy extraño… —Mencionó con ojos curiosos, ignorando la actitud huraña y su desdeñosa pregunta. Algo que irrito en demasía a él, alzándose una de sus cejas en un tic. — ¡Me gusta!

— ¿Ah? —Exclamó impertinentemente, alzando una ceja en inquisición. — Oye…

El joven fue interrumpido ante una tercera voz que se oyó a lo lejos, pronunciando el nombre de la niña que tenía enfrente. Ella viró su rostro para ver a una mujer con un montón de niños, identificándola como su maestra y sus compañeros, volvió a centrar su atención hacía el adolescente.

— Ya me tengo que ir. Vendré mañana a verte…

— ¿Qué te hace pensar que estaré aquí?

Entonces ella le sonrió dulcemente, tornándose sus mejillas de un suave color coral y su mirada castaña se torno ámbar. Un gesto sincero e inocente que lo tomo por sorpresa.

— ¡Hehehe! Pues te esperaré hasta que aparezcas.

— ¿Qu…?

Nuevamente la voz de la maestra de Hinamori lo interrumpió.

— Me tengo que ir —Se excusó, corriendo hacía donde la llamaban. Observando el joven desde su lugar como ella al reunirse con la mujer, recibía una pequeña reprimenda por su tardanza.

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~ ((«».«»)) ~

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— Idiota.

Un susurró había salido de sus labios mientras que sus ojos turquesas se enfocaban en la niña que una vez más se aparecía en el parque para sentarse justamente en el árbol donde él estuvo pasando el rato en aquel día que nevaba por primera vez en Karakura.

«Pues te esperaré hasta que aparezcas»

Esas habían sido sus palabras y por todas las veces que ha ido al parque después de aquel día, sin falta alguna, le hizo comprender que iba enserio…

Y con creces.

Ya ha pasado tres semanas y la cría aún no desistía. No sabía si era muy obstinada o muy tonta. Después que salía de la escuela (que no quedaba muy lejos del parque), ella le esperaba hasta las cinco y media de la tarde, siendo su tiempo límite para esperarlo.

¿Por qué lo hacía? No tenía sentido.

Desde que tiene memoria la gente suele ignorarlo ya sea por temor, desconfianza o repulsión. Si su propia especie lo ignora ¿Por qué está humana hacía la excepción? ¿Qué quería probar?

— Tonta.

Ella podía esperar todo lo que quisiera, no iría a ese lugar. Entonces… ¿Por qué él seguía viniendo a verla?, oyó un estornudo que lo saco de sus reflexiones… sólo para pillar que la niña volvió a estornudar…

Un humano ordinario no sería capaz de oír un estornudo a metros de distancia pero… como él no lo era, pudo escucharla a la perfección. Gruñó al oír un tercer estornudo. Esa niña estúpida ¿Cómo se atreve a salir de su casa sin algo que la abrigue bien?

Con las tres semanas que la ha estado observando, ha deducido que ella es algo distraída. Siempre manteniendo la cabeza gacha, mirando el suelo o sino el cielo… perdida en sus pensamientos mientras que tararea una canción y otras veces deja escapar una pequeña carcajada si ve una nube con alguna figura de su agrado. En consecuencia, tendía a tropezarse por el camino ya sea con otros peatones u objetos. También se sobresaltaba con facilidad, como una vez que se asusto hasta de su propia sombra por andar distraída.

Tonta. Tonta. Tonta., se decía en sus pensamientos. Negándose obstinadamente a descender de la azotea del edificio de donde estaba. Pero oír el cuarto estornudo le hizo ceder, desapareciendo de donde estaba para aparecer al lado de la niña, de pie, cruzado de brazos y recargando su espalda en el tronco del árbol.

— En verdad eres terca, eh.

— ¡WAAAAAAAH!

La niña se sobresaltó al oír una voz aterciopelada y ronca a su lado, hallándose con la razón de porque había venido como otros días al parque.

— ¡¿C-Cuándo…?! —Guardó silencio al sentir como algo cálido envolvía su cuello, siendo una bufanda de color blanca… justamente la que hace unos segundos usaba el chico. — A-Aguarda, no puedo u-usarlo… —Hizo el ademán de quitarse la bufanda. — O si no puedes resfriarte…

Bufó fastidiado. — Quien me lo viene a decir… Úsalo. No soy de los que se enferman con facilidad.

— P-Pero…

— Es una falta de respeto contradecir a los adultos ¿Sabes?

Con esas palabras hizo que la niña dejara de objetarle, dejándose la prenda puesta.

— Gracias.

— Como sea —Dijo, haciendo el ademan de retirarse.

— ¡Espera! ¿Ya te vas? —Ella rápidamente se levantó del suelo.

— Por supuesto, tengo cosas que hacer. Y espero que dejes de venir a esté lugar. No volveré.

Ella le miró pensativa para luego ladear la cabeza a un lado y situar su dedo índice en su mentón. Por alguna extraña razón esos gestos lo hicieron enfadar a él como también le despertó una impulsiva curiosidad de saber lo que pensaba.

— ¿Qué?

— ¿Cómo supisteis que vine durante todos estos días al parque? —El rostro del peliblanco se desfiguro en una mueca incomoda y enfurruñada, rayos, a pesar de ser una tonta parece tener cierta suspicacia. — Además, dijisteis que no vendrías pero… vinisteis.

— Eso es porque…

Maldición. ¿Por qué le debía explicación a esa mocosa?

— Bueno. No importa —Dijo restándole importancia y encogiéndose de hombros. — Lo importante es que vinisteis ¡Shirō-chan!

Nuevamente Hinamori le sonrió, apareciendo en sus mejillas un tierno rubor y sus ojos castaños se tornaron pardos. Un gesto que lo descoloco… igual que aquella vez.

— ¿…Shirō-chan? —Repitió molesto, asomándose una venita en su sien.

— Sí, por tu cabello blanco. ¿No es lindo?

— ¡No lo es!

— ¿Qué, no te gusta?

— ¡¿A quién le gustaría?!

— A mí —Contestó, situando sus manos en sus caderas que aún no se desarrollaran hasta entrada en la adolescencia. — Pensé durante todos estos días como te llamaría ¡Me costó escogerlo ¿Sabes?! —Le reprochó infantilmente, aparentando enfado.

— ¡¿Cuánta ociosidad puedes tener para perder el tiempo en algo tan inútil?!

— Oye ¿Qué dices?, no es algo inútil. Esperé mucho esté día.

Ante sus palabras su semblante se relajó un poco. — Mhn. ¿Por qué quieres verme? Soy un desconocido. ¿Tus padres acaso no te han enseñado que no debes hablar con los extraños…?

Guardo silencio al ver que aquellos ojos castaños que tenían la especialidad de tornarse ámbar cada vez que sonreía, ahora se tornaban de un oscuro café… casi inclinándose a un azabache y se vislumbró en ellos un apagado destello.

— Yo… —Llevó sus manos a la altura de su pecho, mientras que una débil sonrisa se dibujaba en sus labios. — Lo siento. No lo hicieron, ya que nunca los conocí.

Un silencio desconcertante e incomodo reino en la atmosfera. La niña al percatarse de ello, queriendo que el momento sepulcral acabara. Sonrió y actuó como si se acordará de algo:

— ¡Ah! Pero el personal que nos cuida y la maestra de mi escuela, tienden a decírnoslos.

— Ya basta.

El tono frío y tajante de él le tomo por sorpresa a ella, centrando su atención en el adolescente quien tenía un semblante serio y un tanto taciturno. Momo se sintió culpable e incómoda porque al final su actuación no fue creíble ni causo el efecto deseado, cuando intento decir algo más…

Él se sentó a su lado.

— ¿Qué tanto miras? —Preguntó el peliblanco al recibir persistentemente la mirada desconcertada de Hinamori.

— ¿No decías que tenías cosas que hacer?

¡Está niña…!, vociferó él exasperado en su mente. — ¿Quieres que me vaya? Si es así… —Aunque no se iba a ir, hizo el ademan que se incorporaría del suelo pero ella rápidamente le pidió que no se fuera.

Posteriormente Momo se sentó a su lado y… cuando creía que finalmente él estaría tranquilo, la risa infantil llegó a sus oídos. El peliblanco la miró de reojo.

— ¿De qué te ríes?

— Realmente… eres asombroso, Shirō-chan.

Esa sonrisa sincera otra vez…

— ¿Por qué?

— A pesar que no lo demuestras, eres muy gentil.

Abrió desmesuradamente los ojos al verse pillado, rápidamente viró su rostro al lado contrarió. No queriendo que ella viera que se sonrojó ¿Por qué se sonrojaba tan de repente? ¿Por qué su pulso se acelera y su pecho… se sentía tan cálido? Era extraño, ella era extraña.

— Cállate.

Hinamori no se ofendió por sus palabras, al contrario su sonrisa se amplió y una risa cantarina escapó de sus labios.

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~ En los días siguientes me reunía con ella en aquel parque, siempre a la misma hora del mediodía. Eventualmente las estaciones cambiaron… ~

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— ¡Disculpa la demora!

El peliblanco viró su rostro un poco, mirando por arriba de su hombro a una niña que no se le calculaba más de diez años. Vestida con un sencillo vestido veraniego de color amarillo que lo combinaba a la perfección con unas sandalias color bronce de estilo romano y su cabello azabache, ahora mucho más largo lo llevaba recogido en dos coletas bajas que caía por sus delicados hombros.

— Llegas tardes.

— Lo sé, lo sé. Pero creo que me vas a perdonar fácilmente ¡Mira lo que traje! —En eso mostró lo que llevaba en manos, siendo un recipiente grande que abrió y dejo ver que había sandias perfectamente cortadas en rebanadas triangulares.

En silencio él miró por unos minutos el contenido del recipiente para después volver su rostro al frente. — ¿Y qué esperas, una invitación?

Hinamori rió, paso por debajo de la baranda con cuidado para situarse al otro lado de la calle. Siendo un voladero que tenía como panorama toda Karakura y el cielo…

Ambos tomaron asiento bajo la manta que había traído Momo. Estando entre ellos dos el recipiente. Mientras que admiraban el hermoso paisaje. Un lugar que se ha vuelto el favorito de los dos y su nuevo sitio de encuentro desde hace unos años atrás cuando ella fue transferida a otro domicilio y escuela.

— ¿Por eso tardasteis? —Cuestionó él, extendiendo una mano para tomar una rebana de sandia y comerla. Siendo pronto imitado por ella.

— Sí, más o menos —Al recibir la mirada apremiante de él, se explicó mejor: — Es que tuve que llevarlas después al albergue para prepararlo y fue algo duro, pesaban demasiado…

Se mostró disgustado. — Me fueras avisado. Pude haberte ayudado.

— Pero quería que fuera una sorpresa —Le sacó la lengua juguetonamente.

El peliblanco le desagrado su gesto y no tardo en manifestarlo, escupiéndole algunas semillas de sandias. Provocando que ella con su antebrazo se cubriera de los pequeños misiles que iban dirigidos a su rostro.

— ¡Shirō-chan no juegues con la comida!

— Ya te dije que no me llames así —Le indicó, indiferente a sus quejas.

— Pero es que te va bien ese apelativo y además es tan lindo… —Dijo, haciendo un puchero.

— ¡Ese no es mi nombre! Te lo acepte al principio porque no sabías como me llamo.

— Aún así Shirō-chan… —No pudo decir nada más porque un nuevo ataque de balas semillas recibía departe del adolescente. — ¡Ay, ay, ya entendí!

El ataque termino y satisfecho el peliblanco continúo devorando su sexta rebanada de sandia. Las horas pasaron, el tan esperado atardecer llegó para su deleite que admiraron como anteriores veces. Pero después de que el sol se ocultara en el horizonte, la noche llegaba y eso significaba que Momo tenía que regresar, separándose de su amigo.

Usualmente el adolescente se ofrecía a acompañarla hasta la posada. Pero está vez él prefirió no acompañarla, a pesar de que eso era raro en el joven, de igual modo a Momo no le importo y se despidió de su buen amigo. Retirándose rápido antes de que oscureciera más.

— ¡Nos vemos mañana Hitsugaya-kun! —Le gritó mientras que se alejaba corriendo con una resuelta sonrisa.

Él tan sólo alzó la mano en señal de despido y al mismo tiempo se le dibujaba una media sonrisa, un gesto imperceptible pero honesto.

— Jamás creí vivir parar verlo sonreír…

El adolescente mostró su desagrado más no se atrevió a voltear, tan sólo mantuvo la vista fija en el paisaje y metió las manos en los bolsillos de su pantalón.

— Matsumoto ¿Qué haces aquí? ¿Ahora me espías?

— ¡Oiga, oiga! Vengo de tan lejos ¿Y esté es el recibimiento que obtengo? —Ella se acercó, abrazándolo por detrás y recargando su gran pechonalidad en la espalda de él que bufó fastidiado. — Además, no me cambie de tema ¿Quién es la chica? No pensé que tuviera complejo de lolita(1).

— ¡¿QUÉ?! —Le gritó furioso, temblando de la misma ira. Realmente el comentario lo había ofendido.

Y la mujer supo que tal vez se sobrepaso un poquito en su broma.

— Agradece que estoy benevolente —Instantáneamente sintió como los pechos de la rubia se restregaron en su rostro, casi ahogándolo. — ¿A qué vinisteis? —Alcanzó a preguntar después de liberarse del abrazo anaconda de su subordinada.

— ¿Pues a qué más? A trabajar —Le extendió un sencillo móvil. — Lo olvidó en su despacho. Debería de agradecerme por…

— No abuses. Los dos sabemos que vinisteis para obviar tus responsabilidades —Le interrumpió austero. — Y no se me olvida tu bromita —Rangiku se estremeció, sabía que cuando su Jefe usaba esas palabras y las recalcabas con un siseo. Era su fin. Le venía sí o sí un castigo. — Así que regresa por donde vinisteis y adelanta el papeleo de mí parte, lo necesito listo para cuando llegue.

Automáticamente arrugó la cara, horrorizada de tan sólo oír esa orden. — ¡Pero me tomará toda la noche!

— Me importa poco.

— ¡Mou, no es justo! —Le hizo un puchero infantil, agitando los brazos. En consecuencia sus pechos rebotaban de arriba hacia abajo. — Usted viene a tener sus citas románticas y yo encerrada en la oficina, perdiéndome de las delicias de la vida.

— ¡NO son citas románticas!

— ¡Sí, sí, sí! —Abanicó la mano en gesto apático. — Véngale con ese cuento a alguien más como la Teniente Yachiru, a Abarai o incluso al Capitán Ukitake.

— ¡Hinamori sólo es una amiga!

Sin advertencia Matsumoto se tenso al oír el apellido de la humana. El peliblanco se percató del repentino mutismo de su teniente pero no se comparó al semblante serio que le dedico ella a él.

— Capitán… usted…

— ¿Qué? Habla claro y de una buena vez.

— ¿Ha crecido? —Le pregunto divertida, perdiendo todo rastro de su anterior expresión solemne.

— ¡LARGATE YA!

Rangiku puso los pies en pólvora ante el potente grito del adolescente de dieciséis años que hizo eco por toda Karakura e incluso se atrevía a decir que el suelo se estremeció. Ya en un lugar mucho más seguro, lejos de la furia de su capitán Hitsugaya, se atrevió a suspirar aliviada para luego reír un poco.

— Nunca me canso de fastidiarlo —Se dijo a sí misma. Era molesto y hasta aburrido que ese prodigioso niño siempre se mantenga templado, actuando correcto y tan adulto (Ni tanto porque un hombre adulto se vería afectado por su belleza, también por su dotada delantera pero el jovencito ni le hacía cosquillas. Al contrario, ya se había acostumbrado ¡¿Enserio?! ¿Qué hombre solamente se "acostumbra" a que lo "aplasten" con una dotada pechonalidad femenina?).

Además ¡Ingresó al escuadrón a una edad muy temprana! ¡Vamos! Merecía disfrutar su infancia, actuar como su tierna edad lo sugiere que sea. Pero nooo… el correcto mini-capitán no se permitía relajarse ni un instante.

Su risa se aplacó al materializársele la imagen de una jovencita menuda que no le calculaba más de diecisiete años, muy vivaz, de cabello azabache y recogido en un moño alto cubierto por un trozo de tela.

— Parece… —Una brisa hizo acto de presencia, meciendo su corta melena rubia que le llegaba por debajo de los hombros. — Que le han otorgado una nueva oportunidad —Sonrió melancólica mientras que situaba un travieso mechón de su melena detrás de su oreja. — No la pierda… Capitán.

Eventualmente desapareció.

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Hitsugaya refunfuñaba algo entre dientes mientras que miraba la pantalla de su móvil que le mostraba la ruta que debía seguir, un mapa de Karakura. De improvisto, al identificar algo en el camino que iba, pareció perturbado.

— ¡Diablos!

Comenzó a correr a una velocidad inhumana, apresurado y con el corazón en la garganta. Debía apresurarse o sino… ¡O sino…!

«¡Shirō-chan!», la imagen de Hinamori sonriéndole de ese modo… tan especial que tanto le agrada, se materializo en su mente.

El grito horrorizado de una femenina le martillo los oídos. Dobló la esquina al final del camino para ver una monumental criatura oscura que le daba la espalda y a sus pies sobresalía un cuerpo inerte que no lograba identificar desde su lugar. Preocupado, furioso y sobretodo asustado, alcanzó a pronunciar un nombre provocando que la atmosfera se volviera densamente fría y el cielo nocturno se nublara.

Una espada se materializó entre sus manos, irradiando un brillo de color azul celeste que se desvaneció al momento de ser desfundada. La criatura volteo con lentitud, mostrando que su rostro era cubierta por una máscara y revelando; rastros de sangre en la comisura de su grotesca boca. Seguramente de su reciente víctima.

El monstruo tenía toda la intención de atacarlo pero antes siquiera de intentar hacer algo, Hitsugaya movió ágilmente su espada y a continuación una línea brillante dividió a la oscura criatura por la mitad, la cual se descuadró, manifestando que el adolescente lo rebano. Posteriormente se desvaneció en varias partículas de luces blancas.

— ¡Hinamori…!

Se acercó en un paso casi instantáneo al cuerpo que yacía en el suelo y para su alivió, no era la persona en quien pensaba. La mujer se veía en shock, respirando agitada y sosteniéndose el brazo derecho que tenía una lesión más no era grave.

Ya más tranquilo. Susurró algo para después chasquear los dedos enfrente de la joven mujer que no le calculaba más de dieciocho años y posteriormente se desmayo. Estaba a punto de retirarse, dejando a la mujer ahí. Ya había hecho su trabajo y no tardaría en recibir la ayuda que necesita porque los vecinos de los alrededores empezaban a despertarse, podía oírlos con facilidad moviéndose apresuradamente en sus respectivas casas para salir a averiguar el motivo del escándalo…

— ¿Shirō-chan…?

Hitsugaya se quedo tieso en su lugar, volteo a ver dónde provino el llamado para ver que no muy lejos del incidente a dos metros en otra vía del doble camino estaba Hinamori Momo mirándole estupefacta. Podía apreciar que su cabello estaba todo revuelto al igual que su vestido, demostrando señal de forcejeo…

Clara indicación que ella también fue atacada por la criatura que recientemente destruyo. Agudizó sus sentidos, no percibiendo a simple vista alguna lesión en ella ni que emanara algún olor a sangre. Siendo un alivio si no fuera porque observó el desenlace de sus poderes.

Momo avanzó unos pasos hacia delante mientras que intentaba formular una pregunta, al mismo tiempo que él intentaba explicarse pero ambos fueron interrumpidos en el acto por las personas.

Los ojos castaños se desviaron a un par de vecinos que agitados se le acercaron, preocupados por su condición al verla tan pálida y desaliñada. Mientras que otros se acercaron hacía la mujer que yacía inconsciente en el suelo, buscando la manera de reanimarla.

— ¡Niña! ¡¿Te encuentras bien?!

— ¡¿Qué paso?!

Ella intentaba responder lo mejor posible a las interrogantes de las señoras aglomeradas a su alrededor, no obstante toda su atención se volvió a centrar hacia donde debería estar su amigo pero… ya no había nadie. Él se desvaneció como si se tratase de un fantasma.

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FIN DEL CAPÍTULO 1.


***Aclaración del Capítulo:

(1) Complejo de Lolita. La atracción hacia adolescentes femeninas cuyo físico corresponde más bien al de una pre-adolescente (niña, puberta o prepuberta) es conocido como "Complejo de Lolita". Por definición, estos términos no son sinónimos de pedofilia. Para mayor información, búsquenlo de una fuente confiable.


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