CAPITULO 1. El SUEÑO.

Me despierto con el zumbido del despertador, pero lo que me hace levantarme de la cama es el ruido de la ducha. Hace un poco de frío, así que me pongo una de sus sudaderas negras y viejas y voy en dirección al baño. La pregunta ¿quién es? no se me plantea en ningún momento, es más, tengo otras cosas en la cabeza. Abro la puerta y ahí está. El agua le cae por todos los músculos de su cuerpo, su pelo, ya mojado, precioso como siempre. Me mira, le miro, me acerco a la ducha y me meto en ella. El agua moja mi ropa, sin importarme. Le beso, con un beso apasionado, un beso que describe la añoranza y la pasión. Después de unos largos segundos nos separamos y el me regala lo más bonito y mejor del mundo; una de sus maravillosas y espectaculares sonrisas. ¡Dios!, con esas sonrisas me siento tan vulnerable.

-Te quiero Roza- dice sonriéndome.

El día no podía empezar mejor, su sonrisa mi nombre en ruso ¿Qué más podía querer? Él se acercó más a mí. Nuestros labios se tocaron y la chispa salto. Sus labios pasaron a mi cuell…

*Bep *Bep *Bep

Me desperté bruscamente. ¿Qué más podía querer?, conocía la respuesta a esa pregunta y vino a mí como una bofetada. Le quería a él.

Pese a mi malestar, me levanté de mi cómoda cama, con su almohada de plumas y su edredón de seda color burdeos. Con estas comodidades cada día era más difícil abandonarla.

Me dirigí al baño y me di una ducha rápida, espabilándome por la fuerza del agua. Abrí el armario y saqué una camiseta de tirantes y una chaqueta de cuero combinada con unos pantalones negros y mis maravillosas botas. Adoraba estas botas, con ellas he hecho mucho camino. Me seque el pelo, pero en vez de hacerme una coleta decidí dejármelo suelto y variar un poco.

Salí de la habitación para encontrarme con ella e ir a desayunar juntas, pero una voz masculina, grave y disgustada me hablo. Era Hans.

- Guardiana Hathaway- dijo gritando- Quiero los informes en mi mesa por la tarde o…

- Sí, sí, sí, lo que tú digas- dije con sequedad- y seguí mi camino pero Hans se paró en frente de mí.

- Lo digo en serio, si ese informe no está en mi mesa por la tarde, será substituida en su puesto y se dedicara al papeleo hasta que a mí me plazca, y me da igual que sea la guardiana y amiga de la reina, muchos otros guardianes más responsables que tu estarán encantados de ocupar tu lugar y yo lo apoyare – dijo con rabia y gritando- ¿Ha quedado claro?

- Por supuesto- tenía muchísimas ganas de pegarle un puñetazo pero no me podía meter en líos, Lissa me había sacado ya de muchos y esto la perjudicaba. Así que seguí mi camino.

Cuando llegué a su habitación, Meredith, una de sus guardianas me saludó de lejos y yo se lo devolví. Llamé a la puerta y Lissa me abrió. Iba con su pelo rubio suelto cayéndole por el hombro izquierdo. Se había puesto una pequeña flor en la oreja derecha, era de color rosa y resaltaba en comparación con su pálida piel y ojos verde jade. Llevaba un vestido amarillo claro, sin mangas y con escote bandeja. En el final del vestido destacaba una cenefa de flores de encaje de un color más crema, para terminar unos zapatos con un poco de tacón que llevaban una florecita blanca en el lateral. Lo suficiente para ir formal, pero no demasiado para dar la nota. En definitiva, iba preciosa y con mucho estilo como siempre. Sus padres estarían orgullosos de ver en lo que se ha convertido.

- Siento la tardanza, Hans me ha entretenido- al ver la cara que ponía intente esquivar su pregunta- Por cierto, ¿hoy es el día oficial de las flores o qué?- le dije con sarcasmo.

- ¿Huele mucho?- se pone una mano en el cuello, la frota y la huele- Si, es demasiado- se disponía a ir al baño pero la paré.

- Era broma, además, yo me refería a las flores del pelo, el vestido y los zapatos, vamos que eres una flor gigante y encima con aroma a flor- dije de manera divertida- Pero volveré a preguntar ¿Por qué tanta flor?

- No sé, ayer me regaló flores y hoy me apetecía llevar unas cuantas, ¿es excesivo?- me dijo preocupada.

- Para nada, estas muy bien- note unos sentimientos de nervios, pero no eran míos- Lissa, ¿Qué te preocupa?

- ¿Y si la fastidio y digo algo erróneo?, a lo mejor no les gusto, a lo mejor ha sido mala idea organizar esta reunión. Yo quiero hacerlo ¿No es suficiente?, ¿tiene que venir un miembro de cada familia para votar?- dijo asustada.

- Hey, tranquila ¿vale? No es la primera reunión con todos ellos ni tampoco es nuevo el tema, además en contra solo están los Conta y en realidad porque son unos estirados que solo se preocupan por ellos mismos, así que relájate, todo saldrá bien.- Y así termine mi maravillosos y corto discurso.

- Estarás conmigo ¿no?- noté como deseaba con todas sus fuerzas que así fuera.

- Claro, eso no lo dudes, además que yo sepa los guardianes podemos entrar así que vámonos a desayunar y nos olvidamos de esa aburridísima reunión que tendremos que soportar luego.

- Clarooo, sobre todo porque te duermes en todas las reuniones o te empanas. Pero cuando suena un simple ruido como pulsar un bolígrafo te pones en posición. Admito que a veces me asustas.

-Son aburridísimas y no me duermo, descanso los ojos.- Empezamos a reírnos a carcajadas, cada vez más fuertes, tanto que hasta algunos guardianes se nos acercaron para asegurarse de que la reina estaba bien.

Caminamos por los amplios pasillos de la corte. Me encanta la arquitectura yo creo que es estilo gótico pero posiblemente me equivoque, no prestaba mucha atención en historia. Las paredes son altas y están repletas de cuadros de todos los tamaños y estilos. No sé cómo siendo tan distintos encajaban tan bien juntos. Sí, menuda paradoja que eso se pueda aplicar a mí.

-Rose, ¿Estas bien?- dijo Lissa sacándome de mis pensamientos.

-Sí, si perdona ¿Qué me decías?

- Nada importante, por cierto ¿Vienes a la fiesta de Adrian?, te daré la noche libre y podrás divertirte con nosotros. Sydney y él hacen ya un año.

- No, no me apetece mucho una fiesta ahora, no estoy con ánimos pero tranquila, estaré ahí de guardia y os veré y comeré algo - me reí.

- ¿No estarás celosa verdad?

Me paré de seco en medio del pasillo mientras ella seguía caminando. Cuando vio que ya no estaba a su lado, se paró y miro atrás.

-¿Qué?, Rose es una pregunta sin malas intenciones, no quería molestarte. Lo siento ¿Estas bien?- Note que se arrepentía, pero dentro de mí notaba como una ira iba creciendo. Oscuridad. Empecé a controlarla y me conseguí relajar.

- Si, perfectamente.- sé que sonó bastante borde pero no podía controlarlo. Lissa se dio cuenta y cogió mi anillo de plata y lo encanto. Cuando me lo puse sentí una sensación de frio, calor, frio y me sentí mucho mejor.

- Muchas gracias.

- No me las tienes que dar, esto ocurre por culpa mía, lo menos que puedo hacer es ayudarte.- yo la sonreí agradeciéndoselo.

Seguimos nuestro camino hacia los alimentadores; Los alimentadores eran humanos que firmaban un contrato durante un año, ellos daban su sangre a los moroi y ellos recibían las endorfinas del mordisco. Cuando Lissa y yo nos escapamos, ella se alimentaba de mí. Después de volver a la academia, cuando la acompañaba a que se alimentase a veces sentía envidia de la mordida. Esas malditas endorfinas son como una droga que te hace estar en una especie de sueño que no te permiten ser consciente de lo que haces y además pierdes tus fuerzas. Cuando llegamos a la sala de los alimentadores había un moroi tomando nota de las personas en espera. Lissa al ser la reina suele tener a un alimentador fijo y por suerte no hace cola, lo malo es que todos los que están esperando se arrodillan haciéndole una reverencia, ella pasa vergüenza y yo la siento.

-Odio que hagan eso, me da vergüenza- dijo ella.

- Lo sé, tranquila.

Estuvimos unos minutos esperando a que preparasen la sala y luego unos guardianes la revisaron.

-Adelante majestad, la sala esta lista- dijo el moroi encargado.

-Muchas gracias.

La sala era totalmente blanca, sin ninguna ventana y con unas luces que para mí resultaban un poco molestas. Antes de que Lissa se alimentase revisé la sala por si acaso los otros guardianes se hubiesen dejado algo, no quería sorpresas.

-Rose, ya han mirado los otros guardianes, por favor tengo hambre. Relájate.

¿Relajarme? Imposible.

La alimentadora era de mediana edad, supongo que unos 40, tenía muchos moratones así que no debía ser novata en el tema de los vampiros. Al igual que Lissa, la humana tenía muchas ganas de la mordida. Adicta. Dentro de un año volvería a su antigua vida sin saber que había hecho durante un año. ¿Cómo podía desear eso? Vi como Lissa se sentaba y le clavaba los colmillos en el cuello. La primera cara de la mujer fue de dolor pero un segundo después fue de placer. Cuando Lissa termino nos dirigimos a la cafetería donde yo desayunaría.

La cafetería estaba cerca de la entrada de la corte, estaba en la parte de ocio y ahí es donde trabajaba a veces el padre de Mía. Mía fue nuestra enemiga durante unos cuantos meses, pero cuando pasó lo de Spokane todos cambiamos, incluida nuestra amistad.

-¿Me pone dos donuts de chocolate y un café con leche por favor?- El camarero tomó nota y Lissa se pidió un zumo de mandarina. Los moroi no solían comer nada después de alimentarse ya que se llenaban. Nosotros los Damphir al ser mitad morois mitad humanos podemos comer lo que queramos.

-¿Por qué solo comes porquerías?, deberías tomar un poco de fruta. ¿No te duele la tripa?, solo comes dulces- dijo Lissa.

-No son porquerías, son alimentos. Además el azúcar me ayuda a despejarme y a estar atenta y no, no me duele la tripa y tomare fruta cuando me apetezca, los donuts están más ricos y solo he cogido dos- dije inocentemente esta última frase.

-¿Sólo?, disculpa, la próxima vez cógete cinco a lo mejor así te llenas y no comes en lo que quede del resto del día.- Nos trajeron nuestra comida. Nos la comimos rápidamente y nos fuimos en dirección a la reunión. Note como Lissa se empezaba a tensar. De la nada Jill apareció y fue perfecto en ese momento. Jill venia acompañada de varios guardianes, uno de ellos mi mejor amigo Eddie. Eddie y yo éramos los mejores amigos de Mason, a partir del "accidente" Eddie me empezó a tratar como su hermana pequeña y he de admitir que me siento protegida.

- Hey, muchas gracias por venir Jill, no sé si entenderás todo pero creo que Eddie te ha explicado un poco la situación y de que va a tratar la reunión. -Lissa y Jill siguieron hablando mientras Eddie y yo las imitamos.

- ¿Cómo lo llevas?- Me preguntó.

- Bien, ¿Por qué iba a estar mal?- Le vi la cara y cambie de tema- Y bueno. ¿Cómo has dormido?- Me miró con cara divertida y sorprendida.

- Whoa menuda mierda de cambio de tema. Prefiero no responder a eso- dijo riéndose- ¿Lissa te ha dado la noche libre para ir a la fiesta?-

-Sí, pero no la he cogido prefiero estar vigilando, no me apetece mucho ir de fiesta y ya sabes que los ataques se han ido multiplicando poco a poco. Vigilaré.

Lissa y Jill nos interrumpieron justo antes de que Eddie me realizara una Intervención. Cuando nos veíamos tristes, desanimados o directamente no estábamos bien Eddie y yo nos hacíamos Intervenciones. Las Intervenciones eran reuniones que hacíamos entre nosotros contando lo que nos pasaba, aunque la mayoría de las veces reuníamos al grupo y hacíamos algo divertido.

-Ya vamos a entrar- dijo Lissa.

Eddie y yo entramos después de Lissa y Jill. Tras nosotros un miembro de cada familia iba entrando y haciendo una reverencia a la reina. Nosotros los guardianes nos quedábamos en las paredes observando que no pasase nada. En la sala había como veinte guardianes y casi la mitad eran de Lissa y Jill.

-Bien, estamos hoy aquí reunidos para debatir el tema de que los moroi luchen contra los strigois.- Aunque estaban pocos de las familias en la sala, cuando Lissa dijo el tema de la reunión todos se pusieron a cuchichear. ¿Es que no se acordaban de la última reunión?

Los Conta dijeron que ellos no iban a apoyar tal barbaridad y dijeron que su voto era un No rotundo. Los demás miembros fueron votando mientras una humana apuntaba en el acta y calculaba el resultado final. Cuando terminaron, la humana se levantó y pronuncio las dos letras que decidirían si los moroi que quisiesen podrían luchar contra los strigois dentro de la ley. Si esta ley se aprobaba, evitaría que nuestra especie, los dhampirs, se extinguiese. Al menos por ahora. La palabra de la mujer fue muy clara. SI. La reina termino la reunión diciendo.

-Aprobada la ley del uso de la magia de los morois para acabar con los strigois voluntariamente.- Tras esas palabras las familias salieron de la habitación y en ella nos quedamos Lissa, Jill, Eddie y yo.

- Ves Lissa, todo ha ido bien, la votación ha sido toda SI excepto los co….

- Si lo sé, los Conta, ¿y si se revelan?- sintiendo su miedo, la tranquilicé.

- Pues nos defenderemos, por eso no hay problema.- dije moviendo la cabeza hacia Eddie.

-Bien, pues ahora vamos a arreglarnos para la fiesta- dijo Jill emocionada.

Hacía meses que no veía ni a Adrian ni a Sydney, echaba de menos las frases de Adrian y ser llamada criatura de la noche por Sydney, así que decidí que iría a buscarlos al aeropuerto. Ellos han estado tres meses en una isla de Adrian, tenía un nombre muy raro, seguro que la compró cuando estaba borracho.

-Lissa, ¿podría ir a buscar a Adrian y a Sydney?- le pregunté.

- ¿puedo ir contigo?

-No, ya lo sabes, está oscureciendo y eres un buen objetivo. Tú prepárate para la fiesta y termina con los preparativos, todo tiene que estar listo.

- Vale, ¿seguro que no quieres asistir como invitada?

-Seguro- con esto último cogí mi chaqueta, me puse la estaca en el cinturón y cogí un coche. Me saqué el carnet a los 17 cuando estábamos fuera de la academia. Lissa uso la coacción porque yo era menor y no podía sacármelo pero era necesario ya que posiblemente tendríamos que huir. Cuando iba de camino el sol se iba escondiendo, con el cambio de hora oscurecía antes y eso no era bueno en el mundo de los vampiros. Acelere un poco más quería llegar al aeropuerto cuando aún hubiese luz del sol.

Cuando llegué al aeropuerto busque rápidamente la salida de su vuelo. Recorrí unos cuantos pasillos atiborrados de gente y al final después de perderme y preguntar dos veces encontré la dichosa salida. Diez minutos después la gente empezó a salir y ya casi cuando pensaba que me había equivocado de salida un resplandor dorado hizo que ese pensamiento se esfumara. Corrí en su dirección sin pensármelo dos veces. Me abalancé sobre ella poniendo mis piernas alrededor de su espalda y apretándola tanto que casi no la dejaba respirar. Lo único que hizo que saliera de ese momento de felicidad fueron los golpes del bolso de una mujer sobre mí. Cuando me solté de Sydney comprendí la razón de esos golpes. No era Sydney. Era una mujer mayor con un collar de oro. Gire mi cabeza hacia la derecha y ahí estaban Sydney y Adrian de la mano y riéndose de mí.

-Lo siento muchísimo señora, ¿está bien?- La mujer pasó de largo y se fue con su amiga. Me acerque a la parejita.

- Si llego a saber que me ibas a dar esa bienvenida salgo la primera- dijo Sydney.

- Pequeña dhampir siempre superándote.- dijo Adrian mientras ambos se reían.

- Ja, ja, ja, me parto- cogí sus maletas y nos dirigimos al coche. Ya era de noche.- Venga subiros, que tenéis una fiesta a la que asistir y si llegáis tarde Lissa me matará.

Se subieron al coche y fue cuando note las náuseas.

-No os mováis. – les dije, ellos se quedaron quietos sabiendo lo que sucedía. Un golpe en la cabeza me aviso donde se encontraban. Strigois.

Saqué mi estaca del cinturón. El strigoi intento darme un puñetazo pero logré esquivarlo. Parecía un strigoi joven, recién convertido. Una sombra a la derecha me alerto de otro strigoi y aquí comenzó la verdadera pelea. Estaba en mitad de un parking con humanos a mí alrededor, pero bueno eso no lo tuve muy en cuenta cuando le clavé la estaca al primer strigoi. El segundo strigoi me cogió del pelo y me dio varios golpes contra una farola. Noté el sabor metalizado de la sangre en mi boca. Conseguí soltarme de su agarre e hice mi ataque maestro. Me agaché, estiré la pierna izquierda y giré en dirección de las agujas del reloj. El strigoi cayó, así que aproveche mi oportunidad y me abalancé sobre él apuntando directamente a su corazón dándole a si su muerte.

Ya no notaba nauseas así que avise a Sydney para que se deshiciera de los cuerpos con sus pociones de alquimista. Al terminar me monté en el asiento del conductor pero Sydney me dijo que me sentara atrás, que ella conduciría ya que yo podía tener una conmoción. No proteste, hice lo que me dijo ya que veía un poco borroso. Por el camino estuve todo lo atenta que pude por si acaso había otro ataque. En un momento me moví y vi las manos de Adrian y Sydney entrelazadas. Como añoraba eso.

Al llegar a la corte acompañe a la pareja a la sala donde se celebraría la fiesta. Sydney no paraba de decirme que fuese a la enfermería así que tras dejarles en la sala me dirigí a ella. Pero antes fui a mi habitación, cogí los informes y fui en dirección al despacho de Hans. Al entrar me miro con cara de sorpresa, no sé si porque le estaba entregando los informes o por estar despeinada y con una herida en la cabeza.

-Vaya me sorprende que me los entregues a tiempo aunque no es necesario herirse para conseguirlo- dijo en tono de burla.

- Ahí los tienes, es lo que querías ¿no?

- Si, si pero también me gustaría saber porque llevas esas pintas.- preguntó. ¿Pintas? Oh lo siento la próxima vez me arreglare un poco para venir a verte pensé.

- He ido a recoger al Sr. Ivaskhov y a su novia y ha habido un ataque de dos strigois.

- ¿Los cuerpos?- pregunto.

- Sydney los ha eliminado- dije pasando de los títulos.

-Muy bien, eso es todo. Que tenga un buen día.- ¿un buen día?, mi día ha empezado por la mañana y terminara posiblemente por la mañana. ¿Por qué algunas familias viven con el horario humano y otras no? ¿Por qué tenemos que realizar reuniones por la mañana cuando podría estar durmiendo?

- Gracias Señor, igualmente.

Me dirigí a mi habitación para cambiarme y llevar el uniforme a la fiesta. Cuando ya estaba vestida me recogí el pelo en una coleta y después me maquillé un poco, cogí mi estaca y fui a la habitación de Lissa para buscarla. Al llegar a la puerta, no vi a ningún guardián vigilando la habitación y me alarmé. Saqué mi estaca y cuando entré, alguien me cogió del brazo y yo instintivamente moví mi estaca hacia él. Suerte que me cogió también el otro brazo.

-Eh! fiera, que soy yo- dijo Eddie.

-¿por qué no hay nadie en la puerta?

- Lissa los mando directamente a la fiesta.

- ¡Rose!, que bien que ya estés aquí, te estábamos esperando.

Nos movimos hasta la sala donde se celebraría la fiesta. Cuando entramos una bola de discoteca brillaba en el centro de la sala, la música era muy bailable y había varias mesas llenas de comida. La gente entraba y entraba. Mientras vigilaba empecé a notar nauseas. Recordé que se me había olvidado ir a la enfermería pero de ahí no provenían mis nauseas. Efectivamente, había mucha gente en la fiesta pero había 10 más que seguro que no podían estar ahí. Cuando saqué mi estaca los demás guardianes me imitaron y Eddie al verme empezó a proteger a Jill y a Lissa. Cuando Lissa me encontró con su mirada yo le dije.

Strigois.