Disclaimer: Los personajes del siguiente relato son propiedad única y exclusiva de CLAMP, yo los he tomado prestado por motivos de entretención y sin fines lucrativos.

Por favor no publicar mi historia ni modificarla sin mi previo consentimiento.

Sakura, Cazadora de… ¿Fantasmas?

Capítulo I

La maldición de Sakura

Sakura Kinomoto lanzó un largo suspiro frente al espejo. Bajo sus ojos verdes se marcaban unas oscuras ojeras, signo de que una vez más no había pasado una buena noche de descanso. Sonrió con pesar intentando darse ánimos, acababa de regresar a la ciudad donde había pasado los primeros años de su infancia y aún tenía que desempacar.

Miró las cajas apiladas a sus espaldas y vio una pequeña oreja amarillenta asomándose a través de una de ellas.

–Kero, ya te he dicho que las cajas no son para dormir –dijo con un suspiro mientras dejaba al descubierto a su regordete gato.

Justo cuando tomó al animal para sacarlo de su escondite, el timbre sonó y ambos dieron un salto. Sakura caminó hasta la puerta y la abrió con precaución, sin embargo antes de que pudiera asimilar quién era, un par de brazos se le echaron al cuello y ella cayó dolorosamente sobre su trasero.

–¡Sakurita! –gritó eufóricamente la recién llegada– ¡Oh por dios han pasado tantos años! ¡Estás tan linda! ¡Aún no puedo creer que tu papá se haya decidido a regresar!

Sakura sonrió a pesar del dolor, aquella muchacha de piel nívea con el oscuro cabello largo y unos exóticos ojos con tonos parecidos a las amatistas era su prima y mejor amiga de la infancia; Tomoyo Daidouji.

–¡Tomoyo! ¡No esperaba que llegaras tan pronto!

–Bromeas, ¿verdad? ¡No nos hemos visto desde hace dos años! ¡Por supuesto que vendría en cuanto me llamaras! –exclamó poniéndose de pie mientras se sacudía el vestido.

–Muchas gracias –respondió Sakura– de veras me vendría bien un poco de ayuda extra… Pero antes ¿te gustaría beber un poco de té?

–¿Segura que no es mucha molestia? Vienes recién llegando y no me gustaría que tengas que tirar todo abajo sólo para servir el té.

–Por supuesto que no –rió ella mientras comenzaba a calentar el agua– La comida fue lo primero que tuve que desempacar, Kero tenía hambre.

–¿Kero? –preguntó con curiosidad Tomoyo acomodándose en una de las sillas de la cocina.

–Sí, mi gato. Lo encontré vagando por el vecindario en el que vivía, tenía algunas heridas y el pobre estaba en los huesos, así que cada vez que se pasaba por mi casa le daba comida… eventualmente decidió quedarse conmigo, así que podríamos decir que me adoptó.

–Siempre tan buena –sonrió la otra chica, y un par de segundos después se sobresaltó cuando vio una bola de pelos acurrucándose en su regazo– Pues creo que ya no está desnutrido.

–No. El veterinario dice que debería bajar de peso, pero me da pena disminuirle las raciones de comida, el pobre debe haber sufrido mucho –explicó Sakura sirviendo las dos tazas de té– ¿Y qué tal todo? ¿Cómo está tía Sonomi?

–Estresada como de costumbre –respondió Tomoyo sin dejar de sonreír– ¿Y tu padre? No lo veo por aquí.

–Tuvo que quedarse en Osaka. Tenía que entregar unos papeles a la universidad antes de venirse, pero creo que le tomó más tiempo de lo que esperaba así que me pidió que me adelantara para no perderme los primeros días de clases.

–Oh entiendo… ¡Hablando de eso, te traje algo! –exclamó con entusiasmo entregándole una bolsa que no había soltado desde que había llegado.

–No era necesario que te molestaras, Tomoyo –dijo ella con las mejillas encendidas.

–No es mucho en realidad –explicó– es sólo algo que me imaginé te haría falta.

Sakura abrió la bolsa y sacó de ella una blusa blanca con un escudo azul en el bolsillo, una falda azul y una corbata del mismo color. Era el uniforme de la preparatoria Seijo.

–¡Muchas gracias Tomoyo! –exclamó con felicidad– no he tenido tiempo de comprar el uniforme y la verdad pensaba ir con el de mi antigua escuela.

–No hay de qué –respondió la otra– Y bueno, ¿por dónde comenzamos?

–Bueno, la verdad es que me gustaría que me ayudaras a bajar algunas cosas al sótano… Sabes que no me gustan mucho ese tipo de lugares.

–¿Aún te dan miedo? –preguntó Tomoyo con preocupación. Sakura asintió algo avergonzada.

La verdad era que a Sakura le aterraban los sótanos, y no sólo los sótanos sino que los lugares oscuros en general. Lo suyo no era un miedo irracional de una niña que se rehúsa a crecer, no, era mucho más serio que eso; Sakura Kinomoto podía ver fantasmas.

Todo había comenzado a los nueve años. Se habían mudado a una nueva ciudad luego de que su madre muriera en un trágico accidente. Era un día lluvioso y Sakura se sentía afiebrada, temblaba de pies a cabeza y con las últimas fuerzas que le quedaban se recostó en su cama, pero justo cuando comenzaba a quedarse dormida sintió como si una mano tocara su frente. Al principio se sobresaltó, pero luego pudo ver a su madre junto a ella sonriéndole como antaño lo hacía, solo que esta vez un par de grandes alas blancas nacían de su espalda.

La fiebre y el malestar la vencieron, y por más que intentó mantenerse despierta para seguir viéndola, Sakura cayó en un profundo sueño. Al día siguiente y ya un poco más respuesta pensó que todo había sido producto de su imaginación, sin embargo no pasó mucho tiempo hasta que vio en su propio jardín a un pequeño niño llorando. Sakura se acercó hasta él para consolarlo pero justo cuando intentaba tocar su hombro pudo ver cómo su mano lo traspasaba y su pequeño cuerpo en realidad era transparente.

Recordaba haber corrido desde su casa hasta el trabajo a medio tiempo de su hermano para pedirle que fuera con ella a ver que pasaba, mas cuando llegaron Touya Kinomoto no vio nada y ella tampoco. El niño había desaparecido, sin embargo más espíritus comenzaron a visitarla de vez en cuando buscando una solución a sus 'asuntos pendientes'.

–No creí que aún los vieras, pensé que con el tiempo mejoraría.

–No –respondió ella acongojada– Va a peor. Ahora no sólo los veo, sino que también los escucho en ocasiones.

–Debe ser realmente aterrador –comentó Tomoyo– pero al menos puedes ver a tu mamá de vez en cuando también ¿no?

–Sí –asintió Sakura– El problema es que hay noches en las que no me dejan dormir… Kero intenta espantarlos gruñéndoles pero la mayor parte de las veces no resulta. Por lo menos me siento más acompañada, realmente no sé qué haría sin él.

El gato se bajó del regazo de Tomoyo y comenzó a ronronear junto a las piernas de su dueña, como si entendiera que hablaban de él.

–Sakurita, si te sientes muy asustada puedes venir a dormir a mi casa –ofreció Tomoyo.

–Oh, no te preocupes, ya me estoy acostumbrando un poco más pero muchas gracias de todas formas –mintió. En realidad no le apetecía dormir en una casa ajena y despertar en mitad de la noche gritando como una lunática.

–Está bien, pero no dudes en llamarme si necesitas algo ¿si?

–¡Claro! –aseguró con algo más de ánimo.

–Bueno ¡Comencemos a desempacar! –exclamó Tomoyo.

La tarde pasó con una rapidez casi vertiginosa. Su prima había sido de gran ayuda y gracias a ella sólo tuvo que bajar dos veces para asegurarse de que las cosas de su padre estuvieran en el lugar adecuado.

–Debe sentirse raro regresar a esta casa –comentó Tomoyo mientras terminaban de ordenar algunas cosas en la habitación de Sakura.

–Un poco. –respondió ella con toda sinceridad– La verdad es que me hace querer retroceder el tiempo a los días en que vivíamos los cuatro aquí y mamá tocaba el piano para tranquilizarnos.

–Pues yo creía que tu padre seguiría negándose a regresar.

–Y yo –admitió Sakura– Sufrió mucho con la muerte de mamá… hasta yo que era sólo una niña podía notar que estaba devastado.

–Lo sé –dijo Tomoyo– Y de veras lamento que mi madre y el abuelo se lo hayan hecho más difícil.

–No creo que guarde rencores, ¿sabes? En el fondo él sabía que los tres estaban viviendo un dolor similar.

Siguieron ordenando cosas y sólo se detuvieron para cenar. Sakura cocinó pasta, y aunque sabía que no le había quedado tan rica como otras veces Tomoyo la elogió cuanto pudo. A las nueve la hija única de Sonomi Daidouji se marchó y prometió que pasaría a recogerla al día siguiente.

–Somos solo tú y yo nuevamente Kero –suspiró Sakura– ¿Vemos una película?

La chica rio divertida cuando el gato se estiró exageradamente frente a ella.

–Bien, bien, deberíamos ir a dormir. Mañana es mi primer día de todas formas –le dijo al animal mientras lo tomaba en brazos.

Kero se había convertido en su amigo más cercano. Había pasado mucho tiempo sola, Touya, su hermano mayor, se independizó en cuanto comenzó la universidad y su padre se la pasaba fuera de casa por causa del trabajo, siempre lo llamaban para dictar charlas o asistir a excavaciones en el extranjero, sin embargo desde que Kero había llegado a su vida ya no tenía tanto miedo, se sentía más acompañada.

Se puso el pijama luego de lavarse los dientes, acomodó a Kero en su cojín favorito y se metió en la cama dejando encendida la luz de la lámpara de noche, desde que los fantasmas habían entrado en su vida no podía dormir de otra forma.

Soñó que estaba con Tomoyo en una playa, ambas disfrutaban del sol y de un delicioso jugo de naranja mientras veían a los delfines nadando cerca de la orilla, pero su placentero sueño se vio interrumpido cuando sintió algo muy frio en el brazo.

No abrió los ojos en seguida, sabía lo que era y quería ignorarlo por si decidía irse, esperó unos minutos pero el frio seguía ahí y Kero había comenzado a gruñir de forma amenazadora. Resignada abrió los ojos poco a poco y vio junto a ella a una mujer joven con expresión compungida. Sakura comenzó a temblar, aunque le pasara frecuentemente seguía teniendo miedo de esas experiencias.

Kero se subió a la cama y se puso sobre su regazo en posición protectora. El espíritu de la mujer levantó su mano y lo puso sobre la cabeza de la chica, automáticamente vinieron a su cabeza una serie de imágenes que no pertenecían a su vida pero que le permitieron saber exactamente lo que la mujer quería de ella.

–Es-está bien –dijo intentando sonar segura a pesar de que su piel seguía erizada– Lo haré pero después de eso debes prometerme que no volverás a mi casa y que me dejarás dormir.

La mujer asintió y alejó su mano. Sakura se levantó con gran esfuerzo, en consideración de que temblaba de pies a cabeza, y se puso ropa deportiva. Salió de la casa con el espíritu y Kero siguiéndola, tendría que caminar unas cuantas cuadras antes de encontrar el lugar que la mujer le había indicado.

Justo cuando pensaba que se había perdido, encontró la casa que había visto en su cabeza. El farol de la calle dejaba ver su estilo tradicional, y Sakura tuvo que llamar a la puerta sintiéndose terriblemente mal por presentarse tan tarde en casa de un desconocido.

La recibió una señora de edad avanzada con los ojos más tristes que había visto nunca. El espíritu que la acompañaba avanzó unos pasos e intentó abrazar a la mujer, a pesar de que esta nunca lo sabría. Sakura sintió compasión por ambas.

–¿Quién eres? –preguntó la anciana abrazándose a si misma por el frio repentino que había sentido.

–Yo… yo soy… digo, yo conocí a su nieta –explicó intentando sonar convincente.

–Oh, no sabía que tenía amigas tan jóvenes –dijo la mujer con una sonrisa amarga– supongo que ya sabes lo que le pasó a Rei… pero no te quedes ahí, pasa que te vas a enfermar.

–No, gracias, en realidad sólo venía a entregarle un mensaje de Rei –respondió Sakura bajo la mirada atenta del espíritu– Ella me pidió que si algún día le pasaba algo, le dijera a usted que debería desenterrar lo que ella guardaba bajo el cerezo de su patio.

–¿Rei ocultaba algo en nuestro patio? –preguntó la anciana mujer con los ojos llenos de lágrimas.

–Sí, es una caja de galletas pero no sé qué hay dentro.

–Sé que es tarde y que hace frio, pero ¿podrías ayudarme a desenterrarlo? Por mi edad me cuesta arrodillarme y realmente quiero saber qué es lo que ella quería que yo viera.

Sakura no podría haber dicho que no aunque quisiera, primero porque no podía dejar así como así a una mujer que se veía tan frágil y segundo porque el espíritu que respondía al nombre de Rei tocaba su espalda con ambas manos como intentando empujarla para que entrara y ayudara a su abuela.

Siguió a la señora en compañía de Kero que no se había despegado de su lado. Cuando llegaron al patio pudo ver un hermoso cerezo brillando bajo el resplandor de la luna, la mujer le alcanzó una pequeña palita de jardinería y ella comenzó a excavar en el lugar que Rei le había indicado. No tuvo que sacar mucha tierra cuando por fin tocó algo duro.

–Aquí esta –anunció entregándole la caja de lata.

La anciana tomó la caja y en cuanto la abrió comenzó a sollozar. Sakura se puso de pie para intentar consolarla y pudo ver que había muchas fotos de ellas juntas, desde que Rei era pequeña hasta la más actual. La mujer las fue sacando una a una y descubrió que bajo todas ellas se escondían algunos fajos de billetes.

–¡Oh, mi niña! ¡Mi hermosa Reiko! –sollozó la anciana. Sakura le ayudó a sentarse en una de las sillas del jardín temiendo que se pudiera desmayar o algo peor– Desde que enfermó estábamos teniendo problemas de dinero y ella siempre me decía que no me preocupara, que todo se solucionaría… ¡Tenía todo planeado! ¿Qué haré sin ella?

Mientras la anciana lloraba desconsoladamente Sakura pudo ver cómo el espíritu de Reiko le dedicaba una pequeña sonrisa de gratitud, acto seguido se acercó a su abuela, le dio un beso en la cabeza y se desvaneció como si nunca hubiese estado allí.

En el camino de regreso a casa Sakura se sintió bien por haber ayudado al espíritu y su abuela, a pesar de que no lograba acostumbrarse a ser algo así como una mensajera de los fantasmas, en ocasiones lograba hacer buenos actos.

Kero la seguía con paso firme, pero de un momento a otro se quedó sentado frente a un Konbini(1) relamiéndose. A la chica le causó gracia la nueva manifestación de hambre de su mascota, así que entró planeando comprarle una lata con paté para gatos y un poco de ramen para ella.

Mientras pagaba su compra, pudo ver a través del cristal a un chico trotando con una capucha puesta mientras era seguido por el espíritu de una chica que llevaba el largo cabello negro en dos coletas. Miró hacia otro lado intentando ignorar lo que acababa de ver, lo que menos quería era que otro fantasma se le apareciera esa noche.

–Bien, iremos a casa rápido –le dijo a su gato en cuando salió del Konbini y ambos echaron a correr en dirección contraria al chico y su fantasma.


Notas de la autora: ¡Hola a todos! Espero que les haya gustado el primer capítulo de mi historia. No sé si aún queda alguien por aquí que haya leídos mis otros fanfics (Hermanos por Contrato, Amor Clínico, etc.) pero decidí cambiar mi nombre por motivos personales, ustedes por supuesto pueden usar el nombre que quieran.

Sé que ha pasado mucho tiempo, años para ser más específica, pero ahora que Clamp sacó el especial de CCS me acordé de cuánto me gusta todo este mundo y lo bonito que se siente poder compartir historias.

Si hay alguien que esté leyendo esto que me haya escrito pidiéndome actualización de Quiero el Divorcio Syaoran Li les aviso que haré lo posible por subir el capítulo en que me quedé lo más pronto posible, para ser sincera estuve muy ocupada repartiendo tiempo entre mi trabajo, mi novio y mis amigos.

En fin, si tienen algún comentario, duda o crítica no duden en dejarme un Review :3

(1)Konbini: Tienda de conveniencia japonesa que permanece abierta las 24 horas del día.