Disclaimer: Esta historia me pertenece pero los personajes mostrados en ella no.
Capítulo 1: Una rosa entre las espinas
Era un día tranquilo en el que la temperatura era realmente agradable, debajo de un árbol descansaba una muchacha con el pelo ondulado y largo, como la noche y los ojos color esmeralda, aparentaba no más de 17 años y era realmente hermosa. Parecía algo cansada ya que su respiración estaba agitada y su corazón latía con fuerza, estaba inmersa en sus pensamientos como si estuviera pensando en algo en particular hasta que algo la sacó ellos de manera precipitada.
—Rin, te pillé—Dijo una voz infantil y muy inocente.
—Vaya Akari sí que me atrapaste rápido. No hiciste trampas ¿cierto?—Le dijo a una niña de 7 años.
—Claro que no Rin, pero soy muy buena en esto, ya he atrapado a los demás. —Dijo con una amplia sonrisa— ¡Vengan todos! ¡Ya la atrapé!
Pronto aparecieron más y más niños, casi rodeando a la chica que se levantaba despacio mientras los niños hacían preguntas incomprensibles ya que estaban hablando todos al mismo tiempo sin que a ella le diera tiempo a escucharlos, aunque tampoco le daban ocasión para que los comprendiera. Hasta que se le ocurrió algo para distraer a los pequeños.
—Es hermoso, ¿cierto?
— ¿El qué?—Preguntaron todos los niños a la vez.
—El árbol, hay muchas historias sobre arboles imponentes y seguro que os puedo contar alguna ¿Qué os parece?
— ¡Sí!—Dijo uno de los niños—Yo quiero que Rin nos cuente una de sus historias ¿si?—Puso cara de perrito abandonado—Por favor…
—Está bien… pero una rápida que ya es tarde…—Susurró pensando una historia rápidamente— Cuenta una leyenda, que hace muchos años, una sacerdotisa encerró a un demonio en un árbol lanzándole una flecha que lo selló por siempre. El demonio la había engañado haciéndola creer que la amaba para así robarle sus poderes, pero la sacerdotisa se dio cuenta a tiempo y consiguió sellar al demonio a un árbol del bosque por siempre. También cuenta esa leyenda, que solo la sacerdotisa es capaz de liberar al demonio y que hasta que ella lo decida, el demonio pagará por aquello que hizo.
—Vaya… nunca hay que fiarse de los demonios—Dijo Akari—Mi padre dice eso, son todos malos.
—Bueno, igual que hay personas malas supongo que habrá demonios buenos…—Respondió Rin.
—No bromees Rin, es imposible.
—Bueno niños, es hora de volver a casa, se ha hecho tarde y sus madres estarán muy preocupadas.
Los niños asintieron con una sonrisa y se pusieron en camino a la aldea, donde seguro sus madres los esperaban impacientes. Cuando fue dejando a los niños, los padres quedaban conmovidos por la dulce imagen que se mostraba, la imagen de una muchacha abrazada a unos niños y dándoles besitos en sus pequeñas cabecitas. Rin era la nieta del antiguo maestro de la aldea, no una nieta de sangre, pues la había recogido de la calle cuando la muchacha vagaba sin rumbo y sin familia, pero se había hecho un hueco en la aldea, siendo ella misma, amable, simpática, responsable y risueña. Hacía unos meses que su abuelo había muerto y gracias a sus enseñanzas había conseguido ocupar su lugar en la pequeña escuela de la aldea.
Cuando llegó a la casa de Akira, su madre empezó a hablarle de muchas cosas al mismo tiempo, si por algo se caracterizaba esa mujer era por lo mucho que le gustaba hablar. Rin, cuando la mujer se ponía a cotillear sin parar, tendía a ponerse pensar en sus cosas, pero algo en la cháchara sin sentido de la mujer la hizo de repente poner atención por primera vez a la conversación.
—No entiendo cómo puedes aguantar con ellos tanto tiempo, tienen qua cansar a cualquiera…—Dijo riendo—…pero a ti no porque aun tienes esa vitalidad que tanto te caracteriza, Rin, es admirable...
—No, no me cansan tanto ¿verdad Akira?
—No, Rin es muy buena jugando con nosotros y nos enseña muchas cosas, es como una de nosotros.
Una mujer de la misma edad de Rin apareció uniéndose a la conversación. Tenía el cabello rojizo y estaba embarazada.
—Claro, por eso ningún hombre se acerca a ti, eres tan infantil Rin… Tenemos la misma edad y sin embargo llevamos vidas tan distintas… estamos en la edad perfecta para formar una familia y sin embargo ningún hombre te ha propuesto que te cases con él ¿no es cierto?
—Bu…bueno no… pero…
—Pasas demasiado tiempo con esos mocosos Rin, no querrás convertirte en una solterona ¿verdad?—Dijo la hermana de Akira burlándose de ella.
—¡Fuka! Ten más respeto con Rin
—Lo que tú digas madre, pero lo que dije no era ninguna mentira, así, llena de barro por jugar con esos críos, viviendo por y para ellos, nunca se casara—Dijo yéndose triunfante a otro lugar.
—Disculpa a mi hija Rin—Dijo totalmente avergonzada de la hija que tenía.
—No importa señora, tranquila…. no importa…—Dijo Rin con una de sus sonrisas en la cara—Bien Akira, ¡hasta mañana! Con permiso señora Akane.
— ¡Hasta mañana Rin!—Dijeron madre e hija al unísono.
Rin caminaba hacia su casa pensando en las palabras de Fuka y por primera vez en mucho tiempo una lágrima resbaló por su mejilla, era cierto que desde la muerte de su abuelo se sentía sola y que no se había centrado en nadie a parte de los niños a los que enseñaba.
No, ella no podía seguir llorando por esa tontería, aunque Fuka tuviera razón, algún día solo algún día encontraría a un hombre al que le gustara por su forma de ser con barro incluido, sí, ese sería el único hombre que la tocaría en un futuro
En ese momento unas imágenes aterradoras inundaron la mente de la muchacha. Unos bandidos, fuego, muertos, una mujer gritando, un chico que fue desgarrado por un cuchillo, gritos, el llanto de una niña, una voz ahogada en ese llanto, más gritos. Rin se sentó en el camino de tierra que la conducía a su casa, ese dolor, no, aun no superaba aquella etapa de su vida, había sido entrenada duramente por su abuelo para defender lo que le importaba, para no volver a perder lo que más apreciaba, era por eso que ella tenía que ser fuerte, ahora y siempre, pero las imágenes del pasado, las imágenes de la muerte de sus padres, la atormentaban aun cuando se sentía sola, perdida. Se levantó del camino aun llena de barro para continuar hasta su casa donde la soledad la esperaba para recordarle que no tenía nada en el mundo, nada, salvo su propia vida.
En otro lugar lejos de allí un youkai de cabello plateado y largo con los ojos de un dorado intenso, caminaba tranquilo, mientras un pequeño youkai sapo corría detrás de él intentando alcanzarlo, aunque él corría y corría no podía alcanzar a ese ser tan poderoso y al mismo tiempo tan majestuoso. Tenía la mirada fija en el horizonte, una mirada fría, sin ningún sentimiento, parecía inmerso en sus pensamientos tan inmerso que le costó captar aquello que decía su lacayo.
—Amo, no vamos a encontrar a Naraku a este paso, al parecer hizo algo que lo camufló desde su último encuentro con su hermano, mi señor—Dijo el sapo youkai antes de darse cuenta que se había tropezado con la pierna de su amo. —a…amo bo… bonito yo…—Es lo único que pudo pronunciar el sapo antes de que le golpeara en la cabeza.
—Ésa escoria no es nada mío, no vuelvas a repetir una cosa tan absurda Jacken —Dijo dejando al youkai detrás de él, casi desmayado.
—Lo…lo siento a…amo se…sshomaru—Dijo el Jacken casi moribundo.
Estuvieron andando durante días hasta que encontraron una cueva y entraron en ella. Pues Sesshomaru necesitaba conocer el paradero de Naraku y ya que era indetectable, había decidido ir en busca de una vieja youkai que podía verlo todo, deseaba venganza por lo que le había hecho ese ser inferior engañándolo ¡A él! El gran Sesshomaru.
Mientras le daba vueltas al asunto de su medio hermano, una youkai de edad avanzada miraba al hermoso inuyoukai que acababa de entrar a su cueva, la youkai sabía que eso iba a pasar, pero decidió pensar bien en las palabras que iba a utilizar para calmar al youkai sin acabar muerta, pues bien sabia que el destino no se podía cambiar y que todas las personas lo tenían grabado y el de ese muchacho se veía bastante prometedor, aunque al principio, para él significara un sufrimiento mayor que la muerte.
—Sal de ahí vieja Shiori, no puedes esconderte—Dijo muy seguro de que ella se encontraba observándolo.
—Sesshomaru-sama, ¿A que debo esta visita?—Dijo saliendo de su escondite.
—Tú que lo puedes ver todo ¿Preguntas a tus visitas por qué vienen a verte? eso no es propio de una youkai como tú.
—La respuesta que usted busca no la tengo—Aseguró la youkai— lo que sí puedo predecir es que ir al encuentro con ese enemigo suyo, le puede salir muy caro, pues no estará solo, ese ser que también porta la sangre de su padre se encontrará con él. Su enemigo desea hacerle daño a ambos, pues tiene un arma muy poderosa que pondrá sus vidas en serio peligro y si lo encuentra en un mes después de la próxima luna llena, morirá—Dijo la anciana avisando al youkai de los planes de Naraku.
— ¿Qué no tienes respuesta para a pregunta de mi señor?—Dijo Jacken enfadado con la youkai. — ¡tú tienes respuesta a todas las preguntas! ¿Por…
—No tengo respuesta para todo y menos respuestas de ese tipo—Dijo cortando a Jacken —Algo incomprensible para usted, algo nunca sentido pasará y pronto descubrirá que ese sentimiento que odia le hará mucho más fuerte Sesshomaru-sama…—Sesshomaru no entendía muy bien a la youkai. —Eso será lo único que pueda salvarle del abismo—Dijo antes de desaparecer entre las sombras
— ¡Espera vieja!
—Jacken, nos vamos. —Dijo Sesshomaru abandonando ese lugar.
En ese mismo instante, en una aldea, tres jóvenes y un niño miraban a su amigo desde lejos. Pues el monje de no más de 20 años parecía hacer un trato con uno de los ancianos del pueblo.
—Los espíritus malignos están presentes en esta casa señor—Dijo el monje haciendo movimientos exagerados con sus manos.
— ¿Y cómo podemos evitar semejante cosa? ¿Usted conoce alguna solución honorable monje? —El monje lo tenía donde quería
—Sí, pero como usted comprenderá si yo soy la persona que lo hace acabaré exhausto y no podré viajar con mis compañeros—Dijo con unas intenciones muy claras.
—Si ese es el problema y mañana se repone, no creo que le importe que yo, le dé a usted y a sus acompañantes las habitaciones que necesiten para pasar la noche aquí ¿no? —El monje saltaba de alegría en su interior.
—No, así no habrá problemas—Dijo satisfecho con su engaño— Otra pregunta ¿por aquí hay muchachas hermosas dispuestas a darle hijos a un pobre monje?
Una mujer castaña apareció detrás del monje cogiéndolo de su oreja derecha y arrastrándolo hasta donde se encontraban sus compañeros de viaje, muy enfadada.
—Monje pervertido—Dijo la mujer que lo jalaba de la oreja— ¿Nunca cambiaras?
—Claro que sí mi Sanguito, claro que puedo cambiar, cuando tu estas cerca yo soy otro hombre—Dijo el monje poniendo la mano donde no debía.
— ¡Miroku eres un pervertido!
La cachetada que le propino sonó por todo el poblado. Mientras, los demás que tenían sus propios problemas, también discutían pero eran aún más escandalosos que el monje.
—Kagome, ¿pero qué te he hecho ahora?
—¡Ay! ¡Que tonto! después de que corrió a ver a Kikyo como desesperado aún pregunta—Decía el pequeño youkai zorro.
—Pero Kagome, si yo no te he hecho na…
— ¡Abajo! ¡Abajo! ¡Abajo! ¡Abajo! ¡Abajo! ¡Abajo!—Dijo la chica casi al borde de un ataque de nervios.
—Ka…Kagome ¿pero qué he hecho? —Dijo el hanyou con un pequeño hilo de voz.
Después de que el hanyou y el monje se repusieran, todos se fueron a sus habitaciones para dormir esa noche allí, ya que al día siguiente les esperaba un largo camino por los alrededores de la aldea donde se encontraban. Pronto encontrarían a Naraku estaban seguros de ello y no descansarían hasta verlo muerto, él les había hecho a todos mucho daño.
Al día siguiente, encontraron el rastro de Naraku pero lo que no sospechaban era que ese hanyou llamado Naraku tenía un plan.
—Chicos, encontré el rastro de Naraku—Dijo Inuyasha oliendo el aroma que le traía el viento— ¡Vámonos!
Sesshomaru caminaba por el bosque pensando en donde se podría encontrar el ser insignificante que le había causado tantos problemas, pero entonces encontró el rastro de su medio hermano y recordó las palabras de la youkai, pues esta había hecho alusión a alguien con quien, desgraciadamente compartía su sangre, por tanto, si había encontrado a ese idiota de Inuyasha, no tardaría en encontrar a Naraku.
En un castillo apartado de todas las aldeas humanas se encontraba un hombre aparentemente joven de piel blanca y pelo azabache. Ese hombre se encontraba sentado mientras miraba un espejo que una niña pequeña traía en sus manos. La niña de no más de 10 años tenía la mirada perdida al frente como si estuviera vacía por dentro y el hombre miraba ese espejo tan misterioso que le mostraba a sus enemigos, los cuales habían caído como niños en su trampa.
—Kohaku, tráeme la piedra. —Dijo a un joven que se encontraba detrás de ellos.
—Si, enseguida—Respondió el muchacho.
—Pronto tendré el poder demoniaco de Inuyasha y Sesshomaru en mis manos y seré invencible—Dijo con una voz maléfica
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Primer fic que subo, que nervios, espero que os haya parecido interesante, como veis, en este fic, Rin no es una niña y no se encuentra con sesshomaru (por ahora) Pero bueno, pronto lo hará, tranquilo todo el mundo.
¡Espero vuestros hermosos comentarios! Sean buenos o malos son bienvenidos, pues después de todo las críticas siempre vienen bien para mejorar. ¡Gracias!
Cris ;)
