Autor: Alone Luzveell.
Disclaimer: Los personajes pertenecen a Himaruya Hidekazu.
Clasificación: +18
Categoría: Yaoi – Relaciones Homosexuales entre dos hombres –
Pareja Principal: Alfred F. Jones – Arthur Kirkland.
Parejas Secundarias: Franada - PruAus - DenNor - Spamano.
Género: Angustia, Drama, Fantasía, Horror, Misterio, Romance, Sobrenatural, Suspenso.
Advertencias: AU, Relaciones Sexuales Explicitas, Muerte, Violencia.
Estado Actual: En proceso.
Capítulos Totales: En proceso.
CONOCIÉNDONOS - ALFRED F. JONES -
Mansión Kirkland –7 p.m.
La mañana ya había pasado, dormir era algo que podía permitirse todo el tiempo que quisiera, la luz del sol ya se había ido ahora la negrura de la noche inundaba el lugar; aquella mansión imponente que se alzaba en medio de la nada en las afueras de la hermosa ciudad de Londres, de aquel estilo victoriano y oculta tras la espesura del bosque. Atravesando la cerca aquel llamativo jardín lleno de una infinidad de flores, rosas, claveles, petunias, cualquier tipo y color podía encontrarse allí, entrado a la mansión todo lucía tan impecable, tan pulcro y elegante, las escaleras en forma de caracol que llegaban hasta la segunda planta y al final del pasillo una enorme puerta de roble tallado distinguía del resto, dentro la decoración era sutil, elegante y llena de gracia, lo que más llamaba la atención era la enorme cama tamaño king, la cómoda, el tocador, el armario todo era de madera de roble muy perfectamente detallada, simplemente hermoso, una puerta más pequeña llevaba hacia otra habitación, quizás el baño.
Entre las sabanas blancas resaltaba una cabellera rubia alborotada; unos opacos ojos verdes miraban el techo de la habitación como queriendo descifrar algo importante que estaba allí plasmado. Un suspiro y aquel cuerpo se incorporo con lentitud, saliendo de la cama posando sus pequeños pies en el frío suelo, dejando que las sabanas resbalaran de su cuerpo, mostrándose con una contextura no muy alta, delgado y bastante pálido, quien le viera podía confundirle fácilmente con un enfermo terminal y más por la bata blanca que hacía de pijama cubriéndolo completamente, desde el cuello hasta los tobillos dejando ver solo sus pies.
Se miro al espejo, nuevamente la nada le devolvía el saludo, ya había olvidado cómo era verse en un espejo, lavo sus dientes, al abrir levemente su boca se podían vislumbrar aquellos incisivos ligeramente más largos que los de un humano promedio. Lentamente entro en la ducha dejando la bata que usaba colgada en un pequeño perchero, el agua fría corrió sin embargo no sentía nada en su piel, ni frio, ni calor, solo hacía todo aquello por costumbre, por habito para darse falsas ilusiones de que todo estaba bien o quizás de que en algún momento podría volver a la vida tranquila que llevaba antes, esa vida que dejo mucho tiempo atrás.
Salió en pocos minutos, su cabello rubio y mojado se adhería a su rostro, con una toalla secó delicadamente su cuerpo, lucía desganado, se vistió con su ropa de siempre aquel traje color verde musgo aunque ahora lo veía gris, sabía cuál era el color porque lo recordaba siempre había usado ese mismo traje que con el paso del tiempo tuvo que ir adaptando para que no resaltara demasiado. Camino con calma bajando las escaleras en forma de caracol hasta el enorme recibidor, demasiado grande para una sola persona al igual que aquella mansión, sus ojos se dirigieron a una figura masculina sentada cómodamente en el sofá de cuero negro importado, hermoso realmente, la persona en este estaba de piernas cruzadas en sus manos una fina taza de té, su cabello rubio semi largo y atado en una coleta baja, sus ojos azules chocaron contra los verdes opacos.
– Buenas Noches, Arthur – la voz del hombre sonó tranquila, relajada sin ningún tipo de preocupación.
– ¿Qué haces aquí Francis? – aunque podía pensarse que estaba tranquilo, se encontraba fastidiado, no le gustaban las visitas que llegaban a su casa sin tomarse la delicadeza de anunciarse antes. Después de todo estaba enchapado a la antigua.
– No es forma de tratar a un viejo amigo. Pero viendo que no estás de humor vine porque la fiesta será dentro de poco – comentó con tranquilidad dándole un nuevo sorbo a su taza de té, ciertamente sabía que el otro se cansaba con facilidad de las fiestas y que posiblemente no iría pero cumplía con avisar lo que le mandaban.
– Sabes perfectamente que odio las fiestas – ya se había negado, su seño fruncido le delataba, y aquellas gruesas cejas era imposibles pasarlas por alto, no iba a asistir prefería pasar el día como siempre en la mansión bebiendo té.
– Deberías asistir por lo menos esta vez, los del consejo están molestos contigo por estas continuas 'faltas de respeto' – suspiró el rubio de cabello largo dejando la taza en una pequeña mesa de centro y levantándose para acercarse el contrario.
– No me vas a convencer, ya dije que no y punto – respondió con sequedad el oji-verde mientras quitaba la mano del otro que de un momento a otro se había posado en su hombro sin su permiso.
Francis suspiró, ambos tenían la misma edad, se había conocido hacía mucho tiempo, pero desde que se conocieron el francés se dio cuenta de algo y es que el otro había perdido ya la facultad de distinguir colores y de sentir la brisa sobre su piel, ya no podía decir si realmente Arthur aun poseía sentimientos dormidos en su interior. Pero sabía que si Arthur no encontraba pronto a su Lazo de Sangre terminaría por ser consumido por la oscuridad y aunque no lo demostrara, apreciaba al inglés como su amigo y no deseaba que le pasara lo que le ocurrió a su amada Jeanne muchos años atrás. Los ojos verdes se encontraron con los azules y una sonrisa tenue se figuro en el rostro del inglés, la cual fue devuelta por el francés ellos eran amigos, y se conocían más que a ellos mismos, estaban conectados aunque eso era algo que solo unos pocos y de confianza sabían.
– Si cambias de opinión podrías concederme un baile en la fiesta – dijo el francés con una sonrisa divertida.
– Aunque fuera eso no ocurriría, tienes dos pies izquierdos – refutó el inglés con una tenue sonrisa mirándole tranquilo y algo divertido, si había alguien que le comprendía sin necesidad de palabras era el francés.
– Muy bien. Tienes razón, debo irme, tengo que verlo – por un momento a Arthur le pareció ver los ojos del francés con forma de corazones mientras soltaba un suspiro apasionado cosa que le hizo soltar una leve risa.
– Ten cuidado, recuerda que es un simple humano – comento con suavidad mirándole levemente preocupado.
– Lo sé, pero me alegro de haberlo encontrado por fin. El es mi Lazo de Sangre, el que estaba predestinado a mi desde antes de nacer – el tono ilusionado le causaba gracia, quien pensaría que ese francés pervertido se enamoraría al fin.
– Como digas. Pásala bien y discúlpame ante el consejo – el rubio se despidió del francés el cual desapareció despidiéndose con una sonrisa esfumándose en un remolino de pétalos de rosa.
Nuevamente en soledad, el inglés camino hacia el jardín, caminaba lento y tranquilo se detuvo frente a unas hermosas flores blancas como la nieve, se agacho para cortar una y grande fue su sorpresa cuando una espina hizo su dedo sangrar pero fue más impactante ver como la rosa absorbía su sangre transformándose en una hermosa rosa roja. Y justo en ese momento un viento fresco y suave removió el cabello del inglés, estaba cerca, muy cerca, su Lazo de Sangre finalmente había aparecido.
Entrada al Bosque – 9:45 p.m.
Brillantes ojos azules que se reflejaban tras unos finos cristales de sus gafas, aquellos alborotados cabellos rubio-castaño con aquel mechón rebelde que sobresalía. La sonrisa que no le abandonaba nunca, atractivo como ninguno, simplemente perfecto en cualquier sentido; Alfred F. Jones siempre había destacado por ser una persona amable, alegre y bastante torpe, pero todo lo compensaba con su gran simpatía para con todos; recién mudado de Estados Unidos, llegó a vivir solo finalmente trabajando en un bar como bartender durante la noche y por el día como mesero en una cafetería en poco tiempo se había ganado a todo el mundo, desde sus vecinos, hasta sus compañeros de trabajo y por su puesto su jefe. Pero justo ese día era cuando no trabajaba por la noche sino que tenía el día libre, pero si había algo que ese norteamericano no soportaba era estar en un mismo sitio.
Su trabajo como mesero hacía más de dos horas que había terminado y siendo técnicamente nuevo en la ciudad jamás había recorrido las afueras de la ciudad de Londres más que nada porque aunque no lo pareciera Alfred le temía a lo que le era desconocido más específicamente a lo que pudiera encontrarse si iba por ahí solo, pero ese día sin saber la razón se armo de valor para ir a conocer mejor el sitio, para verificar con sus propios ojos si era verdad lo que le habían contado acerca de un hombre que vivía en las afueras en una vieja y hermosa mansión oculta entre la espesura del bosque.
El casco en su cabeza ya puesto mientras subía a su motocicleta para recorrer el lugar, era mejor así no le gustaba mucho eso de estar caminando quien sabe cómo, lo bueno era que no era posible perderse, tenía buena memoria y sentido de la orientación. El ruido del motor hizo eco en la entrada del bosque mientras arrancaba y se disponía a conocer más aquel lugar. Aquel lugar ciertamente era fascinante, pero todo lo que alcanzaba a ver era vegetación, pero a lo lejos pudo vislumbrar unas tenues luces iluminando algo, quizás una casa. Acelero la motocicleta y haciendo maniobras para esquivar ramas y una que otra ardilla que estaba por ahí todavía llegó. Aquella misteriosa mansión que se alzaba imponente frente a sus ojos.
Bajo de la motocicleta y camino de forma lenta y tranquila hacia donde se encontraba la cerca, la abrió de forma lenta, estaba nervioso, podía oír en su oídos el retumbar de su corazón, no sabía porque pero sentía que había algo extraño en ese lugar, algo que definitivamente no era de ese mundo, miro las flores que le estaban rodeando y vislumbro de entre todas las rosas blancas una única rosa de color rojo que resaltaba, era hermosa, casi parecía haber sido pintada con sangre. Se acerco lentamente y se agacho, no sabía si tomarla o no, estaba una propiedad privada podrían denunciarle por estar allí, pero nuevamente sus ojos se posaron en aquella rosa y acerco su mano con suavidad arrancándola con cuidado y mirándola más de cerca, se levanto y sonrió mirando aquella bella flor, no sabía porque pero era la flor con el olor más delicioso que hubiera olido antes.
– Estas invadiendo territorio privado – aquella voz a sus espaldas hizo al oji-azul voltearse de forma muy rápida para ver quién era y sus ojos quedaron prendados en dos bellas esmeraldas que le miraban con frialdad.
– Lo lamento mucho, yo solo estaba de paso, no fue mi intención – se disculpaba el joven estadounidense sin quitar su vista de aquel ser de belleza poco humana, aquel chico era sumamente hermoso.
– Nadie viene por estos sitios de paso. ¿Qué buscas? – de nuevo sonó firme y serio, debía conocerlas intenciones de aquel humano para entrar en su jardín como si nada y husmear sus flores favoritas.
– Solo fue curiosidad, soy nuevo en Londres y me contaron acerca de esta mansión y quise verla yo mismo – murmuro bajo sentía su pulso incrementarse y más aun cuando noto que el contrario se acercaba.
– Deberías ser más cuidadoso. Además, no me gustan las visitas indeseadas – el oji-verde fue en ese momento cuando se acercaba que noto algo, aquella hermosa rosa que él no había podido tomar estaba en las manos de ese humano.
– En serio lo lamento, ya mismo me voy – dijo el oji-azul mientras daba unos cuantos pasos hacia atrás.
– ¿Quién eres? – de la nada aquella pregunta que hizo al oji-azul ladear la cabeza confundido al notar la expresión en el rostro del otro, era completamente fuera de lo común.
– Me llamo Alfred, Alfred F. Jones – respondió mirando fijamente aquellos ojos verdes que parecían estar hipnotizándole.
Y fue esa noche de primavera cuando conocí a mi Lazo de Sangre, a mi persona destinada desde antes de nacer, al que estaría siempre conmigo durante la vida inmortal que llevaríamos. El un chico de ojos azules y cabellos rubios, de hermosa sonrisa y lleno de vida. El mi amor eterno al que he esperado siempre, él y su nombre es Alfred F. Jones.
EN EL PRÓXIMO CAPITULO
- Estamos destinados estar juntos, estas destinado a mi desde antes de nacer, tu mi lazo de sangre, aquel al que protegeré, yo te brindaré mi protección y tú me darás aquello que perdí hace tiempo atrás tú serás mi fortaleza y mi debilidad, de ti dependo, vivo por y para ti. Bajo la luz de la luna que me vio nacer juro jamás serte infiel, siempre estaré para ti y si llegaras a morir yo te seguiré porque solo con verte una vez me basto para amarte – y con aquellas palabras el primer beso fue dado, sellando el juramente bajo la divina luz de la luna que guardaba el secreto de un mortal con un vampiro. De dos seres que están destinados a amarse pero al mismo tiempo sufrirán por estar juntos.
Ciertamente me inspiré un poco con este capítulo, como es el primero quería que fuera bastante atractivo para todos y creo que conseguí mi objetivo –al menos eso espero– por cierto me gustaría saber si quisieran alguna pareja especial además de las que ya están destinadas. Es que creo que el fic da para eso y como he estado inspirada ya llevo hecho hasta el capitulo cinco, pero como me gusta consultar con la audiencia si tienen alguna pareja que quieran incluir o desean aportar ideas serán muy bienvenidas. Bueno ya he hablando mucho, que pasen un lindo día nos vemos el otro lunes con el próximo capítulo.
