Hubo un momento en el que éramos felices.
En el que llevábamos corbatas rojas y doradas y todo era más fácil.
Sin profecías que cumplir, amigos de los que desconfiar, inocentes declarados culpables y un niño que no tenía manera de saber el peso sobre sus hombros.
Con la única preocupación de aprobar los exámenes, levantar la falda chicas ingenuas y levantar la falda a una pelirroja no tan ingenua.
Quién nos iba a decir que cuando se terminase desconfiaríamos de los mejores amigos, odiaríamos como nunca lo habíamos hecho y moriríamos con toda una vida por delante.
Hubo un momento en el que los merodeadores nos engañamos pensando que todo saldría bien.
