Capítulo 1
Olympia, Washington D.C.
Era un día como cualquier otro, estaba sentada en el escritorio de mi habitación terminando la tarea de Literatura que me habían dejado en la escuela, donde leíamos en estos momentos "Orgullo y Prejuicio" uno de mis libros favoritos, época en la que se hacían fiestas de salón, se tomaba el té y se tenían pretendientes. Suspiré mientras colocaba el punto final a mi ensayo y cerraba el cuaderno, dejando el lápiz a un lado del mismo. Recostada en la silla del escritorio absorta en mis pensamientos detallaba mi habitación, paredes color rosa, estantes con muñecas, un armario lleno de prendas que incluso muchas de ellas no había usado ni una sola vez, y otro tanto más de cosas que mis padres me habían regalado durante toda mi vida, a la princesa de la casa, la niña consentida en su urna de cristal a la que no se le permitía salir de allí. Suspiré de nuevo, faltaban dos meses para mi cumpleaños, tendría los tan anhelados 16 años, la gran fiesta que desde pequeña había soñado tener, la que ahora no me atraía tanto y que en cambio se me hacía un desperdicio de dinero, tiempo y demás. Mis padres querían hacerla como cualquier niña normal con mente de princesa hubiera querido, decoraciones color rosa, un vestido grande y pomposo parecido al de una "Barbie", con su príncipe azul esperándola para el tan soñado baile del vals. La diferencia era que ya no soñaba con esas cosas, sabía que no existían los príncipes azules y tampoco los cuentos de hadas, pero siempre había querido que apareciese alguien así en mi vida, que me quisiera, que me regalara flores y chocolates, que fuera especial y que me dijera lo mucho que me amaba.
-Annie, necesito tu laptop, tengo que hacer… una tarea y mamá y papá dijeron que si no me la prestabas tendrías problemas- Dijo la voz del chico que entraba en mi habitación sin siquiera tocar la puerta, interrumpiendo mis ensoñaciones y hablando con aquella voz que empieza a cambiar con el paso de la edad, algo así como el gran paso en la adolescencia, luciendo sus 16 años y medio.
-Está bien, pero podrías tocar la puerta primero, pedir la laptop prestada y pedir el favor, Justin- Le respondí a mi hermano, el hermano del medio, que muchas veces parecía ser el menor con las actitudes que tomaba.
Y sí, yo era la menor de dos hermanos mayores, los dos eran hombres, una razón más por la cual estaba resignada a jamás encontrar a aquel chico que hiciera que mi corazón diera vuelcos de alegría con tan sólo oír su voz. Sobreprotectores al igual que mis padres, y más con aquel instinto, gen o como prefieran llamarle que venía con ellos y con mi familia desde generaciones atrás. Mis dos hermanos mayores eran dos hombres lobo, pero ellos preferían ser llamados licántropos, o "Lycans" en su defecto.
-Ten cuidado y no la vayas a dañar, no todo lo que hay en esta casa está hecho para tus manotas- Le refunfuñé recordando algunas ocasiones en que había "maltratado" varias de mis posesiones. –Y sal de mi habitación ¡ahora! Yo también tengo cosas que hacer…- Le mentí sólo para que saliera de mi vista aquella sonrisa burlona que siempre ponía cuando se salía con la suya, pues sabía que si me negaba a prestarle mi laptop, tendría una "conversación padres-hija" acerca del compartir y el ser una buena hermana.
Lo vi salir de mi habitación y ajusté la puerta detrás de él, caminé hasta llegar junto a mi cama y me agaché sacando de debajo de ella un pequeño cofre. Me senté encima de la cama y lo abrí sacando un pequeño cuaderno; no era tanto así como un diario, yo lo llamaría mejor, un cuaderno de anotaciones. Allí escribía cosas que sentía, frases que me gustaban e incluso algunos fragmentos de canciones con los que me identificaba. Recorrí sus páginas y leí las anotaciones pasadas, cuando volví a tener aquella sensación de que algo pasaría, que algo cambiaría, un buen cambio, aquella sensación que rondaba en mí desde hace algunos días atrás.
