Capítulo 1

Una visita inesperada

-¡Shantae, Shantae, hazlo otra vez, hazlo otra vez!

-¿Queréis verlo de nuevo?

-¡Sí, sí!

-¡Vale, echaos a un lado! ¡Atentos!

En un visto y no visto, y tras un ligero movimiento de dedos, una gran bola de fuego surgió de improvisto, disolviéndose en el aire al poco rato. Tras eso flexioné los dedos y los moví rítmicamente haciendo aparecer varias llamitas en la palma de mis manos y moviéndolas de tal forma que parecían estar bailando. Los niños se quedaron encantados, observando el espectáculo.

-¡Cómo mola!

-¡Hazlo otra vez, hazlo otra vez!

-Creo que eso es más que suficiente por hoy-murmuré, para evitar problemas principalmente.

El alcalde era capaz de aparecer sin avisar y volverme a despedir argumentando que no atendía a mis obligaciones como genio guardián del pueblo, por lo que preferí curarme en salud.

-Oh, vaya…

-¡Aun así ha estado genial! ¡Es estupendo que te tengamos a ti para protegernos de los piratas, Shantae!

-¡Sí, después de todo no conozco a ningún otro genio guardián como tú!

-Oh, muchas gracias, niños-murmuré, halagada.

Al menos alguien agradecía mi trabajo, y en ese sentido los niños siempre lo hacían, aparte de que eran bastante fáciles de encantar con unos pocos truquitos con mi magia.

Los niños se despidieron de mí y seguí paseando por el pueblo, disfrutando de una tranquila mañana. Scuttle Town era un pequeño pueblito de pescadores situado en la costa oeste de Sequin Land, mi hogar. Y yo era su genio guardián, la que protegía al pueblo de cualquier peligro que la amenazara. Aunque debía de admitir que genio como tal no lo era tanto, puesto que tan sólo era mitad genio, ya que, según lo que me contaron, mi madre era una genio aunque mi padre tan solo era un hombre normal, heredando mis poderes mágicos de ella, aunque sólo en parte.

Aunque en cuanto a ese detalle en concreto siempre había sido un tema ciertamente tabú para mí. Nunca había llegado a conocer a ninguno de los dos, creciendo bajo el cuidado de mi tío Mimic, un renombrado cazatesoros que me contó lo poco que sabía acerca de mi madre y casi nada de mi padre. Él era lo más cercano que tenía a una figura paterna, y aunque yo le quería bastante evidentemente nuestra relación no era tan cercana como la de un padre y su hija, por lo que en ese sentido me sentía un tanto sola. Que no lo estaba realmente, ya que tenía a mis amigos conmigo, pero igualmente había veces que echaba en falta tener un padre y una madre, como los niños del pueblo.

-¿A qué viene esa cara tan larga?-inquirió en ese momento una voz familiar.

Alcé la vista y vi entonces a mi mejor amiga y mayor confidente Sky, la cual tenía a su pájaro guerrero Wrench consigo; natural de pueblo Oasis, Sky es una de las pocas ornitólogas y entrenadoras de aves de guerra que conozco, regentando la única tienda relacionada en todo Scuttle Town. Además criaba huevos que luego vendía a comerciantes y guerreros de todo tipo, sacando buenos beneficios de ello. De ojos castaños, pelo rubio oculto tras una pequeña capa con capucha y un ligero turbante celeste, a excepción de dos largos mechones, vestía con un vistoso top y unos ligeros pantalones blancos, rematando su conjunto con un par de botas marrones. Llevaba además puestas dos muñequeras para protegerse de las garras de los pájaros que criaba cuando se posaban en sus brazos.

-Ah, hola Sky… no es nada, tan solo pensaba en mis cosas, eso es todo.

-¿Segura? No te veo muy convencida… y Wrench tampoco.

El aludido asintió con vehemencia dejando escapar un sonoro chillido y abriendo sus alas; no pude evitar esbozar un leve sonrisita, sin poder escapar de lo evidente. Después de todo no era mi mejor amiga y mayor confidente por nada, y ella sabía cuándo algo me molestaba.

-¿Y bien?-inquirió ella cruzándose de brazos y mirándome ceñuda.

Abrí la boca para hablar, pero en ese momento oímos cerca de allí un gran golpe acompañado de un sonoro ¡cuidado! y algo cayéndose al agua; extrañadas fuimos a mirar, saliendo a una parte de la calle de los muelles del puerto, y viendo entonces de lo que se trataba.

-Cómo no… tenía que ser él…-murmuró Sky, con gesto resignado.

-¡Bolo! ¿Estás bien? ¿Cómo has acabado ahí?-inquirí yo, ayudándole a subir.

-Es una larga historia… pero no vayáis a creer que simplemente tropecé y caí porque no es cierto…-murmuró el chico, del todo convencido.

-Es un caso perdido…-masculló la chica.

-Oh, vamos Sky, no seas así. Tienes que ir con más cuidado, Bolo…

Y es que el pobre Bolo no era precisamente conocido por ser especialmente brillante, aunque él pusiera constancia en todo lo que hacía; natural de pueblo Aqua, nos conocíamos desde hacía bastante tiempo, y se dedicaba principalmente a hacer un poco de todo, era algo así como un manitas pero a lo torpe. Aunque lo poco que tenía de cerebro lo compensaba en músculo, siendo en ese sentido un buen luchador que sabía desenvolverse bastante bien con su mangual. De hecho fue él quien me enseñó todo lo que sé sobre lucha, y en ese sentido para mí era lo más parecido a un hermano que he tenido nunca. De ojos claros y pelo color azul cobalto alborotado sujeto mediante una bandana amarilla, vestía con una camisa blanca de tirantes, un chalequito azul grisáceo y unos gruesos pantalones azulados arremangados, algo desgastados debido al uso. Llevaba puestos unos guantes de cuero marrones con sendas argollas en los extremos y calzaba un par de gruesas botas marrones.

-Lo sé, lo sé, gracias Shantae… estaba yendo a un lugar por petición de tu tío, de hecho… ¿a dónde tenía que ir yo?-inquirió él, rascándose la cabeza mojada.

-¿A recoger algún material quizás? Siendo cosa de mi tío…-inquirí yo, tratando de ayudarle, al tiempo que Sky rodaba los ojos.

-Pues… ¡ah, sí, justo eso! Gracias, Shantae, qué haría sin ti…

-Oh, no es nada, ya sabes…

-Ya sabéis que no me gusta que me den de lado, sé bien lo que dicen por ahí de mí… que si soy un inútil, que no hago una derechas… ¡de eso nada! ¡Demostraré a esos descreídos de lo que soy capaz!-exclamó el chico, decidido.

-¡Así se habla!

-Bueno, al menos lo tienes claro…-murmuró Sky.

Y es que, sin tener en cuenta su patosa naturaleza, Bolo era de por sí muy de moral alta y un tanto cabezón, pero en ese caso era lo bueno que tenía, por lo que nadie se lo podía echar en cara.

-No hagas caso de lo que digan, lo importante es que estés dispuesto a mejorar-murmuré para animarle.

-¡Por supuesto!

-¡Eso es! Bien dicho, pastelito…

Ante esa voz el chico dio un bote, dándose la vuelta y viendo de quien se trataba.

-Ah, hola Rotty…-saludé.

-¡Hola chicas! ¿De qué habláis?-inquirió ella, apoyándose sobre un algo incomodado Bolo.

-Oh, pues un poco de esto, y aquello… ¿qué haces aquí?-inquirí.

-Sí, eso, qué haces aquí…-murmuró Sky, ceñuda.

-¡Oh, pues he venido a comprar café para mí y mis hermanos! Ya sabéis, para evitar convertirnos en monstruos asesinos y tal… por cierto, guapa, aún me debes tu cerebro-añadió la chica, mirándome divertida.

-Por última vez, Rotty, ya te dije que no…-suspiré, cansada del tema.

Lo único malo era que, por mucho que insistiera, sabía que no dejaría el tema ya que, después de todo, su naturaleza no se lo permitiría. Y es que en el caso de Rottytops todas las concepciones acerca de los zombis no se aplicaban en absoluto. Al contrario que muchos otros zombis devoradores de cerebros, Rotty y sus hermanos, Poe y Abner, necesitaban un suministro constante de café para mantenerse lo suficientemente cuerdos y no ponerse a devorar a todo ser viviente que se les cruzase por delante. Resultaba curioso que tan sólo una simple taza de café les separara de convertirse en monstruos, pero cosas más raras se habían visto, eso por descontado. De pelo verde oscuro sujeto mediante una diadema amarilla y ojos rojos, destacaba sobre todo por el tono verdoso de su piel y algunas partes de su cuerpo que se encontraban unidas a ella mediante cosidos, entre ellas el brazo derecho y la pierna izquierda. Vestía con un pequeño top morado con tirantes y unos shorts raídos y bastante ajados, calzaba unos zapatos marrones y llevaba puestos un par de pendientes con forma de calavera.

-Jo, algún día obtendré tu cerebro-murmuró la chica, muy segura de esas palabras.

-Lo que tú digas, Rotty…

Y, a grandes rasgos, esa era mi vida. Estaba contenta con lo que tenía, y en ese sentido nada me faltaba, tenía unos buenos amigos que me querían y un tío que cuidaba de mí, pero el detalle de mis padres era una espinita clavada que sabía que nunca me la podría quitar por mucho que la ignorara.

Dado que cada uno tenía que ir a hacer sus propias cosas nos separamos y, por mi parte, volví a hacer la ronda esta vez por la parte del mercado; gran parte de la población de Scuttle Town se concentraba allí sobre todo a primera hora de la mañana, lo que hacía más sencillo a saqueadores o ladrones practicar el pillaje sin que apenas se notase. Algunos de los comerciantes y vecinos que pasaban por allí me saludaron y yo les devolví el saludo alegremente. Y es que después de todo ese tiempo protegiéndoles y cosechando victorias todo el mundo me conocía bastante bien, siendo la más reciente la del Pirate Master, salvando a todo Sequin Land de la destrucción.

Estuve curioseando un poco entre los puestos, mirando lo que vendían, cuando en ese momento un grito se alzó de entre la multitud.

-¡Al ladrón, al ladrón, vuelve aquí sucia rata callejera!

Alcé la vista, en guardia, y vi que en un puesto de pan cercano alguien había aprovechado un descuido para llevarse una hogaza entera. Sin dudarlo en ningún instante, y viendo que correr por la calle iba a ser complicado al haber tanta gente, me puse a bailar y, en un visto y no visto, me transformé en mono. Y es que aparte de poder jugar con fuego y hasta lanzar rayos, mi magia me permitía transformarme en diferentes animales para salvar los posibles obstáculos; en esa situación el mono me venía de perlas para correr con más rapidez, saltar distancias amplias y sujetarme a paredes y otras superficies, por lo que me subí a los tejados de lana de los puestos y fui saltando hasta localizar al infrascrito.

-Ahí estás…

Apenas pude ver de quién se trataba, puesto que se ocultaba tras una frondosa chilaba, pero demostraba tener una rapidez y agilidad bastante notables; torció a la derecha por una callejuela y le seguí agarrándome a las paredes y corriendo entre la ropa tendida, logrando alcanzarle y volviendo a mi forma original en cuanto toqué el suelo.

-¡Alto ahí!-exclamé, latigando mi pelo.

Esa era mi arma principal, mi larga y meticulosamente bien peinada coleta violeta me permitía usarla como un látigo y golpear con ella a mis enemigos. Combinando todos estos elementos, lograba adaptarme bastante bien a las situaciones y enfrentar a cualquier peligro que se presentara, siendo el azote de monstruos y cuatreros en todo Sequin Land. Hubiera logrado alcanzarle si no hubiera sido por una carreta que se interpuso en el momento más oportuno, golpeándola a ella en lugar de al ladrón.

-¡Mis nabos!-exclamó un comerciante.

-¡Lo siento!-mascullé, echando a correr y saltando por encima de la carreta.

Vi al ladrón corriendo calle abajo, volviendo a transformarme en mono y tratando de tomarle la delantera, pero era mucho más ágil de lo que parecía. Se metió entonces en un callejón sin salida y pensé.

-Ya es mío.

Escalé un edificio colindante y me dejé caer desde el otro lado, cayendo justo enfrente de él y regresando a mi forma original para aprehenderle.

-¡Te tengo!

Le quité la capucha de la chilaba y, al ver quién era, exclamé.

-¿¡Tú otra vez?! ¿¡Es que acaso no aprendes?!

-Vaya, Shantae, si llego a saber que eras tú quién me perseguía me hubiera dejado atrapar mucho antes…

Dejé escapar un respingo cansado, al tiempo que el chico se reía tontamente; y es que si hubiera llegado a saber que se trataba de él no me hubiera tomado tantas molestias. Se trataba de un chico más o menos de mi edad, unos dieciséis años, de pelo castaño alborotado, ojos color miel y una zalamería más propia de los bandidos que de un chico de su edad. Era un pilluelo que se ganaba la vida a su manera y saltándose las normas siempre que podía. Había tenido otros problemas con él en ocasiones, y aunque no era nadie peligroso sí que resultaba un tanto molesto tener que estar tras él constantemente.

-Rascal, ya hemos hablado de esto ¿por qué no te ganas la vida más honradamente?

-¡Lo intento, Shantae, pero la gente no siempre está dispuesta a darme una oportunidad! ¡Me llaman rata callejera sólo porque no tengo un sitio donde caerme muerto! ¿Crees que eso es normal?

-Sé que la gente no siempre está dispuesta a confiar en los demás, pero si sigues por ese camino no les das motivos para hacerlo.

-¡Ya claro, como si fuera tan sencillo! ¡Nadie me ayuda!

-¡Perdona, yo te he ayudado en más de una ocasión! ¿Qué hiciste con las gemas que te di la última vez?

Esta vez el chico tardó un poco más en contestar, murmurando al poco rato.

-Pues… bueno, ya sabes, un poco de esto y de aquello…

Suspiré al mismo tiempo que rodaba los ojos, muy típico de él; sin embargo comentó rápidamente.

-Si tuviera un sitio donde parar sería más sencillo, tal vez si me dejaras quedarme contigo una temporadita hasta encontrar un trabajo estable…

-No te aproveches, listillo.

-Tenía que intentarlo.

Además de su naturaleza pilla, había que sumarle una capacidad de embaucamiento y de coqueteo bastante elevadas, llegando a tratar de flirtear conmigo en más de una ocasión, pero yo siempre me mostraba inflexible en ese sentido.

-Ya te he dicho que no quiero nada contigo…

-Eso es porque no me das una oportunidad.

-Lo que tú digas… devuelve ese pan, venga.

Antes de que el chico pudiera decir algo, en ese momento aparecieron un niño y una niña que salieron de una puerta cercana, dirigiéndose a él.

-¿Rascal?

El aludido se acercó a ellos con el pan en sus manos, murmurando de seguido.

-Hey, hola, tengo algo para vosotros.

-¿De verdad? Muchas gracias…

-Espera ¿qué? Pero ese pan no es tuyo…

Los niños me miraron entristecidos, murmurando de seguido.

-Por favor, Shantae, tenemos hambre…

-Sí, nuestro papá salió de pesca y aún no ha vuelto, apenas tenemos para comer, nuestra mamá no gana lo suficiente trabajando en el puerto arreglando las redes…

Miré a los niños sin poder evitar sentirme un tanto mal por ellos; me encantaría ayudarles, pero tampoco podía saltarme las reglas que yo misma ayudaba a proteger. Y mi sueldo tampoco es que me diera como para ayudar a todo el mundo en el pueblo. Miré entonces a Rascal, el cual no parecía tener dudas al respecto.

-Sé lo que es pasar hambre, niños. Tomad, es para vosotros.

-¡Gracias, Rascal!

Me miraron entonces con dudas, a lo que al final suspiré, murmurando de seguido.

-Está bien, lo pasaré por alto esta vez…

-¡Gracias, Shantae!

Los niños me abrazaron tanto a mí como a Rascal, metiéndose en casa y dejándonos solos allí; el chico me miró con aires de suficiencia, murmurando al poco rato.

-Ah, se sienta bien ayudar a los demás ¿verdad?

-Sí… lo cierto es que no me esperaba esto de ti, Rascal, ha sido muy tierno por tu parte.

-Yo es que soy así ¿sabes? Ayudar a los demás forma parte de mi filosofía…

Le miré esbozando una media sonrisa; en el fondo se le notaba que era un buen chico, aunque luego fuera por allí pillando y saliéndose con la suya. Sin embargo en ese momento se pegó a mí, pasando un brazo por mi hombro e inquiriendo de seguido mientras alzaba las cejas.

-Entonces ¿Qué hay de esa oportunidad? Déjame demostrarte mi lado más sensible.

Dejé escapar un respingo y exclamé, apartándole el brazo.

-¡Por última vez, Rascal, te he dicho que no! ¿¡Por qué siempre tienes que estropearlo todo?!

-¿Estropear? ¿Quién ha hablado de eso?

Un tanto cortada al respecto, latigué ligeramente mi pelo, a lo que el chico captó enseguida la indirecta.

-Vale, vale, relájate, guapa, que no te pega estar tan seria…

-Eres incorregible…

-Lo sé… y en el fondo sabes que te gusta-añadió él, guiñándome un ojo.

Rodé los ojos con gesto exasperado, sin embargo en cuanto me giré para contestarle el chico ya se había ido; en ese momento apareció entonces el tendero del puesto de pan, dirigiéndose a mí enseguida.

-¡Aquí estás! ¿Y el género que me robaron, dónde está?

Algo apurada, decidí rápidamente salir al paso lo más rápidamente posible, murmurando de seguido.

-Lo siento, perseguí al ladrón, pero al final logró darme esquinazo…

-¿¡Qué?! ¡Estupendo, fantástico, ahora hoy ganaré menos! ¡Menuda genio guardián estás hecha, no me extraña que los piratas nos ataquen constantemente!

Quise contestarle para recordarle los eventos más recientes con el Pirate Master, pero al final preferí dejarlo estar; después de todo no me convenía llevarme mal con nadie, aun a pesar de mis esfuerzos por hacerlo lo mejor posible.

Salí a la calle y, al doblar la siguiente esquina, me encontré entonces con mi tío el cual llevaba consigo una gran bolsa a la espalda con muchos materiales en ella.

-Ah, hola Shantae…

-Hola tío…

Como era usual en él siempre tenía algo entre manos, ya que después de todo era un explorador y cazatesoros empedernido, además de un inventor bastante notable, aunque sus invenciones no siempre salían tan bien como a él le gustaría. Ocultando siempre su mirada tras unos anteojos amarillos de su invención que le permitían ver mejor, era un hombre mayor y corpulento, de frondosa barba blanca, pobladas cejas del mismo color y casi calvo salvo un poco de pelo blanco tras la nuca. Vestía con una gabardina verdosa que casi nunca se quitaba, una camisa de color cobre, unos pantalones azules que habían visto mucho mundo y calzaba unas botas negras.

-Eh ¿a qué viene esa cara tan larga? ¡Deberías estar orgullosa de ti misma, derrotaste al mismísimo Pirate Master! ¡Eso no lo haría cualquiera!

-Sí, lo sé, es sólo que… no siempre me apoyan.

Mimic me miró con gesto preocupado, cogiéndome de la barbilla con gesto paternal y murmurando de seguido.

-Mira, cariño, sé que no es fácil contentar a todo el mundo, pero sé muy bien cómo eres y que no nos vas a fallar nunca. Ignora a esos descreídos, tú enfócate en lo que te haga más feliz ¿de acuerdo?

-Sí… gracias, tío-murmuré, esbozando una sonrisita.

-Esa es mi niña… por cierto ¿has visto a Bolo? Éste chico, le mandé a que recibiera mis nuevos materiales al puerto y no sólo no se presenta, sino que además he tenido que ir yo mismo a por ellos. Qué cruz…

-Sí, bueno, ya sabes cómo es…

-Ya, ése es el problema, que lo sé. En fin, me vuelvo a mi taller, cualquier cosa que necesites dame un toque.

-Está bien, hasta luego.

Durante el resto del día estuvo todo bastante tranquilo, no volví a ver a Rascal metiéndose en problemas, el mercado cerró sin ningún otro incidente y por la tarde estuve pasando el rato en el criadero de Sky.

-Entonces… ¿todo bien?

-Sí, ha estado tranquilo…

-Me refiero a ti realmente.

Esbocé una sonrisita resignada, murmurando de seguido.

-No puedo ocultarte nada ¿no?

-Sabes que no-asintió ella, esbozando una graciosa sonrisita.

Asentí con gesto divertido, ya que después de todo sabía que tenía razón. Y es que Sky era para mí como la hermana mayor que nunca tuve, al tiempo que Bolo era el hermano pequeño. Realmente era como si tuviera una familia, sin embargo, muy en el fondo, echaba en falta una familia real, comentándoselo a Sky.

-He vuelto a pensar en mi madre, pero sobre todo en mi padre. Lo poco que sé de ella me lo contó mi tío, que la conoció en su día, sin embargo no sé absolutamente nada de él. ¿Cómo era? ¿Cómo conoció a mi madre? Sé que no debería preocuparme tanto, pero… no puedo evitar pensar al respecto.

Sky me miró, sopesando sus palabras, hasta que finalmente se pronunció.

-Entiendo que lo hagas, pero no deberías obsesionarte tanto. Es normal que quieras saber más de ellos, si estuviera en tu lugar probablemente yo también me haría preguntas. Aun así tienes gente que está contigo y que te quiere, tienes a tu tío, a Bolo y a mí…

-Y a Rotty también-añadí.

-Eh… bueno, sí, supongo que sí…

-Oh, vamos, dala una oportunidad, sé que puede llegar a ser difícil, y recuerdo muy bien lo que hizo, pero…

-Lo sé, lo sé, ya hablamos de esto, es sólo que… no me gusta la gente así, eso es todo.

-Gracias por escucharme, Sky…

-No es nada, para eso estoy.

Compartimos entonces entre las dos un cálido abrazo, sintiéndome un poco mejor. Realmente no había razón para preocuparme tanto.

Esa misma noche, y tras pasar un ratito en el salón de baile para ganarme algunas perrillas más, volví a mi casa, la cual estaba situada en un pequeño faro al otro lado de una corta cala en el extremo sur del pueblo. Me lo cedió el alcalde por primera vez cuando empecé a trabajar como genio guardián, y por lo que me explicó era lo único que quedaba del antiguo Scuttle Town antes de que éste fuera movido a su emplazamiento actual. El interior era pequeño pero acogedor, tenía dos plantas, una inferior con una pequeña cocina y una salita de estar, y una superior, donde tenía mi hamaca y me esparcía tranquilamente en mis descansos. Encendí las lámparas con mi magia para iluminar el lugar y me saqué algo para comer de una pequeña despensita detrás de la chimenea mientras leía algo.

Esos eran, con toda seguridad, mis momentos preferidos del día, tumbarme en mi hamaca mientras me relajaba o bien leyendo o bien jugueteando con mi magia. Incluso hice una vez hace poco con Rotty una fiesta de pijamas en la que nos lo pasamos bastante bien.

Comenzaba a quedarme dormida entre la lectura y el arrullo del mar cuando, de repente, llamaron a la puerta; me reincorporé rápidamente, preguntándome quién podía ser a esas horas de la noche, y bajé de un salto a la planta baja sin usar siquiera el cabo que normalmente usaba para subir. Nada más abrir me encontré entonces con alguien a quien no conocía de nada.

Era un hombre joven, de unos treinta y tantos años así a ojo; era un poco más alto que yo, se le notaba fuerte y musculoso, y vestía muy elegantemente, con una túnica blanca sujeta con un ancho cinturón de lana rojo, chaleco azul celeste con estampados dorados bordados, una pequeña capa que también usaba a modo de bufanda y se cubría la cabeza con una capucha que le tapaba parte de su pelo. Éste era de un color violeta muy parecido, sino casi idéntico, al mío y sus ojos eran de un color azul marino también muy parecidos a los míos. Portaba consigo una pequeña cimitarra junto a una pistola, sujetas a un cinto de cuero dispuesto por encima del de lana y calzaba unas botas marrones que parecían haber andado muchos kilómetros.

-Buenas noches-me saludó nada más verme.

-Ah, buenas noches… ¿puedo ayudarle en algo?

-Sí… tú eres Shantae ¿verdad?-inquirió entonces el hombre, mirándome algo nervioso.

-Sí, soy yo…

-Vale, bien… perdona, es que… no es fácil esto…

-Oh… bueno ¿necesita ayuda con algo?

-No realmente. Vale, a ver, sé que esto puede parecer extraño, y tampoco quiero importunarte, pero…

Hubo un breve minuto de silencio en el que el hombre parecía estar pensándose muy detenidamente lo que quería decir, por lo que, algo extrañada, decidí ayudarle un poco.

-¿Quiere decirme algo en concreto?

-Sí…

-Vale, en ese caso empecemos así. Hola, soy Shantae ¿y usted?-dije educadamente y esbozando una gentil sonrisa.

Nuestras miradas se encontraron por un instante y, al segundo siguiente, el hombre anunció.

-Hola Shantae… soy tu padre.


Pues nada, allá vamos. ¿Alguna vez os ha dado la sensación de que una idea te llama tanto, tanto, tanto, pero tanto, que al final cedes ante ella y la acabas haciendo aunque no quieras? Se podría decir algo así de esta historia en concreto. Lo cierto es que siempre había querido escribir algo sobre Shantae, y este detalle en concreto siempre me ha llamado la atención de sus juegos. Se me ocurrió esta situación hace ya bastante tiempo, pero entre que estaba a otras cosas y también tenía las mías propias lo dejé aparcado, pero siempre estuvo ahí, y sabía que tenía potencial para ser desarrollada, por lo que al final me ha obligado, por así decirlo. Pero bueno, hablemos de Shantae.

Como habréis podido observar, he pensado en los que no han jugado nunca a sus juegos, introduciendo a los distintos personajes y explicando algunas cosas de anteriores juegos, por lo que los spoilers han sido inevitables en ese sentido, ya que si no, no se puede entender lo que quiero contar. Aun así animo a jugarlos, ya que son bastante divertidos y merecen mucho la pena. Esta historia en concreto está situada tras el final canónico de The Pirate's Curse y aprovechando el vacío de información que hay con respecto al detalle de los padres de Shantae. Decir tiene que para esta historia me he fijado en un fanart para crear el personaje de Antalah, tanto su nombre como su aspecto provienen de un dibujo del artista twisted-wind, echad un vistazo a su deviantart si queréis ver cómo es.

Y de momento lo voy a dejar aquí, en breves publicaré el segundo capítulo, por lo que seguiré comentando cosas al final del mismo. ¡Nos leemos!