NOTA IMPORTANTE: Antes de que comiencen necesito que lean esto.
Esta serie de drables (por llamarlos de alguna manera) NO SON UNA IDEA ORIGINAL. Cada uno de los capítulos están inspirados en esta especie de Creepy Pasta creación de SailorInferno12908 (este es su nombre de usuario en DeviantArt) de ella es de quien ha surgido la idea de la siguiente teoría que cito a continuación:
"Alguna vez, las naciones fueron humanos. Ellos vivían en sus respectivos países hasta que murieron a sus edades humanas. Por alguna razón ellos murieron de alguna manera y renacen en el universo de Hetalia como purgatorio, en forma de naciones. La manera en como cada uno ha muerto justifica algunos rasgos de su personalidad como nación"
Yo tomé esta idea y reescribí las que más me han gustado, si hiciera todas no tendría fin. Si gustan saber más al respecto visiten el perfil de la culpable de este delirio y que también tiene links a fics con la misma temática.
Con esto aclarado, siéntanse libre de leer, deprimirse y no sé, gracias por su atención.
THEORY OF TRAGEDY
Estados Unidos de América.
Alfred F. Jones se miró al espejo otra vez, apenas se vio reflejado en el cristal volteó de un lado a otro examinando cada facción de su rostro, ugh… desagradable.
Sus mejillas aun eran enormes y rechonchas, su cara ovalada como un globo de grasa. Se sacó la playera y el espectáculo fue aún peor, no pudo evitar hacer un gesto de asco al ver como los rollitos de piel parecían desparramarse por el elástico de sus pantalones. Se viera por donde se viera seguía siendo un cerdo, una vaca, cada kilo representado en ese cuerpo bofo era otra risa burlona sumada a las muchas otras que se había ganado por su sobrepeso. Cuanta nausea sentía.
Se pasó las manos por todo el torso pellizcando la piel sobrante que le aumentaban tallas y sintió ganas de tener un cuchillo para poder cortársela de un tajo si eso lograba que la báscula señalara números de baja denominación.
Por supuesto, Alfred no veía lo que realmente reflejaba el espejo: Un cuerpo casi esquelético, mejillas sumidas, ojos consumidos, las vértebras de su espalda que sobresalían de su piel que se le pegaba a los huesos de manera casi grotesca.
¿A qué hora fue su última comida?... oh no, eso fue ayer… ¿O fue antier?
Alfred hizo otro gesto de disgusto antes de negar efusivamente con la cabeza y volverse a vestir. Estaba decidido, aumentaría las horas en el gimnasio, reduciría las calorías (todavía mas). Aun no llegaba a su meta, a su peso ideal.
-¡Alfred, a comer!- su madre lo llamó y él soltó un bufido, odiaba por encima de todo la hora de comer.
Bajó de mal modo, otra vez se inventaría una excusa, tal vez que ya había comido con unos amigos y que ya no tenía hambre.
Apenas bajó el olor de la grasa al freírse se hizo pasó en su nariz, pudo describir con precisión que preparaba su madre: Pollo frito, patatas, ensalada de col, y como postre pastel con helado… todo eso que escurría proteínas, carbohidratos, almidones, azucares… lo que para Alfred podría traducirse como burlas, miradas de asco, apodos y ganas de estar muerto.
-No tengo hambre, comí mucho cuando salí de la escuela, guárdalo para más tarde- dijo el rubio con una grandiosa sonrisa en su rostro, la sonrisa de héroe, como solían decirle cuando niño, antes de empezar a hacerse consciente de lo que significaba ser un niño gordo rodeado de niños delgados, antes de que su peso fuera algo de lo que tuviera que preocuparse. Cuando era feliz.
-¿Estás seguro? Deberías comer más, mírate, estás casi en los huesos- le dijo su madre con un dejo de preocupación, era obvio que Alfred había bajado dramáticamente de peso, fue casi de un mes para otro cuando sus pantalones ya se le caían y a decir verdad, su madre no recordaba cuando había sido la última vez que vio a su propio hijo comer en su compañía, o mejor dicho, cuando fue la última vez que lo vio comer.
-Así estoy bien, además tengo que ir al gimnasio más tarde- respondió Alfred de nuevo riendo a carcajadas que escondían el verdadero significado de esto.
¿En los huesos? Si claro, si estuviera en los huesos no se sentiría tan cansado, estaba cansado porque su obeso cuerpo no le permitía aguantar las horas que quisiera pasar haciendo ejercicio. Si estuviera en los huesos respirar no le costaría trabajo porque seguro su corazón y sus arterias estaban tan rellenas de colesterol que le robaban el aliento.
No era suficiente, nunca era suficiente… no podía permitirse volver a subir de peso.
La gente delgada no podía entender por qué él estaba tan obsesionado con su peso, claro ¿Qué iban a saber ellos cuando habían nacido siendo perfectos? ¿Qué iban a saber de la ansiedad y la congoja y como la comida era capaz de aliviar todo esto? Empiezas con una bolsa de frituras y terminas zampándote un galón de helado sin darte cuenta… ¿Qué iban a saber ellos de cómo es esconderte para comer como si estuvieras haciendo algo malo? ¿Cómo ellos iban a entender la manera en como todos esos sentimientos pueden ser apaciguados cuando algo dulce toca tu lengua? ¿Cómo incluso el dolor puede ser ligeramente aliviado cuando te llenas hasta hartarte?
Ellos no entendían, porque la gente delgada no pasa por eso, no pasa por las burlas, los chistes crueles o el verse al espejo cada día deseando morirse por cada kilo que subes… ellos no entienden y Alfred tampoco quería entender, quería ser perfecto y quería ser delgado y quería no tener que sentir esa maldita necesidad de ir al refrigerador y devorar todo a su paso.
Así que de nuevo iba al gimnasio, había elevado la rutina de tres horas diarias a cinco horas. Su instructor le había dicho que no debería hacer eso, se lo dijo hasta el cansancio pero Alfred le sonreía con la sonrisa que cruzaba su ahora cadavérico rostro y le decía: "Un héroe debe entrenar duro" y pronto el instructor lo dejó estar.
Estaba corriendo sobre la caminadora, aumentaba la velocidad al tiempo que sentía todas esas calorías escurrirle en forma de sudor, no llevaba ni media hora cuando ya se sentía exhausto y es que esa maldita gordura lo alentaba. Se forzó a seguir y seguir y seguir… corre Alfred, corre… no te detengas, no seas la burla de nadie otra vez.
Y Alfred corría a pesar del dolor punzante que estaba atacando su pecho y siguió corriendo aunque el dolor hubiera avanzado hasta su hombro y lentamente a su brazo izquierdo, y siguió corriendo aun cuando sus ojos comenzaron a nublarse y el aliento se le escapaba e intentó seguir corriendo a pesar de que su cuerpo le renegaba… y ya no pudo correr más en el momento en el que cayó de bruces desvanecido por la falla cardiaca que le provocó el someterse a una dieta ridícula y horas exageradas de ejercicio.
Y cuando su cuerpo se negó a responderle, cuando su corazón se dio por vencido Alfred solo pensó lo mucho mucho mucho… que deseaba comer algo.
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-¡Deja de comer tanto América, te vas a poner todavía más gordo!- le recriminó Inglaterra al rubio ojiazul que se sonreía con sorna llevándose el último bocado de hamburguesa a la boca que ya tenía repleta.
-No molestes, hay que disfrutar de los grandes placeres de la vida y la comida es uno de esos- respondió la nación americana riendo a carcajadas y ahora tomando un puñado de papas mientras que Inglaterra negaba con reproche dejando al otro estar.
América adoraba comer, como él decía, era uno de esos grandes placeres de la vida… era como si con ello pudiera llenar vacíos, vacíos que nunca terminaban de saciarse así que seguía comiendo y comiendo y a veces, esto más que un placer… solía sentirse como una penitencia.
