El siguiente fanfic es de mi propiedad, mismo que se ha publicado en Doki Doki Literature Club Amino bajo el usuario Dasenko Masikoraishi, cualquier lugar no es más que un plagio.
Así mismo, ninguno de los personajes me pertenecen.
Disfrutaba mucho comer algo de pan tostado, lo consideraba una delicia, incluso le pedía a Natsuki que le preparara algo una vez llegaran al club de literatura. Pero para la chica de ojos azules no solamente era pan por sí sólo, había algo que lo acompañaba y, que lo hacía único: mermelada de fresa.
Sayori gustaba agarrar una cuchara de metal, tomar una porción del tarro de mermelada y untarlo en esa superficie que alguna vez fue harina y trigo, creando una combinación perfecta, única, inigualable.
El mundo giraba entorno a Sayori y su pan tostado con mermelada de fresa, de cómo ella los masticaba, saboreaba la fresa dulce y cómo aquello le daba motivos para ser feliz.
Primero fue uno.
Luego dos.
Después tres.
Por consiguiente cuatro.
Al final...
Ninguno.
Sayori se desesperaba al ver que ya no había pan y, el tarro de mermelada estaba apenas a la mitad.
Mordió sus labios y luego de unos segundos se puso a llorar.
No era porque se tratara de una niña infantil, o sensible ante las circunstancias, ni tampoco que fuera estúpida o mimada.
Ella se dio cuenta de una realidad.
Una cruda realidad que se abrió frente a sus ojos.
Misma que no podía eludir porque en cualquier momento se cumpliría.
Sayori se dio cuenta que en cualquier momento, todo lo que amaba se terminaría.
No importaba cuánto disfrutara, las sonrisas y los momentos y pensamientos felices.
Tarde o temprano morirían.
Sayori comenzó a tirar de sus cabellos y a llorar incluso más fuerte que antes, tomó el plato de vidrio que sostenía las migajas de pan y, lo lanzó contra la pared, rompiéndolo en mil pedazos.
Sayori vio que efectivamente para todo inicio había un final.
No importaba si iba a la tienda y compraba pan tostado y más mermelada, no podía reemplazar al anterior, porque esa esencia ya no sería la misma.
Viviría con miedo a comprar pan tostado y mermelada y, enfrentar la dura verdad de que estos se acabarían.
Es por eso que decidió dejar de comer.
Por eso se negaba a disfrutar de las cosas pequeñas.
Sólo quería que terminara, que esa calamidad que empezó, al igual que su comida favorita, tuviera un fin.
Lloró hasta que cayó dormida frente al estómago de su peluche de vaca.
