Disclaimer: Shingeki no Kyojin es propiedad de Hajime Isayama.
Advertencia: Yaoi (Boy's Love) | Uso descarado del OoC | EreRi | Universo Alterno (UA) | Futuro post-apocalíptico | Two-Shot | Mpreg | Omega!verse | Lenguaje vulgar | Contenido sexual explícito |
N/A: Dedicado especialmente a Mikraller, porque hoy es su cumpleaños y le prometí que le dedicaría un fic. Pequeña Mik, espero que te guste; lo hice con mucho amor para ti ; A ; -corazón(?)-. Por cierto, será un Two-Shot solamente, aunque después quieran matarme (?) XD. Haré unas pequeñas aclaraciones sobre las especies que manejo aquí, para que no se me pierdan mucho mientras leen E_É (?).
Excéntricos: Mitad humanos, mitad animales (especialmente cazadores), que aparecieron un día sin saber de dónde. Por lo general, andan a cuatro patas; tienen orejas, colas, ojos y garras que distingue la clase de animales qué son. Son carnívoros, su comida favorita es la carne humana aunque a veces se les han visto devorando animales. Jamás atacan a su propia especie; por lo que gustan cazar por manadas. Son inteligentes, pero su mente ha sido corrompida por el instinto, los que los guía a actuar como verdaderos animales. Se regeneran con facilidad, por lo que son muy difíciles de matar.
Titanes: Creados por el hombre en un acto desesperado por mantenerse con vida. Parecen personas a primera vista, pero también tienen un ADN mutado; mitad humano, mitad animal. Son criados desde pequeños por el ejercito, y su enseñanza más significativa es proteger a los humanos con su vida. La cola, garras y el cambio en sus ojos sólo aparecen totalmente cuando se da su transformación. Tienen total control sobre su mente humana, por lo que jamás se dejan llevar por el instinto. Se regeneran también, sin embargo; no tan rápido como un Excéntrico. Pueden tardar días en curarse, pero no tanto como un humano.
Alfa: Tanto en los Excéntricos, como en los Titanes; son los primeros en la jerarquía. Son altos, inteligentes y fuertes; tanto como para cuidar a la manada entera. Los Betas y Omegas que estén en su manada, siempre estarán a su disposición y obedecerán en todo. Pueden, si quieren o no, tener más de una pareja.
Betas: Son fuertes, pero se caracterizan más por su inteligencia. Siempre siguen a los Alfas, y nunca se les verá yendo en contra de ellos. Por lo general, sólo buscan a su misma especie para tener crías.
Omega: Son considerados como las hembras. Son los únicos capaces de darles crías a los Alfas. Sin embargo, y aunque parezcan poco peligrosos por su físico (son pequeños, delgados y parecen no tener demasiada fuerza), son los más peligrosos de todos. Son capaces de destrozar a un pueblo entero cuando se trata de proteger a sus crías.
Bueno, aclarado todo esto, les dejo leer /o/
Ojo: es un EreRi, o sea, Eren es el seme.
SAVAGES.
By: Maka Kagamine.
Dedicación especial para: Mikraller.
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Capítulo uno.
#Murder lives forever and so does war. It's survival of the fittest. Rich against the poor. At the end of the day, it's a human trait. Hidden deep down inside of our DNA#
( • ̀ω•́ )✧
Nadie sabe de donde vinieron; un día ellos simplemente aparecieron y arrasaron con todo. Eran rápidos, fuertes, ágiles también, tanto como para acabar con la raza humana en un parpadeo.
Les llamaban Excéntricos.
No eran humanos, tampoco animales. Los humanos los catalogaban como la mezcla perfecta entre ambas razas. A primera vista, parecían personas normales. Sin embargo; dependiendo del animal que eran, si mirabas con cuidado, notarías las diferencias. Sus ojos, por ejemplo; daban esa clase de mirada de algún ser salvaje. Tenían orejas, colas, garras y unos colmillos filosos que podían arrancar carne de una mordida.
Eran, también, cazadores por naturaleza.
Habían distintas suposiciones entorno a ellos. Algunos decían que fueron creados por científicos, para usarlos como armas en las guerras. Otros, los más creyentes, hablaban sobre Dios. Contaban que ese era el castigo que el todopoderoso había mandado para sus hijos, así pagarían por todos los pecados que cometieron.
Fuera cuál fuese la verdad, para ese entonces, ya no tenía demasiada importancia. No cuando la humanidad fue reducida drásticamente por ellos.
Eran inteligentes, como cualquier persona y eso les hacían aún más peligrosos. Cuando se dejaban llevar por el instinto, su mente se corrompía. El instinto animal que albergaban dentro de ellos los volvían un peligro para todos. Gustaban de comer carne humana, tenían un apetito insaciable por lo que atacaban en cualquier momento, a toda hora.
Las personas poco pudieron hacer contra ellos. Eran mucho más fuertes; y las armas no les afectaban en lo más mínimo. Los Excéntricos eran capaces de regenerarse, no importaba cuánto daño les hicieran los humanos nunca podían ganarles.
Aterrorizados, y sin saber qué más hacer, decidieron construir murallas para intentar protegerse; María, Rose y Sina eran sus nombres. Se crearon también distintas divisiones militares para la protección de las personas: la Policía Militar era la más importante de todas, se encargaban de cuidar a los habitantes de Sina —la gente más rica vivía ahí—. La Estacionaria: ellos cuidaban la muralla, miraban qué todo estuviera en orden para evitar qué un horror como el qué azotó en María volviera a repetirse. Al final estaba la Legión de Reconocimiento, eran los únicos que podían ir fuera de las murallas para luchar contra los Excéntricos.
Las personas solía decir que eran los más locos porque nadie, en su sano juicio, se atrevería a salir. Pero, locos o suicidas, gracias a la Legión de Reconocimiento, se lograron muchos avances.
Gracias a ellos, se logró encontrar el punto débil de los Excéntricos: la nuca. Un corte profundo ahí era suficiente para acabar con ellos, al parecer, era la única parte que no podían regenerar.
Sin embargo, no importaba cuánto entrenamiento militar hicieran, no importaba cuántos Excéntricos pudieran matar; ellos seguían ahí, superándolos en número y fuerza.
La tecnología avanzó y una nueva raza surgió; fue creada por humanos para uso militar. Les llamaron Titanes. Eran exactamente lo mismo que los Excéntricos; mitad animal, mitad persona. Sin embargo, por todo el entrenamiento al que era sometidos desde pequeños, no se dejaban llevar por el instinto. Habían sido criados por humanos para vivir cómo uno, más nunca llegarían a serlo.
Al principio, algunas personas se rehusaron a la sola idea. Temían también de los Titanes, pensaban que se dejarían hundir en el instinto animal y habría una catástrofe; más muertes y perdidas. Pero no fue así. Luego de varios años, peleas y muertes, Los Titanes fueron llamados «la esperanza de la humanidad».
Yo era uno de ellos; un Titán.
Mi nombre era Levi.
(...)
Esa mañana recibimos una visita no muy grata.
Era un hombre de edad media que, por el traje que portaba y porque venía acompañado por dos soldados de la Policía Militar, debía ser alguien demasiado importante; de esos pocos que podían darse el lujo de vivir en Sina, la muralla con mayor protección.
El hombre no dijo mucho, sólo citó al comandante de la Legión y a un Teniente en una habitación que habían preparado especialmente para él.
A nadie le dio buena espina eso.
—Estamos aquí para hablar sobre una nueva misión —el hombre vestido con un traje elegante habló, mientras se servía un poco de vino en una copa.
Hubo silencio en la pequeña —pero acogedora— habitación. El ambiente se sentía pesado, podías tocar la incomodidad con la punta de tus dedos, incluso. No hacía mucho que habíamos tenido uno misión en el exterior, no fue demasiado fructífera; en realidad, terminamos en un nido lleno de omegas y crías. De hecho, las heridas que la batalla me había dejado no sanaban del todo. Mi ojo izquierdo, que estaba tapado con un parche negro, seguía cerrado, todavía sin regenerarse del todo. Mi brazo derecho, ese que un Excéntrico había arrancado totalmente, con furia, apenas y estaba por el codo, aún le faltaba crecer la otra mitad.
Nosotros, a diferencia de los Excéntricos, tardábamos más para sanar. Era un desperfecto, algo que los humanos no podían arreglar aún con toda la tecnología que tenían.
—No creo que los chicos estén listos para salir a otra misión —habló Erwin, mi adoptante y comandante de la Legión. Es su rostro se podía leer todo su sentir—. Mírelos, apenas están recuperándose de la última vez.
El hombre de traje elegante arrugó la nariz, al mirarme a mí y al otro Titán que había en la habitación. Su nombre era Eren, y su estado no era mucho mejor que el mío; la venda ensangrentada que cubría la mitad de su rostro y la falta de tres dedos en la mano derecha revelaba lo mal que la había pasado. Pero el gesto en el rostro del invitado fue cambiado rápidamente por una sonrisa; una de superioridad que detestaba.
Los humanos, iguales a él, eran seres despreciables.
—Bueno, entiendo su preocupación, comandante Smith —dijo, sin sentirlo realmente. Tomó un canapé, de la charola que estaba frente a él, y lo metió en su boca. Masticó durante un rato, como si quisiera alargar aquella incómoda plática, antes de continuar—: Pero, esta vez, no irán fuera de los muros.
Hubo silencio otra vez. Erwin torció la boca, como si oliera que algo no iba demasiado bien en esa plática. Mike, el adoptante de Eren, se hizo hacia atrás recargando su espalda en la silla. Aspiró con fuerza, luego arrugó la nariz.
—Están planeando algo —comentó Mike. No había sido una pregunta, sino una afirmación.
El hombre rico pasó una mano por su pelo, sin quitar esa sonrisa estúpida de su rostro.
—Lo hacen sonar tan mal cuando hablan con ese tono serio —bromeó, como si la situación para él diera igual.
Me mordí la lengua para aguantar las ganas que tenía de insultarle. Los Titanes teníamos prohibido hablar frente a la gente importante, si lo hacíamos nos castigaban de una manera horrible. Para ellos sólo éramos monstruos que usaban para su conveniencia.
Nadie rió. El ambiente se puso todavía más pesado. El hombre se aclaró la garganta, para luego tomar un sorbo del vino carísimo que habían conseguido especialmente para él.
—Bien, iré directamente al punto. Necesitamos más Titanes; tras la última visita al exterior perdimos varios, los aldeanos se han dado cuenta y el pánico empieza a cundir entre ellos.
—No veo el por qué eso sea de nuestra incumbencia —explicó Erwin—. Sólo deberían hacer más, como siempre.
El hombre soltó un bufido.
—Ahí está el problema, no contamos con el apoyo económico de antes —murmuró, casi como si no quisiera hacerlo—. Ya no podemos hacerlos en laboratorios, comandante.
Mike entrecerró los ojos. Olió algo que no le gustó ni un poco.
—¿Qué planean exactamente?
Mutismo de nuevo.
—Que los Titanes Omega tengan crías.
Mi mirada se levantó del punto muerto donde había estado antes. Eren separó los labios, como si hubiera querido decir algo. Erwin aguantó la respiración. Mike abrió los ojos de sobremanera, totalmente impactado ante las palabras del hombre.
De alguna manera, aquello era absurdo.
En nuestra raza —tanto Excéntricos, como Titanes— habían tres estatus. Alfa, Beta y Omega.
Los alfas eran los líderes por naturaleza; fuertes e inteligentes, capaces de proteger a la manada completa. Los betas se caracterizaban por seguir a los alfas, los seguían fielmente sin importarles nada más. Eran, incluso, capaces de morir por ellos. Los omegas se consideraban como las hembras; por lo general sólo elegían alfas como parejas y se quedaban a su lado hasta la muerte. Además, eran los únicos capaces de tener la descendencia de los alfas en su vientre.
Pero no se dejen llevar, eso no quería decir que no fueran peligrosos. De hecho, un Omega era aún peor que un Alfa. Sobretodo cuando se trataba de proteger a sus crías.
Sin embargo, a nosotros, los Titanes, jamás nos habían dejado aparearnos. Por eso, a los omegas nos suministraban supresores; eso nos impedía tener el celo, así los alfas no sentirían esa necesidad de marcarnos. Nunca supe exactamente el por qué nos prohibían aquello, pero tampoco podía preguntar sobre el tema.
—¿Qué...? —murmuró Erwin, a medias. Su mirada sorprendida seguía sobre el hombre— Se supone qué está prohibido eso.
El hombre torció la boca de nuevo, mientras hacía un ademán cansino al aire, casi sin importarle.
—Escuche, comandante, hacer Titanes no es tan fácil como piensa —gruñó, mirando fijamente a Erwin—. Se necesitan muchos recursos: tecnología y dinero. Las personas que nos suministraban todo eso se han dado cuenta de que no importa cuanto nos esforcemos, jamás venceremos a los Excéntricos —explicó, casi pareciendo hastiado. Luego bebió otro largo trago de vino—. ¡Y por supuesto, todos sabemos que nunca ganaremos contra esas monstruosidades!
—Entonces, ¿por qué? ¿Por qué quieren crear más Titanes, si no sirve de nada?
—Por los aldeanos, Teniente. «Quizá nosotros perdimos todas las esperanzas, pero ellos merecen tener una al menos, ¿no lo cree?» Eso dijo el rey cuando echó el plan al aire —tras la explicación, el hombre bufó y cruzó los brazos.
Erwin parpadeó varias veces, como si tratara de comprender del todo la situación.
—¿Está diciendo qué todo esto es un plan directo del rey?
—Sí —el hombre se revolvió el pelo con urgencia—. Además, según todas las investigaciones que se han hecho, la cría de dos Titanes será impresionante; más fuerte que un simple Titán creado en un laboratorio. Si le damos entrenamiento militar desde pequeño entonces... entonces es posible que tengamos una oportunidad contra los Excéntricos.
Mike volvió a respirar con fuerza, captó un olor familiar y luego miró hacia Eren. Él tenía la cabeza agachada, parte de su flequillo —ese que no estaba aplastado por la venda— cubría su ojo derecho, mientras apretaba los puños con fuerza. Su adoptante pareció notar en seguida lo mal que estaba y se apresuró en poner una mano sobre su hombro. Pero Eren rechazó el contacto con un movimiento brusco.
¿Qué estaba sucediendo con él...?
—Entonces, según ustedes, ¿debemos dejar de administrarle supresores a los omegas, y que la naturaleza siga su curso? —Preguntó Mike, mientras buscaba el control del collar de Eren en su bolsillo.
A los Titanes no sólo nos controlaban gracias al entrenamiento militar, también teníamos un collar delgado de metal alrededor del cuello. Cuando no acatábamos alguna regla, o cuando el instinto amenazaba con apoderarse de nosotros, entonces ellos apretaban un botón del control; el collar mandaba descargas eléctricas por todo nuestro cuerpo. Era doloroso; nos destruía por dentro, pero no llegaba a matarnos.
Era sólo una pequeña advertencia de lo que nos esperaba.
Luego de un rato, el hombre negó levemente.
—No con cualquiera, Teniente. Sólo podrán hacerlo los Alfas y Omegas que ocupen un rango alto en la Legión.
Aguanté la respiración. Eren apretó los dientes. Nosotros dos teníamos un alto rango, y ya sabía para donde iba esa conversación...
—Entonces... ¿Eren y Levi...? ¿Ellos deberán...?
—Sí.
—¿Y si me niego? —cuestionó Eren.
Ante la pregunta, todos guardamos silencio sorprendidos por su atrevimiento. El hombre le miró durante un rato, sin poder creer que un Titán hubiera hablado frente a él. Mike intentó poner su mano en el hombro de Eren, pero nuevamente fue rechazado.
—Dígame, ¿qué pasaría si me negara?
—Se te acusaría de desertor y estarías condenado a la pena muerte —contestó, seco—. Pero no sólo tú serías castigado; tu adoptante también.
Eren abrió el ojo, antes de dirigirlo rápidamente hacia Mike. Él no se miró perturbado por la respuesta, parecía como si ya lo hubiera esperado.
—¿Por qué...? —gruñó, con los dientes apretados— ¿Por qué él también? Mike no tendría nada qué ver, es sólo mi decisión.
—Porque él es quién te ha criado durante todos estos años; tu insubordinación sería muestra suficiente de la poca capacidad del Teniente para educarte.
Eren bufó. Mike soltó un suspiro pesado, mientras Erwin escondía todo rastro de sentimientos bajo una máscara de seriedad.
—Pura mierda.
—Miren, yo tampoco estoy demasiado de acuerdo con este plan pero sólo sigo órdenes, al igual que ustedes.
Esas palabras parecieron tener algún tipo de efecto en Eren. Frunció el ceño y, de nuevo, apretó los dientes. Esta vez, los colmillos empezaron a crecerle y chirriaron cuando chocaron entre sí.
«Se está dejando llevar —me advirtió mi mente—. Se está dejando llevar por el instinto»
Ante el pensamiento, mis sentidos de Titán se alertaron; preparándose para atacar al chico de ser necesario. Siempre, siempre, debíamos proteger a los humanos, aún si eso implicaba ir contra nuestra propia especie. Esa era una de las enseñanzas que aprendías con el entrenamiento militar.
—¡Pero no es justo! —exclamó, de pronto. Azotó con fuerza las manos sobre la mesa de madera, al mismo tiempo que se levantaba de su silla. El hombre se aterrorizó, ante aquella inesperada reacción— ¡No pueden obligarnos a hacerlo! ¡No pueden obligarnos a tener hijos que luego nos quitarían!
—Eren, cálmate —amenazó Mike cuando se dio cuenta de que la consciencia humana de Eren se estaba apagando. Sacó el control del collar y lo puso frente al chico, en una clara advertencia.
Pero a Eren le dio igual.
—No, no me voy a calmar —rugió. La cola, que se asimilaba a la de un León, le creció y los ojos, en antaño verdes, cambiaron a un dorado profundo; las pupilas se le rasgaron, dejándolas con forma de medias lunas, casi como las de un gato—. ¿Estás oyendo lo que dice este idiota, Mike?
—Sí, lo escuché. Y yo tampoco estoy de acuerdo, Eren. Pero tú sabes que no podemos hacer nada, más que seguir las órdenes.
Eren liberó otro bufido, mientras volteaba a ver hacia su adoptante. Mike estaba serio y parecía que la situación no significaba nada para él. Eso hizo que Eren se enojara todavía más, frunció el entrecejo al mismo tiempo que gruñía algunas palabras —en realidad no se le entendió ni una mierda—, para luego dirigir su mirada dorada al hombre que temblaba como gelatina.
—No quiero —dijo, de nuevo. Las garras crecieron en los siete dedos que aún tenía, y se enterraron en la mesa de madera con fuerza; traspasándola al instante—. ¡No quiero llevar a cabo ese absurdo plan!
Fue ahí cuando sentí la mano de Erwin sobre mi hombro. Le miré directamente y él me regresó un asentimiento de cabeza. Supe exactamente qué significaba aquello. Mi adoptante me estaba dando todo el permiso de atacar, si era necesario.
Sólo necesitaba la señal.
Entonces, regresé la mirada hasta Eren. Él seguía transformado, pero había tomado una pose de ataque; como cuando salía a las misiones y debía cazar Excéntricos. Su cola se agitaba de un lado a otro, con furia mal reprimida, mientras le enseñaba los colmillos al hombre.
—Teniente, por favor controle a su Titán —articuló, intentando que el temblor de su cuerpo no se notara demasiado—. E-está infringiendo varias reglas, y... y ya sabe lo qué pasará.
Mis sentidos se despertaron al instante con aquella palabras. Los colmillos aparecieron. Dejé que mi cola, larga y negra, creciera mientras mi ojo se oscurecía aún más, y mi pupila se rasgaba también, justo como las de Eren.
Sin embargo, a diferencia de él, yo era una Pantera.
—¡Eren! —exclamó Mike, mientras se levanta de su lugar. Era incluso más alto y musculoso que el chico, pero, aún así, Eren no se dejó intimidar— Debes calmarte, ¿bien? Haremos algo para intentar arreglar esta situación, ¿verdad, Erwin?
—Por supuesto.
Eren liberó una carcajada repleta de sarcasmo.
—¡No mientan! —rugió.
El hombre saltó en su lugar. El grito de Eren había sido bastante fuerte; casi aterrador. Por mera inercia le enseñé los colmillos en una nueva advertencia, pero él prefirió ignorarme. Quería atacarlo de una vez, hacer que se calmara, sin embargo; Erwin aún no me daba el permiso necesario.
—No mentimos —Mike intentó de nuevo—. Haremos todo lo posible para evitarlo, ¿está bien? Ahora sólo cálmate, Eren.
—¡No, no lo haré! ¡No, no, no! ¡No pueden obligarme a...!
Eren calló de repente, su ojo sano se abrió y un poco de sangre escurrió desde su boca. Segundos después, cayó de rodillas en el suelo mientras su cuerpo empezó a convulsionar con fuerza. Tardé un poco para comprender la situación, hasta que volteé a mirar hacia el hombre. Él había apretado el botón del control; ese que Mike se rehusaba a presionar por temor a dañar a Eren.
—¡No lo haga! —Pidió Mike, perdiendo la calma. Cosa que rara vez ocurría— Él todavía no se recupera de la última misión, esto podría afectarle en serio. ¡Pare!
Pero el hombre no era demasiado misericordioso. En cambio, pintó una sonrisa de suficiencia en su rostro mientras hundía aún más el botón. Al instante, Eren se sacudió con más furia cuando cayó al suelo por completo. Otro poco se sangre se deslizó por su labio, al mismo tiempo que soltaba varios quejidos dolorosos por lo bajo. Como si fuera un animal herido; a punto de morir. Entonces, fue ahí que noté que había del mismo líquido carmesí manchando su camiseta a la altura del abdomen.
No me costó demasiado en recordar que Eren había sido herido en esa zona por un Excéntrico. Por mera suerte no le sacaron las tripas ahí mismo. La sangre en su ropa se extendió aún más, preocupándonos a todos.
—¡Mírelo, no podrá soportarlo más!
El tipo ensanchó la sonrisa. Apreté los puños.
—Simplemente debería enseñarle modales a su mascota, Teniente —dijo, con un tono despectivo que me hizo odiarle todavía más.
Ahora tenía ganas de atacarle a él, por imbécil. Erwin lo notó, por supuesto. Su mano se posó sobre mi hombro y dio un ligero apretón en mi piel. Chasqué la lengua, dejando que mi instinto volviera a dormirse.
—Déjelo ya, señor —esta vez, fue Erwin quién habló al ver como Mike se ponía a un lado de Eren, sin poder hacer más—. Estoy seguro que no quiere dañar al chico. De todos modos, él es importante en esta misión, ¿no es así?
—Para su buena suerte, es así.
Tras su respuesta, el hombre soltó un suspiro y dejó de apretar el botón. El cuerpo de Eren dio unos temblores más, antes de detenerse por completo. Mike se apresuró en presionar la herida en el abdomen del Titán. Lo hizo casi con urgencia cuando la sangre empapó toda la camiseta blanca.
—Zoe, te necesito aquí. La herida de Eren se abrió, está sangrando muchísimo. ¡Apresúrate! —exclamó, por el intercomunicador que traía en la muñeca.
El hombre se levantó de su lugar. La silla chirrió contra el suelo cuando se arrastró hacia atrás. Bebió con suma lentitud lo poco de vino que aún quedaba en su copa, mientras observaba la escena como si no fuera de su importancia. Y, en realidad, era así.
A ellos no les importábamos. A su parecer, éramos sólo máquinas asesinas creadas para protegerlos; sin vida ni sentimientos.
—La misión empieza la próxima semana —aclaró, cuando pasó a un lado de Erwin—. Más le vale que, para entonces, sus mascotas acaten las órdenes, comandante.
Erwin reprimió un insulto y apretó los puños. No obstante, dibujó una falsa sonrisa en su rostro.
—Así será, señor.
El hombre asintió y abandonó la habitación, por fin.
Nadie habló de nuevo.
(...)
—Eren sanará —dijo Erwin, mientras ingresaba, sin siquiera pedir permiso, a mi habitación—. Hanji dice que la herida cerrará en un par de días, sólo necesita mucho reposo.
Bajé el libro que había estado leyendo, mientras le dedicaba una mala mirada y alzaba una ceja. Detestaba eso; odiaba toda esa invasión a mi privacidad. Suficiente tenía con la cámara que estaba instalada en mi habitación, como para vigilar que no planeara algún ataque contra los humanos.
—Eso es bueno, supongo —contesté, simplón. Luego, perdí de nuevo mi mirada en el libro. Releí varias veces el mismo párrafo, sin prestarle atención. Su presencia ahí me molestaba.
Mi adoptante suspiró, antes de dedicarme una sonrisa.
—No has dicho nada sobre la misión.
Pestañé, muy despacio.
—No es cómo si pudiera decir algo, Erwin —le recordé, sin dejar de ver el libro, luego de un minuto de silencio—. Sólo estamos hechos para seguir órdenes. Para eso nos crearon, ¿no es así?
—No pienses así, Levi. Ellos no los criaron, no saben cómo son ustedes en realidad.
Resoplé un instante. Encontraba graciosas sus palabras, en serio. Porque ni yo mismo sabía cómo o qué éramos en realidad.
No éramos humanos. Tampoco animales.
Sólo éramos un «algo» creado por humanos...
—Ya.
Erwin pasó una mano por su pelo rubio, algunos mechones se alborotaron y cayeron por su rostro.
—Lo siento, Levi... —murmuró, con esfuerzo. Encogí los hombros, todavía sin verle— Sobre la misión; si quieres saber, empieza el lunes. Eren y tú pasarán juntos algunos días hasta que... pues ustedes... ya sabes.
—¿Dejarán de administrarme los supresores? —pregunté.
Él asintió, no muy cómodo con la situación.
—Sí.
Chasqué la lengua, y me encontré con la necesidad de cerrar el libro con fuerza.
—De hecho, estaban planeando inyectarle a los omegas implicados en esto una medicina experimental.
—¿Qué clase de medicina? —pregunté, desconfiado entrecerrando mi ojo sano.
—Ellos de verdad quieren crías, Levi —reiteró—. Así que... crearon una medicina que sirve para... —Erwin cortó la frase, para tragar saliva— Sirve para adelantar el celo —explicó, sin más. Aguanté la respiración en ese momento, por lo que mi adoptante se apresuró en continuar—. Pero logré convencerlos de ser una mala idea, porque no sabemos como los afectaría. Así que sólo dejarán que la naturaleza siga su curso.
Chasqué la lengua y aventé el libro contra la pared más cercana. Erwin suspiró de nuevo.
—Van realmente en serio con esta misión, ¿no? —Erwin asintió— Todo es una verdadera mierda.
El comandante no dijo más, sólo concordó en silencio.
(...)
El lunes había llegado más pronto de lo que pensé.
Mis heridas habían sanado totalmente ya. Y la misión comenzaba ese día...
Solté un suspiro pesado, mientras Erwin ponía sus manos en mi cuello; justo donde estaba el collar. Pasó sus dedos un par de veces por la superficie de metal, antes de que una luz verde lo iluminara cuando sus huellas dactilares fueron confirmadas. Acto seguido, el holograma de una pantalla apareció junto con un montón de números; iban del uno al cero.
—Por favor, ingrese la clave.
La voz robótica que pareció venir de la nada, provocó una sonrisa en Erwin. Rodé los ojos y, nuevamente, suspiré.
—Siete, siete, nueve, tres, ocho, cero —recité, al mismo tiempo que él pulsaba los números.
El collar se abrió al instante y cayó en las manos de Erwin.
No pude esperar más, así que me toqué la piel del cuello un par de veces, sin poder creer que ya no tenía ese metal alrededor de él. De alguna manera, me sentía libre; ya no cómo una mascota o algo parecido.
Pero, para ser sincero, no estaba tan alejado de lo qué en realidad era...
—Listo —dijo, mirándome con una sonrisa.
—¿Cuánto tiempo debo pasar aquí? —pregunté, mientras me ponía el suéter que Erwin había guardado para mí. Empezaba a hacer frío y mi cuerpo lo resentía bastante.
—Sólo unos días —explicó, al mismo tiempo que acomodaba una bufanda en mi cuello. No sabía excelente el por qué, pero a veces pensaba qué, más que ser un simple Titán, para Erwin era más como un hijo. Siempre cuidaba de mí y velaba por mi bien—. Hasta qué suceda lo qué deba de pasar.
El plan consistía en que, cada pareja de Alfa y Omega que había sido seleccionada, pasarían varios días juntos; totalmente a solas. Para eso, nos habían preparado las cabañas que no estaban tan lejos del campamento. De hecho, se encontraban justo en la parte trasera del castillo que nos servía como refugio. Se suponía que estaríamos en ese lugar hasta que tuviéramos el celo, y los alfas sintieran la necesidad de marcarnos; así la concepción se daría sin falla.
Porque sólo durante el celo, los Omegas Titanes éramos totalmente fértiles.
Hundí hasta la nariz en la bufanda y desvié la mirada hacia un punto muerto. Toda la jodida misión era una verdadera estupidez. No quería estar ahí; pero tampoco podía negarme. No cuando sabía cuales eran las consecuencias.
Lo único bueno, era que no necesitaría usar el collar durante todo ese tiempo.
—Oh, mira —habló mi adoptante, sacándome de toda cavilación mental, mientras señalaba hacia al frente con su dedo índice—. Ahí vienen.
Entonces, miré hacia adelante. Mike y su Titán se acercaban hasta nosotros a paso lento, sobre todo Eren. Sus heridas habían sanado también; ya no traía la venda en su rostro, sólo un pequeño parche negro —con el dibujo de un gato bastante curioso— cubría su ojo izquierdo. Además, en su mano derecha ya estaban los cinco dedos.
Sin embargo, no se notaba demasiado contento. Su ceño estaba todo fruncido y parecía estar lanzando un montón de maldiciones por lo bajo.
—Sentimos el retraso —comentó Mike, al llegar hasta nosotros—. Eren y yo estuvimos solucionando algunos problemas, ¿no es cierto?
Dicho eso, miró hacia el chico. Eren, al instante, gruñó, luego le enseñó los colmillos.
—Cuida tus modales, Eren —advirtió, moviendo un dedo al aire.
Eren soltó otro gruñido.
—No quiero estar aquí. Quiero ir a casa.
Mike suspiró con pesadez mientras se alborotaba el cabello.
—Ya hablamos sobre esto —dijo, sin más—. Es una orden directa del rey, Eren. No podemos negarnos.
—El rey puede besarme las bolas.
Erwin rió como si no tuviera demasiada importancia andar por ahí insultando al rey. Mike negó con la cabeza y soltó un suspiro. Yo, por mi parte, no pude evitar soltar un bufido para aguantar las ganas de carcajearme. Eren miró hacia mí, notó mi reacción y sonrió un poco.
—El vocabulario, Eren —regañó Mike, casi pareciendo cansado—. Cuida ese vocabulario.
El chico le enseñó los colmillos de nuevo, dándole a entender lo poco que le importaba.
Mi adoptante volvió a reír con más ganas.
(...)
—Bueno, supongo que es aquí donde nos despedimos —dijo Erwin, con pesar, una vez que habíamos llegado hasta la cabaña indicada.
Miré mis pies, como si fueran las cosas más entretenidas del mundo, negándome a aceptar aquello. Eren sólo gruñó por lo bajo, mientras desviaba los ojos hacia ningún lado en especial.
—Procura no hacer ninguna tontería, ¿sí, Eren?
—¿Qué podría hacer? —contraatacó, hastiado— Sé que si intento escapar abrirían fuego contra mí; lo tengo muy claro.
Mike puso una mano sobre el hombro de Eren. Él, para mi sorpresa, no se negó al contacto. En cambio, soltó un suspiro mientras apretaba los puños con fuerza, con toda la impotencia reprimida que sentía en ese momento.
—Lo lamento —dijo Mike, con sinceridad—. No hubo forma de negarnos, Eren. Intentamos hacerlos cambiar de opinión, pero nada funcionó —explicó, tomándolo por sorpresa—. Sé lo importante qué es una familia para ti; sé que eso te lo enseñó Carla...
Tras la mención de ese nombre, el ojo de Eren se abrió por completo, cubriéndose con aquel matiz dorado que advertía su transformación. Apretó los dientes con fuerza y, segundos después, bajó la mirada. Su cabello castaño terminó por cubrir su rostro, ocultando así todo rastro de sentimientos que pudieran haber en él.
De alguna manera, se notaba herido.
—No es justo... Sólo no es justo, Mike. No sólo nos usan como máquinas asesinas, ahora también quieren obligarnos a tener hijos para quitárnoslos luego... ¿Qué clase de vida es esa? —fue ahí, tras esa pregunta, cuando él decidió alzar la mirada. Su ojo estaba brilloso, repleto de lágrimas que se negaba a soltar. La imagen hizo que su adoptante tragara saliva por la fuerza— Sé que no somos nada para esas personas, más que monstruos creados por ellos mismos... Pero... pero también sentimos; ¡lo hacemos como cualquiera! Entonces... entonces, ¿Por qué los humanos nos están condenando a esta clase de vida...?
Mike no pudo decir nada, no tenía una respuesta clara para eso. Erwin tampoco, mucho menos yo. El silencio que se extendió me parecía más y más pesado tras cada pequeño segundo que pasaba, por lo que me dediqué a mirar mis dedos como si en ellos pudiera encontrar las respuestas que necesitaba.
Pero no había nada ahí.
—Quizá para ellos no sean nada más que unos monstruos —murmuró Erwin, rompiendo toda la tensión, ganándose muestras miradas—. Sin embargo, para nosotros, los que de verdad los apreciamos, son mucho más. Son nuestra esperanza; si seguimos vivos es por ustedes. Y les debemos muchísimo...
Eren apretó los puños. Hundí más el rostro en mi cálida bufanda, mientras chasqueaba la lengua. En el fondo sólo deseaba que más personas hubieran pensado como él.
—Supongo que debemos entrar ya, ¿no? —inquirí, de mala gana. Mi voz se ahogó cuando chocó contra la tela de la bufanda— Hace demasiado frío aquí.
Erwin sonrió y revolvió mi cabello. Solté un gruñido en desacuerdo mientras le enseñaba los colmillos, en una clara amenaza. El idiota parecía haber olvidado lo mucho que odiaba eso.
(...)
—Lo siento.
Fue lo primero que dijo Eren cuando nos quedamos solos en aquella cabaña, la voz le había salido pesada, casi colgando de un hilo. Pestañé, medio confundido, mientras volteaba a verle. Simplemente no entendía a qué venían sus repentinas palabras. Pero él no me miró de regreso, de hecho; perdió su ojo en el piso de madera, como si hubiera algo demasiado entretenido ahí.
La verdad, no conocía demasiado a Eren. Habíamos compartido un par de misiones, pero ni siquiera en esos momentos hablábamos demasiado; sólo cuando era estrictamente necesario. El contacto —íntimo o no—, entre nuestra raza, estaba prohibido. Sin embargo, Erwin me había comentando un par cosas sobre él. Por ejemplo; Eren era el mejor en su división y solía ser de gran ayuda en las exploraciones. No obstante, tenía problemas con el manejo de la ira —por eso mismo, a veces no podía controlar su transformación—, era bastante impulsivo y no solía acatar las reglas fácilmente.
Pero, aún con eso, los de arriba no se deshacían de el porque era un Alfa. De los pocos que habían en nuestra raza.
—¿Por qué? —pregunté, guardando mis manos dentro de los bolsillos de mi suéter.
Eren pateó una piedra invisible.
—Porque no creo ser capaz de cumplir con esta misión —confesó—. Si te causo problemas con eso, lo siento mucho.
Suspiré, apático.
—Yo tampoco quiero hacer esto. Eso de dejarme marcar y llevar crías en la barriga definitivamente no es lo mío. No me crearon para eso. —expresé, con pesadez, dejándome caer en el pequeño sofá que había en la sala. Eren siguió cada uno de mis movimientos con la mirada—. Pero no es como si pudiera hacer algo para evitarlo, ¿sabes? Nos están vigilando; ellos saben cada pequeña cosa que hacemos aquí dentro.
Tras esas palabras, señalé, con mi dedo índice, a un punto en específico. Eren pareció consternado durante un segundo, luego miró hacia donde estaba apuntando. Tras su espalda, en una de las esquinas más altas de la pared, había una cámara con una luz roja encendida. Era pequeña, casi invisible. Pero no para nosotros, teníamos una mejor vista que un simple humano.
El chico arrugó la nariz.
—¡Oh, perfecto! —exclamó, con verdadero sarcasmo, haciendo varios ademanes exagerados al aire. Parecía un niño pequeño enfurruñado— ¡Lo que faltaba! Incluso aquí dentro, no podremos tener privacidad —entonces, luego de fruncir el ceño en su totalidad, Eren se giró de regreso a la cámara—. ¿Qué es eso? ¿Son tan fetichistas qué quieren ver como un par de Titanes se aparean?
La cámara hizo un sonido bastante cómico, pero supe que fue una advertencia para Eren, en realidad. Pero al chico le valió; levantó el dedo medio de su mano hacia el aparato y le enseñó la lengua. Me pasé una mano por el pelo y solté un suspiro.
—Ya deja eso, niño —advertí, sin ganas—. Lo único que conseguirás será un castigo cuando salgamos de aquí.
Eren regresó la mirada hacia mí. Su ojo verde cambió de color, se volvió dorado y la pupila se rasgó justo como en su transformación. Acto seguido, dejó escapar un gruñido mientras me enseñaba los colmillos. Fruncí el ceño y también le lancé una amenaza, cuando siseé por lo bajo con mis orbes oscurecidos. No me importaba que él fuera un Alfa, simplemente no me dejaría intimidar.
Había enfrentado a tantos Excéntricos en mi vida, que él no era nada para mí.
—Quiero irme de aquí —gruñó.
—No eres el único —corroboré, sin dejar de mirarle—. Pero no se puede hacer nada. Lo sabes. Apégate a las órdenes, Eren.
Ante mis palabras, y el tono de voz que había usado, él lanzó un montón de maldiciones por lo bajo y miró hacia otro lado, totalmente impotente. Pestañeó un par de veces hasta que su ojo volvió a la normalidad, mientras se revolvía el cabello.
—Lo siento —se disculpó de nuevo, cuando pareció retomar su consciencia humana. Su mirada regresó hasta mí, llena de arrepentimiento—. A veces no me puedo controlar, y me desquito con todos.
—Lo sé. Pero al menos intenta controlarte aquí, no quiero tener problemas por eso después. ¿Bien?
Eren torció el gesto durante un momento, aunque luego asintió despacio. Caminó lentamente hasta mí y se dejó caer en el sofá también. Luego miró en mi dirección y me dedicó una sonrisa avergonzada.
Fue ahí donde noté que él olía bien.
Demasiado bien...
—Lo intentaré —prometió—. En caso de que no lo logre, tienes todo el permiso para golpearme, Levi.
Levanté las cejas.
—Oh, eso me gusta. Será una buena manera de sacar el estrés.
Eren rió a medias, pero ninguno de los dos dijo más. Perdí la mirada en la ventana que estaba cerca de la puerta de entrada y solté otro suspiro.
Esos serían unos días bastantes largos.
(...)
No estuve muy seguro de cuantos días pasaron después de eso, pero no habíamos logrado mucho en ese tiempo.
Eren y yo no hablamos más de lo necesario; simples saludos, comentarios escuetos sobre el clima y cosas que no tenían la mínima importancia. Tampoco podíamos pasar más de veinte minutos en una misma habitación, por más ridículo que sonara. Estábamos tan acostumbrados a la falta de contacto —entre nuestra raza—, que considerábamos todo eso algo prohibido.
Fue una noche cuando decidimos romper todo aquello. No supe exactamente cómo sucedió; quizá porque ambos estábamos aburridos, o porque sabíamos que, tarde o temprano, cuando el celo atacara, quisiéramos o no, compartiríamos algo más que simples pláticas.
Recuerdo que hacía mucho frío. De hecho, afuera nevaba como nunca antes lo había hecho.
Eren había encendido la chimenea con afán de resguardar su cuerpo del intenso frío que azotaba. Él estaba sentando en él suelo, sin embargo, había tendido también un par de cobertores gruesos en el piso, junto con un par de almohadas. Su mirada estaba perdida en las llamas, y abrazaba sus piernas contra su pecho mientras su cola, delgada pero con una mata de pelo castaño en la punta, se meneaba de un lado a otro con lentitud. Parecía como si estuviera un poco triste.
—Oye, ¿estás bien? —pregunté, casi sin pensarlo.
Eren, al escuchar mi voz, se giró un poco para verme. Su cola se agitó un poco más rápido, al mismo tiempo que una pequeña, pero triste, sonrisa se apoderaba de su rostro.
—Lo estoy —respondió, flojo, mientras dirigía sus ojos (ambos habían sanando por completo) hacia mí. No le creí nada—. Sólo... sólo estaba recordando a mi madre.
Salté en mi lugar ante la repentina respuesta y, durante un momento, creí hacerme quedado sin respiración. Se suponía que nosotros no teníamos familia, como tal. Nos hacían en un laboratorio, crecíamos en un útero falso; por eso, las únicas personas que nos cuidaban, desde que nacíamos, eran nuestros adoptantes. Ellos eran lo más cercanos a «padres» que podíamos tener.
Él notó mi reacción, lo que le llevó a sonreír un poco más. No lo hizo con burla, creo que más bien era ternura.
—¿Quieres escuchar la historia? —invitó, mientras palmeaba un lugar a su lado.
Mordí mi labio inferior y miré la manzana verde que traía en mi mano izquierda, como sopesando si era buena idea o no. Recientemente nos habían traído un poco más de comida: frutas, verduras y mucha carne —porque, siendo ambos animales carnívoros, nos fascinaba—. Decidí entonces, que no tenía nada qué perder. Quizá conocer a Eren un poco mejor, era buena idea.
Llevado por mis pensamientos, caminé hasta él y me senté a su lado. La cola de Eren se movió con más gracia y sonrió un poco más.
—Se llamaba Carla —empezó, desviando la mirada hacia la madera que crujía ante las llamas—. Ella fue mi primer adoptante; trabajaba también para la legión. Era muy buena soldado, ¿sabes? —su rostro demostraba demasiados sentimientos en conjunto— Nunca pudo tener hijos, por eso, cuando le dieron la oportunidad de criarme ella aceptó sin más. Y lo hizo durante diez años...
Eren hizo una pausa, su cola dejó de agitarse y su mirada se cubrió de tristeza durante un minuto.
—Viví muy bien a su lado. Carla era una buena madre, no sólo me entrenaba; también cuidaba de mí. Me enseñó muchas cosas: a valorar la vida, el respeto, mantener siempre la calma y obedecer órdenes sin importar qué... Sin embargo, de ella aprendí que una familia es importante; es especial. Es algo que debes cuidar con tu vida... como ella lo hizo conmigo.
Mordí la manzana y vi en la necesidad de tragarla por la fuerza. Estaba demasiado dulce.
—¿Qué sucedió con ella? —pregunté, tras otra mordida.
La sonrisa en su rostro tembló.
—La perdí... Aún cuando ella ya había contactado con la legión en busca de refuerzos, la perdí... —murmuró, a medias— Ocurrió cuando... cuando alguien dejó abiertas las puertas de María —dijo. Abrí los ojos, al recordar esa masacre—. Recuerdo que habían muchos excéntricos por todas partes. Intentamos escapar de ahí, pero... pero no lo logramos. Nos rodearon en la casa donde nos habíamos escondido... mamá intentó protegerme, pero de nada sirvió. Eran Alfas, cinco de ellos. Ella peleó hasta el final, recuerdo haberla escuchado gritar «¡Corre, Eren! ¡Vete, hijo!»
Aún sin darme cuenta, empecé a temblar cuando el comenzó a llorar. Las lágrimas corrían por su rostro sin darle tregua, mientras apretaba los puños con urgencia.
—No pude hacerlo, ¿sabes? Estaba como en trance. Jamás había visto a esos seres antes y estaba temblando de miedo, por eso no pude irme... Pero entonces... uno de ellos la atacó y algo parecido a la inconsciencia me cubrió. Sólo recuerdo haber visto sangre por todos lados, tripas y... el cuerpo de mi madre hecho trizas... —contó, con la mirada perdida—. No sé qué ocurrió exactamente, pero cuando Mike llegó a rescatarnos... Yo estaba transformado por completo devorando a uno de esos Alfas... De los demás sólo quedaron restos; me los comí a todos —él pasó saliva con dificultad—. «Las crías son lo peor», «Cuando se enojan son incluso más peligrosos que un Alfa o un Omega». Eso dijeron los científicos cuando explicaron mi comportamiento...
Hubo silencio entonces. No supe qué decirle. No sabía si era correcto decir «lo siento». Sólo pude quedarme ahí, mirando la manzana que aún tenía entre mis manos, buscando la respuesta.
—Lo lamento... —dije, con duda.
Eren encogió los hombros. Mastiqué otro trozo de manzana.
—No quiero cumplir con esta misión porque sea un capricho, o porque no te encuentre atractivo. De alguna manera, y aunque lleve poco de conocerte, me gustaría que tú fueras la madre de mis hijos —explicó, mirándome fijo y rascándose la barbilla, casi como si estuviera avergonzado. Me sonrojé, sin saber por qué—. No quiero hacerlo porque deseo que mis hijos sean libres; no quiero que les obliguen a llevar esta clase de vida. No quiero que para los humanos sean juguetes o mascotas. Y aunque sólo sea una fantasía, quiero tener una familia que sea sólo mía, ¿sabes?
—Te entiendo, pero... pero creo que no podremos hacer nada. No podemos negarnos, no podemos huir... sólo nos queda estar aquí y esperar...
Eren suspiró, luego me miró con una sonrisa.
—Bueno, al menos será contigo —comentó, tomándome desprevenido y limpiándose las lágrimas que habían quedado en sus ojos—. Te admiro mucho, en serio. ¡Eres el mejor soldado de nuestra especie! Y... pues, aunque no estemos del todo de acuerdo en esto, me agrada saber que serás la madre de mis hijos.
Ante sus palabras y por la sonrisa sincera que me dedicó, chasqué la lengua, en pleno ataque de vergüenza. Luego dejé la mirada en un punto muerto, no podía siquiera mantener mis ojos en él.
Sin embargo, sucedió lo peor.
La manzana que se dirigía a mi boca cayó al suelo sin poder evitarlo; simplemente resbaló de mi mano. Mis ojos se abrieron mientras sentía una revolución en mi estómago, que se regó hasta mi vientre en forma de un peculiar hormigueo que reconocí al instante.
«¡No! —gritó mi mente—. Aún faltan varios días...»
El cosquilleo aumentó deslizándose hasta mi entrepierna, mi respiración se hizo pesada y aquel conocido calor me invadió por completo. Me llevé una mano al vientre y ahogué un jadeo involuntario, mientras mi cola —que había aparecido de un momento a otro— se retorcía, por toda la incomodidad que corría por mi cuerpo. Aquello no estaba bien. No debía estar pasando. No aún...
—¿Estás bien, Levi? —preguntó Eren, aún sin notar lo qué sucedía.
«No, no, no, no... —repitió mi subconsciente— Se supone que llega en una semana más. Siempre he sido puntual...»
Solté un gemido cuando mi pene palpitó. Los fluidos que advertían mi excitación empezaron a escurrir desde mi ano, mojando mi ropa en el proceso. No, no, no. No estaba bien. No debía adelantarse; eso no era normal. No...
«Era una medicina para adelantar el celo, Levi» recordé entonces las palabras de Erwin.
Todo pareció tomar sentido en ese momento. Ellos debieron administrarme la medicina. Pero, ¿cómo, exactamente? Me quedé casi en blanco, no podía pensar con demasiada claridad. Respiré con dificultad y apreté el agarre en mi abdomen. Me quemaba por dentro; tan sólo podía desear qué un Alfa me tomara en ese instante.
Guiado por ese pensamiento, miré hacia Eren. Él se había quedado muy quieto en su lugar, sin embargo; sus ojos habían cambiado de color, volviéndose aquel par de joyas doradas. Entonces, su mirada se centró en mí y, cuando sus orbes chocaron con los míos, supe en ese momento que ya había captado mi olor. Le escuché soltar un gruñido profundo, haciéndome temblar de pura anticipación. Lo deseaba, lo deseaba tanto. Quería tenerlo enterrado en mi interior, que me tomara y dejara toda su esencia en mí.
—E-Eren... —alcancé a murmurar.
Ante mi llamado, él dejó escapar otro gruñido. Su cola se agitó con ansias y, antes de darme cuenta, ya se había abalanzado sobre mí. Quedé recostado sobre los cobertores mientras su cuerpo se ceñía sobre el mío y separaba mis piernas, acomodándose entre ellas. Sentí su dura erección chocar contra mis nalgas, haciéndome gemir mientras tiraba la cabeza hacia atrás.
—Hueles tan bien —susurró, en mi cuello, al mismo tiempo que simulaba una embestida. Jadeé y enterré las uñas sobre sus hombros—. Quiero marcarte; necesito hacerlo.
—Házlo, házlo ya —pedí, lleno de desesperación, mientras mi cola se enredaba alrededor de su brazo cuando él volvió a embestir. Estaba demasiado caliente, mi raciocinio se había apagado y el instinto empezaba a dominarme—. Ma-márcame, Eren. Te necesito... Quiero tenerte dentro.
Eren jadeó de regreso. Lo único que recuerdo, fue sentir sus salvajes labios chocando contra los míos.
La luz roja de la cámara se apagó.
La manzana verde quedó olvidada sobre el suelo.
.
Continuará...
.
N/A: ¡Feliz cumpleaños, Mikraller! ; A ; ojalá te haya gustado esta primera parte, prometo traerte la próxima lo más rápido posible (con lemmon zukulemtho(?) incluido) XD.
Y a todas las personitas que se tomaron su tiempo en leer, ¡muchas gracias! Ojalá también les haya gustado ; A ;
Espero que puedan dejarme un pequeño comentario. Siempre me alegran el día *o*
Tengan buen día :3
Lyne Diamond*
¿Review? *-*
