Antes de empezar, un gusto para mi poder escribir esto para ustedes, espero que les guste y bueno: esta historia esta planteada en un futuro de la historia de Skip Beat. poco a poco se ira desenlazando la historia y el eje pirncipal es la boda de María Takarada.
con mucho, este primer capitulo, cariño para ustedes.
-Una mirada llena de profunda pasión-
Sus ojos color ámbar recorrían rápidamente los titulares de la prensa: "La señorita María Takarada confirma su compromiso con el director italiano Nicol Coppola". –Mama… hay un hombre feo que me dice que guarde silencio…-dijo un niño tomándola de la chaqueta, mientras sus ojos no paraban de leer: "Dos más dos son cuatro y cuatro más dos son seis; el número exacto de estrellas que se esperan en el casa de los Takarada", "La libertad de uno se acaba cuando comienza la del otro; palabras de la señorita Takarada para la prensa". –Mami… - insistió el pequeño jalando la chaqueta sin conseguir la atención necesaria, porque su madre seguía absorta en los titulares: "Me enamore de su mirada; declaración de un romántico italiano" y "Un compromiso de cuentos de hadas, escrito con flores y firmado con una única pasión por el dinero".
La sonrisa de la mujer se desvaneció y tomo la revista que contenía el último titular leído. Pasión por el dinero. Sabia, por experiencia propia, que todos los cuentos de interés popular contenidos en ese montón de hojas engrapadas eran mentiras; simples y puras mentiras que tal vez, solo una vez en un millón de veces, podía llegar a contener cierta pisca de verdad. Mentiras. –Disculpe, quisiera comprar esta revista…- dijo al vendedor, tomando antes el articulo de su interés, para luego asomarse por el pequeño espacio formado entre el centenar de golosinas que habían en aquel kiosco ubicado en la esquina de una plaza infantil y entregarle la revista que quería comprar. Busco en su bolso y – ¿Recibe dólares?- agrego sacando un billete del bolsillo de su pantalón, levemente sonrojada al ver que no traía yenes. Antes de salir había traído un poco de dinero local, pero, ¿Dónde lo había metido si no era en su billetera? ¿Y su billetera? ¿¡Y sus documentos personales!? Mi billetera, la cámara, la agenda…–Kami-sama.- susurro para sí misma saliendo de aquella primera impresión. Miro a su hijo, quien se había sentado en la berma de la avenida ya que se había cansado de intentar llamar la atención de su madre, y le hizo una mueca preguntando qué había sucedido. –Un señor vestido de negro se ha llevado la princht y la billetera mientras mami miraba los artículos…- le comento y la mujer sonrió agotada para luego pasarse la mano por la punta de sus cabellos. – Intente decirlo, pero mami no me escucho.- agrego el niño inflando los cachetes al recordar la frustración de no ser tomado en cuenta.
Un profundo enojo se apodero del rostro de la mujer antes de suspirar e ir donde estaba sentado su pequeño de tan solo cuatro años. Acababan de llegar a Tokio y ya eran víctima de la grata hospitalidad de su ciudad. –Está bien, no hay nada por lo que preocuparse mi amor… perdóname por no haberte escuchado, ¿sí?- el niño asintió rápidamente, tomo la mano de su madre y se puso de pie para guiarla hasta los columpios y jugar un poco.
…
Las horas habían pasado, la fría corriente del invierno se había encargado de reflejar la respiración de madre e hijo durante la larga travesía que les había tocado caminar. El paseo fue largo, a medio camino el niño no aguanto más y la joven lo tomo entre sus brazos para luego pasar a cargarlo en su espalda. La noche se hizo presente en la ciudad y la travesía se convirtió en un bello paseo bajo los faroles, con juegos a caballito y canticos, hasta que llegaron a la gran entrada de la mansión Takarada. – ¿Mami, quien vive aquí?- pregunto el niño apegando su mejilla a la de su madre, sin obtener respuestas ya que esta parecía concentrada en otra cosa. Sus ojos estaban enfocados en una joven muchacha que estaba sentada fuera de la puerta de la gran casa. – mami, hay alguien ahí…- le susurro el pequeño como si fuera un secreto y su madre asintió levemente antes de bajarlo de su espalda para pedirle, con un dulce shh, que guardara silencio. –mami, pero hay alguien…-
La mujer de ojos ámbar suspiro con una sonrisa en su rostro y se agacho a la altura del niño. –mi amor, por favor… ahora, voy a tocar el timbre, ¿sí? Y quiero que guardes mucho silencio…
– ¿Por qué mami?
– Porque ahora somos espías…
– ¿Espías como si fuéramos el hombre araña?- pregunto y la madre asintió sin comprender cuál era el razonamiento lógico de aquella relación, sinceramente lo único quería era que el niño mantuviera silencio en todo momento. Ella no había programado llegar a aquella hora hasta ese lugar, pero el hecho del robo de su billetera la obligo a esto. Ella hubiera preferido llegar temprano, hablar con María acerca de su pequeño problema y luego participar alegremente en la fiesta sin inconvenientes o problemillas, pero, las cosas no habían salido como lo había planeado; incluso, traer con ella a su hijo tampoco estaba dentro de los planes, pero como no era capaz de dejarlo solo… tenía solo cuatro años; si una niñera de confianza no podía hacerse cargo de él, nadie más que su madre lo haría. – si mi amor, como si fuéramos el hombre araña. –comento antes de besarle dulcemente la frente y volver a hacer shhhhh…
Se puso de pie y antes de tocar el timbre escucho un fuerte –onee-sama… ¡Kyoko onee-sama!- de parte de la joven que antes había estado sentada fuera de la puerta de su casa. El rostro de la joven de dulces risos rubios dejo de estar empañado por tristeza, para permitirse sonreír como no lo hacía de hace tiempo. Un emotivo reencuentro y un fuerte abrazo sello aquel momento, hasta que María fijo sus ojos en la pequeña presencia que se escondía detrás de uno de los amplios pilares que marcaban la reja de entrada en donde se encontraba, en ese momento, Kyoko y ella. Lo miro atentamente dejando de prestar atención a las palabras de una onee-sama que explicaba el porqué se habían demorado tanto en llegar. Es pequeño, tiene los ojos de Kyoko-onee y… sonrió ante la idea de que el niño debía sentirse realmente como una cebolla, tenía tanta ropa encima que lo único que podía ver de él era el color de sus ojos. -… Kyoko one-sama, ese niño…
Kyoko miro a su lado buscando al pequeño y se sorprendió, soltando una encantadora risa, al verlo escondido tras el pilar de la gran reja. – Es un súper agente…- le secreteo a María quien asintió sin hacer mayores preguntas e involucrándose en el juego. Invito rápidamente a Kyoko a pasar y dejaron la reja abierta, la cual fue cerrada minutos después por un atrasado Kuon Hizuri, para que el pequeño súper espía les pudiera seguir el paso. Kuon no se sorprendió cuando vio a un pequeño niño escondido detrás del pilar de la entrada de la casa del presidente Takarada, incluso le pareció gracioso ver como un pequeño se esforzaba por jugar al aire libre a pesar del frio que hacia esa noche, pero, cuando se decidió a descubrir quién era; incluyéndose en el juego como otro súper espía, se llevo la gran sorpresa de ver los ojos que lo enamoraban en ese niño. Los mismos ojos. El pequeño tenía el mismo color de ojos que la mujer que había robado su corazón, y aun más, sin querer, en un acto descuidado del niño donde perdió su gorro a causa de una voltereta que se dio, pudo ver el rubio cabello del pequeño. Un rubio igual al suyo, un cabello que le recordaba su imagen de infancia, un chico que le recordaba sus inocentes juegos de espía secreto y aventuras, unos ojos que le provocaban el mismo sentimiento en su corazón que lo que sentia por la unica mujer dueña de su persona. Diablos… basta Kuon, no pienses más. Su mente estaba trayendo recuerdos pasados, momentos que había vivido hace cinco años atrás; momentos pasados que no volverían. Exacto, eso era, esos momentos no volverían… fijo sus ojos en el niño que ahora corría hacia la entrada, le siguió el paso y cuando el se giro para buscar al otro súper agente secreto, este le hizo un gesto de que "guardara el secreto; que no le digiera a nadie de su labor como agente secreto". El niño asintió y rápidamente corrió por el pasillo donde había escuchado la melodiosa voz de su madre reír junto al resonar de sus tacones.
Kyoko… el estaba seguro que esa voz era la de ella, pero, no. Basta Kuon Hizuri, deja de desenterrar recuerdos; no has venido para pensar, sino que para felicitar a María-chan por su compromiso y aceptar la propuesta de acompañarla en algunos preparativos para su boda. Ahora solo concéntrate en eso, no pienses en otras cosas, no pienses en otras personas y… ¡deja de pensar una vez por todas! … no pienses en esa mirada llena de profunda pasión, no pienses en los ojos de ese pequeño, no pienses en su color… no Kuon, no.
