La primera Navidad de Terry
-No estoy seguro de que sea un recuerdo. Tal vez solo sea algo que mi mente decidió inventar para tratar de sobrellevar el horror de mi niñez.
-De todos modos quiero escucharlo, Terry.
-No Candy, seguramente no es nada. Un invento de la mente de un niño perturbado.
-¡Terry! ¡Por favor! – se deshizo de las sábanas para sentarse a horcajadas sobre su esposo. A ella misma le resultaba muy extraño utilizar ese tono de súplica-chantaje, pero al colocar el rostro encima del pecho de Terry pudo escuchar el sonido que generaba su corazón latiendo demasiado rápido para ser una noche tan relajada y tranquila. Era evidente que ese recuerdo lo aterraba y emocionaba al mismo tiempo. Ella quería saber y el necesitaba contarlo – Quiero saber cómo pasaste tu primera Navidad.
-Te aprovechas porque sabes que no puedo negarme a un solo deseo tuyo – enredaba distraídamente un rizo dorado en su dedo- mi madre lloraba mucho por aquella época, es lo que más recuerdo. Debí haber sido un poco mayor que Julieta, pero mucho más joven que Alex. Ella lloraba, y el tipo alto e intimidante que de vez en cuando aparecía por la casa, le gritaba, y luego la volvía a abandonar, parecía ser el causante de su sufrimiento.
Recuerdo una pelea particularmente intensa, fragmentos, al menos. Ella le suplicaba que esta vez, pasara Navidad con nosotros, yo no entendía del todo qué significaba "pasar Navidad", pero para ella parecía ser algo muy importante.
-¡Ya sé que no deseas que te acompañemos! ¡Me queda muy claro que te avergüenza haber tenido un hijo con una americana y que nunca seré aceptada en la aristocracia de Inglaterra! Y para serte sincera ¡es algo que no me interesa! Pero Terry es tu hijo, ¡por favor Richard, hazlo por él!
Rcihard se fue, como siempre. Mamá se esforzaba por parecer "feliz" o al menos estable. Tomó sus últimos ahorros, desde que se supo embarazada había abandonado el teatro, mi padre no era atento con las visitas, mucho menos con la manutención; teniendo en cuenta su escaso presupuesto, hizo milagros para tratar de prepararme una respetable cena de Navidad. Recuerdo el olor, dulce, especias, el pavo se horneaba a fuego lento y el calor que emitía la estufa hacía un efecto contrastante y casi mágico contra el frío de la nieve que azotaba las ventanas. Yo ayudaba a mi madre en todo, o por lo menos trataba de hacerlo. Recuerdo muy poco de aquel pequeño departamento donde ella y yo vivíamos, salvo que la ventana de la cocina daba a la calle principal. Me quedé petrificado cuando lo vi. Una figura alta y oscura pegaba el rostro a la ventana. Estaba a punto de gritar cuando se deshizo de la bufanda que le cubría el rostro; la observaba, Eleonor era un desastre de harina y caramelo con el que trataba de adornar el pastel que acababa de sacar del horno. Él la miraba y sonreía, de una forma en que nunca lo había visto sonreír, hasta ahora, cada que acaricia el cabello de Julieta.
No tengo idea de cuánto tiempo se pasó observándola, a pesar de que el frío afuera debió de ser terrible, no me creas mucho, Pecosa, tal vez estoy exagerando. Pero cuando ella se percató de su presencia, su expresión fue asombro puro. Corrió, sin tener el cuidado de abrigarse para recibirlo en las escaleras de entrada y proporcionarle un beso al estilo Broadway al final del último acto.
El Duque llegó con dos maletas cargadas de regalos y varias botellas de vino. Al principio yo estaba un tanto renuente a aceptarlos, pero, Candy, eran tan bellos. No recuerdo el contenido de ninguno de ellos, solo recuerdo que brillaban, las envolturas brillaban, y el ruido que hacían al abrirlos me emocionaban y desesperaban al mismo tiempo.
Cenamos, ellos bebieron, yo jugué con mis regalos hasta que el cansancio me hizo caer dormido en algún lugar de la sala. Abrí los ojos cuando él me cargó. Me tomó en sus enormes y poderosos brazos y yo pensé que me encontraba demasiado lejos del suelo y la caída resultaría fatídica. Me aferré a su traje y él rió a causa de mi temor infantil, pero me llevó más cerca de su pecho y con ese gesto supe que jamás me dejaría caer. Al llegar a mi cama, hizo algo que hasta ese entonces nunca había hecho. Me dio un beso. Y fue la primera noche en mucho tiempo, que dormí sin escuchar el llanto de mamá.
Se quedó con nosotros por algunos meses, desayunos en familia, paseos por la tarde y noches frente a la chimenea. Al llegar la primavera dijo que daríamos un largo paseo, solo él y yo.
Me subió al primer barco con destino a Inglaterra, y no volvimos a ser una familia nunca más.
-Aun así, sigue siendo un buen recuerdo. Y una hermosa Navidad.
-¿Lo crees, Candy?
-Con el corazón.
-Ahora es tu turno. ¿Me contarás cómo fue tu primera Navidad?
-En otro momento mi amor, en otro momento.
