EVERYBODY HURTS
by Raquel
CAPÍTULO 1: GOKU
6:00 a.m.
Suena el despertador; estoy debajo de todas las almohadas y aún así puedo oírlo retumbar en mis oídos, como un estallido de ruidos ensordecedores. Chichi quiso que lo escuchara e hizo un buen trabajo.
Aún medio dormido, busco una salida entre las sábanas y apago el aparato con brusquedad. Mis ojos permanecen cerrados, pero aún así puedo sentir que éste cae al suelo, haciéndose pedazos. No me importa, ni temo la reacción de Chichi, pues ya he roto otros diez de la misma manera, y es prácticamente una costumbre el hacerlo.
Es agradable haber quedado nuevamente sumido en el silencio; sólo escucho mi respiración y el ruido que produce mi cuerpo al moverse entre las sábanas suaves y tibias. Me gusta este silencio, me gusta sentir la tranquilidad del bosque que rodea mi hogar; escuchar el canto de los pájaros, el sonido que producen las hojas de los viejos abetos al ser mecidas con el viento, y más allá, como un arrullo casi imperceptible, el sonido del río. Me gusta experimentar esta tranquilidad, esta perfección... me hace sentir mucha paz.
Hace mucho frío, así que escondo mi brazo nuevamente. Doy una vuelva en la cama, buscando el regazo de mi esposa. Su cuerpo es el más cálido de todos... una fuente inagotable de calor... mi refugio favorito en todo el mundo. Tanteo su lado de la cama, dándome cuenta que ella no está aquí, conmigo... Abro mis ojos con sorpresa y observo su lugar vacío.
La habitación está en penumbras. Observo más allá de las sábanas blancas y revueltas de nuestra cama, la ventana semiabierta. Las cortinas se agitan ligeramente con la brisa fría de la mañana, y puedo observar más lejos, en el lejano horizonte de mi querida Paozu Yama, al Sol ascender lentamente, desplegando majestuosamente toda una gama de rayos dorados resplandecientes como si fuese un regalo sólo para mí, deleite para mis ojos que, poco a poco, van perdiendo los restos del sueño. Frotó un poco mis párpados, al tiempo que bostezo y me estiro perezosamente. Hum, no me gusta despertar solo en la cama, ya se lo he dicho a Chichi en varias ocasiones, entonces¿por qué no está a mi lado¿Dónde puede estar a esta hora? Tan temprano.
Iré a buscarla, seguramente estará preparando el desayuno en la cocina, pero eso no me importa en estos momentos. Sonrió levemente al pensar en ella, en cuánto la quiero, en cuánto deseo estar a su lado y la espera se siente interminable... Quiero tenerla cerca de mí, estrecharla en mis brazos y darle su beso de los buenos días... me siento, y de un pequeño empujoncito logro ponerme en pie, sin embargo, caigo nuevamente sobre la cama, en shock.
Todo mi cuerpo tiembla de desesperación, cuando mi mente es nuevamente bombardeada con todos esos nefastos recuerdos... L-lo... lo había olvidado... ¿cómo pudo ser?... Chichi no está... Mi gran amor se ha ido... para siempre.
No puedo moverme, ni respirar, ni siquiera puedo pensar con claridad...
Por unos breves instantes siento que el mundo se detiene; nada existe, sólo el dolor y yo. Mis dedos entrelazan fuertemente las sábanas de la cama, hasta hacerlos sangrar, y siento que duelen, siento el líquido caliente manchar mis manos, mientras se desliza entre ellos... mi respiración se acelera, y un fuerte temblor recorre todo mi cuerpo inmóvil; cierro los ojos, incapaz de soportar por más tiempo el dolor, la pérdida del ser que más he amando en la vida... es simplemente insoportable. Y así, me quedo en igual posición algunos segundos, sin poder reaccionar... negándome a aceptarlo. Creo que mi pecho estallará de dolor... un sentimiento angustiante recorre todo mi cuerpo; hiela mi alma...
Y finalmente, como todo en esta vida, acaba. El reloj comienzo a mover sus manecillas nuevamente, recordándome que, aún sin ella, la vida continúa.
Puedo escuchar mi respiración entrecortada y esa terrible sensación de vacío que me llena, el frío que, la ausencia de Chichi ha dejado en mi corazón; todo se siente helado a mi alrededor, tan oscuro, tan solitario...
Ya ha pasado un año y aún así a veces lo olvido. Sueño con ella y despierto sintiendo que sigue a mi lado, pero esos sueños se sienten tan reales... siento que viene a verme, puedo oler su perfume y sentir sus manos suaves sobre mi pecho, acariciándome. Pero no es cierto... nada es real. Sin embargo, aún puedo sentir los vestigios de su delicada calidez en mi piel, sus tibios labios besando a los míos... su deliciosa presencia aún llena nuestra habitación.
Dios¡todo esto es una locura¿Estaré perdiendo la razón?
Ya no quiero... ya no soporto sentirla tan cerca, y saber que no está aquí... ya no lo soporto más...
Cierro mis ojos con fuerza, tratando de escapar de esta pena, a sabiendas de que todo intento de olvido será inútil, pero ingenuo, como siempre lo he sido, sigo intentando... trato de poner mis ideas en orden; asumir mi triste realidad.
Entonces, a duras penas, puedo volver a respirar normalmente.
Sacudo firmemente mi cabeza y golpeo mi mano en mi frente, agitando mis cabellos. "¡Tonto¡eres un tonto¡Siempre sucede lo mismo! Con razón Vegeta siempre me dice que soy un idiota... ¡Y es cierto!", murmuro para mis adentros, mientras busco mis pantuflas. Estaban debajo de mi cama, así que tardo un poco en encontrarlas.
No quisiera levantarme, pero me atemoriza quedarme nuevamente dormido. Soñar sólo para despertar a la verdadera pesadilla... a mi vida vacía y sin sentido. Si al menos pudiera vivir para siempre en mis sueños... pienso, inútilmente.
Me levanto y dirijo al baño. Al llegar, abro la llave del lavado y dejo que el agua caliente recorra mis manos, lavando la sangre que aún permanece en ellas. Ese calor se siente agradable, así que permanezco largo rato en la misma posición, nuevamente rodeado por ese silencio que ya no anhelo ni siento querido, observando al líquido caliente y espeso, disolverse y escapar entre mis dedos en finos hilos rojizos, junto al agua.
No sé cuánto tiempo transcurre, porque de alguna forma mi mente cae en una densa bruma, pero siento que levanto lentamente mis ojos y me observo en el espejo. La misma imagen, pienso dolorosamente... siempre veo la misma imagen... ¿cuántos años he pasado viéndome exactamente igual? Ya no puedo recordarlo... Aunque debo admitir que me veo realmente mal, totalmente demacrado. También estoy muy pálido, claro, como tengo tanto tiempo sin salir de casa... Pero, realmente es sorprendente ver que mis cabellos continúan siendo igual de azabaches que siempre y mi piel conserva el mismo color; no tengo ninguna cana, ni siquiera una arruga, y eso que Chichi ya tenía algunas en sus últimos años de vida... aunque ninguna de ellas había podido disminuir su belleza.
Y entonces, sucumbo a los mismos pensamientos... al mismo pesar.
No puedo evitar pensar que todo se debe a mi herencia saiyajin...
Siempre me he sentido un humano, y sé que lo soy. Jamás admitiré ser otra cosa que no sea un terrícola... pero mis sentimientos no harán cambiar lo que soy realmente. Mi cuerpo, mi metabolismo, mi sangre y hasta mis instintos... TODO es distinto en mí, y esto marca una gran diferencia entre mis seres queridos y yo... Mi raza, que es de la clase guerrera más poderosa del universo, también me condena a vivir más que a los humanos... Y yo siento esto como la peor de las condenas porque, quién sabe cuántos años tendré que vivir solo... sin mi esposa.
Y esta verdad golpea mi pecho con la fuerza de un Tsunami, día tras día.
Repentinamente, me siento débil y debo sostenerme fuertemente al lavado para no caer de rodillas al suelo, mi cabeza cae hacia adelante sin fuerzas; mi cuerpo ya no es el de antes, lo sé, tiemblo de pies a cabeza y mis brazos se sienten incapaz de sostenerme, a mí, a Goku, el super guerrero, el salvador no-sé-cuántas-veces-del-universo... sonrío débilmente, lleno de pesar¿de qué sirvió todo aquello¿las batallas, el dolor, la sangre...? Tantos sacrificios, el haber ofrecido mi propia vida en varias ocasiones para salvar a la Tierra; ¿de qué valieron tantos años de entrenamientos, si la fuerza del saiyajin más poderoso del universo no fue capaz de retener a su lado a su amada esposa? Ya no soy ni la sombra de ese Goku, alegre y jovial, lleno de deseos de vivir... si ella no está a mi lado, ya nada tiene importancia...
Suspiro, sintiendo alejarse al mareo. Me apoyo en la pared, sin fuerzas para salir de allí, preso de esta culpa que me carcome y me enloquece, esta culpa que me acompañará hasta el fin de mis días, por haberme ido, por haberla dejado sola cuando ella me pidió, NO, me suplicó que me quedara a su lado y no me marchara nuevamente de casa a entrenar con Oob.
Pero YO no le hice caso, simplemente cumplí mi voluntad, como siempre... sin pensar en ELLA, con la excusa, de que, lo hacía por el bien de la Tierra, para protegerla en caso de que surgiera algún nuevo enemigo, aún sabiendo que, en el fondo, lo hacía sólo por mí.
Por mi ferviente deseo de pelear... de aumentar mi fuerza; superar una y otra vez mis límites, llegar siempre más allá, y más allá... jamás conforme con los poderes que tenía, siempre deseoso de obtener más de mí, porque deseba saber hasta dónde era capaz de llegar.
Porque me gustaba sentirme el ser más poderoso del universo.
Porque cometí el error de pensar que ella siempre estaría esperándome, sin importar cuánto tardara en volver.
Je, pobre de mí, qué iluso fui...
Y sólo cuando Chichi me dejó, me di cuenta cuán equivocado estaba.
Y ahora confieso que su partida me tomó por sorpresa. Fue el golpe más doloroso que he tenido que enfrentar; más doloroso que cualquiera que me hayan dado Freezer, Cell o Boo. La vida da mucha vueltas, provocando siempre las situaciones más insospechadas... jamás imaginé que Chichi se iría primero que yo, a pesar de ser un saiyajin y ella una humana... ¡nunca lo pensé, nunca! Y es que... ¡fui YO el que arriesgó su vida infinidad de veces¡Fui YO el que combatió con los oponentes más fuertes del universo! Fui YO el que... el que... bueno, era lógico pensar que sería YO el que moriría y no ELLA¿no es cierto?... siempre lo asumí de esa manera, sin llegar a sospechar la posibilidad de que llegara a suceder lo contrario.
Y fue justo lo que pasó.
Irónico... La vida es cruelmente irónica e injusta. Ésa es la lección que me enseñó, la que no podré olvidar... Y bien aprendida, se ha quedado grabada para siempre en mi mente y en mi pecho.
Ya no quiero mirarme en el espejo, y recordar lo que soy... bajo mis ojos y noto que el lavado aún sigo abierto con el agua caliente, y ahora todo el baño ha quedado sumido en vapor de agua que sube hacia el techo, disolviéndose poco a poco. Esto no está bien, yo no soy así, tan melancólico, tan... triste, pero no puedo evitarlo. Si hubiese hecho las cosas de otra manera, si tan solo no me hubiese ido... Nah, la verdad, es que ya no sé qué estoy diciendo... ¡pero me enfurece pensar en tantas tonterías...¡Me provoca golpearme en la cabeza! Pero, es que, cada vez me cuesta más escapar a estos pensamientos. Es como si cada vez me encerrara más en mí mismo...
Eh, Goku, hombre¿hasta cuándo vas a reaccionar...¿Es que acaso me la pasaré todo el día pensando en lo que pudo ser y no fue?!
No, claro que no.
Sé que debo seguir adelante. Soy un guerrero y aún debo ganar cierta batalla antes de pensar en dejar este mundo para reunirme con Chichi.
Lo he jurado y pienso cumplir mi promesa.
Jamás pierdo una batalla y no pienso comenzar ahora.
Y así, con esta idea en mente, me obligo a tomar el cepillo de dientes y comienzo a cepillarme: es hora de volver a la realidad. Luego lavo mi cara, coloco la toalla en su lugar y salgo nuevamente a la habitación, ahora que ha pasado todo malestar físico. Bien... y ahora¿qué haré? Gohan vive regañándome porque no hago nada en todo el día. Vaya, si hasta parece que hemos invertidos los papeles, y él asumió el rol de padre protector y yo el del hijo indisciplinado y perezoso... ¡Ah, ya sé! Le diré a Pan que vayamos al río a pescar ¡Luego podríamos comer todos juntos!
Camino, dispuesto a tomar unos pantalones que quedaron sobre la silla de la peinadora y una playera; mis tenis están a un costado, pero me detengo a medio camino. Hum, creo que primero debería tender la cama¿no? Ya no recuerdo la última vez que lo hice... y es que no soy bueno para esas cosas del hogar. Soy un gran guerrero pero un pésimo ama de casa ¡Y vaya que es mucho trabajo! Me agota más limpiar la cocina, luego de haberla usado, que entrenar con Vegeta.
Pero a mal paso darle prisa... Llego al armario ¿Dónde estarán las sábanas? Arriba, sí, ya lo recuerdo.
Alzo mi mano y trato de tomar un juego. Un gran error de mi parte¡Todas caen sobre mí como una avalancha! Salgo debajo de ellas con gran rapidez y resoplo con disgusto. Ahora tendré que colocarlas nuevamente en su sitio... cosa que hago ¡Y qué bonitas me quedaron!... no lo hice nada mal¿eh? Cierro las puertas, esperando no tener que abrirlas en mucho tiempo. Volteo con alegría, dispuesto a culminar mi quehacer, pero mi frágil buen humor desaparece cuando noto que mis manos se encuentran vacías... ¡Olvidé apartar unas para poder usarlas!!
¡Maldición...!
Ay, bueno... allá voy de nuevo...
Esta vez cierro los ojos cuando trato de tomar unas. Busco con mi mano lo que deseo. Cuando los abro todo sigue en orden y yo he conseguido lo que buscaba sin generar ningún nuevo desastre.
¡Ufs Menos mal...
Camino a la cama y quito las sábanas usadas, que dejo en un rincón. Tomo las nuevas, dispuesto a extenderlas, aunque... Oh, Oh... tengo ligeros problemas, ya que quedo totalmente enredado en ellas¡como si hubiese caído en las garras de una serpiente! Pero no desespero. Ya estaba acostumbrado y es que... siempre suele pasarme... Respiro aliviado cuando finalmente puedo liberar mis manos y encuentro las puntas de la sábana. Inserto cada una de ellas en una de las esquinas del colchón, luego siguieron las almohadas y para rematar, el cobertor de flores que tanto le gustaba a Chichi.
Doy dos pasos hacia atrás para poder observar mi obra de arte terminada, mientras seco el sudor de mi frente. Eh... bueno... realmente ha quedado algo torcido el cobertor, pero no pienso arreglarlo; total, sólo yo lo veré y a mí no me importa ese pequeño detalle.
Bien, ahora que le cama está arreglada, la habitación en general se ve mucho mejor. Noto que mi gi azul está tirado en el suelo y lo recojo, dispuesto a guardarlo. Abro la puerta del armario, deseoso de esconderlo de mi vista. No quiero verlo, me trae muy malos recuerdos... Levanto mis ojos, la ropa de mi esposa sigue guardada igual a como la había dejado. Toco sus prendas con la punta de mis dedos y sonrío al recordar lo bien que le quedaba cada una de ellas... Mis hijos siempre me han dicho que debo deshacerme de todo. Dicen que verla me impide superarlo, olvidar... pero yo no puedo hacerlo ¡Sus cosas son lo más cercano que tengo de ella! Ojalá pudieran entender que vivir sin sus recueros me haría la vida más imposible. Yo no quiero olvidarla. Sé que nunca lo haré...
En ese momento siento unos leves golpecitos en la ventana. Mis labios se arquean en una gran sonrisa al sentir su ki; es fuerte, a pesar que es irradiado por su pequeño cuerpecito. Tiro el gial suelo del armario y luego de cerrarlo de un manotazo, giro para ver a una de las personas que más quiero en la vida, sonreírme a través del cristal con infinita ternura.
Por unos instantes nos quedamos allí, viéndonos el uno al otro, sonriendo, pero luego ella entra y corre hacia mí.
"¡Abuelito¡Abuelito!", escucho saludar a la niña, mientras se lanza en mis brazos.
Yo la tomo con alegría y la aprieto contra mi pecho ¡Mi pequeña viene a visitarme!
"¡Pan¿Qué haces aquí?!".
Ella me da un beso en la mejilla, y se abraza a mi cuello. "¡Vine a darte los buenos días!".
"Ya veo. Me alegra mucho verte pero... ¿tus padres te han dado permiso de salir?".
Sonríe como única respuesta.
"Hum, ya me lo imaginaba. La rebeldía corre por tu sangre". Retrocedo hacia la cama y me siento, colocando a mi nieta sobre mis piernas. "Siempre haciendo travesuras... Sabes que si sales sin avisar tus papás se preocupan mucho".
"Lo sé... pero, es que...".
Ella baja su rostro, como dudosa entre hablar y no hablar. "¿Uh¿Pasa algo malo, Pan...?".
"Te extraño mucho, abuelito... ya casi no salimos juntos, ni nos vemos. Y eso que vivimos cerca...".
La miro con ternura. Ahora todo está claro... la verdad es que no me he dado a la tarea de salir con ella en los últimos tiempos. "Perdóname. Sé que no he sido el mejor de los abuelos, pero te prometo que esto pronto va a cambiar".
"¿Lo dices en serio?!!".
"¡Claro¿Acaso alguna vez te he mentido?".
"No, claro que no ¡VIVA¡Eso me hace muy feliz!".
Verla tan contenta me hace recobrar un poco la alegría. Acaricio sus cabellos y detallo su rostro. Es tan parecida a su madre... y sin embargo, hay algo de Chichi en sus hermosos ojitos negros. Me observaba con tal dulzura que es imposible contener una sonrisa. Afortunadamente seguimos siendo tan unidos como siempre, a pesar que dejé de verla todo el año que alcancé a entrenar con Oob. Cuando regresé a Paozu Yama, temí que se hubiese alejado de mí... y menos mal que no lo hizo. Suficiente tenía con el resentimiento de Goten y la muerte de mi esposa, y si ella también me dejaba... pues, realmente no lo hubiese podido resistir. Me habría muerto de pura tristeza...
Al verme tan silencioso, Pan me jala del pijama, llamando mi atención. "¿Qué sucede, abuelito¿Estás enojado conmigo?".
"¡Para nada! Qué te parece si desayunamos¿eh?".
"¡SÍ¡TENGO MUCHA HAMBRE!".
Yo lanzo unas sonoras carcajadas al escucharla. Pan es la única persona que aún logra hacerme reír. "Lo suponía. Eres toda una saiyajin como tu papá y tu abuelo". Me levanto y la llevo en mis brazos. "Pasemos por la habitación del tío Goten. Tal vez quiera desayunar con nosotros".
"Claro¡Será divertido!!".
La habitación de Goten está al lado de la mía así que llego enseguida. Toco a la puerta, pero nadie responde. Lo intento de nuevo, pero es inútil. Finalmente la abro. Todo el lugar está en penumbras, pero esto no me impide notar que mi hijo menor no está y la cama se encuentra intacta. Suspiro con desilusión; otra vez ha pasado la noche fuera de casa... mi vista se fija en el suelo al tiempo que la tristeza vuelve a aflorar en mi interior. Mi hijo... mi pequeño... cada vez pasa más tiempo lejos de casa... lejos de nosotros, o mejor dicho, lejos de mí.
Cuando era un chico, llegué a pensar que habíamos superado todos mis años de ausencia. Sentí que habíamos llegado a ser realmente padre e hijo... pero fue sólo un espejismo que mi mente creó ante la imperiosa necesidad de tenerlo a mi lado, quererlo y tratar de recuperar tanto tiempo perdido... Luego, cuando creció, y se hizo un adolescente, me di cuenta que estaba equivocado; jamás pudimos sobreponernos a esos siete años que estuvimos separados. Y después, cuando murió su madre, nuestras diferencias se convirtieron en un abismo tan grande y profundo que ahora, aunque utilizara todas mis fuerzas o por más alto que gritara, él ya no puede escucharme... nunca me perdonará que me haya ido sus primeros años de vida, y mucho menos que tomara la decisión de marcharme nuevamente con Oob, dejándolos solos... con toda razón. Si yo mismo no logro perdonarme¿cómo lo va a hacer él? Aunque en mi corazón aún sobrevive una leve esperanza de que, algún día podamos volver a ser una familia.
Cierro nuevamente la habitación, y sigo caminando por el pasillo que me separa de las escaleras. Pan se ha recostado en mi pecho sin decir nada más. Es una niña pero tiene la gran cualidad de entender cuándo las palabras sobran, afortunadamente para mí.
Llegamos a la cocina y la dejo en un taburete mientras me dirijo al refrigerador. "Veamos... ¿Qué te gustaría comer? Hay leche, pan, huevos, cereal, frutas...", le pregunto, sabiendo bien cuál será su respuesta. Je, siempre come lo mismo. Afortunadamente, Videl se encarga de hacer las compras de ambas casas, así que siempre tengo la despensa repleta, como todo buen saiyajin debe tenerla.
Ella junta sus manos y responde con alegría. "Quiero... quiero... un enorme tazón de lechita con cereal y... ¡y muchas fresas!!".
"Buena elección". Aunque, cuando la pequeña responde, yo ya tengo el tazón lleno de cereal y leche. Tomo las fresas más frescas que encuentro y las lavo, las corto en trocitos y las pongo en el plato.
Pan levanta sus brazos emocionada cuando dejo el rico festín en la mesa. "¡Ah, muchas gracias, abuelito¡Se ve muy rico!", exclama, dispuesta a comer con todas sus ganas. Sus manos se lanzan como fieros torpedos sobre su presa.
"Eh... eh... eh", la detengo, justo a tiempo. "¿No crees que olvidas algo, jovencita?", le pregunto, mostrando la cuchara que sostengo en mi mano.
Al verla, aparta sus manos rápidamente y se sonroja. "Es verdad... je, je... lo siento mucho", alza su mano y toma el cubierto. "¡Ahora sí!!".
Me siento a su lado, observándola con sumo placer. Ella comienza a comer tan deprisa que realmente no entiendo cómo no se atraganta en ningún momento. Otra cualidad de los saiyas que yo conozco muy bien.
"¿No piensas comer?", me pregunta, con la boca llena.
"Luego, luego, linda", le miento, pues no tengo hambre.
"Estás muy flaco... ¡Si sigues así vas a desaparecer!", me reprocha, con gran seriedad.
Yo sonrío y coloco una mano detrás de mi cabeza. "¡Oh, vamos, Pan! Eres una exagerada... si no estoy tan mal...".
"Pan tiene razón".
Una voz sumamente conocida por mí, apoya a mi nieta. Volteo mi rostro y sonrío cuando veo a mi hijo mayor parado en la puerta. No he sentido su presencia, así que no tenía idea de cuánto tiempo lleva escuchando nuestra conversación. Hay seriedad en su mirada, pero finalmente responde a mi sonrisa con otra igualmente cálida.
