La joven de la capa roja

Shingeki no Kyojin pertenece a Hajime Isayama, esto es escrito sin fines de lucro y a modo de tributo al autor y a los fans de su trabajo.


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El polvoso camino parecía casi llegar a su fin. El viaje había sido muy largo y cansado. Trasladarse de la ciudad de Rose hacia del pequeño pueblo norteño de Trost había sido una faena interminable. Sacó un inmaculado pañuelo blanco con el cual enjuago el sudor de su frente al distinguir la entrada al pintoresco pueblo.

Su llegada había sido fijada para la próxima semana, pero al rehusarse a viajar en carruaje y al hacerlo limpiamente como jinete se había ahorrado esa pérdida de tiempo. Lo único malo que conllevaba aquel adelanto es que nadie le esperaba antes.

—Debo de encontrarme con el comisario según esta nota— Leyó una misiva que sacó de entre sus ropajes— La duda aquí es saber dónde se encuentra la comisaría— Tiró de las riendas de su blanca yegua para indicarle que parara. Bajó del caballo y acariciando su cabeza le dijo—Ahora caminaré, espero que pronto podamos instalarnos para que descanses como se deba.

El crepúsculo estaba por llegar y le preocupaba de sobremanera el no encontrar un lugar donde hospedarse, todo indicaba que un pueblo tan pequeño y tan poco habitado no podría darse el lujo de tener un hostal.

El lugar se encontraba desolado, uno podía imaginarse que era uno de esos tantos pueblos fantasmas que inundaban aquella comarca pero, el arreglo impecable y buen estado de casas y locales decía todo lo contrario.

Ninguna alma se apareció en su camino, era como si todo el mundo se hubiera encerrado a piedra y lodo.

Suspiró resignada, esa noche la pasaría acampando en el bosque, tal vez al día siguiente tendría mejor suerte. Se dio la vuelta dispuesta a regresar por donde había llegado cuando sintió un golpe agudo en el hombro. Escuchó el ruido de un objeto dando de lleno al suelo. Se giró asustada y se topó con una roca ¿Quién le había arrojado ese objeto?

— ¡Hey! Por aquí— Escuchó una aguda voz de niño.

— ¡Quien anda ahí!— Gritó tomando la roca entre sus manos— ¡Eso dolió!

—No grite por favor, no es prudente— Un joven rubio salió desde una casa, había arrojado la piedra desde una ventana. Con rapidez la tomó de la mano y la jaló en dirección hacia donde había salido.

—Oye ¿Qué pasa?

—Tenemos que darnos prisa, pronto va oscurecer y no es bueno quedarse afuera con la luna así.

— ¿Así cómo?— Desvió la mirada hacia al cielo, aun no estaba totalmente oscuro pero la luna ya podía distinguirse. Se veía enorme y brillante. Recordó que ese día sería el primero de luna llena— ¿Qué peligro podría tener la luna llena? Es un proceso completamente natural.

—No puedo decírselo ahora, por favor, por lo que más quiera entre—

La joven paró en seco justo en la puerta de la casa, observó de pies a cabeza al chico. Era de baja estatura, complexión frágil, rubio y con enormes ojos azules, aparentaba unos quince años ¿Qué peligro podría tener un adolescente?

—Por favor entre— La miró con ojos suplicantes— Yo no puedo explicarle nada pero, mi hermano mayor podrá hacerlo en cuanto llegue, está en su rondín vigilando que todos cumplan con el mandato y el que usted se quede afuera viola una regla.

— ¿Qué pasará con mi yegua? Está cansada y hambrienta.

—Me haré cargo de eso, ella puede quedarse con el caballo de mi hermano en nuestro establo— Le arrebató las riendas y empujó al animal detrás de la casa. Minutos después volvió corriendo— En el establo tendrá comida y agua ¿ahora puede venir conmigo?

—Está bien, pero antes, tengo que saber mínimamente tu nombre.

—Me llamo Armin Arlete— Tambaleó nerviosamente.

—Mucho gusto Armin— Sonrió extendiendo su mano amistosamente— Yo soy Hanji Zoé— El joven aceptó el saludo inseguro a lo que la mujer le dio un fuerte apretón.

—Ahora entremos— Indicó con la mano la entrada.

Una vez resguardados cerró con varios candados la puerta y la atracó con una silla.

Son muchos cuidados ¿no lo crees?

—Créame, son pocos

— ¿Qué puede haber afuera para tomar tantas precauciones?

—Lo siento, ya le dije que yo no puedo hablar de eso, solo los mayores están autorizados para ello— caminó a un pequeño comedor en donde le ofreció una silla— Tome asiento, mi hermano no debe dilatar.

Hanji aceptó la invitación de Armin y se sentó en la silla. Dio un rápido vistazo a la casa. Era pequeña pero sumamente acogedora. Había una chimenea en el centro de la habitación, una pequeña olla burbujeaba al fuego que desprendía una agradable olor, justo en la esquina una repisa lleno de libros junto a la puerta captó su atención.

— ¡Tienen unos libros interesantes! ¿Podría hojear alguno?

— ¡Eh! Sí, adelante por favor.

La mujer se puso de pie feliz, tomó el libro que llamó su atención desde que posó sus ojos en el lugar. Un viejo ejemplar de herbolaria llegó a sus manos. Como era su costumbre se dejó llevar por la lectura, tanto al punto de que no se percató cuando unas duelas del piso se levantaron, dejando entre ver un túnel del cual un hombre rubio y muy alto emergió.

—Armin ya llegue, perdona la demora cenaremos en un momento, Mike tuvo unos problemas para encerrar a todas sus ovejas y tuve que ayu…— Las palabras le expiraron al encontrarse a un extraño en su casa.

Vio de espaldas lo que le pareció un hombre, llevaba bajo sus hombros una llamativa caperuza roja sangre, algunos mechones de alborotado cabello caoba se alzaban en su cabeza de forma graciosa y descuidada.

— ¡Hermano! Qué bueno que llegaste, encontré al señor afuera hace unos minutos. No sé si hice bien en invitarlo a pasar— Vio exacerbado a su hermano mayor esperando la respuesta de su acción.

—Hiciste bien Armin— Acarició su cabeza— Disculpe, buen hombre.

Hanji volteo un segundo y observó al recién llegado. Era un hombre apuesto, sus ojos azules y cabello rubio le recordaban al chico.

—Soy mujer— Volvió su vista a las páginas del libro, terminó de leer el párrafo que le interesaba, cerró el libro y lo colocó en su sitio.

Caminó hacia los hermanos y extendiendo la mano se presentó al hombre

— Mucho gusto, mi nombre es Hanji Zoé, la nueva maestra del pueblo.

—Disculpe la confusión señorita, es que con esa ropa yo…— Estaba verdaderamente apenado por la confusión.

—No hay problema, mi intención era la de parecer un hombre, viaje sola de Rose hasta aquí y los caminos no son nada seguros, mucho menos para una mujer— Le sonrió disculpándose.

—Ya veo, muy ingenioso de su parte, a Armin y a mí nos engañó por completo— Aceptó el saludo— Mi nombre es Ewrin Smith, soy el comisario de Trost.

—Mucho gusto ¡pero vaya! Tienen apellidos diferentes, pensé que eran hermanos— Arqueó una ceja algo desconfiada.

—Bueno— Miró tiernamente al joven— No somos hermanos de sangre, adopte a Armin desde que era muy pequeño, pero nos queremos como si hubiéramos venido de la misma madre.

—Que generoso de su parte, por como habla Armin de usted puedo darme cuenta de la gran admiración que siente por usted.

—Gracias— Ambos rubios de sonrojaron.

—Qué suerte la mía, justo estaba buscando al comisario. La nota que me enviaron dice que tenía que buscarlo, usted será el encargado de guiarme.

—Sí, esa es mi encomienda, solamente que la esperábamos la semana próxima y mucho me temo que no tengo totalmente resuelto ese asunto.

—Creo que no debí apresurarme tanto entonces— Bajó la cabeza desanimada.

—Pero eso no significa que no podríamos arreglarnos. La escuela aún no está terminada, eso no lo podemos cambiar, pero puede quedarse aquí en lo que arreglamos el asunto de su casa. Tenemos una habitación extra que pertenecía mis padres, y soy soltero así que no le rindo cuentas a nadie.

Hanji dio un pequeño saltó de alegría, por lo menos tendría una cama y no volvería a pasar la fría noche acampando

—Sólo esperemos que al conde no le moleste esto, es muy rejego a cambiar sus planes.

— ¿El conde?

—Sí, él fue quien la mandó traer y quien cubrirá sus honorarios. Tendremos que verlo mañana, aunque hoy es luna llena y puede que no esté de humor.

—La luna llena— Susurró y recordó todo lo que había hecho Armin— ¿Por qué tanto miedo a la luna?

— ¿Qué le parece si hablamos después de cenar? se ve cansada— Trató de postergar desesperado la conversación.

—No, prefiero de una buena vez saber que pasa, si voy a vivir en este pueblo tengo que estar enterada de todo.

Erwin le hizo una seña a Armin, éste corrió rápidamente al fuego y destapo la olla. El delicioso olor embriago la nariz de la joven, lo que le recordó lo muy cansada y hambrienta que estaba.

—Es sopa de hongos silvestres, receta de mi madre— Dijo Armin feliz al ver que el plan se su hermano daba frutos.

—También tenemos pan recién horneado y leche fresca— La tentó más el hombre sacando unos platos de un estante y acomodandolos sobre la mesa.

— ¡Está bien! No tienen porqué seguir siendo tan crueles, cenaremos y luego hablaremos— Gritó apretando los puños totalmente desesperada.

La cena fue tranquila, hablaron de los habitantes del pequeño pueblo y de lo tranquilo que era. Zoé les habló de su vida en la gran ciudad de Rose, de sus planes para la escuela y de lo emocionada que estaba.

— ¿Eres galesa?

—Quiero enseñarles a los niños a hablar francés.

—Los ojos de Armin se iluminaron completamente

— ¿De verdad?— Saltó con alegría de la mesa.

—¡Claro!— Le sonrió sirviendo un poco más de sopa en su plato—Se ve que te mueres de ganas por aprender.

— ¡Sí!— Tengo un libro que me gustaría poder leer, pero yo no sé francés y mi hermano conoce muy pocas palabras— Salió corriendo en dirección al librero del cual tomo un pequeño librito y con sumo cuidado de lo dio a Zoé.

— ¡Ah! Es un libro de poesía— Lo ojeo feliz— Si estás dispuesto mañana mismo puedo enseñarte para que puedas leer cuanto antes.

—Sí, eso sería muy bueno.

—Armin— Lo miró seriamente— No seas tan egoísta, empezarás clases con todos los demás en el momento en que el conde lo disponga.

—Otra vez ese famoso conde— Pensó

—Erwin se percató de que había hablado de más, moría por darse un golpe en la frente, pero eso haría aún más evidente que tratada de ocultar algo.

—Muy curiosa su capa roja señorita Zoé— Atinó a decir al ver el objeto que colgaba del respaldo de la silla.

—Es un regalo de mi abuela— Tomó una cucharada de sopa empezando a olvidar el tema del conde— Me dijo que me protegería de los demonios. No es que crea mucho en eso, pero regalos de gente que ya no están se vuelven invaluables.

—Tienes mucha razón.

La chica sitió como poco a poco sus fuerzas se mermaban, había pasado un largo viaje y el hecho de estar en una casa le era tan reconfortante que su cuerpo pedía a gritos alivio. Una vez retirado el plato dejó caer su cabeza en la mesa totalmente vencida por el sueño.

—No existe mejor somnífero para un cansado viajero que una buena y caliente comida casera— Dijo Erwin depositando a la mujer sobre una cómoda cama— Caramba Hanji, no sé cómo te voy a explicar lo que pasa, espero que puedas comprender nuestra situación.

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Mi primer intento formal en el género erótico no me dejó conforme, espero que con este mejore mi narrativa y pueda hacerlos sonrojar aunque sea un poco, no hay peor lucha que la que no se hace.

Nos estaremos viendo entonces, no planea alargar mucho la historia.

¡Gracias por leer!