Disclaimer. Sailor Moon y sus personajes son propiedad de Naoko Takeuchi.
ENDIMIÓN
Por Saori-Luna
I. PRÍNCIPE
Cuando estaba en la Tierra, en realidad no se sentía como un príncipe, sólo en aquellos momentos en que estaba en reuniones en la Corte, o en aquellos en que iba a Eliseo y Helios no dejaba de llamarlo por su título.
En las demás ocasiones él sólo era uno más dentro del grupo, uno de los oficiales que entrenaba duramente para poder defender a su gente en caso de necesidad, uno de los trabajadores que ayudaba alegremente a los ancianos a recoger la cosecha, uno más en su grupo de amigos que sólo quería ser feliz con la chica que le gustaba.
Era curioso, porque se suponía que el tiempo a su lado debería hacerlo sentir más como un príncipe, estando siempre en sus atuendos reales, y rodeados de la Corte del Sistema Solar, pero Serenity era capaz de hacerlo sentir lo más normal posible.
Estando con ella sólo era un joven enamorado más, que quería hacer todo lo posible para ser feliz.
Se preguntaba si alguna vez podría ser así de normal como se sentía.
II. GUERRERO
Había sido ella quien lo había lanzado a la batalla.
Sólo había tenido sospechas antes: encontrarse heridas que no recordaba haberse hecho, sentirse muy cansado y con sueño, como si no hubiera dormido en toda la noche.
Pero desde esa noche en que Sailor Moon se había transformado por primera vez, las cosas habían empezado a aclararse en su mente. Era su princesa quien lo llamaba, era por ella que hacía todas esas cosas, sin pena siquiera de convertirse en un vulgar ladrón, sin miedo a quedar atrapado en esas extrañas batallas en las que participaba la guerrera de la Luna.
Sabía que era por ella que luchaba, y por eso le había confundido comenzar a preocuparse cada vez más por Sailor Moon, y por Serena Tsukino en su vida real.
Ahora sabía que al corazón no se le podía engañar.
Desde un principio había sido ella.
Ahora que tenían una vida relativamente normal, era ella.
III. REY
Seguía siendo ella.
Milenios después, batallas después, una hija después.
Ninguno de los dos seguía siendo el mismo. Él abrazaba su rol como rey de una forma en que nunca lo había hecho como príncipe ni como guerrero.
Estaba mucho más sumergido en las decisiones diarias de la Corte del Milenio de Plata.
Sentía que se había convertido en su padre.
Porque sin dudarlo, el papel que más disfrutaba era el de padre.
No podrían haberla llamado mejor, la pequeña Serena era en verdad una versión adorable de su madre, ¿ cómo no amarla? Y sin embargo, cuando veía esos pequeños rasgos que tenía de él, sentía que su corazón ya no era en absoluto suyo.
En esos momentos Serena le sonreía, como diciéndole "te tiene completamente en sus manos".
Pero en realidad, era ella quien lo hacía.
Desde el principio y hasta el final, siempre sería ella.
FIN
NOTA DE LA AUTORA: Hace mucho, mucho no disfrutaba escribiendo una historia; de hecho, hace mucho, mucho no escribía una historia, y sé que esta es muy corta. Parte de la alegría de escribir viene de cuando escribes para otros, Ouji-sama, en tu día, esto es para ti. Tanjoubi Omedetto!
