Hello este es un regalo para la linda Mariel ^^ Ya lo leíste, pero espero que no te importe que lo publique xP

Advertencias de siempre. Ah! y de por si hay un gran cambio en relación con los tiempos de escritura en medio del fic. Me disculpo de antemano por ello. Y sipis quizas es algo raro, pero creo que entendible.

Nada termina como empieza.

No supo en qué momento las cosas cambiaron hasta llegar al punto en el que se encontraba ahora. Se suponía que iba a ser una broma, una pequeña broma inocente de la cual podría disfrutar en las reuniones para burlarse del inglés. Sólo sería eso… una broma.

Tony le había dado algo para lograr su cometido, un pequeño polvito el cual llevaría al rubio de grandes cejas a un estado entre el sueño y la consciencia. Lo maravilloso de aquella cosa era que al mezclarlo con comidas o líquidos no se distinguiría o cambiaría los sabores. Aunque si se hablaba de sabores no se tenía que preocupar mucho, después de todo se trataba de Inglaterra.

Ahora lo importante del asunto era el momento en que colocaría aquel polvito de color blanco. No tuvo que esperar mucho para que se presentara una oportunidad. En realidad, ni siquiera buscó una oportunidad, se la hizo el mismo. En un fin de semana cualquiera fue a visitar al inglés. Era Estados Unidos, el gran Estados Unidos y podía ir a donde sea y cuando quisiera ¿Quién le negaría algo?

Cuando vio la cara confusa del rubio ensanchó su sonrisa al pensar en lo que tenía preparado. Entró sin pedir permiso y se acomodó en un sillón de color negro, sus maletas se encontraban tiradas en algún lugar de la casa.

Inglaterra como siempre comenzó a retarlo por quien sabe qué cosa, de seguro algo sin importancia ¿Por qué el inglés se estresaba tan rápido? Definitivamente debía disfrutar más de la vida.

Vio como el rubio tomaba sus cosas y las subía a su habitación, sólo suya y de nadie más, sin más se dirigió a la cocina para preparar un té con aquel polvito al inglés. Nuevamente vio la mirada de sorpresa por parte del otro, mas para su deleite comenzó a beber de aquel líquido. Inglaterra nunca rechazaría un té, por mucho que alegara de lo mal que sabía al ser preparado por un norteamericano idiota, o Git como le gustaba llamarlo a veces.

Hablaron por un momento y lentamente el inglés fue cerrando los ojos para luego apoyarse en el sillón, el polvito ese había hecho efecto. Al principio se preocupó, se suponía que estaría dividido entre el sueño y la realidad ¿Por qué parecía que estaba más dormido que despierto?

Sin querer pensarlo mucho fue por unos lápices, algunas ropas chistosas, entre otras cosas para complementar su broma y la cámara. Tomaría una foto para burlarse un rato de aquel inglés gruñón. Sonrió de sólo imaginarlo.

Lo acomodó en el sillón, estirándolo en el mueble para así resultarle más fácil conseguir su objetivo. Ensanchó la sonrisa observando el rostro pacífico del inglés y de pronto no podía quitarle la vista de encima. ¿Qué estaba sucediendo aquí?

Dejó la cámara y lápices en el suelo mientras sus ojos continuaban fijos en el rostro pacífico del inglés. ¿Hace cuánto tiempo en que no disfrutaba de aquella expresión tan tranquila y pacífica? Sintió deseos de tocarlo, pero se contuvo. Tuvo miedo de romper tan maravilloso cuadro, por lo que sólo se limitó a observarlo en silencio.

No se le escapó nada de aquel rostro, lo observó detenidamente percatándose en cada detalle del inglés. Lo observó hasta que el efecto del polvito terminó e Inglaterra se despertó, se sonrojó al notar su mirada y luego se retiró de la habitación diciendo que ya era hora de comer. No se dedico a pensar mucho en lo que había hecho, al fin y al cabo el debía salvar su persona cuando se trataba de la comida de Inglaterra.

Nuevamente en su país se dedicó a pensar en lo que había hecho. No lo comprendía o no quería comprenderlo. Se suponía que debía haber rayado aquel rostro dejándolo de la peor forma posible, haber sacado muchas fotos y luego amenazarlo con publicarlas a todas las demás naciones o algo por el estilo. Inglaterra tendría que haberle rogado y luego él le pediría ir a comer al McDonald's para así no publicar semejantes imágenes. El inglés hubiese aceptado y así habrían pasado una gran y tranquila tarde juntos.

Y si tenía suerte quizás hubiese visto aquella hermosa expresión que vio mientras el inglés dormía, tal vez incluso tendría más suerte y vería una sonrisa como las que le dedicaba el inglés cuando era una pequeña colonia y le hacía saltar de alegría al verlas.

Sus pensamientos se detuvieron luego de aquello y se congeló cuando una extraña idea comenzó a invadir su mente y un cálido sentimiento muy oculto en su interior empezaba a renacer. Un poco asustado se fue a hacer otra cosa para despejar su mente, pero luego de muchos intentos, juegos de consolas, pláticas con otros países e incluso ayudando a Tony en sus cosas no pudo eliminar el sentimiento.

Aquello siguió por algunos meses. Intentó negarlo, olvidarlo e incluso enterrarlo en lo más profundo de su ser, mas llegó a la conclusión de que necesitaba ver nuevamente aquel rostro para estar tranquilo.

Necesitaba ver aquella bella expresión de su Inglaterra.

Tony le dio más de aquel polvo, pero luego comenzó a hablar de algunas consecuencias ante algún exceso de consumo del cual apenas escuchó. Vamos, las naciones no caen por unos simples polvitos para dormir, tal vez un humano cualquiera sí, pero no una nación.

Tres meses luego de su última visita el rostro sorprendido de Inglaterra le hizo sonreír, pero esta vez de otra forma y con otros sentimientos al verlo. La rutina se repitió y nuevamente tenía al inglés dormido en el sillón.

Lo observó como la primera vez y como si fuera la última. Lo observó pensado en lo hermoso que era, en lo mucho que lo había querido cuando era su colonia, en lo mucho que lo quería cuando se independizo, en lo mucho que lo quería cuando lo volvió a ver. Si, lo quería, lo amaba… lo deseaba.

Levantó la mano acercándola lentamente a aquel rostro, pero se detuvo. Así no debía ser. Llevó una mano hasta su propio rostro, tratando con ello de calmar su frustración y maldiciéndose por despertar aquel león dormido.

Maldijo el día en que se le ocurrió hacer semejante broma.

Sus azules ojos continuaron fijos en el rostro del inglés, lentamente fue bajando la vista topándose con el cuello y un poco más abajo en donde el pecho subía y bajaba lentamente en señal de estar relajado.

Igual como en su infancia Inglaterra dormía tranquilamente sin rastro de preocupación en aquel perfecto rostro. Porque para Estados Unidos era perfecto, con sus cejas, con aquellos ojos color esmeralda, sus pestañas, sus mejillas, el color de su piel… sus labios, su cuerpo. Todo… Inglaterra era perfecto para él.

Lo devoró con la mirada hasta que el otro se despertó y con la misma excusa se retiró de aquel lugar, dejando a Estados Unidos con ganas de más.

Aquel ritual se fue repitiendo por años. A veces se preguntaba si Inglaterra no dudaba de sus visitas, ¿Acaso no se extrañaba que siempre se quedara dormido cuando lo iba a visitar?

¿Por qué no decía nada?, ¿Realmente no dudaba de su persona? No entendía, pensar de aquella forma lo confundía y a la vez le hacía sentir mal por hacer todas aquellas cosas.

Y ahí lo tenía de nuevo, acostado, relajado, durmiendo sin saber de todos aquellos sentimientos que lo envolvían al verlo de ese modo.

Su mano se levantó, igual que todas las veces anteriores, con la diferencia de que esta vez sí toco al inglés. Se tensó al sentir la suavidad de aquella piel entre sus dedos, se alejó con rapidez y luego se acercó más a aquel cuerpo. Su mano se acercó hasta aquellos rubios y rebeldes cabellos, eran suaves, como su piel. Acercó su rostro sintiendo el olor del shampoo del inglés y lentamente se fue alejando para ver aquel pacífico rostro. Sus dedos se pasearon con tranquilidad por las mejillas pálidas y con un suave tono rosa, subió hasta aquellas cejas. Con curiosidad las toco, sonrió ante ello.

- Arthur. – Le susurró con cariño.

- Alfred…

Se sorprendió al escuchar respuesta y rápidamente se giró para ver la expresión del otro, más el inglés continuaba con los ojos cerrados y expresión relajada. Soltó el aire que inconscientemente había mantenido por la sorpresa.

- Arthur ¿Duermes? – Habló de nuevo, un poco más interesado en lo que estaba sucediendo.

- No… lo sé. – Inglaterra hablaba con suavidad y un pequeño tono adormilado. De la misma forma en que le hablaba cuando estaba a punto de quedarse dormido. El mismo tono en el que cuando era pequeño podía contarle de todo al inglés y este después no lo recordaba.

Estados Unidos recordaba aquello, ya que era en aquellas ocasiones las que le contaba a Inglaterra todas las bromas que solía hacer en su ausencia.

- ¿Puedes verme?

- …

- ¿Arthur?

Siguió pasando suavemente la mano por el rostro de aquella nación durmiente.

- ¿Puedes sentirme?

- … si… - Se sorprendió al notar como el otro cuerpo intentaba sentir más de su tacto. Se alejó de golpe ante ello.

No podía hacer aquello, no podía avanzar más o aprovecharse de Inglaterra de ese modo, menos cuando se encontraba drogado por culpa de aquel polvo. Pero ¿Cuándo Arthur le dejaría estar de aquella forma estando consciente? Era simplemente imposible que el inglés le dejara estar así sin golpearlo o mirarlo de forma asesina y desconfiada.

Se mantuvo sentado observándolo, luchando con el deseo de seguir sintiendo aquella piel.

- Arthur…

- Alfred…

Le gustaba escuchar aquel tono en el inglés. Era su nombre en aquellos labios, en aquella persona.

Más tiempo fue pasando y continuó con aquel extraño ritual. Ahora todas las naciones se encontraban en una reunión mundial. Aquello sólo significaba una nueva oportunidad para poder estar con el inglés.

La reunión terminó sin mayores problemas e Inglaterra se encontraba en su cuarto charlando animadamente sobre temas variados. Como siempre y de forma automática fue a prepararle un té a su ex-tutor con aquel polvo y como todas las otras veces Arthur cayó en aquel estado.

Pero esta vez algo cambió. El cuerpo del inglés se encontraba acomodado en la cama, en su cama y no podía evitar maravillarse ante semejante espectáculo, más sólo eso pudo hacer. Observar… y desear… y desear… y desear.

- Arthur… - Lentamente se fue acomodando al otro lado de la cama, sin dejar de observarlo. – Arthur… - Susurró suavemente en la oreja del mayor.

- Alfred.

- ¿Me sientes?

- Siempre…

- Sabes… - Se mordió el labio, pero no tenía que preocuparse ante lo que dijera. – Te quiero.

- …

- De verdad te quiero.

- Yo también… te quiero.

- Sí, pero… - Levantó su mano y dejó que su dedo se paseara suavemente por el perfil de Inglaterra, se detuvo cuando llegaron a aquellos labios. – No de esa forma.

- ...

- ¿Qué harías si te dijera que es de otra forma? – Siguió concentrado en tocar los labios del inglés. – Que no te quiero, que te amo.

- …

- ¿Qué harías?

- No…

- ¿Arthur? – Levantó la vista para encontrar aquel rostro expresando tristeza.

- … No…

- ¿No me amas?

- Lo hago… desde siempre… desde… - El inglés se movió incómodo. – No… tu no me amas… tu no…

Se asustó al ver como el otro se movía incomodo, sufriendo. Como si estuviera en una pesadilla de la cual no pudiera despertar. Se acercó más al otro cuerpo hasta abrazarlo y luego depositar besos en aquellos rebeldes cabellos.

- Shhh tranquilo… tranquilo.

- Alfred… Alfred no me ama… no me ama… y yo… yo… - Inglaterra temblaba en sus brazos.

No sabía qué hacer, no sabía cómo calmarlo y lo peor de todo era que no podía despertarlo hasta que el efecto de aquello polvos terminaran. Inglaterra sufría y una vez más era por su culpa ¿Pero por qué no le creía?

- ¿Por qué? ¿Por qué dices que no te amo?

- … - El inglés siguió temblando, pero luego de un rato se fue calmando.

- ¿Por qué dices eso Arthur?

- Te fuiste Alfred… incluso ahora me dejas sólo… Sólo vienes cuando necesitas algo… cuando… - La expresión de tristeza del Inglés rompía su corazón, más aun cuando escuchaba aquellas palabras. – Sólo soy algo con lo que puedes beneficiarte…algo en que matar el tiempo.

- ¡Es mentira!

- Algo para no aburrirte…

No supo que decir, sólo abrazó con más fuerza aquel cuerpo contra el suyo. ¿Qué cosas hizo para hacer pensar de ese modo al inglés?

Se mantuvieron en silencio luego de aquello. Abrió los ojos algo confuso, miró a su alrededor sin encontrarse con el inglés. Se había quedado dormido en medio de aquel silencio, giró la vista para ver el reloj. Eran las tres de la mañana. Se acostó nuevamente tratando de conciliar el sueño, pero sin resultados.

La mañana llegó sin que pudiera dormir algo. Llegó a la sala de reuniones y espero por la llegada del inglés, Alemania dio anunció del comienzo de la reunión, mas Inglaterra no hizo su aparición.

- ¡Inglaterra! – Golpeaba la puerta en la que se encontraba hospedando el inglés. - ¡Abre Inglaterra! – Aun se contenía por no destruirla con sus golpes.

- ¡Vete de aquí!

Detuvo el golpe al escuchar aquel grito.

- ¡Ábreme!

- ¡Vete de aquí!

¿Por qué no quería abrirle? No, definitivamente no dejaría a Inglaterra con aquellos pensamientos, le haría cambiar de idea. Aquella nación sabría cuanto lo amaba le gustara o no, le haría ver la verdad.

- Si no me abres destruiré la puerta. – Retrocedió un paso.

- ¡No te atrevas!

- ¡A la una! – Retrocedió otro paso.

- ¡Maldición Alfred!

- ¡A la dos!

- ¡Alfred!

- ¡Y a las…!

No tuvo que hacer algo más, la puerta se abrió revelando el rostro molesto del inglés. La única expresión que recibía de Inglaterra cuando no lo dormía. Molestia, seriedad, irritación y aun así era perfecto.

- ¿Por qué tardaste tanto? – Preguntó con una sonrisa tranquila mientras se aceraba a la nación mayor, ignorando olímpicamente la mirada asesina del otro.

- Ya abrí ¿Qué diablos quieres?

- ¡Ehhh! - Entró sin pedir permiso. – Que malo eres Arthur y yo que vine exclusivamente a verte. – Miró a su alrededor con tranquilidad, luego se sentó en un sillón.

Escuchó la puerta cerrarse, giró el rostro para encontrarse con el inglés y para su sorpresa este se dirigió a su habitación.

- No hagas mucho ruido. – Expresó con pocos ánimos y por fin Alfred pudo percatarse de algo diferente en el inglés.

- ¿Estás enfermo?

- No idiota… falte porque si a la reunión. – Inglaterra le observó nuevamente con molestia. Iba a gritarle algo como todas las otras veces, mas se contuvo, quizás por el cansancio. – Me siento como una mierda.

- Entonces te haré compañía.

- Idiota… un enfermo no entretiene a nadie, así que mejor ándate con…

El inglés se llevó una mano a la cabeza, Estados Unidos apenas pudo reaccionar cuando lo vio apoyarse en la muralla para luego comenzar a deslizarse lentamente para llegar al suelo. Se levantó del sillón y con rapidez lo tomo entre sus brazos antes de que cayera por completo.

- ¡Estas ardiendo!

- No grites… - Alfred al fin pudo observar con más cuidado el rostro del inglés. Sonrojado, con un poco de sudor a causa de la fiebre y con una expresión de cansancio y dolor. – Sólo déjame tranquilo y…

Inglaterra no pudo terminar y lentamente apoyó la cabeza en el pecho de Alfred. El americano lo observó con notoria preocupación, aquello no se veía nada bien ¿Y quería que lo dejara solo? Arthur definitivamente estaba loco.

- Te cuidaré. – Susurró con tranquilidad mientras no quitaba sus ojos en el rostro afiebrado.

- I.. diota.

Sin más llevó a Inglaterra hasta la cama, aún preocupado por tan extraño cambio de salud en aquella nación. Ayer se encontraba bien ¿Por qué ahora se veían tan mal? Lo acostó en la cama con suavidad, le saco lo zapatos y lo tapó con las sábanas. Llevó una mano hasta la frente de otro, ardía.

- Iré por un termómetro.

No esperó respuesta y rápidamente se dirigió al baño. Buscó hasta encontrar uno, regresó al lado del inglés para colocar aquel aparato en la axila de Inglaterra. Mientras esperaba fue por un tiesto con agua y un paño, aquello era una de las pocas cosas que aprendió de Francia cuando una vez se encontró con Arthur enfermo.

Regresó a la habitación y sacó el termómetro, se sorprendió ante lo que sus ojos veían.

- ¿¡41 grados!

- ¿Ah? – Inglaterra entreabrió los ojos confundido.

- Nada Arthur descansa.

- ¿Sigues… aquí?

- ¡Claro que sí! Un héroe no deja a alguien débil solo.

- Idiota. – Inglaterra intentó levantarse, mas el otro lo detuvo.

- Si quieres algo sólo pídemelo.

Un pequeño silencio reinó, Estados Unidos vio como aquellos verdes ojos se ocultaban nuevamente, se acercó un poco a aquel rostro sonrojado y jadeante, en comparación a cuando lo tenía durmiendo Inglaterra lucía mucho mejor, aunque incluso con fiebre aquella belleza en el inglés no disminuía.

- Sólo déjame…

- Arthur.

Observó como el otro caía en un extraño sueño producto de la fiebre, suspiró. Tomó el paño y lo humedeció, luego lo colocó en la frente del inglés. Observándolo por algunos minutos pensaba en alguna forma de hacerle recuperar la salud de siempre. Y luego la respuesta llegó a su mente.

- ¡Tony!

Con una gran sonrisa se alejó de aquel cuarto y se fue al baño, sacó el celular y marcó a su casa. Cuando escuchó la voz del marcianito rápidamente le fue explicando la situación, a veces el marciano le preguntaba algunas cosas y él le respondía con todo lo que podía saber.

El marciano se quedó callado por algunos minutos, Alfred pensó que le había dejado. Pero nuevamente la vocecita se escuchó por su aparato. Sintió como su cuerpo se congelaba al descubrir la causa de aquella fiebre en Inglaterra. Colgó luego de escuchar algunas soluciones no oficiales para regresar al inglés a la normalidad.

Inglaterra, por su culpa, sólo y exclusivamente por su culpa Inglaterra se encontraba sufriendo aquella fiebre. Sobredosis de aquellos polvos. Tony incluso parecía sorprendido de que no le hubiese dado antes por el modo en que Estados Unidos le hacía tragar inconscientemente.

Regresó a aquel cuarto sólo para ver nuevamente los ojos entreabiertos del inglés, observándolo y a la vez no por culpa de la fiebre.

- Arthur.

Se percató de que el paño había caído al suelo. Le sonrió como siempre al inglés.

- Idiota… no mejoraras si dejas caer eso de tu frente.

Se acercó al inglés para colocarle nuevamente el paño en la frente. Imitando la acción anterior lo humedeció, mas al momento de enfrentarse a Inglaterra, encontró a la nación mayor mucho más cerca de su rostro. No evitó sonrojarse por ello.

- ¿Arthur? – Estaba nervioso por la cercanía, e incluso por aquellos ojos entreabiertos y cansados.

- ¿Por qué sigues aquí Alfred?

- Porque quiero. – Respondió sin con fingido desinterés mientras colocaba el paño en la frente del inglés. – Ahora duerme para que se te pase esa fiebre.

- Esto no es divertido para ti.

- Claro que no.

- ¿Entonces por qué…? – Un dedo del americano en los labios le impidió continuar al inglés.

- Porque eres tú.

Arthur lo observó sin entender y en ese momento supo que debía hacer lo que Tony le indico. Lentamente se fue acercando a la otra nación. Vio como aquellos ojos no reflejaban mucho a causa de la fiebre, más no le importó. Cerró sus ojos y luego simplemente sintió los otros labios bajo los suyos.

Fue un beso simple, pero con mucho sentimientos por parte de Estados Unidos. Cuando se separó vio como el otro se encontraba con los ojos cerrados, quizás durmiendo. Sonrió al verlo y le acarició los cabellos.

- Mañana sabremos si este pequeño remedio dio resultado.

El resto de la tarde se la paso humedeciendo el paño y ya entrada la noche, sin darse cuenta se quedó dormido.

Al otro día Inglaterra había despertado bien, sin ningún rastro de fiebre.

- No sé cómo, pero estoy mejor. – Le dijo el inglés con una gran sonrisa una vez que Alfred se había despertado.

- ¡Claro que sí! – Se levantó con entusiasmo al ver al mismo Inglaterra de siempre.

- Me sorprende que el truco del paño húmedo me haya ayudado tanto.

Alfred se sonrojó por aquello.

- Lo héroes siempre salvamos a los necesitados.

- Ya… ahora vete que me quiero bañar.

- ¿¡Eh! ¿Pero por qué? – Alfred hizo un puchero y le observó con pena. – Te ayudé a recuperarte y me hechas. ¡Inglaterra eres un malagradecido!

- Entonces cocinaré algo en agra…

- ¡No!

De un saltó Estados Unidos se encontraba en la puerta de entrada.

- Yo cocino y tú te bañas.

Inglaterra lo pensó un momento y luego asintió.

Alfred se encontraba en la cocina cuando vio una taza de té. Recordó aquellos polvos y el rostro dormido de Inglaterra. A su vez también tenía en su memoria el rostro afiebrado del inglés.

Y pensar que todo empezó porque quería hacerle una broma. Una broma que le hizo comenzar a drogarlo y así tener una oportunidad de verlo, luego tocarlo y finalmente lastimarlo con su deseo de mantenerlo cerca.

Pues no lo haría más. Había aprendido la lección. Nada, ni mucho menos las personas amadas, se mantienen cerca de ese modo. Estaría cerca de Inglaterra, pero no de esa forma. Ganaría sus sentimientos de otra manera. Después de todo era el gran Estados Unidos y para él no había ningún problema a la hora de luchar por lo que valía. Y definitivamente Inglaterra valía más de lo que cualquier cosa pudiera darle en este mundo.

Continuara...

Inicio 26 – 07 – 10

Termino 30 – 07 - 10

Mariel quiere continuación, así que eso es lo que tendrá.

Cualquier cosa ya saben donde escribir. Gracias por leer.