Hola vikingos!
Vengo con ese nuevo fic, que es un reto en realidad propuesto por nada más y nada menos que mi queridísima KatnissSakura.
El reto consiste en lo siguiente, hace un tiempo fuimos a comer a las Alitas (derechos reservados) y allí ella me comentó que vio un comentario en una de las páginas de Facebook que decía no eres un escritor de verdad hasta que escribes un fic hablando de una feria… o algo así jeje, no lo recuerdo bien.
Debido a eso Katniss me dio ese reto, y aquí está la réplica, la cual espero les guste, porque no sólo habla ocasionalmente de la feria, sino también de otro tema que amo: la música.
No me gusta mucho el AU, pero creo que me he vuelto más tolerante con mis escritos, explorando esta nueva alternativa.
Será un fic corto, y creo que de los pocos Toothflys que me quedan por hacer, debido a la nueva dragona que aparecerá en la peli 3 y con quien seguramente
Sin más por el momento, How to train yoy dragon no me pertenece.
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DIRECTO AL CORAZÓN
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Un DO por el dolor invisible que desapareció con tu llegada.
Un RE por la reencuentro que tuvimos sin buscarlo.
Un MI por el milagro que causaste en mi vida
Un FA por la fábula de amor que vivo a tu lado.
Un SOL, por el sol, el astro que fuiste durante los días más oscuros y que sigues siendo,
iluminándome con tu alegría.
Un LA por las lágrimas que regaron las flores que ahora crecen en mi corazón.
Un SI, por el sinfín de sueños que nos esperan.
Y un DO, otro DO por el dominio de una nueva escala musical, más alta, afinada, perfecta donde empezaremos a cantar, a vivir y a disfrutar de esta vida que sigue por delante.
Porque gracias a ti aprendí que la música es parecido al amor,
entra por el oído y va directo al corazón.
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Capítulo 1: Preludio
Un preludio es una composición instrumental concebida
como introducción de una obra musical.
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Mi nombre es Astrid Hofferson, una chica de 21 años a punto de graduarse del Conservatorio de Berk, a quién le han preguntado en muchas entrevistas públicas cómo puedo manejar mi atareada y demandante vida.
Es simple, mi vida es cuestión de prioridades y funciona mejor cuando las tengo. Hay tres cosas claras de momento en ella.
1. Disciplina. La disciplina y constancia me han dado como resultado ser la mejor estudiante, talento y promesa de todo el conservatorio de Berk.
2 . Concentración. Cero distracciones y cero juegos. Me dedico a la música y no hay nada más en ella, al grado de ni siquiera tener los famosos "Facebooks". Eso implica que todas mis fuerzas se dedican a lo que hago, así sea un minuto u ocho horas, hago lo que hago como debo hacerlo.
3 . Responsabilidad. Cuando tenía 6 años de edad, mi padre me dijo después de notar que no me salía una pieza musical que no iba a avanzar si no era responsable, y la responsabilidad implica la capacidad de aceptar las acciones que cometemos y cómo afrontarlas de la mejor manera posible. Implica compromiso, conciencia, presión interna y virtud de responder ante los errores. Sin saberlo se convirtió en el lema de mi vida: "Sin responsabilidad no hay progreso".
Debido a eso mi vida ha estado en un constante crecimiento y dedicación a la música.
Muchos me dicen que soy drástica, y es verdad, lo soy. Me gusta ser así, me gusta autoexigirme y darme a mí misma lo mejor de mí. Gracias a esto soy la mejor estudiante, muchos piensan que por ser hija de mis padres así es, pero no es toda la verdad. La disciplina de mis padres es buena, pero la que yo misma me exijo es aún mejor. Me ha costado amistades que no comprenden el nivel de la dedicación que debo mostrar, por lo que mi círculo de amigos se reduce a buenos compañeros de clase y por su puesto a mi mejor amiga y prima: Storm Flyness Hofferson, a quien le decimos Stormfly.
Por el parecido hasta nos dicen hermanas, pero somos muy diferentes. Ella tiene gran talento y porte de toda chelista, y aunque es muy buena, ella sí tiene distracciones… en fin, ese es un tema que poco tiene que ver con esta introducción.
Desde antes de nacer la música ya formaba parte de mí, mi madre, Bertha, tocaba con dedicación día a día mientras me esperaba y fue mi principal maestra de violín, uno de los instrumentos más difíciles de tocar. Me compartió su amor a la música y logró que me enamorara de ella también.
Amo a mi mamá y la admiro aún más, pero mi mentor en realidad es mi padre, el director de la Orquesta Sinfónica de Berk OSB, y también el director del Real Conservatorio Superior de Música de Berk, la institución más prestigiosa del país en estudios musicales.
Desde que aprendí a caminar acompañaba a mis padres en sus labores diarias. A mamá a sus clases impartidas ya fuera en la casa o en los cubículos del Conservatorio y a mi padre en los ensayos de la Orquesta. Mis tardes después de la escuela se basaban en hacer las tareas sobre un atril en las primeras filas de las butacas del teatro o en un rincón en la sala de ensayos orquestales hasta que cumplí los 6 años, cuando empecé a con mi preparación oficial musical.
Elegir mi instrumento fue complicado, principalmente porque quería todos, y mostraba habilidad para todos también, pero el que en definitiva me enamoró fue el piano.
No recuerdo la primera vez que toqué uno, ni mi primera clase, debido a que durante varios meses tocaba varios instrumentos, pero creo que el piano sobrepasó cualquier ambición que pude tener.
Desde entonces he asistido a decenas de Master class, ganado en concursos internacionales, presentaciones, he sido solista con la orquesta sinfónica, soy parte del selecto grupo de jóvenes virtuosos del grupo "Bork" (en honor al primer director del instituto) y durante mi último semestre me he dedicado a preparar mi concierto de titulación; el cual consistirá de un acompañamiento con la orquesta sinfónica, una sonata de Beethoven, una obertura, y una pieza de Rachmaninov (de éste último tomo su filosofía de decir que la música es suficiente para una vida, pero una vida no es suficiente para la música).
Por lo tanto, escribo este ensayo que me ha sido solicitado explicando mis razones por las cuales no me he inscrito en el programa de servicio comunitario, ni puedo perder tiempo realizando el servicio social. Sé las políticas de titulación, pero en vista de toda la promoción y logros que el Conservatorio ha obtenido gracias a mi dedicación, la historia personal y familiar que me antecede, esperaba que ese requisito fuera postergado, o mejor aún anulado de mi trámite de titulación.
Con espera de una pronta respuesta, quedo a sus órdenes.
Astrid Hofferson.
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La rubia caminaba furiosa por todo el pasillo principal de los cubículos que rodeaban la fuente principal del área de ensayos pianísticos.
Hasta que entró furiosa al cubículo que había separado previamente.
Arrojó furiosa su bolso después de sacar su carpeta de partituras, colocándolas en el atril del piano.
Con toda su furia comenzó a calentar sus dedos, una práctica pesada le esperaba.
Dedo a dedo, tecla por tecla preparó sus manos para su ensayo para después realizar los típicos y tradicionales "Ejercicios del panista virtuoso de Hannon", sin embargo, alguien tocó la puerta del cubículo y después entró sin autorización.
Astrid lo ignoró por completo. No le importaba de quién se podía llegar a tratar, pero en cuanto escuchó el carraspeo de su voz empezó a temblar internamente.
-¿Qué significa esto, Astrid? –preguntó molesto su padre, Erick Hofferson.
La pianista siguió practicando sin importarle la presencia demandante.
Su padre resopló y le hizo mirarlo.
-Te estoy hablando.
-Y yo practico, así que en dos horas, cuando termine mi ensayo de la tarde, puedo atenderte.
-Astrid, tienes clase ahora.
-Es historia de la música, no me sirve. –replicó mientras seguía con el siguiente ejercicio.
-Te sirve si quieres acreditar la puntación mínima para el siguiente semestre.
-Papá…
-Te estoy hablando. Obedece. –su voz firme le hizo pausar sus hábiles dedos y girarse en su banco.
-Disculpa, el tiempo es oro para mí.
Erick acercó una silla que usaban los maestros en su cubículo, cuando tomó lugar entregó pausadamente unos papeles a su hija.
-¿Qué intentas decir con esto?
Astrid bufó de nuevo, le molestaba ese ensayo que había sido rechazado en el departamento de titulación por su mismísima madre.
-Ni me lo recuerdes.
-¿En serio crees que puedes salvarte de hacer un servicio social? –le reclamó, burlándose.
-Y Servicio Comunitario también. –se cruzó de brazos incómoda.
-Astrid, eso es una obligación.
-Pero soy tu hija. La ganadora del concurso Parnasos, tengo ofertas de todas las sinfónicas del país y otros países también. ¿Es tan loco pedir una excepción?
-Sí. Es un estudio universitario. A todos los egresados se les demanda que contribuyan a la sociedad de esta manera, además si te fijas bien puede ser remunerado. Y te puede ir bien, conocer personas… te hace falta salir.
-Papá. –le reclamó, molesta. Siempre se sentía incómoda cuando le reclamaban que debía ser más sociable. –Sabes que me prioridad es la música.
-Lo sé, y me encanta que sea así. Eso hará de ti una promesa de Berk, como te llaman los periódicos. Pero debes entender que la práctica del piano no lo es todo. Tienes otras clases que llenan tu currículo y Kardex. Las sinfónicas no les agradará tener a una solista joven que no es capaz de demostrar que puede asistir a juntas o reuniones. Es importante todo eso.
-Nunca voy y siempre obtengo 10. –se quejó, tomando lugar en el piano de nuevo. –Debo preparar mi concierto.
-No. –le cerró la tapa del teclado. –Debes ir a tu clase de Historia de la música, al terminar, inscribirte para hacer tu servicio social, buscar un compañero para el examen de cuatro manos de fin de semestre, formar un grupo de taller musical y después, practicar. Eso es lo que hacen el resto de tus compañeros, no eres diferente.
La muchacha se llevó las manos a la cabeza.
-Eso es pérdida de tiempo.
Erick se molestó más, pero finalmente se rindió.
-Escucha Astrid, tu madre y yo no quisimos decirte nada pero… hace una semana llegó la convocatoria para el Concurso de Parnasos.
-Ya lo gané hace dos meses. –replicó lo obvio.
-Sí, pero ya tienes 21, dejas la categoría adolescente. Esta es la etapa juvenil.
Astrid abrió los ojos, sorprendida, debido a que los requisitos eran mayores, al igual que los premios.
-Este año en el juvenil no hay categoría personal, sólo grupal para seleccionar a los mejores e invitarlos a las sinfónicas. –siguió con cuidado ante la emoción de su hija. -Conseguí que sólo hagas el servicio social lo que resta del ciclo escolar, a pesar de que perdiste el último semestre de ventaja. Siempre y cuando entres al concurso y de perdido realices 30 horas de servicio comunitario.
Astrid se molestó, pero era la mejor opción para ella.
-Hija… el premio es de $100, 000 runas para los concursantes y otros $100, 000 para la escuela formadora. Sabes que ese dinero le haría bien al Conservatorio.
La rubia abrió los ojos, asombrada.
-Bien, le diré a Stormfly que haré equipo con ella. Podemos acoplaros fácilmente a nuestros horarios. –sacó su agenda para empezar a programar. –Iré a la Biblioteca para seleccionar conciertos de piano y chelo…
Erick se rio de ella por siempre apresurarse.
-Hija… el concierto es a cuatro manos, en piano.
La rubia lo miro furiosa. –No comparto el piano con nadie, lo sabes.
-Tendrás que. Ahora, concursas y aprovechas para obtener créditos extras, o haces el servicio social, atrasándote un año entero, rechazando cualquier oferta de beca o de trabajo. Tú decides.
El orgullo de Astrid estaba dividido, pero debía ser más egoísta, más de lo que siempre era.
-Bien… tú ganas. –cerró su carpeta, empezando a guardar sus pertenencias. –Buscaré compañero pianista.
-Ya te lo asignamos. –la interrumpió. –Es otro muchacho que está en la misma situación que tú.
-Soy única, soy la única que no quiere hacer su servicio social. –se levantó, colocándose el bolso celeste.
-Tu compañero se dio de baja el año pasado, pero con la reforma educativa se vencieron sus créditos del Servicio, vimos su caso y sólo le falta la mitad. Ambos harán el equipo.
Ese comentario hizo que ella alzara la ceja. -¿Por qué? –preguntó.
-A él le faltan puntos para la titulación por algunas materias pendientes que tiene al darse de baja, pero como es buen pianista y ya ha concursado anteriormente con su hermano, quedaron en los cinco finalistas, es el único que ha logrado llegar hasta esa etapa. El concejo acordó darle una oportunidad con el concurso, además es el único que ha tenido 9.9 con la maestra Evelina. –dijo mientras le abría la puerta del cubículo.
Eso hizo a Astrid alterarse y apretar el cerrojo, ella había alcanzado un 9.7 con esa maestra de piano y el único que lo había logrado se había dado de baja un año antes… empezaba a darse una idea de quien era ese.
-¿A quién eligieron?
-Después de tu clase de historia ve al cubículo de la maestra Evelina, allí te lo presentaré.
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Cuando la cátedra de Historia de la Música de esa semana terminó, Astrid se dirigió a donde le habían indicado, causándole más estrés aún que su padre la acompañara, el director dirigió a su alumna e hija al cubículo que gozaba de más infraestructura y silencio.
No le gustaba la corazonada que le estaban dando, no quería estar con un compañero que había conseguido mejor calificación que ella, a pesar de que no fuera de su generación.
El músico abrió la puerta para después ver a la maestra más temida de todo el Conservatorio, temida para los que no practicaban lo necesario y suficiente, ella no tenía problemas.
Sonrió cuando la vio, pues era gran amiga de sus padres.
-Maestra Evelina Mivven Dragan. –saludó el rector. –Gracias por preparar a los alumnos para el siguiente concurso.
-El placer mío, Erick. Adoro trabajar con tu hija. –sinceró con su acento ruso. –Unir a mis dos mejores alumnos será un deleite para mis oídos.
Tras un par de explicaciones más, Erick salió de la sala.
-Bien, Astrid. Tomar asiento. –indicó la mesita donde había varios compilados de partituras.
-¿Mi compañero a qué hora llegará? –preguntó sarcástica, no le gustaba trabajar en equipo.
-En un rato, seguramente. Tú llegaste poco antes, pero me sirve porque quiero que ustedes dos hagan el pas de dux perfecto.
-Sabe que de mí parte no tendrá problemas. –aseguró Astrid con una sonrisa, eso era un reto, y ella siempre ganaba.
La concertista le sonrió burlona.
-Astrid, sabes que eres muy buena, pero aún te falta mucho por aprender.
-Para eso está usted, me enseñará lo poco que me falta. –le replicó molesta por escuchar que no era perfecta.
-Hay cosas que sólo se aprenden con experiencia. –aseguró mientras ponía una música en su celular. –Escuchar.
Su móvil comenzó a emitir un apacible sonido que en los primeros compases descifró.
-Es el nocturno número 2 de Chopin. Lo toqué cuando tenía ocho años.
-¿Opus?
-Nueve. –sonrió, le encantaba que le preguntaran cosas musicales.
La rusa sonrió. –Bien… ¿qué más puedes decir? ¿Qué escuchar?
Tras unos segundos más, Astrid empezó a compartir su juicio.
-Tiene buena métrica y ritmo. Frases completas, buenos efectos y moderaciones.
-¿Qué error percibes?
Un par de segundos después Astrid no supo qué decir. –No detecto ninguno, tendría que ver la ejecución. –se encogió de hombros como si fuera obvio.
La maestra sonrió.
-Lo que escuchaste fue a tu compañero de cuatro manos: Hiccup Haddock.
Astrid se sorprendió, el chico era bueno.
-Vaya, se escucha bien. –tuvo que reconocer.
-Sí, se escucha. Él inspira, comparte… tiene sentimiento. Algo que te hace falta a ti.
-¿Qué está diciendo? –espetó.
-No levantes la voz. –reclamó, ofendida, pegando en la mesa, asustando a la rubia, la verdad es que sí se había pasado al gritarle. –Elegí a mis dos mejores alumnos porque…
Estaba por seguir hablando pero alguien entró por la puerta.
-¿Llego tarde? –preguntó tímidamente al entrar haciendo que la maestra se tranquilizara.
-No, Hiccup. Hablábamos de ti.
El chico entró y se rascó la cabeza, tímido.
-Espero que cosas buenas. –bromeó un poco, acercándose y saludando a Astrid con un simple gesto.
La maestra lo invitó a tomar asiento para después hablar con su fluido español a pesar de tener su acento ruso aún con ciertas fallas gramaticales.
-Como bien saben ustedes dos son mis mejores alumnos de piano y por ende, los mejores del conservatorio.
Astrid se sintió alagada por tal reconocimiento. –Pero no significa que sean los mejores pianistas de su edad que hay. El equipo que conformaremos será único. Los esperaré tres veces por semana, estaremos dos horas en esta misma aula. Conforme se acerque el concurso los ensayos será diarios. Organicen bien sus actividades de fin de carrera por favor. Espero mucho de ustedes.
-No habrá problemas de mi parte. –comentó Astrid.
-Yo tampoco.
La pianista los observó, sonriéndoles.
-Ambos son muy buenos, deben complementarse musicalmente. Astrid, -llamó a la chica. –Tienes la mejor técnica, porte y elegancia del piano. –la rubia sonrió orgullosa. –Pero tu música no expresa lo suficiente. Emanas habilidad y destreza, pero la música no es música si no compartes sentimiento a los demás.
-Con todo respeto, soy admirada por la comunidad musical del conservatorio.
-Lo has dicho, la admiración es hacia ti, no a tu expresión. Astrid, tienes un gran talento, pero la capacidad de expresar lo que sientes por medio de la música no la has desarrollado. Para poder lograrlo no sólo debes practicar, debes vivir experiencias, emanarlas y transmitir a otros.
Ese fue un golpe duro para la chica, por respeto ya no dijo más y se quedó callada.
-En cambio tú Hiccup… siempre expresas lo que sientes, eres innato en eso. Tú expresión artística es maravillosa. Sientes y nos haces sentir.
-Gracias. –reconoció el muchacho, ruborizado.
-Pero tienes fallas técnicas en tu ejecución. Espero que aprendas algo de Astrid y que ella aprenda algo de ti también.
-Esperemos ganar. –opinó Hiccup.
-Igual yo. Pero eso sí. Ustedes deben de tener a la música como su prioridad en los siguientes meses. No distracciones, no juegos, total concentración.
Los chicos asintieron, comprometidos.
-Ya que establecimos lo obvio, los espero mañana, traigan 3 piezas de concierto, sinfónica o cuarteto que dominen, los escucharé y haré sugerencias, su primer tarea es seleccionar una para después convertirla cuatro manos. Nos vemos mañana, en punto de las dos, al terminar las clases de su horario. –les dio una mirada autoritaria. –El semestre está por terminar para celebrar las fiestas decembrinas, estamos a tiempo en los ensayos, en caso de ser necesario nos veremos en vacaciones. Saben lo estricta que soy, que este momento simple de amabilidad no les engañe. –estableció mientras se colocaba en posición para practicar en su piano.
-Hasta mañana entonces, gracias por la oportunidad. –comentó el castaño de ojos verdes y pecas al cerrar la puerta del cubículo mientras Astrid pasaba.
-Nos vemos. –refunfuñó la chica.
Una vez fuera del lugar los dos dieron un fuerte suspiro.
-Creo que sólo somos tú y yo. –intentó simpatizar, emocionado por trabajar con una Hofferson, pero la chica sólo la miró de reojo.
–No, sólo yo. Hago esto porque no quiero hacer mi servicio social. No tengo mucha opción. –declaró. –Así que no esperes que seamos amigos ni me distraigas de mis responsabilidades. A diferencia de ti me tomo muy en serio la música. –lo acusó.
-¿A diferencia de mí? –él sólo intentaba ser amable.
-¿Crees que el Conservatorio no sabe lo que pasó contigo? Formaste una banda y te diste de baja para una disque gira. –lo confrontó. –Al ver que fracasaste tú y tu hermano regresaron a terminar lo que dejaron pendiente.
El castaño cambió su semblante. -¿En serio crees que eso pasó?
-¿Qué otra cosa podría haber sido? –empezó a caminar. –Más de la mitad de los alumnos comenten ese error, aunque la mayoría lo hace al principio, no al último semestre de la carrera. En fin… nos vemos mañana, no llegues tarde como hoy.
Hofferson le dio la espalda y se marchó, yendo de nueva cuenta al cubículo que aún seguía a su nombre para terminar la práctica que había dejado pendiente.
Por otra parte, Hiccup se sintió ofendido por el apático recibimiento de la chica. Era claro que le había motivado hacer equipo con ella, pues la admiraba desde que eran pequeños, pero una cosa era admirar el talento y otra muy diferente era admirarla a ella como persona, pues con esa actitud egoísta no dejaba mucho a qué pensar ni reconocer. Pero lo que más le dolió fue que ella se llevara esa impresión de él, cuando en realidad amaba la música y daba todo por ella, pero no era lo único que amaba y las decisiones que había tomado ese último año no habrían sido en vano: su familia lo necesitaba y sus sueños podían esperar todo lo necesario.
Se colocó su mochila y se encaminó al estacionamiento de la escuela, donde tenía su automóvil. Al llegar allí se encontró con una chica recargada en su carro.
-Hola, no sabía que me ibas a esperar.
La muchacha se encogió de hombros. -¿A caso una chica no puede esperar a su amigo? –preguntó ofendida, yendo a abrazarlo. –Toothless me dijo que habías vuelto, es bueno verte.
Se separó del carro y fue a abrazarlo.
-Las clases no han sido lo mismo sin ti.
-Yo iba un año adelantado. –le dijo con obviedad mientras correspondía el abrazo.
-Aun así era divertido verte en las horas libres. –lo estrujó un poco para después mirarlo a los ojos. -Lamento todo lo que ocurrió. –se apartó un poco.
El castaño agradeció, besando su frente. –Gracias Heather. Gracias por estar allí, por estar allí junto a mi familia.
-Oye, somos casi hermanos. No tienes nada que agradecer.
La muchacha castaña de ojos verdes le sonrió.
-Sabes que tú y Dagur también pueden contar conmigo, no olvidaré lo que su familia hizo por la mía.
Heather le volvió a abrazar.
-Bueno, vamos a la Orilla del Dragón, en esa cafetería hay karaoke y todos nos tenemos que poner al corriente, el semestre está terminando y debemos empezar a pensar en nuestro taller de música para que el próximo no se nos amontoné con los exámenes de titulación. –le tocó la nariz, amistosamente.
-Muy bien, yo también les tengo una noticia…
-¿A caso ya tienes novia? –preguntó mientras él le abría la puerta del carro.
El castaño se rio.
-Claro que no, nada de eso, es sobre el Conservatorio. –cerró la puerta del vehículo mientras terminaba de hablar, para después subirse al lugar del piloto y empezar a conducir hasta la cafetería donde sus amigos músicos los esperaban.
-¿Hay algún problema si primero llego a la Feria de Berk? Tengo que dejar mi hoja de inscripción al servicio social y comunitario. –el castaño la mostró.
La castaña chilló de emoción, sacando de entre sus cosas un papel. –Yo también acepté la plaza vacante. Todos lo hicimos.
-Pensé que sólo mi hermano y yo lo aceptamos. –opinó, asombrado, arrancando.
-¿Bromeas? Te pagarán por asistir a una feria, cuenta para la titulación, hay comida chatarra y juegos gratis, ¡es demasiado tentador! Todos nos inscribimos por igual.
-¿Todos?
-¡Que sí, Hiccup! Los gemelos, tu primo y yo. Será como en los viejos tiempos. –lo abrazó de nuevo. –Sólo falta Fishlegs, pero él está de gira con la orquesta. –musitó, conmovida.
-¿Lo extrañas, no?
-Con toda el alma… pero pronto nos veremos. Ahora… vamos a la feria, yo también debo entregar mi inscripción, y de paso la de los gemelos y Snotlout, lo haré por ellos. –expresó emocionada, mostrando el legajo con todos los papeles.
Hiccup se rio por eso, era verdad que Heather se preocupaba por todos.
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Un poco lejos del estacionamiento, Astrid estaba de pie en la puerta principal de la escuela, observando a los dos chicos que se abrazaban y más cuando él le dio un beso en la frente a la muchacha.
-Tiene novia, de seguro se va a distraer de los ensayos. –expresó molesta, sin saber por qué.
Sin decir más fue a la Biblioteca y Centro de Cómputo. Solicitó al muchacho una máquina y de inmediato ingresó para realizar la inscripción al servicio social.
-¿Ocupas ayuda? –preguntó una voz detrás de ella, haciendo que diera un pequeño brinquito.
-¡Me asustaste! –le reclamó Astrid a la otra rubia, su prima.
-Lo siento, no sueles estar tan concentrada. –Stormfly se encogió de hombros, acercando una silla al lado de ella.
-¿Ya te inscribiste? –preguntó la pianista. –No tengo idea qué hacer.
La chelista se rio de ella e ingresó sus datos necesarios para abrir la página.
-… querida prima, esas son las plazas que quedan para el servicio social del próximo semestre. Como no has hecho nada de nada, tienes mucho que recuperar en sólo cinco meses.
Astrid se quejó, esas eran horas perdidas de ensayo valioso.
-Lo más fácil, rápido, que paguen bien, y que tenga tiempo libre. –Astrid enlistó sus requisitos.
Storm la miró raro. -¡Lo tengo! Debes darte de baja. –ironizó.
Astrid la empujó un poco. –No ayudas, Stormfly.
-Lo digo en serio, prima. –la zarandeó. –Debes estar dispuesta a hacer un breve sacrificio. Las vacantes son… bibliotecaria aquí mismo…
-La humedad de los libros me da alergia. –repeló.
-Maestra titular de música y solfeo a nivel infantil en clases sabatinas en turno diurno en el Conservatorio.
-Los niños me desesperan. Además los sábados son para ensayo.
La del chelo le giró los ojos.
-Asistente de maestros.
-¿Ser secretaria? Paso.
-Vendedora en la tienda del Conservatorio.
-Tendría que estar de pie todo el día.
-Limpiadora de instrumentos musicales en "Repertorio musical de Berk". –se desesperó.
-Me puedo lastimar los dedos con los químicos.
-Auxiliar en la Orquesta…
-Suena interesante, ¿Qué hay que hacer? –le agradó un poco, pero al leer la descripción las dos pusieron cara de asco, pues se trataba de limpiar la saliva del área de metales.
-¡No!
La hija de Finn y Gylda siguió con las opciones pero a todas la chica le daba peros y excusas.
-Astrid, ésta es la última. –advirtió la muchacha. –Colaboradora en la Feria de Berk.
Hofferson abrió los ojos. –Sabes que odio los juegos mecánicos.
Storm se rindió. –Ya no hay opciones, tendrás que elegir una. Aunque no te guste.
La rubia se cruzó de brazos.
-¿Cuál elegiste tú, Storm?
La mencionada sonrió orgullosa. –Maestra de Solfeo a nivel infantil en sábados para niños…
A la pianista no le convencía, pero era lo más cercano a la música y menos desgastante, o al menos eso creía la inocente de ella, por lo que la interrumpió.
-¿Y si tomo el de asistente de maestra a nivel infantil? –le pareció una opción lógica, regresando a dicha alternativa en las pestañas de la página.
Storm se aguantó la risa. –Serías mi asistente, o mejor dicho mi auxiliar. –le dijo con broma. -¿Me aguantarás?
Astrid dio clics en la parte del desglose de asistente. –Te he aguantado toda la vida, puedo ser maestra los sábados en la mañana a tu lado, ¿qué tan difícil puede ser?
La chelista se aguantó la risa de nuevo, no era fácil lidiar con los niños pequeños, en especial cuando el auxiliar debía acompañarlos a tomar agua, ir al baño y vigilarlos durante los recesos.
-¿Segura?
-¡Sí! Anda, ya le quiero dar la noticia a mis padres para que dejen de molestarme.
-Astrid, deberías revisar el calendario de actividades de Nivel Infantil y la descripción COMPLETA de lo que se requiere hacer en este servicio, no es lo que tú…–sugirió por última vez pro ya era demasiado tarde, su prima ya había aceptado y empezaba a mandar la solicitud para imprimir la inscripción.
Flyness Hofferson se encogió de hombros, se divertiría con su prima enloqueciendo con los niños, y más cuando se diera cuenta que las actividades de auxiliar no era para los niños del Conservatorio, sino a los niños huérfanos de la ciudad en una unidad aparte de Proyección a la comunidad.
Pero ya se daría cuenta de eso más adelante, de momento, ese preludio que para Astrid era insignificante estaba por marcar el más grande de los cambios en su vida, uno de los que incluso se burlaba.
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Notas de la autora:
Espero que este nuevo fic les guste, no creo que sea tan extenso, pero tampoco lo sé.
Como mención adicional, este fic está vagamente inspirado en "La corda d oro", "La chica del verano" "Dance Academy" "Escucha a tu Destino" y en su mayoría en mi experiencia dentro de la Facultad de Música y mi servicio social de la misma, además de muuuchas anécdotas de mis diarios, creo que debo confesar que este fic es el más personal que he escrito… tal vez así me conozcan un poco más; en este capítulo a mí me pasó lo mismo que Astrid, acepté una plaza de servicio social equivocada que terminé amando.
Publicado: 26 de junio de 2018
