Wendy Corduroy batallaba cada vez más para no dar una cabeceada frente a Adele, pero era cierto que la aburrida conversación que ¨sostenía¨ con ella la estaba matando.

Se preguntó si fue lo correcto aceptar el café que le invitó su amiga y charlar sobre algo que ella definitivamente no quería y fue un error contarle. Se concentró en la taza, tratando de encontrar formas graciosas en el líquido oscuro, observando a su amiga directamente de vez en cuando haciéndola creer que la escuchaba.

-Al final, no tienes porque preocuparte.-sentenció Adele dandole un sorbo rápido a su café- Él se dará cuenta de su error y de lo que ha perdido.

Era lo que menos importaba. El daño estaba hecho de todas formas. Wendy finalmente pudo detener la mirada en su acompañante.

-Supongo que así es. Gracias por escucharme, Adele.-dijo Wendy con la sonrisa más creíble que pudo intentar hacer.

-Así me agrada, Wendy Corduroy.-finalmente terminó su café, y tomó su bolso sacando su tarjeta de crédito y haciendo una seña al mesero.-Está vez yo invito.

Tomó una nota mental sobre el no volver a contarle sus penas a alguien. O al menos, a Adele. Le parecía que solo hablaba y hablaba, a veces casi sin preocuparse de lo que decía ella misma. Lo terrible era, que ella era la única persona con quien podría convivir. Aún no se sentía tan fuerte como para establecer una amistad con alguien. Que estúpida había sido.

Si tan solo hubiera sabido que una persona podría causar tanto daño, jamás se habría atrevido a salir de Gravity Falls, de permanecer en la cabaña del misterio, tal vez para siempre, de separarse de Tambry, Nate, Thompson, Lee…incluso de Robbie. De inhalar diariamente y llenarse los pulmones del polvo de la cabaña del misterio cada vez que barría. De pasar diariamente las mismas páginas de sus aburridas revistas.

De tener aventuras con Mabbel y Dipper.

Pero ya nada de eso se encontraba con ella ahora.

Empezaba a sentir una nostalgia terrible. Tal vez, solo tal vez, viajar a España había sido una decisión terrible.