Disclaimer - Jojo's Bizarre Adventure es tanto una propiedad de Araki Hirohiko, LUCKY LAND COMMUNICATIONS y Shueisha... en el que mientras yo y un montón de fans escriben este tipo de historias sin fines de lucro, sólo para divertirse.


Los Sueños que Olvidé

Para un niño, un nombre no tiene harto significado… esto viene siendo determinado más cuando se es mayor.

Un niño como Kishibe Rohan, en realidad, nunca se hizo preguntas como ésta, hasta que un día en la primaria, elaboró una tarea acerca del origen de su nombre. Al investigar por parte de su madre, ella le terminó contando la razón de porque su nombre era especial.

'Rohan' tiene un significado impactante debido al conjunto de caracteres que tiene. Usando dos kanji, 'Rohan' significa 'atado a lo efímero'. A lo que es pasajero. A lo que es corto.

Sus padres habían pensado que ponerle un nombre semejante, realmente harían especial a su hijo.

Y la verdad... ellos no estaban equivocados.

Rohan había nacido para hacer y vivir cosas bastante especiales, quizás un tanto bizarras.


Se puede decir que Rohan fue un niño algo extraño.

En el jardín de niños, él era un tanto aislado. Y eso era porque a los niños que eran sus compañeros no les gustaba estar junto a él. Así que ni ellos hacían el intento de integrarlo en sus grupitos ni él hacía el mismo intento con ellos.

¿Cómo era 'extraño'?

No le gustaba hablar con ellos, ni ellos querían platicar con él... Había veces en que la maestra les decía que fueran buenos con el pequeño Rohan y viceversa, pero, primero, él era muy callado en clase. Segundo, a la hora de hacer actividades grupales, era bastante mandón y engreído. Y tercero, se la pasaba todo el tiempo dibujando.

Su clase favorita era la de pintura. A su maestra siempre le encantaba la gran imaginación que tenía: una imaginación que se explicaba con sus coloridas creaciones hechas a base de pintura lavable y de crayones, y con ellas también inventaba historias. Algo de admirar, según ella, porque parecía ser que sus personajes cobraban vida. Y no había que negarlo, el pequeño niño tenía mucho talento.

Entre tantas cosas extrañas, la que podría ser como verdadera razón por la que los otros niños no se le acercaban a Kishibe, era porque hablaba solo. Su maestra, como típica trabajadora en el ambiente educativo, sólo les decía que no se tenían que asustar o no tenían que ser malos con él, ya que a lo mejor (como varios de ellos) era que él tenía 'amigos imaginarios'. O al menos eso era lo que se le ocurría contestar a unos niños de 4-5 años.

En sí, Rohan nunca tuvo amigos. Sus padres eran muy trabajadores, y había días en que regresaban muy tarde de sus labores. Y la ausencia de niños en la calle en la que vivía era algo que perjudicaba a su infancia temprana. Lo mismo se repetía si sus padres lo dejaban al cuidado de su abuela, quien administraba un hotel no muy lejos de dónde vivían. Sin embargo, los únicos que podían acceder a cuidarlo en su cerca de casa, eran sus vecinos, los Sugimoto.

Y la única hija de los Sugimoto, Reimi, era la única que podía llevarse bien con Rohan.

Reimi era la persona favorita de Rohan en todo el mundo.

Ella era esta dulce adolescente que se divertía como niña junto a él. Una dulce muchacha de corta cabellera castaña y quien casi siempre vestía de rosa, quien también lo consentía al dejarlo ver sus programas infantiles en la televisión cuando sus padres lo dejaban temprano en su casa. Le gustaba cocinar galletas para ambos, y jugaban junto a Arnold, su perro, en el jardín.

Rohan era feliz de esta manera, y era claro la forma en la que cambiaba su solitaria actitud junto a ella, al grado de sentirse seguro en su casa. Reimi era una radiante presencia en su vida, a grados en los que podía sentir como 'mariposas volaban dentro de su pancita', cuando sólo tenía cuatro años, al llamarle 'hermana mayor'.


Morioh, Junio de 1983

Uno de tantos sucesos extraños que en su vida le tocaría por vivir, ocurrió cuando sólo tenía 4 años.

Eran de esas temporadas molestas de tifones en el distrito S, en la que Morioh no era una excepción ya que era un pueblo cercano a la costa. Las aguas torrenciales en las tormentas, la lluvia y el viento frío no se podían separar una de otra.

La alta falta de asistencia del jardín de niños Himawari indicaba que sus alumnos empezaron a enfermarse uno por uno. Y Rohan no fue la excepción a este acontecimiento.

Reimi estaba recién salida de sus clases en una preparatoria cercana, las cuales fueron suspendidas a mediodía principalmente por la lluvia. Ella iba a recogerlo en su escuela, justo cuando los padres del niño iban a estar ocupados con sus cosas del trabajo. No era un punto muy desconcertante para la adolescente al estarlo esperando con un paraguas en mano en la entrada del mismo edificio, pero pensaba que con esa lluvia era mejor que los Kishibe pudieran recoger a su hijo en su auto, y no caminando como ella le estaba haciendo.

Ya cuando Rohan salía, lo único que el chiquillo hacía era ajustarse su chaqueta y su sombrero del jardín de niños varias veces antes de encontrar a su amada niñera en las rejas que resguardaban el edificio. No quería hablar porque sentía su garganta muy seca, y de hecho, se le veía mucho más resguardado que de costumbre. Lo único que hizo al ver que llegaba con Reimi, fue únicamente darle su mano para salir de ahí a su casa.

Él estaba muy cansado y sentía su vista algo nublada.

Entre los charcos que ambos tenían que ir evitando, camino a casa de los Sugimoto, y mientras Reimi se encontraba perdida entre sus pensamientos acerca de tareas y otros pendientes que debía realizar en su hogar, no notó a la primera cuando Rohan se zafó de ella, hasta que escuchó como algo pesado cayó sobre el agua encharcada de una de las esquinas de la calle que estaba a dos cuadras de su hogar.

La joven volteó para atrás y vio cómo ese pequeño niño que adoraba tanto yacía en el suelo, sin poder moverse. Alarmada y preocupada, corrió dejando el paraguas atrás, para ir a dónde Rohan se encontraba para tratar de levantarlo y que pudiera ponerse de pie. Sin embargo, no podía lograr despertarlo. Tocó la mojada frente del niño y la sentía ardiendo. Asustada, trató de cargarlo hasta su casa, diciéndole suavemente al oído que todo iba a estar bien, para poder mantenerlo seco o sino las cosas podrían empeorar.

Al llegar a su casa, la sra. Sugimoto los recibió, asustada de ver a su hija completamente mojada con su pequeño vecino en sus brazos. Al comprobar que él tenía una calentura de 38.9°C, envió inmediatamente a su hija a bañarse para evitar que contrajera un resfriado, mientras ella se encargaba de atender y poner cómodo al pequeño hijo de los Kishibe. Era claro que no le gustaría estar cuidando de dos niños enfermos a la vez.


Rohan, quien se encontraba recostado en el futón que había en la sala, parecía estar tranquilo, mientras que la Sra. Sugimoto le cambiaba el agua de la toalla que tenía en su frente. Sin embargo, él no estaba nada relajado. No podía dormir bien con la calentura que tenía, y por lo tanto tenía que forcejear con pesadillas.

Siendo todavía un chiquillo de corta edad, las pesadillas pueden ser muy comunes... pero no como ésta que él estaba presenciando en su cabeza, por culpa del delirio que sufría por la alta temperatura...

¿Cómo era que esa pesadilla se sentía tan real? ¿Tan viviente?

Poco a poco, al ver que el tiempo pasaba, esa pesadilla no sólo fue una. Fue una tras otra, tras otra, todas con eventos similares que radiaban con un desenlace semejante.

El escenario era un común denominador.

Él estaba en el cuarto de Reimi durmiendo en su cama junto a ella, como siempre le tocaba alguna vez que sus padres no iban a recogerlo temprano. Y de repente, podía escuchar como el crujir del piso de madera se hacía cada vez más fuerte, y a la vez también se silenciaba por momentos. El sonido se interrumpía por un grito desconcertante que venía del pasillo. Él se despertaba, se volteaba, y veía que su niñera había desaparecido, sólo para verla parada y asustada en la puerta. Sin embargo, no sólo estaba asustada, sino que estaba cubierta de manchas de sangre. Ella lloraba a medida de que una mano masculina se posaba ante su cara de forma seductora.

El pequeño denotaba terror a pesar de que no podía ver mucho con la poca iluminación de la habitación, que era proporcionado por la luz de la luna llena.

Una voz, probablemente viniendo de la persona que tenía atrapada a la muchacha, le decía: 'Tú eres el siguiente'. La voz de Reimi débilmente le exclamó que se levantara y corriera, mientras que ella iba a detenerlo, dándole un codazo en su estómago.

"¡Huye, pequeño Rohan, sálvate...!" El niño, de un salto se levantó y obedecía a la muchacha, para luego pasar por su lado y avanzar por un profundo pasillo mientras que cada paso lo mantenían alejado de Reimi y del misterioso hombre. Tenía que irse de ahí, sin querer imaginar que le pasó a los Sugimoto. Pronto, oyó como ella también corría hacia él, tratando de perder de su vista al sujeto.

"...Tienes un futuro por delante, Rohan..." Le decía ella, mientras corría tras él. "Por favor... no mires hacia atrás... pero... recuerda..." ¿Recordar qué? "yo... yo..." La frase se quedaba usualmente incompleta mientras él, trataba de actuar.


De vez en cuando, en esos intermedios, el pequeño despertaba agitado y veía que seguía estando en la sala de estar, acostado en el futón, mientras oía que la lluvia y los truenos seguían oyéndose en el fondo. Sintiéndose débil como para levantarse, no quería volver a dormirse, pero sus ojos cansados lo vencían y volvía a transferirse al mundo de los sueños.

Sin embargo, el escenario se volvía a repetir, y se volvía a repetir.

Una y otra vez.

Rohan no sólo veía como Reimi caía víctima de este misterioso hombre. Sino a toda su familia completa, incluyendo al perro.

No eran las imágenes que un niño de casi 5 años debía presenciar, ni era el tipo de situación indicada. El hombre que se encontraba en la casa era lo que podía denominar como un villano, quién cada vez tenía una clara ventaja ante la adolescente y su familia. Desgraciadamente, no lo veía para identificarlo, su figura permanecía en las sombras y cubierto de sangre.

Y, ¿recordar? Él justamente querría lo contrario. Cada vez que él tomaba más conciencia de su rol en sus pesadillas, sólo quería olvidar lo que veía.

Y después... no sólo era su niñera o su familia. Era también otra persona, que bien se parecía a él por varios aspectos físicos, pero era un joven adulto que vestía ropa algo fina y cara.

La calle dónde los dos se encontraban era también vagamente familiar. Al inicio, todo parecía ser normal hasta que veía como era que aquel hombre se alteraba y era atacado por su espalda. Cada vez que este extraño pero familiar sujeto trataba de pronunciar una palabra o dos, era como si ningún sonido saliera de su boca… que venía sangrando. Y cada vez que el adulto parecía estirar su mano, casi como si lo alcanzara, veía como su cuerpo se iba desvaneciendo.

¿Acaso le estaba pidiendo ayuda? Rohan no podía oírlo y menos podía darle su mano. Sin embargo, se quedaba petrificado al ver su reflejo en sus ojos, una mirada de desesperación del adulto que se clavaba en esos pequeños ojos azules como si fueran dagas.

Ésta fue la última vez en la que por fin, el chiquillo rompió el ciclo de sus sueños.

Rohan quería gritar en ese callejón, pero sentía como su voz daba un ahogado grito en silencio. Se derrumbó en el suelo y quería llorar, cómo todo niño debía hacer cuando no hallaba una salida para manifestar su dolor.

Mientras un río de lágrimas se producía en el suelo… una figura se apareció enfrente de él. Se trataba de un niño un poco más alto quien lucía casi como un fantasma y portaba un sombrero y una gabardina. Rohan trataba de calmarse, cuando vio cómo iba caminando hacia él. Levantó la vista y trató de reconocerlo. Sin embargo, su cara manifestaba confusión… hasta que empezó a relacionar algunos rasgos que él juraba haber visto en otro éste luciera diferente a cómo él creía conocerlo.

"¿Pinku?"

Kishibe preguntaba y quería pronunciar algo más coherente, pero el otro chico, le hacía un gesto de silencio y de duda, también.

Esa figura cambió su seriedad por una leve sonrisa. Rohan, así mismo sonreía, y poco a poco fue notando como el ambiente cambiaba y se volvía cada vez más conocido e iluminado.

Rohan, siendo un niño de cuatro años, no evitaba sonreír al llenar su cabeza de preguntas. ¡Era Pinku! Un superhéroe que había creado en una de sus clases de pintura. Y cómo su lógica trabajaba, pensaba que esa figura lo rescató del mal que estaba sufriendo. Lucía todavía, quizás, más estilizado y un poco más humano como él.

Cielos, Pinku no se veía más grande que él que por unos años.

Quería abrazarlo y que se lo llevara de ahí, pero él se apartaba por milímetros cuando él iba acercándose. Al ver que se estaba alejando de él... a Rohan le volvió a invadir la duda y la tristeza, recordando los escenarios que estuvo viendo una y otra vez.

"¿Por qué... por qué... por qué esto?"

Sin embargo, Pinku no podía contestarle. Sus gestos indicaban otra cosa para volver a la misma expresión de duda que Rohan.

"¿Acaso tú me salvarás?"

En vez de contestarle, la expresión de Pinku era de tristeza también. No era un buen signo para el pequeño Kishibe.

"Qui...quiero despertar..." Pequeñas lágrimas brotaban de sus ojos infantiles, que estaban medio cubiertas por el pelo del flequillo que caía a su frente. "No quiero... no quiero que pase esto... quiero ver a Reimi... bien..." Es más, él apartaba su vista, porque no quería que lo viera llorar. Rohan nunca se manifestó como un niño miedoso y no se ponía a llorar enfrente de las personas, a menos de que fueran muy cercanos a él.

"Quiero... quiero verla sonreír... y a toda su familia... no... ¿no hay manera de que esto sea verdad... o sí?"

El silencio abundaba entre los dos chiquillos.

No podía notarlo, pero era como si Pinku supiera algo que él no. Sin siquiera responderle, era claro instinto volver a llorar. Pinku entendía la tristeza que sentía, pero no podía hacer mucho por su parte.

Estando a un par de centímetros cerca del niño, se agachó mientras sostenía una plumilla en su mano. Escribiendo una simple frase en el aire en inglés: "Wake up".


El pequeño Kishibe abría sus ojos lentamente, mientras oía como el agua seguía corriendo... o como la televisión pasaba las noticias de la noche, así como los ronquidos y respiraciones de Reimi, quien yacía a su lado, durmiendo. Trataba de estirarse, pero seguía sintiéndose igual de débil que durante la mañana.

A la larga, al tratar de seguir manteniéndose despierto, oía susurros de no muy lejos, siendo las voces de la mamá de su niñera, así como también las de sus propios padres. No quería dormir, puesto que creía que iba a volver a soñar feo. Pero mientras se veía en ese duro dilema de dormir o no dormir, escuchó como los adultos se acercaban al cuarto de estar. En ello, su papá lo levantó con sumo cuidado, mientras oía a la sra. Sugimoto decirles un par de indicaciones.

"...Estuvo tose y tose, así que le di un poco de jarabe para calmar su garganta. En esa bolsa, está su almuerzo de la tarde..."

"Muchas gracias por cuidarlo, sra. Sugimoto." Le decía su mamá, a la vez que cargaba una bolsa con las cajas de almuerzo para llevar, y la bolsa del jardín de niños de su hijo.

"Descuiden, no nos causó muchos problemas. El pequeño Rohan es un niño muy suertudo y tiene mucho qué vivir. Nos preocupamos mucho por él aquí en la casa... y mi hija lo quiere bastante. No sabríamos qué hacer si algo le pasara." Le contestaba la mujer con mucha sinceridad, para luego voltear a Rohan, y despedirse de él. "Cuídense mucho."

El pequeño 'aspirante a ser artista' sólo podía levantar una de sus pequeñas manos y despedirse, entre ojos cerrados de la mujer. Para luego reacomodarse un poco en los brazos de su papá, pues se sentía muy seguro en ellos. Pensaba que si se sentía seguro... no tenía que experimentar esas pesadillas de nuevo.

Y por lo menos esto fue lo que pensó por un determinado tiempo.

...

...Desgraciadamente, no fue por mucho…

Cómo hubiera querido Kishibe Rohan que esas pesadillas se hayan quedado como pesadillas.

Durante una cierta temporada, nadie paraba de hablar sobre una noticia bastante estremecedora, ya que fue una de las más impactantes que había movido a Morioh en más de dos décadas.

Había un asesino suelto del que nadie pudo asegurar si era un asesino serial o no. Nadie podía explicar sus motivos, y no había pistas más que de aquellas que daban a un camino sin salida. ¿Y la familia que mató? Era completamente inocente, nadie tenía antecedentes penales, no había relaciones con la mafia... Nada, en realidad. Entonces, ¿por qué matarlos?

Sin un sospechoso, las investigaciones no tenían a dónde ir y terminaron congelándose en menos de mes y medio después del incidente.

Y lo más trágico de todo, es que el único sobreviviente era un niño que iba al kinder. Quién, para su corta edad... estaba sumamente traumado por el evento, y no dejaba de llorar en la estación de policía y tampoco dejaba de exclamar 'Reimi me lanzó por la ventana'.

Rohan quería entender. O, más bien, quería saber.

Cuando dicen 'tus sueños se pueden volver realidad', era claro que no se referían a este tipo de sueños.


Meses antes de su 5to cumpleaños, sus padres habían tomado la dura y más correcta decisión de tener que irse a vivir a otro lugar de Japón que no fuera Morioh. Todo por el bien y la salud mental de su pequeño hijo.

Al ir juntando sus cosas, antes de que empaquetaran todo, Rohan veía en sus dibujos, como veía a Reimi en su cabeza. Un trazo infantil a crayones, pero en el que podía distinguirse que era un chica de radiante presencia y una bonita sonrisa. Así también, pudo recuperar los dibujos que le hacía como regalos. Sentía como su corazón estaba destrozado y una vez que empezó, no paraba de llorar.

Cada vez que lloraba, recordaba esas pesadillas. Y sus gritos de ahogada desesperación y silencio. Eran como las premoniciones de lo que iba a suceder, y en los que se terminó convirtiendo en alguien indefenso. Luego recordaba a Pinku, que vino a ayudarle para finalmente despertar.

¡Cómo quería que Pinku lo salvara en ese momento!

Cayó al suelo mientras ahogaba su pena entre lágrimas mojando sus propias obras de arte.

Quería olvidar. Olvidar que todo eso llegó a pasar. Gritaba por su superhéroe, gritaba y lloraba por su creación y el incesante dolor que sentía.

Nunca tomó en cuenta de que sus deseos fueron respondidos.

Así como en sus sueños, una figura transparente se hacía cada vez más clara, tomando un color cercano al de una hoja de papel. Tan pronto Rohan lo vio, se le abalanzó a sus pies, cómo si tomara la capucha de su gabardina, pidiendo que le ayudara.

Recordaba los gritos y el punzante dolor en su cabeza.

"¡Quiero olvidar! ¡Quiero olvidar!" Le rogaba con mucho dolor y desesperación en su voz. Un niño no debía vivir así, menos él... "¡Por favor! ¡Haz algo! ¡Pinku!"

Quería calmarse, pero el llanto y el hipo que se le producía, hacía inentendible sus sugerencias. "Por favor... *hic* Hazme olvidar... Pinku... *sniff* te lo suplico..."

Pinku no soportaba verlo sufrir. Un par de lágrimas iban corriendo por su mejilla, para finalmente reaccionar. Él sabía que esto iba a pasar tarde o temprano... y no podía no darle su ayuda. Rohan no estaba preparado para tanto dolor, pensaba.

El chico eventualmente no iba a recordar lo sucedido, porque era sólo un niño de casi 5 años de edad, también, pero...

Suspiró. Con tristeza, el chico sacó su plumilla, para que con un solo trazo cortara la cara de Rohan como si de un libro se tratara. Había alguna que otra anotación suya en él, pensamientos, cosas muy pequeñas... así cómo memorias de lo que había vivido hasta entonces.

Detenidamente buscó un espacio vacío para luego escribir la orden que había recibido. Iba escribiendo: 'No quiero recordar nada de estas pesadillas. No quiero recordar a Reimi.'

Era su función y la razón por la que estaba ahí junto a Rohan. Como su creación, debía obedecerlo.

Cómo parte de él... debía ayudarle y protegerlo. Al fin y al cabo, era su stand.

Cerrando el corte como si de una fuerza sobrenatural se tratara, el niño se silenció completamente, desmayándose. Era mucha energía que había soltado y 'Pinku' se volvía a hacer transparente al oír como unas pisadas que provenían de los escalones de madera se aproximaban con gran velocidad. Bueno, no tenía caso desaparecer, en realidad. Un humano común no podía percibir con el ojo a un stand, así cómo era el caso de los padres de su usuario.

Era un gran sacrificio, pensaba. Pero... recordar a Reimi podía perjudicarle a su usuario más de lo que ya estaba pasando. Él sólo observaba la situación, oía como los padres de Rohan hacían comentarios al respecto de qué habían oído un grito y pensaron que algo le había pasado. Vaya el miedo que los dos señores Kishibe tenían al respecto de esa casa y por ende, de la calle después delo sucedido… pero eso es lo que pasa cuando se disminuye el sentido de 'seguridad'.

Cerrando sus ojos, el stand desaparecía, cuando ambos padres recogían en sus brazos a su hijo.

Para él, era mejor olvidar que todos esos eventos se quedaran olvidados... bloqueados.

Era mejor olvidar que Sugimoto Reimi había sacrificado su vida por el propio bien de Rohan.


Conclusión próxima.

Bien, tenía pensado publicar esto desde hace ya largo rato, pero en realidad todavía no podía subirlo pues eran ideas conectadas que no estaban realmente conectadas. En vez de realizar un one-shot, esta historia tiene dos capítulos. Una enfocándose en el pasado (que es, a final de cuentas, ésta).

A mi punto de vista y de idea, ésta hubiera sido la primera interrupción de 'Pinku' (falta de originalidad, lo sé... pero... no tengo mejor nombre para él...)... bueno, Heaven's Door como stand. Y de lo poco que sé de Rohan at the Louvre, Heaven's Door sí puede interferir en Rohan.

Vaya que nuestro querido Rohan, resultó ser muy especial... el 'pobre' se las ha visto negras desde entonces...

Los sueños, en cierto sentido, creo que pueden ser más que puro deseo del inconsciente. A grado de convertirse en premoniciones... lo cual justo ocurre aquí. Quizás... los eventos sean distintos, pero el punto de vista es el mismo. Justo dos escenarios puse aquí: uno que no iba a ocurrir hasta unos meses después y otro, que, inevitablemente sucedería casi 16 años después.