Hola, soy washimishu-chan :) Esta es una pequeña fic sobre Miles y Franziska, creo que hacen una pareja adorable :3 es mi primera historia asi que... *corre a esconderse bajo la mesa* espero muchas reviews, acepto todas las críticas siempre que sean constructivas. Subiré el siguiente capítulo pronto, DISFRUTAD :D


Miles POV

¡Qué contrariedad! Aquel fin de semana fui convocado a una reunión del despacho, en California. Nada del otro mundo, solo una formalidad: reuniones, coctails y el fiscal Payne alardeando de sus "victorias" incansablemente. Afortunadamente, pude divertirme desde un rincón solitario viendo a Franziska maltratar a todos los fiscales menos competentes que ella. Es decir, todos. Y, a pesar de ser uno de los más aclamados del país, yo también, según ella. La verdad, tengo que admitir que había mejorado notablemente su técnica con el látigo. Aún recuerdo cuando sabía utilizar apenas su fusta cuando era adolescente.

Me llamo Miles Edgeworth, y soy jefe fiscal en una de las más importantes fiscalías de Los Angeles. Durante algunos años de mi infancia estuve instalado en Alemania, pero ahora vivo confortablemente en un gran apartamento en el centro de la ciudad. O eso hacía, hasta hace unos días...

El lunes por la tarde acabaron mis pequeñas "vacaciones", y al fin volvia a mi casa. Era un día caluroso de junio y hacía varios días que ni una pequeña corriente de aire se había sentido po la ciudad, y no podía esperar a subir arriba y darme una buena ducha fría. Pensé que después de eso me sentaría en mi mesa, revisaría mis casos pendientes y tomaría un buen té. A pesar de todo, eso no fue posible. Seguramente os estéis preguntando por qué.

Cuando llegué al pie del rascacielos me encontré con el señor Garting, el portero. Este me abrió en seguida la puerta y con una sonrisa desdentada me saludó:

"¡Buenas tardes, señor Edgeworth!

-Buenas, respondí con un asentimiento de cabeza.

Con asombro, el vigilante miró mi maleta de cuero.

-¿Se tomó usted un descanso este fin de semana, señor?

-Ah, bueno...no exactamente, respondí. Después de todo, un fiscal debe atender a sus obligaciones, ¿no?

-Sí, sí, claro. Pero, ¿no fue usted el que hizo obras en su piso de arriba?

Le dirigí una mirada interrogativa, para que comprendiese que no tenía conocimiento de ninguna obra, menos en mi piso.

-¿No fue usted? murmuró para sí mismo. Vaya, juraría que todo ese alboroto provenía de su apartamento. Ja, ja, ja, mi oído ya no es el que era antes. Sería otro vecino. Disculpe las molestias", se disculpó inclinándose hacía delante.

Después se dirijió a su cabina de vigilancia, silbando. Yo subí las escaleras hasta el decimoquinto piso, con un pésimo presentimiento. Y sí, siempre subo las escaleras. Tras el incidente DL-6 no tengo el valor de enfrentarme a los ascensores. Ese insufrible ruido que hacen al subir, como si fuesen a parar en cualquier instante, dejándote colgando de una cuerda... Además, ¿cómo creéis que estoy tan en forma? Uno no está así de leer expedientes y de apuntar el dedo al incompetente de turno que se encuentre del otro lado del banco de la defensa.

Cuando al fin llegué, ya sospechaba que algo no estaba bien. Para empezar, las llaves no funcionaban. Entonces cojí mis llaves de repuesto. Estas de deslizaron perfectamente dentro de la cerradura, y antes siquiera de que pudiera contemplar mi ansiada casa, vi como un charco de agua sucia se colaba bajo mis pies. Inmediatamente, me adentré en mi casa. Y después, la pesadilla: todo estaba encharcado. Había agujeros en las paredes, y el suelo de mármol de la cocina había sido agrietado a martillazos. Corrí hacia el salón, con una terrible sensación de náuseas. Mi colección de tazas de té, antes meticulosamente colocada en una estantería de cristal, estaba hecha añicos por el suelo, prácticamente irreconocible. Con horror, me dirijí finalmente a mi cuarto. Me sorprendió que las paredes siguiesen en pie: había incontables agujeros, como si hubiesen querido rebuscar en el interior de las paredes. Suspiré de alivio al ver que mi colección del Samurai de Acero seguía intacta. Una cosa menos en la lista "¿por qué a mí?" de cosas que me pasan y que no me deberían pasar. (¿El karma tal vez?) Mis carpetas y casos estaban espacidos por el suelo, pero ninguna faltaba. Afortunadamente, la mayoría de mis archivos relacionados con mi trabajo (y mi figura exclusiva edición coleccionista del Samurai de Acero) estaban a salvo en mi despacho.

...¿mi despacho? Supuestamente el criminal no tendría que saber donde vivía, y menos como entrar. Todas las habitaciones habían sido tocadas, pero ningun bien u objeto había sido robado. ¿Había sido esto un simple atraco? No. Él o ella seguramente buscase algo, dinero tal vez. Entonces, ¿qué le pararía de arrasar mi despacho también? Incluso si mi despacho está bien vigilado, no puedo dejar ningún cabo suelto. Enseguida pensé en mis papeles y todos mis casos siendo robados o quemados, o peor aún, divulgados gracias a los medios.

Rápidamente fui hacia la salida, revisando solo unos segundos cada habitación, revisando que todo estuviese "en orden". Al pasar delante de la despensa, no había recordado haber dejado la puerta cerrada la última vez. Giré el picaporte, y reconocí el olor nauseabundo de la sangre mezclada con vino.

Hay algo cuando ves un cadáver. Como fiscal, esta no era de lejos la primera vez que veía uno. Es más, es escalofriante lo poco que me sorprendió encontrarlo. Pero te das cuenta de que hace tiempo, puede que hace unas horas, este saco de carne y huesos era un ser vivo con pensamiento propio. Podía ser tu hermano, tu madre o un amigo. Te das cuenta de lo fuerte, pero también de lo frágil que es el ser humano. Que esta persona un día será olvidada, y dejará de existir, y que de todos los lugares tenía que morir, en este caso, en una despensa de vino, completamente sola y helada.

Estaría bien poder elegir la manera en la que vamos a morir, ¿verdad?

La joven yacía en el suelo, apoyada al pie de una de las estanterías. Alrededor, tres botellas de vino habían caido al suelo, dejando que los trocitos de cristal y líquido rojo se mezclasen con la sangre de la víctima. Su pelo corto y revuelto le daba un aire casi infantil e inocente. Definitivamente, su rostro me decía algo, pero no lograba dar con el nombre o identidad de la chica. Busqué el pulso, una respiración, algún signo de vida. Nada. Cual estatua de cristal, su piel casi gris constrastaba con la herida abierta que se podía apreciar en su hombro desnudo. Diría que fue hecha por una pistola, pero en ese momento no estaba seguro a ciencia cierta. Una mano reposaba en el suelo, mientras que la otra lo hacía en su pecho, cojiendo firmemente el cuello de su camisa arrugada, como si hubiese querido buscar su propia respiración antes de dar su último suspiro.

Sin perder más tiempo saqué mi teléfono del bolsillo de mi chaqueta. Reuniendo toda la paciencia que pude, e intentándo ignorar también el fuerte olor a podrido que se propagaba por toda mi casa, esperé al tercer 'bip', hasta que una voz ronca pero viva respondió:

"¡Detective Dick Gumshoe al habla, amigo!

-Soy Edgeworth.

-¡Ah, señor Edgeworth! ¿Ya ha vuelto del viaje? ¿Cómo...

-Ahora no, detective, le corté. Mande a un equipo de investigación y otro forense inmediatamente a mi lugar de residencia. Si no tiene la dirección, podrá encontrarla en la base de datos de la fiscalía. Usted y yo nos reuniremos en la puerta de mi despacho ahora mismo. Tenemos trabajo que hacer.

Colgué sin esperar su respuesta y empecé a ir escaleras abajo apresuradamente.

Y esto es lo que se llama empezar mal la semana.


¡Voila! ^^ Espero que os haya gustado. En este capítulo no aparece Franzi, pero aparecerá pronto, don't worry ;P

Franziska: Estúpida estúpida que solo sirve para decir estúpidas estupideces. ¿Quién te ha dado permiso para llamarme Franzi?

Washimishu-chan: Eh...jejeje ^^""