¡Hola a todos! Aquí les traigo otro fic Grimmhime. Además de Bleach, otro de mis traumas son los asesinos seriales, así que traté de jugar un poco con estos dos conceptos. Espero que les guste. Dejen su comentario, queja o sugerencia y nos leemos la próxima semana. ¡Saludos!
Los personajes de Bleach no me pertenecen, son propiedad de Tite Kubo.
LA PANTERA
Capítulo 1: Un caso más.
La ciudad de Karakura había sido azorada con una serie de asesinatos de mujeres. Las víctimas no tenían ninguna relación aparente, excepto que todas ellas vivían en la misma área. Eso sin duda cercaba las posibilidades de encontrar al culpable, pero básicamente era como andar en un cuarto a oscuras.
En un lapso de dos meses, seis mujeres habían sido asesinadas. Reportaron su desaparición de su casa, escuela o trabajo y al día siguiente habían sido encontradas en distintas partes de la ciudad con tres cortes en la garganta de oreja a oreja. La herida parecía hecha por un animal de filosas garras, y ya que la policía había recibido llamadas donde según eso habían visto al sospechoso vestido todo de negro, los medios de comunicación habían apodado al asesino "La Pantera".
-Lo entiendo perfectamente, señor…sí…por supuesto…yo lo llamaré –Isshin colgó el teléfono y se recostó en su silla luego de aflojarse el nudo de la corbata.
El Capitán Kurosaki estaba al borde de la desesperación. Hasta ahora, no habían conseguido absolutamente ninguna pista que los dejara más cerca o los ayudara a descifrar la conexión entre las víctimas y la razón de haber sido escogidas por el asesino. El alcalde de la ciudad lo estaba presionando para que le mostrara avances o resultados en la captura de La Pantera antes de que, inevitablemente, interviniera el FBI.
Marcó un número y esperó en la línea un momento.
-Sí, ¿detective? Tengo un caso que necesito resolver y requiero su ayuda inmediata…sí… Por favor, venga a mi oficina cuanto antes, arreglaremos los términos aquí. Le agradezco…hasta pronto –colgó.
Ichigo entró en el despacho con una pila de expedientes bajo el brazo. Había escuchado la breve conversación de su padre.
-Así que después de todo sí la llamaste.
-Tiempos desesperados requieren medidas desesperadas –respondió Isshin.
-¿Estás seguro de que esta vez podrá resolverlo?
-Es mi mejor carta. Y ella es la mejor detective que conozco. Será de mucha ayuda aún si no lo resuelve.
Grimmjow entró en la cafetería y pidió un café negro. El día estaba frío y tremendamente lluvioso, se ajustó el cuello de la chaqueta de cuero para resguardarse del aire. Afuera, las personas pasaban de largo sin siquiera detenerse a observar sus alrededores. Parecían máquinas programadas.
Paseó la mirada por el establecimiento y sus ojos se detuvieron en una chica castaña con anteojos. Estaba sumida en sus notas y libros, seguramente era una universitaria, aunque no sabría adivinar su edad. La chica era realmente hermosa. Usaba una blusa de manga larga y jeans, nada demasiado ostentoso, pero femenina. Se recogió el cabello en un moño y levantó la vista al sentir que alguien la observaba.
Sus miradas se cruzaron por un milisegundo antes de que Grimmjow desviara la mirada hacia la ventana. Eso había estado cerca.
La mesera le dio una amplia sonrisa mientras rellenaba su taza de café. Se agachó más de la cuenta para hacer notar su escote y se retiró contoneando las caderas.
Zorra.
La apariencia de Grimmjow siempre le había causado molestias de ese tipo. Las mujeres se giraban para verlo de pies a cabeza descaradamente. Algunas incluso le guiñaban el ojo o se movían como aquella mesera para llamar su atención. Todas eran iguales. Por eso las mataría a todas, de una por una hasta limpiar la ciudad de esa escoria.
La chica de anteojos apuró su zumo de naranja y recogió sus cosas en la mochila. El mesero se acercó a retirarle los platos y Grimmjow vio que le dejaba una generosa propina.
-Hasta luego, Hanataro.
-Que tengas buen día, Nanao –respondió el joven.
Nanao salió de la cafetería y corrió hasta la parada de autobuses. Grimmjow terminó lentamente su café y después de pagar regresó a su casa.
Inoue corrió a su auto protegiéndose de la fría lluvia. Apenas era medio día y las calles estaban inundadas. La gente iba de un lado a otro con paraguas o impermeables a la mano. Se dirigió a la estación de policía como le había pedido el Capitán Kurosaki.
Habían pasado algunos meses desde que la había llamado solicitando su ayuda. Sabía que eso sólo pasaba cuando el caso no mostraba ningún avance y el alcalde estaba involucrado.
De todos los casos que había tomado hasta ahora, no había ninguno que no hubiera resuelto. Algunos con más bajas de lo deseado, pero todos ellos conllevaban a la captura o muerte del asesino.
Por lo que había visto en los medios de comunicación, seguramente le asignarían el caso de La Pantera. Había leído esa mañana en el periódico que la sexta víctima había sido encontrada la noche anterior en una bodega a las afueras de la ciudad. El dueño era un tal Urahara Kisuke, quien tenía un negocio de antigüedades y cosas básicamente inútiles, lo habían interrogado pero había sido en vano; era inocente. En la bodega guardaba cajas para entregas de mercancía, y descubrió el cuerpo alrededor de las diez de la noche. No había más detalles de la muerte de la chica, y eso significaba que la policía no tenía nada.
Llegó a la estación de policía veinte minutos después y se estacionó enfrente. Entró al edificio con las gafas de sol puestas, a pesar de que estaba lloviendo. El único que la conocía por su oficio era el Capitán, su hijo y Uryuu Ishida, un investigador policial que se había graduado hace dos años y se había especializado en el área técnica.
-Detective Inoue –saludó Isshin cuando la vio entrar en su oficina.
-Capitán –asintió con la cabeza quitándose las gafas.
-Ya conoce a mi hijo, Ichigo. Y a Ishida.
-Buenas tardes, caballeros.
Ambos le regresaron el saludo y cerraron la puerta para tener más privacidad.
-Supongo que ya sabe de qué caso se trata –comenzó Isshin buscando los expedientes en el cajón de su escritorio.
-La Pantera, si no me equivoco –respondió Orihime sentándose en la silla enfrente.
-Por más que revisemos los archivos y la escena del crimen, no encontramos nada –intervino Ichigo.
Orihime lo observó detenidamente de pies a cabeza. Estaba recargado en la puerta con los brazos cruzados.
-Su tono de voz denota mediocridad y nada más –replicó volviendo la vista a los expedientes que le entregó Isshin.
Isshin vio a su hijo sonrojarse y movió la cabeza negativamente. A veces no sabía cuándo debía quedarse callado.
Ichigo se avergonzó del comentario de Orihime. Era cierto que no tenían la astucia de ella, pero le pareció algo injusto que haya dicho algo como eso, dando a entender que eran un montón de inútiles que no habían podido resolver un caso que ella habría cerrado hace semanas.
Desde el primer momento que conoció a Orihime, un año atrás, sintió que era una mujer extraordinaria, y lo había comprobado después de verla en acción. Sin embargo, al lado de ella, Ichigo era sólo un novato. Ambos tenían la misma edad, pero la experiencia era lo que importaba ahí. Orihime había aprendido en la calle y había vivido muchos casos en carne propia, sin importarle las consecuencias, mientras que él se dedicaba al papeleo y trabajo de oficina sin ensuciarse las manos. Decidió que eso se terminaría ahí mismo.
Orihime tardó unos minutos más en terminar de leer los archivos. Sólo interrumpió su análisis para hacer una o dos preguntas ocasionales.
-Es otro de esos casos donde aparentemente el asesino no sigue un patrón al escoger la víctima –dijo.
-Entonces será realmente difícil proteger a las personas, dado que no sabemos cómo ni por qué las escoge –exclamó Ishida.
-Dije "aparentemente". Todos siguen un patrón, aunque a veces lo hagan sin ser conscientes de ello. Lo más obvio es que las víctimas son todas mujeres y todas vivían en la misma área. Lo difícil es saber quién y por qué. ¿Color de pelo? ¿Complexión? ¿Edad? Hasta ahora sólo sabemos que la víctima más joven tenía quince años y la más vieja tenía veinticinco. Las demás son distintas, la próxima víctima podría ser mayor o menor, no lo sabemos.
-Maldición, si tan sólo pudiéramos tener una pista –dijo Ichigo.
-Por lo que veo, la hora de desaparición de todas las víctimas fue entre las tres de la tarde y nueve de la noche –Orihime hojeó los resultados de las autopsias-, y la hora de muerte varía desde las cinco hasta las diez de la noche, lo que nos dice…
Los tres estaban callados. No sabían qué responder. Orihime suspiró.
-Que nuestro asesino tiene toda la tarde libre –todos asintieron como si se tratara de lo más obvio del mundo, a pesar de haberlo pasado por alto.
-¿Qué hay del perfil del asesino? ¿Puede darse una idea? –preguntó Ishida.
-Eso es más complicado, con la información actual puedo darle un perfil muy básico, me tomará tiempo desarrollarlo más –respondió Orihime.
-Dios mío –Isshin se cubrió la cara con desesperación-, no parece que vayamos a estar ni siquiera cerca de atrapar a ese bastardo.
-Bueno, por eso me llamó, ¿no es así? –replicó Inoue con una sonrisa de medio lado.
-¿Algo más? –preguntó Ichigo.
-Apenas estoy empezando, agente. Necesitaré tiempo para organizar todo esto.
Se puso de pie y se dirigió a la salida con los expedientes. Se giró para hablarle a Isshin.
-Lo llamaré cuando tenga algo más. Podemos vernos en su casa o en la mía. Yo no esperaría a mañana, no hay tiempo que perder.
-De acuerdo, ¿le parece en mi casa a las siete? –Preguntó Isshin.
-Ahí estaré. Buenas tardes.
Y se retiró, dejándolos con más preguntas que respuestas, pero con un atisbo de esperanza que no habían sentido en varias semanas.
Grimmjow llegó hasta el complejo de apartamentos en el que vivía. Estaba completamente empapado. Los días lluviosos le gustaban especialmente, era como si el cielo llorara sin razón alguna.
Tomó un periódico del puesto que había al lado de la puerta del edificio y sonrió al leer el titular de la primera página.
"La Pantera ataca de nuevo"
La Pantera…parecía que el mote le iba bien. Le gustaba. Y eso era precisamente lo que era: un depredador al acecho de su próxima víctima.
-Parece que ese desgraciado no se da abasto –le comentó el anciano del puesto, mirándolo fijamente.
Grimmjow se apresuró a ocultar su sonrisa.
-Eso parece –respondió secamente.
Pagó por el periódico para leerlo con más calma después. Se sentía como una celebridad. Si tan sólo pudiera gritar a los cuatro vientos que él era el asesino. Se preguntó cuál sería la reacción del anciano y de la gente que pasaba por ahí en ese momento.
No, se dijo. Todavía no.
Entró al edificio y subió las escaleras hasta el cuarto piso. Dos puertas más adelante una mujer iba saliendo de su apartamento.
-Grimmjow, buenas tardes –saludó con una sonrisa.
Se trataba de Tatsuki Arisawa, maestra de un dojo de karate, se dirigía a clases ahora mismo. Llevaba viviendo ahí poco más de un año, y a Grimmjow nunca le había caído bien. Sabía que se trataba de una mujer fuerte que sabía defenderse, si tratara de matarla, le costaría bastante trabajo. Y no le gustaba eso. Le gustaba someter a las mujeres para dejar claro quién era más fuerte y estaba a cargo, pero debía admitir que verlas poner resistencia lo excitaba sobremanera.
Siempre gimiendo y gritando por ayuda hasta su último aliento, o hasta que el cuchillo cortaba sus cuerdas vocales y no eran capaces de pronunciar ningún sonido distinto a un gorjeo ahogado.
Algún día, pensó. Algún día te cortaré la puta garganta igual que a las otras perras.
-Buenas tardes –respondió.
Entró en su apartamento y cerró con llave. Era mejor no tener interrupciones, después de todo, era hora de planear su próximo asesinato.
Orihime se había olvidado por completo de tomarse un tiempo para comer. Desde que había regresado de la estación de policía se había enfrascado en leer y releer los expedientes que le dieron. Había muchas cosas interesantes que la policía había pasado por alto. Sacó una libreta y una pluma y comenzó a enumerar todo lo que le parecía relevante. Primero que nada, fechas y características de la desaparición y descripción de las víctimas. Era crucial comenzar por ahí.
La primera víctima: Momo Hinamori. Dieciocho años, castaña, esbelta, hermosa. Desaparecida un lunes por la tarde en el camino de la escuela a su casa. Al día siguiente fue encontrada muerta alrededor de las ocho de la noche en un parque industrial.
Segunda víctima: Isane Kotetsu. Veintidós años, cabello gris plateado, alta, esbelta y hermosa. Desaparecida al salir del café donde trabajaba un jueves por la noche. Fue encontrada el viernes a las diez de la noche cerca de una primaria de la zona.
Tercera víctima: Soi Fong. Veinte años, morena, esbelta. Desaparecida el martes de camino a casa de su clase de ballet, alrededor de las nueve de la noche. Encontrada el miércoles a las siete debajo del puente del río.
Cuarta víctima: Rangiku Matsumoto. Veinticinco años, rubia, hermosa, maestra de primaria. Desaparecida el lunes a las seis de la tarde en el estacionamiento de la escuela. Encontrada el martes a las once de la noche en el estacionamiento del centro comercial.
Quinta víctima: Yachiru Kusajishi. Quince años, cabello rosa chicle, esbelta y pequeña. Desapareció el viernes de camino a casa, alrededor de las nueve de la noche. Volvía de la feria del pueblo luego de reunirse por la tarde con sus amigos. Fue encontrada a espaldas del deshuesadero municipal a las diez de la noche del día siguiente.
Sexta víctima: Rukia Kuchiki. Veintiún años, morena, esbelta y hermosa. Regresaba de la universidad a las tres de la tarde el miércoles, fue encontrada en la bodega de mercancía de Urahara Kisuke a las diez de la noche del jueves.
Una vez que hubo analizado esto más a fondo, se puso de pie y paseó la mirada por su apartamento. Estaba estancada, no tenía idea de por dónde comenzar.
Cálmate, se dijo. Sólo es el primer día y ya has hecho muchos avances.
Tomó nuevamente la libreta y empezó a comparar los casos. Lo primero que notó fue que las desapariciones fueron de lunes a viernes, hasta ahorita no había ninguno el fin de semana, eso era importante. Luego, vio que entre las víctimas había tres estudiantes, una mesera, una bailarina de ballet y una maestra de primaria. Todas las chicas tenían características diferentes en cuanto a estatura, color de pelo, complexión, pero algo que tenían en común es que eran esbeltas y hermosas.
Pensó que, a pesar de las apariencias, estos dos factores habían sido decisivos para su muerte. Todo mundo admira una chica delgada y hermosa, y sienten que son las mejores personas, pero esta vez, eso les había causado la muerte.
Si escogía chicas hermosas uno podía pensar que se trataba de un deseo sexual o admiración, pero ninguna de ellas había sido atacada sexualmente. ¿Entonces qué era lo que lo impulsaba a actuar? ¿O tal vez se trataba de una asesina? El hecho de que fueran todas delgadas también apoyaba esta última teoría. Las mujeres tienden a tener menos fuerza que los hombres, por lo que es normal que su objetivo debiera ser fácil de cargar y manejar.
Suspiró y se dejó caer en el sillón. No tenía sentido seguir dándole vueltas al asunto sin fundamentos. Su sexto sentido le decía que se trataba de un hombre joven, pero no podía resolver un caso en base a una corazonada, tenía que revisar cada detalle para trabajar en el perfil y dar con el asesino.
Continuará...
Gracias por leer, ¡hasta pronto!
