Regalo para Sara, con tanta tardanza, que siento vergüenza al publicar. Va con todo mi amor para ti, bonita, espero que te guste tanto como yo lo escribí. Creo firmemente que Felix se merecía un desarrollo en toda la palabra. Y Bridgette sus escenas cómicas para cazar a su enamorado.
Los personajes fueron creados por Thomas Astruc. No me pertenecen en lo absoluto.
.
"Abrumadora coincidencia"
.
.
.
Llovía a cántaros, Felix escuchó el repiquetear de la lluvia contra las ventanas superiores de la biblioteca y el rugido del viento, arrastrando consigo, las hojas desteñidas y secas de los árboles. El cielo ennegrecido por los densos nubarrones dejaban atisbar entre la espesura que la lluvia sería prolongada hasta bien avanzada la noche. Vio la hora en el reloj colgado en la pared, todavía le quedaba tiempo para estudiar antes de que cerraran. Volvió a bajar la mirada hacia sus ejercicios de matemáticas, la mayoría de ellos ya completados y revisados. Llevaba tres horas ahí y el cansancio se hizo notar en su postura; tenía la cabeza ligeramente inclinada hacia adelante, los hombros caídos y las piernas estiradas bajo la mesa.
Felix no podía estar tanto tiempo en un mismo sitio, mucho menos, quedarse estático en una sola posición; agradecía que, como Chat Noir, podía mover su cuerpo con la libertad deseada para gastar la energía contenida en su cuerpo. Sintió a Plagg removerse en su bolso, inquieto, seguramente aburrido y hambriento; le dio un golpecito al bulto que se formó, advirtiendo de que se quedara tranquilo. El kwami, no obstante, obstinado y testarudo por naturaleza, abrió la cremallera antes de asomar la cabeza por uno de los compartimentos.
—Ya me aburrí, vámonos ya, ¡esto es horrible!
Felix inspiró hondo, apelando a su empobrecido lado paciente. Cerrando sus ojos, aplastó la cabeza de la criatura, ocultándola de cualquier ojo curioso.
—Sabes que tienes prohibido salir, quédate ahí.
—Ugh, ¡eres un niñato injusto!
—Come algo de mi comida, tengo suficiente —siseó Felix, adivinando el origen de la frustración de Plagg. La mayoría de sus pataletas eran a causa de estar hambriento.
—Ya no hay nada.
—¿Qué? —el rubio abrió los ojos con sorpresa, no era posible que una criatura de ese ínfimo tamaño comiera la ración de un adulto humano—. ¿Te comiste todo?
El tono de voz recriminatorio llamó la atención de quienes se encontraban un poco más allá, estudiando al igual que Felix o, al menos, intentándolo. A la hora de almuerzo la mayoría de los estudiantes no tenían los ánimos necesarios para internarse en las profundidades de sus respectivas materias.
—Silencio, por favor —pidió una de las encargadas de la biblioteca—. Es bueno respetar mutuamente las reglas del departamento. Por favor, guarda silencio, los demás estudiantes intentan concentrarse.
Felix sonrió con dificultad.
—Entiendo, no volverá a suceder.
La mujer le devolvió la sonrisa y se marchó hacia un carrito que estaba en la estantería de humanidades, continuando con su trabajo. El rubio suspiró y le dio una mirada molesta al kwami. Plagg escondió la cabeza, risueño.
—¿Ves? Eso te pasa por no ser considerado.
—El único que no es considerado aquí, eres tú, te comiste toda mi comida y no me dejas estudiar —sin nada más que agregar, Felix cerró la cremallera de su bolso, poniendo fin a la conversación.
Siguió estudiando, sin la misma energía que antes, pero su grado de compromiso personal por lograr perfectas calificaciones, sumado a su responsabilidad, eran superiores ante cualquier distracción. Felix estaba condenado a ser víctima de desventuras, situaciones vergonzosas, incómodas, agrias, pesarosas, poco amigables y agotadoras. Él tenía que esforzarse el cuádruple, si era necesario, para lograr lo que deseaba entre tanto evento desalentador. No se sentía bien si las cosas no estaban bajo su control, por eso, muchas veces, era objeto de burla entre sus familiares y compañeros de escuela por su horario y actividades meticulosamente ordenadas durante el día.
Pero pasada una hora, ya no pudo continuar, no cuando oyó el sonido de su estómago retorcerse exigiendo algo de comida. Abrió la mochila, buscando ese algo para comer, pero los ojos de Plagg y la sonrisilla inocentona, le recordó que no tenía nada con qué alimentarse. Porque cierto kwami se había devorado todo en unos minutos.
Entonces la tarde de estudio se vio abruptamente interrumpida. El cerebro no trabaja bien sin alimento.
El joven frunció el ceño, malhumorado.
—Tengo hambre —informó Plagg, fingiendo desinterés en que su dueño padecía de lo mismo.
—Hmmpt... —gruñó una palabrota por lo bajo, hastiado.
Felix se puso de pie.
—¿Nos vamos? —preguntó, elevándose.
—Plagg, quédate quieto. Y sí, nos vamos.
Como siempre, el kwami se salía con la suya.
Guardó sus cosas, mientras lo hacía, la sala de la biblioteca se iluminó por un instante. Se escuchó el trueno un segundo después. La tormenta se había intensificado. Felix se acomodó el abrigo, el bolso y cogió su paraguas. Caminó entremedio de las estanterías altas, hacia la salida, Plagg iba celebrando la ida tarareando una melodía de un aviso comercial.
A Felix, por supuesto, no le agradaba la idea de tener que irse antes.
Iba pensando eso cuando una silueta muy familiar detuvo su andar. Bridgette. Estaba sentada en una de las mesas, sola, durmiendo con la cabeza apoyada sobre sus brazos. Observó sus cosas y notó un detalle.
—¿Por qué nos detuvimos? —pregunta, Plagg, al sentirse atascado en el bolso.
Pero la respuesta saltó a su vista; la chiquilla que acosaba a su dueño estaba profundamente dormida, se podía apreciar por la respiración pausada y honda.
—Es Bridgette —murmura el joven, pensativo.
—Sí, eso es obvio, ¿no? —repuso, Plagg—. Ella viene a aquí a menudo a molestarte.
Felix ya no podía decir si era correcto usar la palabra molestar; Bridgette se le acercaba a hablar cuando se encontraba solo, sin nada tan importante que prestara toda su atención; a veces, sus conversaciones eran un buen descanso entre tanto estudio. Los años juntos como compañeros de instituto sirvieron para conocerse un poco mejor, recíprocamente. La muchacha sabía en qué momentos acercarse a su enamorado y en cuáles no. El entusiasmo de Bridgette, sin embargo, fue perdiéndose con el tiempo; transmutándose en un sentimiento más serio, calmo y maduro. Quizá ya no tan apasionado.
Justo cuando Felix parecía acostumbrarse a su ánimo bullicioso, carcajadas estridentes y palabras insistentes, ella cambió. Y se preguntaba, en esos ratos de descanso que se permitía entre sus panoramas, si había sido su culpa.
—¿Qué esperas? —vuelve a decir, Plagg—. Tengo hambre y...
Felix se quitó el abrigo y lo puso, con cuidado, sobre los hombros de Bridgette. La enorme prenda de color carbón cubrió por completo el pequeño cuerpo de la muchacha, brindándole el calor ajeno.
Plagg abrió los ojos enormemente, sin creer lo que estaba viendo frente a sus narices. Iba a comentar algo al respecto, pero su dueño no lo dejó:
—Nos vamos.
Sin nada más que agregar, salieron de la biblioteca y la lluvia los recibió con los brazos abiertos.
.
Aún no anochecía cuando apareció el akuma, Felix estaba parado en el autobús; de sus ropas escurría agua, tenía el cabello apegado a cada lado de sus mejillas y frente, sus nudillos se tornaron blancos al sostenerse en uno de los barandales del pasillo y le temblaba el labio. Todo su aspecto era deplorable, a diferencia de los demás pasajeros, él era el único que no llevaba un abrigo para protegerse de la lluvia y la gélida temperatura de invierno. Le castañeaban los dientes y se cuestionó de su impulso amable. Intentó no pensar en sus arrepentimientos por haber dejado su abrigo a Bridgette. Era lo mejor.
El autobús frenó de golpe y Felix se sostuvo fuertemente del barandal. Se escucharon gritos y el estrépito de un impacto metálico ensordecedor que ahogó el sonido de la lluvia. El joven miró rápidamente por las ventanas del bus, pasando sus manos por el vidrio para quitar el vapor adherido a ellas.
—Tendremos que esperar —informó el conductor, ante la expectación de los pasajeros—. Acaba de ocurrir un accidente...
Se oyeron otros ruidos cada vez más fuertes y, de la nada, apareció la silueta de Ladybug surcando los cielos, impulsada por su yoyó, dispuesta a proteger la ciudad. Felix abrió sus ojos de golpe y pidió bajarse en el acto. La lluvia había menguado, porque una fina cortina de agua caía desde el cielo oscurecido, sin impedir la vista.
Felix corrió por las calles, acercándose a la fuente de tal fragor, los vehículos estaban detenidos por las veredas, había atochamiento en las calles y la gente se bajaba de sus carros para escapar. Un poco más allá, Ladybug estaba enfrentándose a un enorme hombre que destruía todo a su paso con sus descomunales puños; el asfalto de la calle se hacía añicos bajo su fuerza.
Oh, no.
El joven miró a su alrededor, buscando un lugar en el cual transformarse, entre tanta gente, pero un gemido lo estancó en su sitio. El sujeto había golpeado a la heroína de París.
—¡Plagg! —gritó, se escondió tras un vehículo.
Salió a su encuentro, tan rápido como sus movimientos le permitieron. Ladybug estaba sentada en el suelo, llevaba algo puesto, pero Chat apenas y le prestó atención. Se interpuso entre ella y el criminal, deteniendo el puño destructor que iba destinado al delicado rostro de la muchacha.
—Justo a tiempo —sonrió, haciendo esas apariciones abruptas y fortuitas que tanto le gustaban. Giró el torso y le asestó al hombre una feroz patada en el abdomen, empujándolo violentamente hacia atrás, chocando contra un griffo.
—No te creas, tenía todo controlado —soltó, Ladybug, mirando hacia un lado, todavía sentada en el mojado asfalto. No muy contenta de que él la viera así.
Chat le regaló una mirada cándida, una reverencia de todo un caballero y la ayudó a pararse, aprovechando el breve instante que tenían, mientras el sujeto intentaba recuperarse de la paliza, metros más allá.
—No te ha dado muy duro, ¿o sí? —quiso saber él, preocupado.
—¡Oh, no! —gritó ella, al reparar en un detalle, una vez de pie.
—¿Qué? ¿Te ha lastimado? —pregunta, Chat, asustado. Colocando sus manos sobre los estrechos hombros de ella.
—No, claro que no —responde, como si la sola mención de esa posibilidad fuera imposible—. Se ha estropeado.
Sus ojos apenados.
—¿Qué cosa?
Ella le enseñó el saco color carbón que llevaba puesto, la caída y la pelea habían hecho que una parte de la prenda se rasgara. Incluso si fuese reparada, arruinaba toda la simetría y elegancia del diseño. El abrigo se veía costoso, observó Chat.
—¿Por qué usas eso? —el joven frunció el ceño, sobre todo porque, el diseño y la tonalidad del abrigo, se le hacía familiar. Incluso la sensación de la tela.
Ladybug se llevó el dedo índice a sus labios.
—Un secreto.
El sujeto corrió hacia ambos para volverlos a atacar, ya recuperado, pero antes de ponerse Chat Noir en guardia para detenerlo, Ladybug fue al encuentro del hombre.
—¡Pagarás por lo hiciste! —sentenció ella, enojada por haber roto el abrigo. La joven arrojó su yoyó, rodeando las piernas del sujeto; cuando estuvo segura de que había suficiente cuerda alrededor de éstas, tiró con fuerza. La caída fue inevitable.
Un minuto después el hombre corpulento yacía de bruces en el suelo, noqueado, ya liberado del akuma. Chat contempló el resultado del enfrentamiento, incrédulo y sorprendido. En ocasiones, ambos podían volverse muy eficientes en sus respectivos trabajos, pero sacar la vuelta era algo que Chat no gustaba quitar de sus aventuras heroicas; le daba ese toque especial que era menos aburrido y monótono. Algo que, por el contrario, no agradaba a Ladybug; ella prefería hacerlo todo lo más rápido posible.
—Pero qué... —murmuró, acercándose a ella—. Eso fue...
—¿Sencillo? —aventura, Ladybug—. Sí, lo fue. Resultó ser un bruto, usaba poco el cerebro, mucho ruido, pocas piedras. Te dije que tenía todo bajo control.
—¿Todo esto por un abrigo?
La joven le sonrió apenas, se quitó el saco, pasando los dedos por el tajo de la tela gruesa, lamentando, para sus adentros, usarlo en plena lucha. No se sentía nada bien por el desenlace de los hechos.
—No es mío —confiesa ella, empezó a llover y la gente fue asomándose de sus escondites para ver lo que sucedía, porque el estrépito de la pelea había cesado.
—¿De quién es?
—Un amigo.
A Chat no le gustó el término; amigo, casi sintió celos.
Ladybug dobló el abrigo y algo cayó de los bolsillos. Una tarjeta.
Felix la reconoció enseguida, era su credencial para pedir libros en la biblioteca. Y el abrigo que la heroína de París usaba, justo frente a sus ojos, era el suyo. Vio la etiqueta que asomaba entre el doblez, comprobando sus conjeturas. Ella suspiró y recogió la credencial del suelo, limpiando el barro de ésta e ignorando el desorden emocional de su compañero.
Antes de que él pudiera articular siquiera una palabra, debido al shock extremo, Ladybug ya estaba por marcharse. Intentó detenerla, pero ya era tarde, desapareció entre los tejados de los edificios y la neblina de las calles adoquinadas.
El cielo se iluminó por un relámpago aislado. Felix estaba demasiado absorto, para notar, que la lluvia descendía abundante sobre sus hombros, le goteaba la barbilla y el cabello desprolijo caía a cada lado de su rostro.
.
¿Les ha gustado? Como ven, partí de una idea que es bastante base para algunos shots, incluso para los fics de la serie 3D. Puede que aquí todos me digan, ¿es eso nada más? ¿Tan cliché? Pero aquí es cuando yo pongo mis piezas y le doy la profundidad merecida, ¡no se alarmen! Lo tengo todo calculado xD
Me gusta el Felix y Bridgette, fue el motivo por entusiasmarse, creo que por el 2012 con la serie de MLB. Después me llevé la decepción de que el proyecto inicial no se llevó a cabo, se bajó la edad dirigida, quedando un serie para "niños". Pero bueno, es lo que hay, si no hubieran hecho la serie 3D, no tendría probablemente a mi bello Nathanaël.
Me gusta Felix, principalmente, porque me enamoran los desarrollos de los personajes complejos. Todo lo enriquece más.
Será three-shot. Publicaré en unos días, si tiene buena recibida, probablemente me anime a publicar la Parte II tan rápido como el viento xD
.
¡Muchas gracias por leer!
