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¿Por qué él?

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1: Año nuevo

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¿Por qué él?

¿Por qué, de todos los seres de la faz de la tierra, e incluso de la Zona Fantasma, tenía que ser precisamente él? ¿Por qué no alguien como Sam, o incluso Tucker? ¿Por qué no alguien de su entorno más cercano, como sus compañeros de clase, o algún fantasma? ¿Por qué, de todas las posibilidades existentes, tenía que haberse enamorado de él?

Oh, Danny no era estúpido. Podía parecer despistado a veces, pero no era, ni pretendía ser, una persona estúpida. Le daba lo mismo que le diera lo mismo cualquier persona, sin importarle el sexo. Después de todo, había sentido atracción por Paulina, por Valerie y por Sam, y, quizás, hasta se había enamorado de alguna de ellas. O se habría enamorado de no haber aparecido Vlad. Pero sabía a lo que se arriesgaba, y no sólo por la diferencia de edades. Porque él era un adulto, vamos, y lo suficientemente viejo para ser su padre, por si fuera poco.

Y para frutilla del postre, estaba bajo su mismo techo. Era año nuevo y Vlad había sido invitado a pasar las fiestas con la familia Fentom. Sam estaba de viaje, visitando a sus abuelos en Washington, y Tucker estaba con su propia familia, pero en Florida. No tenía a quien recurrir, salvo su hermana. Y sabía que, si llegaba a enterarse, no se iba a quedar quieta ni callada. Y algo de razón iba a tener.

Era una tortura.

Y, quizás, la forma de pararla fuera aún peor.

¿Qué pasaba si Vlad le exigía que le probara que estaba enamorado y le decía que matara a su propio padre? ¿O que no tenía el más mínimo interés en un chico de 16 años, que para peor era el hijo de la única persona a la que amaba? ¿Qué pasaba si era heterosexual? ¿O si se aprovechaba de él y lo dejaba con el corazón destrozado, después de utilizarlo? ¿O si le decía algo a sus padres acerca de su salud mental, o que intentaba ponerlos en su contra?

Y esas eran las posibilidades que más le rondaban. Sus padres y su hermana, al igual que sus amigos, sabían que a él le gustaban ambos sexos, y no tenían ningún problema en aceptarlo, pero igual tenía miedo. Por primera vez en su vida, sentía miedo por Vlad. Ni sus planes ni sus palabras ni sus acciones le habían dado tanto miedo como el que sentía ahora.

Danny se preguntó si Vlad se reiría si lo supiera.

O si se reiría cuando él le dijera lo que sentía.

-Has estado muy callado esta noche, Daniel- le dijo una voz demasiado conocida -¿Sucede algo?-

Danny no se dio vuelta. Estaba temblando, y sabía que Vlad lo había notado. No sabía si decir una gran mentira o algo remotamente similar a la verdad. Sospechaba lo que le iba a responder, pero después de dejar pasar unos segundos, y de no escuchar los pasos de Vlad que se alejaban –o de otra persona que se acercaba- decidió tantear el terreno.

-¿Aún sigues intentando conquistar a mamá?- le preguntó, sin darse la vuelta y tratando que no se le notara el temblor de la voz.

-¿A qué viene esa pregunta?- Vlad no se había movido de su lugar.

-Quiero saber-

-¿Algún motivo en especial?-

La forma en que lo dijo, más que lo que dijo en sí, le hicieron dar un respingo.

-¿Ahora me temes?-

Danny no contestó. Jorobar, sí tenía miedo, y de él, aunque no por lo que debía suponer.

-¿Debería, por algún motivo en especial?- retrucó, casi sin pensar.

-Entonces, ¿por qué no me miras a los ojos?- lo escuchó moverse, pero no quería verlo a la cara.

Caminó hacia la cocina, rápido, sin dejar que lo alcanzara. Un par de segundos después lo escuchó, caminando a su mismo ritmo. Pasó de largo la cocina y el comedor y bajó las escaleras del laboratorio. Vlad no dudó y lo siguió, a juzgar por el ruido de sus pasos. Danny se encontraba ahora con el portal cerrado hacia la Zona Fantasma, pero tenía otras ideas.

Se transformó en fantasma, y sin darse vuelta, se volvió invisible e intangible y voló hasta su habitación. Una vez allí, cerró la puerta con llave y se recargó en ella. Volvió a su forma humana, y se sentó con las piernas cruzadas, con la cara entre las manos. Sabía que huir no solucionaba nada, pero era más fuerte que él. Ya no quería más dolor, y sabía que iba a sufrir más si lo confesaba que si se callaba.

-¿Vas a hablar de una vez, Daniel?-

Danny espió por entre sus dedos y pudo ver a Plasmius atravesar el piso, para luego transformarse en Vlad.

-¿Por qué supones que tengo algo que decirte?-

-Sé cuando mientes, Daniel. Y nunca fuiste bueno haciéndolo-

-Habla el maestro- dijo, sin saber si quería sonar sarcástico o no.

-Nunca fuiste bueno mintiendo-

-Porque no quiero ser un mentiroso-

-Entonces deja de mentirte a ti mismo. Quieres decirme algo, y no te has animado a hacerlo. Pensaste en mentir porque no te has sacado las manos de la cara. ¿Qué es lo que te carcome por dentro?-

-¿Estás jugando conmigo?- le preguntó, descubriéndose la cara.

-Lo mismo te pregunto, Daniel-

Silencio.

Vlad lo atravesaba con la mirada, y Danny no podía dejar de mirarlo. Quería disfrazar su confusión con cualquier cosa, pero sabía que no iba a poder esconderlo por mucho tiempo. Cuando el temblor se hizo evidente, desvió la mirada y apoyó una mano en el piso, para levantarse e irse de ahí. Odiaba correr, pero no quería quedarse, porque sabía que iba a terminar gritándoselo. Y no quería saber qué iba a pasar entonces.

Cuando se levantó, Vlad lo tomó de los hombros y lo apoyó contra la puerta. Sin violencia, sin fuerza excesiva, sin ansias de dominación o de demostrar quién era el más fuerte, sólo lo sostenía y le sostenía la mirada. Danny miró hacia otro lado. Vlad le tomó la barbilla con dos dedos y el chico cerró los ojos. Sintió cómo llevaba su rostro frente al suyo, pero no quería verlo.

-Abre los ojos y dime la verdad-

-No-

-¿Tanto miedo me tienes?-

-Sí- dijo, de forma suave, abriendo los ojos y sobresaltando al adulto, quien lo soltó y retrocedió unos pasos -Y no por tus planes o tus poderes o tu experiencia o lo que puedas hacer para llegar a mi madre y lastimar a mi padre, o cualquier otra cosa que hayas hecho hasta ahora-

-¿Entonces qué?- preguntó Vlad, algo confuso, tanto por la actitud como por el tono suave de Danny.

-Es que... – Danny abrió los ojos después del ataque de... lo que hubiese sido, y se dio cuenta que sus lágrimas estaban corriéndole por la cara -...no quiero enfrentarme a ti- No era una mentira, pero tampoco era la verdad desnuda. Y Danny sabía que Vlad se daba cuenta.

-Hay una mejor solución a eso... – dijo el adulto, con otro tono de voz.

-Es eso lo que no quiero No quiero lastimar a nadie, y no quiero ser lastimado Pero sé que si yo... - y se cortó en seco, llevándose las manos a la boca. Casi se le había escapado.

-¿Qué te sucede Daniel?- le preguntó Vlad, sin acercarse -¿Acaso dudas en la conveniencia del ofrecimiento que te hice hace dos años?-

-No es eso-

-¿Entonces qué?-

Danny sentía que el corazón le iba a explotar. ¿Por qué no se había ido más lejos, o a un lugar de la casa que no fuera tan obvia? ¿Por qué no había permanecido invisible, si sabía que Vlad iba a seguirlo? ¿Por qué estaba lloriqueando como un niño, si sabía que las lágrimas no iban a conmover a Vlad?

-No quiero que me lastimes- dijo al fin, en un susurro, mirando el suelo.

Silencio.

-¿De qué forma, Daniel?- los pies de Vlad entraron en su campo de visión.

-¿Acaso no es evidente?-

-No para mí. ¿Podrías...?- pero el chico lo interrumpió.

-Pasa que estoy enamorado de ti y tengo miedo de lastimar a alguien o de resultar lastimado porque ni siquiera sé si te gustan los hombres y no quiero saber lo que podrías hacerme sabiendo lo loco que estoy por... – empezó firme, pero su firmaza fue derrumbándose poco a poco, y el volumen de su voz fue bajando hasta perderse en un murmullo.

El silencio lo aplastaba. Había bajado la cabeza, y tenía los puños tan apretados que se había clavado las uñas en las palmas. Danny volvió a transformarse en fantasma y salió de la casa.

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Las lágrimas de los fantasmas también se congelaban.

Se había dicho a cada momento que había sido una estupidez, que había actuado como un maldito cobarde, que ahora no iba a poder volver a ver a Vlad a la cara y tampoco iba a poder proteger a su familia, si decidía atacarlos. Se había reprochado la falta de carácter, la idiotez de no haberse ido a algún otro lugar, a cualquiera de los eventos de año nuevo que se realizaban en Amity Park, a la zona Fantasma, o lisa y llanamente el no haberse callado. Lo había hecho por dos años.

Había terminado detrás del cartel que daba la bienvenida a la ciudad de Amity Park. Sabía que si iba a su escuela, a la casa de alguno de sus amigos o a cualquier otro lugar que frecuentara, sería más fácil de ubicar, si es que alguien lo buscaba. Permanecía invisible, pero sus lágrimas se congelaban y pronto dejaron un rastro sobre su rostro. Dolía. Y más sabía que todavía tenía que enfrentarse a las consecuencias.

También estaba en su forma intangible, para que el aire frío no lo congelara. Sus lágrimas sí lo hacían, y siguió sintiendo las huellas frías de su dolor por un buen rato después que se le terminaran las lágrimas. Ahora tenía que volver. Enfrentarse a lo que fuera que estuviera por venir y... que fuera lo que la Diosa quisiera.

Voló despacio hasta su casa y volvió a entrar a su habitación. Estaba cerrada por dentro y supuso que su familia había supuesto que estaba dormido. Rogaba que Vlad no hubiera dicho algo. No lo encontró en la casa, y el resto de los Fentom dormía con tranquilidad, así que decidió hacer lo mismo, o al menos intentarlo.

Pero no podía.

Todavía le seguía doliendo el pecho y por más que su cama fuera cómoda, no podía reconfortarlo. Quería ser abrazado por ésa persona que le había robado el corazón, y ser correspondido. Quería sentir lo que era la calidez de otro ser, en cuerpo, alma y corazón. Cómo le hubiera gustado el saberse correspondido, y el despertar junto a él... Si Vlad hubiera sido otra persona. Porque él no podía estar enamorado de él, ni por sexo ni por edad ni por... No se le ocurría qué más.

Una vez había ido a la casa de Sam, tres meses atrás, y había visto un muñeco de peluche sobre su cama. Era un gato negro, y si bien la chica lo había modificado para que fuera un peluche gótico, le extrañó el ver que su amiga tenía algo así.

-Voy a dormir con ése peluche hasta que sepa cómo es dormir con otra persona- le había respondido. SI bien en ése momento creyó entenderlo, ahora veía a qué se refería Sam.

Quizás había sido una indirecta. Quizás era una forma de consolarlo, ya que él le había dicho –sin dar nombres, por supuesto- lo que le pasaba. O quizás estaba intentando apaciguar el dolor que sentía. Como fuera, no le ayudaba a dormir, y ya eran las dos de la mañana.

-¿Cómo hubiera sido... despertar al lado de Vlad?- se preguntó en voz alta.

Era una locura. Y una locura que dolía demasiado. Se preguntó qué estaría haciendo Vlad en ese momento, en dónde estaría y si estaba pensando en lo que le había confesado. En honor a la verdad, no le había contestado... Y eso podía ser, sólo podía ser, un foco de esperanza. Se aferró con desesperación a ésa luz. Conocía las mañas de Vlad, e iba a saber si quería engañarlo. O de eso se quiso convencer.

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Se despertó cuatro horas después, incapaz de volver a dormirse. Tenía sueño, pero su cuerpo estaba lleno de adrenalina. Después de media hora de dar vueltas, se levantó, se dio una ducha caliente y se vistió. ¿Por qué tenía que hacer un melodrama? Después de todo, quizás Vlad no fuera tan malo. No quería conquistar el mundo como cualquier villano vulgar y silvestre, él sólo quería amor... Y eso era lo que Danny le ofrecía.

Después de tender su cama bajó a desayunar. Se hizo un té y se sentó en la mesa, intentando no estar tenso. Pero su cerebro no dejaba de pensar. Quizás se había precipitado un poco. Quizás Vlad no iba a usarlo ni a hacerle daño. Quizás fuera bisexual o quizás sólo le atrajeran las personas con genes de su madre. Quizás lo había dejado ir porque sabía que necesitaba pensar y aclarar sus ideas. Eso es. Quizás estaba intentando decirle de forma amable que era heterosexual y que lamentaba mucho que Daniel estuviera enamorado de él, pero no podía hacer nada al respecto. O quizás estaba intentando reponerse de la gran sorpresa que era descubrir que era correspondido por Daniel, y estaba intentando clamarse para poder decírselo. Eso podía ser.

Cuando decidió tomarse su té, se dio cuenta que le dolían las manos por haber agarrado el borde de la mesa con demasiada fuerza. Intentó calmarse, tomando un trago de su té, dejando que le bajara por la garganta, sintiendo cómo la calidez del líquido se extendía por su cuerpo. Se imaginó cómo sería ser acariciado por otra persona, no en un acto sexual, sino como muestra de cariño. Respiró hondo y después dejó escapar el oxígeno con lentitud.

No tenía por qué estar nervioso o deprimido.

Se lo había dicho, lo cual era una liberación. Y ahora por fin se enteraría de lo que seguía, misma situación que se había imaginado mil veces y de mil formas distintas. Al fin se iba a enterar de lo que iba a pasar, y no estaba nervioso o ansioso, no señor, era sólo que las agujas del reloj estaban hechas de plomo y tenían pereza, y...

Y sólo restaba esperar.

Después de todo, había esperado dos años. Podía esperar dos días más. Eso, dos días. Y si Vlad no daba señales de vida entonces iría a buscarlo.

Eso es.

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Extraño comienzo, al menos, para mí. Esto me pasa por leer a Chuck Norris y a Patrick Süskind antes de escribir un fanfic yaoi.

Nos leemos

Nakokun