Los personajes son de S. Meyer.
La historia es una adaptación de la película La Propuesta, a la que le agregaré algunas cosas.
-Es tarde, mierda- El despertador no sonó a la hora que debía. Se lanza de la cama sin importarle nada más que llegar al baño de su cómodo apartamento. Se coloca un traje gris con una camisa blanca y corbata roja, trata de arreglarse el cabello pero, como siempre, le resulta imposible.
Su familia no es pobre ni nada parecido, pero quiere hacer algo por sí mismo, por eso se fue de Alaska a NY no quería seguir con el negocio de la familia, quiere que las personas lo reconozcan como un editor excelente, de los mejores. Pero como en todo, debe empezarse desde abajo como asistente.
Sale de su apartamento y, corriendo, se dirige al Starbucks más cercano. "Mierda" piensa de nuevo al ver la larga fila que lo recibe en el local.
-Edward- escucha que lo llaman pero gira la cabeza a ver de dónde viene el sonido y nada.
-Edward, por aquí- Ve hacia el mostrador y allí está la chica castaña, que siempre le toma la orden, sonriendo y alzando dos vasos de café hacia él. – Hola, aquí están tus pedidos – Dice al mismo tiempo que le entrega lo acostumbrado y un guiño de ojo.
-Acabas de salvar mi pellejo- Toma los pedidos al mismo tiempo que agradece y sale corriendo del local hacia el edificio de RUICK AND HUNT PUBLISHING. Murmura una disculpa cuando se le atraviesa a un carro y sigue corriendo hasta entrar a la edificación. Atraviesa el vestíbulo rápidamente y entra al ascensor golpeándose con el mismo.
-Buenos días- saluda, respirando dificultosamente, a las personas que están dentro.
Isabella es una mujer centrada, que no acepta un no por respuesta. Sus padres murieron cuando tenía 16 años por lo que no sabe realmente en lo que consiste una familia. No tiene pareja puesto que tiene miedo a entregar su corazón y que esa persona se marche igual que sus padres.
Sumida en el mar de gente que respecta a las aceras de Nueva York en la mañana, luego de un buen despertar y su sesión matutina de spining, se dirige a su oficina en RUICK AND HUNT PUBLISHING, donde ejerce el cargo de editora en jefe, sobre unos hermosos zapatos de tacón alto color negro y un traje formal, al mismo tiempo que sexy, del mismo color.
-Hola Frank, mi escritor favorito. Pero claro que lo has pensado bien porque sabes que tengo razón. Frank la gente está ocupada, quebrada y odia leer, necesita que alguien en quien confía diga "oye no veas las telenovelas lee un libro, el libro de Frank" y esa persona es Oprah-. Dice al teléfono al mismo tiempo que se dirige hacia su segundo hogar.
Por otra parte, Edward llega finalmente a su piso y camina ya más relajado puesto que sabe que su jefa no ha llegado todavía. –Casi no llegas- le dice Angela, la recepcionista, al verlo llegar. A lo que contesta con un –horrible mañana, gracias señorita obvia- y con su mirada en ella sigue caminando hacia su lugar de trabajo cuando de repente Ben, el repartidor, sale de una esquina concentrado en no golpear a nadie con este y se tropieza con Edward haciendo que este derrame uno de los cafes en su camisa.
-¡Dios!- Exclama sumamente enojado por el accidente, esta mañana no estaba funcionando. Ben se disculpa y sigue con su camino. Edward se dirige rápidamente hasta el cubículo de Seth, su mejor amigo, un chico alto, moreno de ojos marrones y expresivos. – Necesito tu camisa, rápido- dice ya desesperado. Seth lo mira con expresión de extrañeza – estás jugando, ¿no?- le responde.
-Yankees vs Boston este martes, dos entradas por tu camisa tienes cinco segundos para decidir 5,4,3,2,1- dice agitado y mirando hacia el pasillo principal del piso.
Mientras Isabella sigue tratando de convencer a Frank de que acepte ir al programa de Oprah para promocionar su libro. Al llegar al piso todos los trabajadores se dirigen apresuradamente a su puesto de trabajo y aparentan interés en lo que están haciendo.
"Está aquí" lee Edward al momento de llegar a su cubículo acomodando la camisa limpia de Seth y su corbata. Se dirige rápidamente a la oficina de Isabella y la espera con el café, que quedó intacto, en la mano. –Buen día jefa, tienes una conferencia en 30 minutos- le dice entregándole el café.
