Ella no se las iba a dar de lasos rojos, ni de creencias sobre el destino. El no iba a abandonar su orgullo ni dejar atrás su dignidad.

Se conocían desde primaria,cuando tenían tan solo seis años. Se hicieron amigos rápidamente, ambos compartían los mismos gustos por la música y el arte.

A ella le gustaba la fotografía,era realmente extraordinaria. En su habitación tenía un pequeño estudio de luces, y contaba con dos cámaras digitales, las cuales llevaba a todos lados. Le gustaba fotografiar todo, cada cosa, cada persona o cada lugar. Realmente,era excelente.

A el le gustaba la música, la poesía y los aviones de papel. No importaba mucho lo que fuera, el era capaz de convertirlo o verlo como algo bonito y lleno de magia. Le gustaba escribir cuentos, muy cortitos, que luego imprimía o pasaba a puño sobre el papel y se hacía pequeños libros, bien encuadernados y decorados.

Por algún motivo, ya fuera por voluntad propia o ajena, durante todos sus años de primaria, se sentaron juntos. Ambos eran silenciosos y simples, les gustaba el silencio, y sabían como disfrutarlo.

Así fue su primer beso, en sexto grado, detrás de la escuela, a la hora de volver a casa. Ninguno dijo nada, y cuando acabaron, se fue cada uno por su lado, porque todo lo que pasaba por sus mentes era innecesario. A ese primer beso, les siguieron otros, no muy frecuentes y siempre discretos.

En la secundaria siguieron andando juntos, sentándose uno al lado del otro, tomando fotos y escribiendo poesías. Solían estar en la biblioteca, o bajo un árbol que diera suficiente sombra, siempre juntos. Solían tener amigos pasajeros, de esos con los que mantienes una pequeña amistad que se disuelve en no mucho tiempo. No les importaba, ellos eran felices.

Pasó el tiempo de estudios y exámenes y llegó la graduación. El consiguió un trabajo en una librería bastante popularpor la zona y ella logró entrar en una revista vacacionaria, en la que se dedicaba a tomas y editar fotos de paisajes.

No transcurrió demasiado tiempo hasta que decidieron rentar un departamento entre los dos. Era pequeño, blanco y muy luminoso. Contaba con una salita de estar, la cocina, un baño y la recamara que ambos compartían.

Todo era perfecto, calmado y silencioso...

Quién hubiera dicho que este ultimo factor sería la ruina de lo que habían construido juntos.

Ya habían pasado dos años cuando la atmosfera se volvió vacía y ellos inexpresivos. Ninguno habló sobre esto, pero ambos notaron el esfuerzo del otro por mantener la compostura.

El llenó la casa de aviones de papel...

Ella colgó hilos rojos por todos lados...

Se entendían perfectamente, por eso ambos se sentaron en el suelo, distanciados y sin mirarse, concentrados en si mismos.

Ella no iba a llorar, el no iba a cortarse la venas.

Cuando ella se encerró para llorar sola en el baño, vio las manchas color rojo en el lavabo. Sabía que el no solía ser cuidadoso con la limpieza y fue hasta su cuarto. Solo tomar el pequeño costurero que guardaba en el armario comprendió lo que había pasado. Y comprendió que todo estaba perdido.

Esa tarde, pusieron sus manos una al lado de la otra, teniendo cuidado de no tocarse. Los aviones de papel y los hilos rojos adornaban la blanca habitación. El no hiso nada para ocultar sus heridas ni ella para ocultar su llanto.

Querían decirse muchas cosas,todo lo que habían callado durante aquel tiempo. No importaba que ya lo supieran, tenían la necesidad de hablar.

Tenían tantas cosas que gritarse.

Esa noche el departamento quedó vacio, ella fue a la casa de su madre y el se perdió en la oscuridad de la madrugada.