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El misterio de los dulces

A Yamato nunca le gustaron los dulces y, sin embargo, las malas lenguas decían que se le había visto comprando varios en el último tiempo de todo tipo, color y sabor, aunque los más recurrentes eran los de cereza, dulces que guardaba hasta con más celo que sus cigarrillos para que nadie los descubriera.

A pesar de que no parecía haber una razón aparente para tal cambio, debía haberla, claro que debía haberla porque el rubio era, según palabras de Taichi, uno de esos extraños especímenes que prácticamente tienen alergia a lo dulce. Y solo para sumarle más misterio al asunto, también estaba el hecho de que cada tarde esperaba a alguien afuera de la secundaria. Se paraba casualmente allí por los alrededores con un aire desinteresado, y mientras todos asumían que aguardaba por Takeru, él buscaba una melena castaña entre la multitud de estudiantes, multitud que le permitía esconderse de miradas indiscretas y luego a ambos escurrirse entre la gente sin ser notados.

Cuando ella, la chica por lo que esperaba, llegaba a su lado, él siempre le tendía un dulce.

¿Y quién tenía una predilección por los dulces de cereza? Eso no puedo decirlo porque sería revelar el secreto que con tanto esmero Yamato ha intentado guardar, pero seguramente tú tienes un nombre en la punta de la lengua, un nombre que empieza con «h» y termina con «i», un nombre que de solo pronunciarlo a él le evoca misterio y fantasía al tiempo que le produce un mal sabor de boca que solo deja la traición.


Notas finales:

Está lloviendo bastante en mi ciudad, lo que siempre me inspira mucho a escribir, y este fue el resultado de un pensamiento que se cruzó en mi mente.

Gracias por leer :)