Disclaimer: applied
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COMO ROMEO Y JULIETA
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"Y que tu fino acero logre darme la muerte"
— ¿Otra vez leyendo eso, Renesmee? —la voz de mi madre me sobresaltó, giré bruscamente para verla parada en la puerta de mi habitación con una sonrisa ligera en sus finos labios. El libro se deslizó de mi regazo hasta el suelo donde cayó cerrado mostrando la portada de dos jóvenes y el título que decía "Romeo y Julieta".
—Mamá —susurré levantándome del sofá donde estaba sentada para recoger el libro y luego dejarlo junto a los demás en la pequeña biblioteca que tenía dentro del cuarto. Intenté hacer algo de tiempo antes de enfrentarla pero no podía quedarme mirando absorta los lomos de los libros por siempre. Finalmente la miré —. No vuelvas a hacer eso —pedí.
— ¿Hacer qué? —preguntó ella inocentemente. Pasó sonriendo alegremente con su suave andar desapercibido.
—Eso —señalé sentándome de nuevo —, entrar sin llamar. Me asustas.
—Ah —hizo un gesto quitándole importancia al asunto —, vamos, Renesmee, debes estar acostumbrada.
Lo estaba…o debería estarlo al menos. Sin embargo, mi sutileza no era tan buena como la de ella o el resto de mi familia y por lo mismo destacaba fuertemente tanto para delatar mi presencia como para asustarme ante la repentina llegada de otros.
Bella Cullen, mi hermosa y fuerte madre, de mejillas pálidas, ojos dorados y cabello marrón ondeado me sonrió ligeramente, intentando animarme, pero mirando su elegancia y la forma en la que un simple vestido blanco podía parecer majestuoso en su cuerpo no ayudó precisamente a mejorar mi estado de ánimo. Aun a pesar de los años no había envejecido un poco pues era imposible, seguía pareciendo más mi hermana mayor que mi madre.
La amaba y quería ser como ella en todo pero no sabía cómo y eso me frustraba mucho.
Sin notar mi tristeza -o quizá notándolo muy bien- se dirigió hasta mí con una gran caja de color blanco que tenía puesto un inmenso moño dorado. A veces los regalos tenían la cualidad de alegrar a las personas y cuando era pequeña los regalos me hacían muy feliz, por supuesto cuando era pequeña toda mi felicidad consistía en compartir momentos con mi familia y ser mimada constantemente.
En este día, en mi cumpleaños número diecisiete, todos los regalos, incluso el más mundano, me harían recordar inevitablemente lo que iba a pasar. Hice un ligero mohín, intentado protestar ante la perspectiva de maquillajes, vestidos o algo parecido, pero no me dio oportunidad.
Me dio un beso en la frente con dulzura y puso la caja entre mis manos canturreando con su dulce voz un ¡Feliz cumpleaños, mi amor!
Automáticamente me aferré a ella, abrazándola y aunque el gesto la sorprendió, respondió a mi pedido de cariño acariciándome la cabeza y luego los rizos del mismo color del cabello de papá. Me acurruqué contra su cuello como cuando tenía cuatro años y tenía pesadillas constantes, solía correr hacia su cuarto si es que ella y mi padre no llegaban primero al mío. Solían quedarse hasta que me calmara.
Lamentablemente esta vez era imposible que su cariño me tranquilizara, no podía escapar de ese cumpleaños. Me aferré un poco más a ella y luego la dejé ir. Mamá me miró con preocupación pero sonreí falsamente e intenté poner de mi parte al abrir el regalo.
Dentro de la caja había un hermoso vestido color melón…con corsé. Mamá odiaba el corsé ¡Yo odiaba el corsé! Pero ese día debía sacrificarme.
Le lancé una mirada un tanto irritada y ella rio en voz alta.
—Cámbiate ¿Si? —me pidió con dulzura acariciando mi rostro antes irse —. Edward, Alice, Rose y Esme querían venir a felicitarte y darte sus regalos, pero tus tíos y tu padre han tenido que intervenir en un problema en las fronteras y se retrasarán un poco. No es nada serio —se apresuró a añadir al ver mi alarma —. Estarán aquí en unas horas, el tiempo suficiente para que estés lista y de comienzo la ceremonia.
Mordí mi labio inferior y asentí.
Ella agitó una mano y salió tan silenciosamente como había entrado, ni siquiera oí la puerta abrirse ni cerrarse, ni una perturbación en el aire pero cuando me di cuenta estaba sola de nuevo.
Sola y con un vestido de corsé en las manos.
Suspiré con frustración y caminé hasta el espejo de marco reluciente que estaba frente a mi cama de doseles. Había sido un regalo hermoso y costoso de tía Rose, único el mundo, hecho solo para mí. Tía Rose era como mi segunda madre, me había amado desde que estaba en el vientre de mamá y me había colmado de más lujos que nadie en todo el castillo. Su amor maternal competía solo con su belleza abismal, era la criatura más hermosa que existía en la tierra y realmente no necesitaba corroborar ese afirmación, cuando la veía era tan claro como el reflejo que me devolvía el espejo.
Coloqué el fino vestido sobre mi cuerpo, intentando hallar algún defecto, pero como supuse estaba hecho para mí. Tía Alice debía haber metido sus manos en ello, todo lo que tenía que ver con moda era su talento. Quizá por eso siempre estaba moviéndose de un lado a otro sin parar, siempre sonriendo, siempre llena de energía aunque era diminuta.
El recuerdo de ellas me devolvió un poco de alegría que se mezcló con mi resignación. Intenté ver el lado bueno a todo mientras me ponía el vestido que destacó automáticamente mi cabello color cobrizo y mis ojos marrones. El espejo devolvió mi mirada absorta y mis mejillas sonrosadas haciéndome consciente una vez más de lo que diferente que era a toda mi familia.
Una semivampira podía sonrojarse, podía vivir de comida humana y podía tener el latido de un corazón. Llevé mis dedos hacia mi pecho para apoyar las yemas sutilmente sintiendo los latidos rápidos de mi éste, más veloz que el de un humano, siempre a ese ritmo constante que parecía que iba a estallar a cualquier provocación.
Quedé de pie medio vestida, con la espalda al descubierto y mis pensamientos descarriados, recordando mi vida y lo que ese día significaba. Era hija de Edward y Bella Cullen, los reyes de Volterra, el reino de los vampiros, los seres de la noche que llenaban los relatos y mitos de los humanos. Mis padres eran vampiros, mis tíos eran vampiros, mis abuelos eran vampiros, todas las personas que vivían en Volterra y cada persona que pisaba ese castillo era un vampiro. Y todos debían lealtad a la familia real…mi familia, y hoy al cumplir diecisiete años finalmente mi derecho sería reconocido, presentada ante la sociedad vampírica asumiría mi herencia como única princesa al trono.
Sería la primera vez que estaría expuesta ante otros que no fueran del clan Denali, el otro clan de vampiros que se alimentaba solo de sangre animal. Tía Tanya, tía Kate y tía Carmen eran muy dulces y compensaban las miradas resentidas que tía Irina a veces me lanzaba en los días más sombríos. Por alguna razón parecía odiarme aunque para la mayor parte de las personas que siempre estaban conmigo era la representación de un milagro, pues los semivampiros eran muy escasos.
Mi madre había sido humana cuando se enamoró de mi padre y eso le permitió concebirme, me llevó en su vientre aun con la fragilidad que portaba y me trajo al mundo muriendo como humana y renaciendo como vampira. Toda mi vida había estado dentro de las paredes del castillo, creciendo a un ritmo demoledor, pasando de bebé a niña, de niña a púber y luego a adolescente en cuestión de unos pocos años, y cuando mi crecimiento físico se detuvo mi sed de conocimientos y de libertad aumentó. Como niña siempre me habían podido mantener dentro del castillo con cuentos de príncipes y princesas, con clases, protocolo y vestidos, pero mientras más pasaba el tiempo más ansiedad tenía de salir al exterior.
La guerra que producía de forma continua echaba por los suelos mi ansiado sueño.
Los territorios que limitaban con Volterra, esos oscuros, tétricos pero de alguna forma atrayentes parajes pertenecían a los enemigos mortales de la raza de mis padres: los licántropos.
Desde hace siglos la soberanía y poder entre ambos había sido constante objetos de riñas y sangre. Había escuchado muchas cosas terribles sobre lo que sucedía, las bajas que había, las derrotas y las victorias. La lucha por obtener poder algún día sería heredada a mí y no sabía si podía cargar con todo el peso que eso suponía. Ni siquiera conocía nada fuera del castillo, no sabía que pensaba el resto de mí, si estaban de acuerdo en que una media-vampira los gobernara.
No sabía nada del mundo y eso me aterraba.
¿Cómo podría gobernar todo un reino y a toda una raza en la eterna lucha por la supervivencia y la gloria? La guerra formaba parte de nuestras vidas, la sangre era nuestro motor y las batallas no solo mantenían el honor, también el orgullo de la raza a la que pertenecía a medias. No obstante, una guerra era lo que menos quería, no creía carecer del instinto necesario por mi parte humana pues había leído que los mayores horrores que se habían producido en el mundo a lo largo de toda la historia habían sido hechos por la raza de origen de mi madre, pero una parte de mí prefería pensar que la paz era más adecuada.
La guerra alimentaba el ego y el miedo pero también las tragedias, las pérdidas y volvía insensibles a las personas. Tenía miedo de que todos a los que quería se convirtieran en monstruos, y aquella palabra tenía su real significado en el placer del dolor ajeno. ¿Quizá también debería convertirme en un monstruo para no lamentar mi destino?
Miré con tristeza hacia un punto inconexo durante largos minutos hasta que capté un vistazo del libro que había estado leyendo antes de que mi madre entrara.
El título en el lomo me hizo ausentarme aún más de la realidad.
"Romeo y Julieta"
Dos nombres encerrados en la más terrible tragedia, una historia de amor tan inverosímil que resultaba deprimente y al mismo tiempo atrayente. ¿Qué hacía de esa historia de amor tan llamativa?
Mi madre tenía una sola palabra: pasión.
¿Acaso una niña de trece años y un adolescente de dieciséis podían sentir real amor solo con verse una vez? ¿Existía el amor a primera vista? ¿Y era tan desesperante, tan asfixiante como para matarse en nombre de ese amor?
La pasión era una respuesta más tolerable, más…entendible. La pasión era una emoción poderosa, perturbadora y cegadora.
Pasión había sentido mi padre hacia mi madre rompiendo las reglas del mundo que gobernaba y del orden natural al hacer a una fuente de alimento su esposa. Pasión había sentido mi madre hacia mi padre a tal punto que había tirado toda su vida solo por un instante a su lado, incluso si eso la mataba.
Lo bueno de su historia es que su pasión se había transformado en amor, en algo menos dañino, menos terrible y más esperanzador.
Siempre me había preguntado si algún día en mí larga existencia, por un minuto, por una década, un siglo o un milenio, toda la vida que viviera o la que no, podría hallar algo como lo que tenían ellos dos.
El amor tenía pasión pero la pasión no necesitaba amor…sin embargo sería feliz solo con una de esas cosas, sería dichosa si algún encontraba a alguien que me necesitara tanto como mi padre a mi madre, incluso si esa pasión se esfumaba con el tiempo. Por una vez querría experimentar algo así, algo tan intenso, tan enloquecedor y abrumador para olvidar al resto del mundo.
Sabía que era un deseo infantil y tonto ¿Qué persona querría algo solo por unos instantes, algo que quizá podría convertirse en una tragedia? Quizá simplemente estaba en mi sangre, en los instintos que había heredado de mi padre, la pasión era parte de la naturaleza de los vampiros.
Aunque lo más probable es que nunca experimentara ni de cerca algo de aquello, ese día no solo era mi presentación ante los que se convertirían en mis súbditos, también era la celebración de la fiesta número dieciocho del príncipe licántropo del reino de Woldifia. La familia real de los Black al igual que la familia real de los Cullen tenía un solo heredero, y ese día ante los suyos se convertiría en un hombre listo para gobernarlos. Algún día nuestros caminos se cruzarían inevitablemente y puede que, con algo de suerte (o mala suerte dependiendo de quién fuera la víctima), uno de nosotros matara al otro.
Así estaba destinado a ser todo: Cullen y Black. Vampiros y licántropos. Unidos simple y complejamente a la vez por el mismo odio ancestral, dos razas destinadas a matarse mutuamente hasta el fin de los tiempos…
—Cariño —mamá apareció detrás de mí como si hubiera surgido de la nada, sobresaltándome de nuevo. Mis pensamientos sobre mi deber cesaron y parpadeé algo tímida cuando ella comenzó a ajustar el corsé.
—Es tan molesto —murmuré avergonzada mientras terminaba de ayudarme a vestirme. No sabía cuánto tiempo había pasado mirándome, pérdida en mi mente, pero supe que había sido bastante cuando tías Rose y Alice ingresaron también y arquearon una ceja al verme aun sin arreglar.
— ¿En qué tanto piensas, mi amor? —preguntó mamá sentándome frente al tocador.
— ¿En qué más puede pensar? —preguntó tía Rose rodando los ojos y llevando sus manos a mi cabello empezando a peinarlo con una sonrisa llena de adoración —. Está emocionada por lo de hoy.
— ¿Lo estás? —preguntó mamá mirándome de reojo.
—Eh…
—Quizá no tanto —tía Alice rio con disimulo mientras examinaba minuciosamente el vestido, buscando alguna arruga o desperfecto —. Si es igual a ti, Bella…
Mamá bufó un poco mientras sacaba una diadema pequeña y graciosa de una caja que había traído. Sabía que durante los primeros años la vida de mamá había sido muy difícil, convertirse en una reina y formar parte de la política había sido realmente extenuante para su juventud e ingenuidad.
—No te preocupes, cielo —dijo tía Rose sin dejar de cepillarme el pelo —. Pronto aprenderás a disfrutar de todo. Es un trabajo duro pero tiene sus gratificaciones.
Tía Alice asintió, mamá asintió así que tuve que imitarlas también.
Estaba algo inquieta, algo triste pero también nerviosa. El calor en mis mejillas era más intenso que nunca y en parte las divirtió y las enterneció, como si aún fuera esa niña que habían adorado y mimado constantemente. Mientras me dejaba hacer notaba que su alegría era también nostalgia, parecían en parte notar que luego de que todo terminara ya no sería más la niña que habían criado y estaban intentando alargar la despedida de mi infancia.
Cuando estuve liste mamá me tendió una mano y aunque no lo necesitaba lo acepté, aferrándome a sus dedos para ponerme en pie y recordar cual era mi deber.
Era la princesa de Volterra, debía ser fuerte, debía estar tranquila y ser valiente. No podía permitirme mostrar debilidad o miedo, tampoco timidez o ignorancia. Debía ganarme el respeto del pueblo que mis ancestros habían gobernado con la justa sabiduría que se necesitaba.
— ¡Estás tan hermosa! —si pudiera llorar tía Rose estaría inundada en lágrimas. Parecía brillar más intensamente que nunca y su voz, siempre tan fina y dulce, se quebró un poco.
Tía Alice saltó en su sitio, dando palmaditas, tan entusiasmada que parecía haber perdido la capacidad de hablar. Mamá por su parte sonrió con dulzura y orgullo y adelantándose unos pasos alzó la diadema que había estado guardando con recelo antes.
Miré un segundo el espejo notando como el vestido realzaba mi figura, como destacaba mis rasgos y el peinado tan pulcro me dotaba de una madurez que apenas rozaba a mi corta edad. Ellas tenían razón, estaba hermosa…aunque eso no era lo más importante. Volví mi atención al segundo siguiente hacia mi madre y bajé la cabeza un poco, un acto de respeto, de última sumisión hacia mi reina y ella colocó sobre mi aquella diadema de oro blanco, que sería también símbolo de mi status hasta que me convirtiera en reina.
Cuando me erguí sentí que la diadema pesaba a pesar de que era tan ligera como un pluma.
El peso del deber supuse.
Ellas aguardaban a mi reacción así que cuando las afronté esbocé una sonrisa segura y tranquila, llena de toda la serenidad que no tenía.
Mamá me frotó la mano con cariño.
—Todo saldrá bien.
Y en cuanto lo dijo algo se retorció dentro de mí, y fue como una premonición aunque en ese momento intenté no tomarle importancia.
Asentí, no sabía si mi voz me delataría así que solo pude dejarme llevar por su felicidad y su amor.
Unos instantes después las tres tiraron de mí, envolviéndome en un círculo de abrazos, palabras y versos, se convirtieron en mis damas mientras me sacaban del cuarto en un suave barullo lleno de elegancia, majestuosidad y magia.
Era la hora.
Noté a tía Tanya, tía Kate y tía Carmen unirse a ellas, cada una sonriendo y hablando mientras me conducían fuera del cuarto de mi niñez hacia donde mi abuelo, mi padre y mis tíos aguardaban por mí en el balcón principal. Era un lugar donde siempre se veía al pueblo, un lugar de importancia donde se escuchaban pedidos y donde se imponían decretos.
Mi padre me recibió, vestido de guerrero me miró con seriedad y orgullo, esbozando luego una de esas sonrisas llenas de calidez mientras su mano se cerraba sobre la mía. Notó mi inquietud y me dio unas suaves palmaditas en la mano, calmándome.
Sentí un alivio profundo inundarme mientras me presentaba ante el resto, noté vagamente a mis tíos alzar los pulgares y deduje que tío Jasper tenía que ver también con mi repentina paz.
Entonces noté como debajo de mí cientos de personas aguardaban a la ceremonia, miles de vampiros que habían venido en este día solo para presentarme sus respetos, aunque era una semivampira, aunque era una adolescente que aún no terminaba de crecer, aunque jamás me habían visto ni una sola vez y era imposible deducir si sería tan benévola y piadosa como mi abuelo Carlisle, o tan osada y valiente como mi padre Edward.
No esperaba competir con ellos, no quería hacerlo, pero su sombra pareció caer sobre mí.
¿Sería tan buena para que la lealtad ciega que habían brindado a mi familia también me la dieran a mí?
Miré a papá, miré a mamá y esperé que sí.
No quería que este reino se destruyera debido a mí.
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Cuando la ceremonia acabó vagué por los rincones del castillo tensa y agotada. Por primera vez desde mi nacimiento me permitieron abandonar el castillo y recorrer los jardines pues poco a poco empezaría a dejar mi refugio y a participar en la política y en las batallas venideras. No era la mejor guerrera, me faltaba mucho para igualar a mis tías que eran tan hermosas como mortíferas, pero mi fuerza era lo suficientemente buena como la de ellas.
Pasé bastante tiempo paseando de un lado a otro y con cierta manía recorrí todos los terrenos del castillo, tocando con las puntas de mis dedos el impenetrable muro que rodeaba el reino y que colindaba con los páramos salvajes que eran la tierra de los licántropos. Un espeso bosque era el fin de mi reino y el comienzo del de mis enemigos.
A veces, durante las noches, se escuchaba a los hombres lobos aullar y pasear como perros salvajes fuera del muro, siempre intentando intimidarnos. La guardia se encargaba de que nunca traspasaran los terrenos así que era tonto y poco productivo.
Además la barrera que protegía nuestro reino era impenetrable para ellos, estaba hecha de dones, poderes especiales que algunos vampiros privilegiados poseían. Algunos eran ofensivos, otros defensivos, mi madre era una de las encargadas del escudo pues ya desde que era humana se manifestaba en ella un poder abrumador.
Ojala hubiera heredado de ella esa cualidad.
— ¿Cómo será estar allá afuera? —me pregunté no por primera vez. Ese escudo siempre había sido un impedimento para los licántropos pero no lo era para nosotros. Ahora que era más libre me pregunté cuando saldría de Volterra, cuando respiraría otro aire incluso si eso significaba estar en una batalla.
Pronto comenzaría a involucrarme más y más, y aunque sería libre de moverme del castillo sería esclava del deber que habían depositado en mí. Quería ser una buena reina, tenía que serlo, y primero quería deshacerme de todas mis debilidades. Esperaba pronto saciar ese deseo de libertad para prestar atención y ser tan sabia como mi abuelo y mi padre.
—Después de la primera impresión pierde toda la gracia, princesa —una voz me respondió y me giré bruscamente, tomada por sorpresa, para ver a Cayo, uno de los líderes del ejército del reino, mirarme con una sonrisa amena y extraña. Sus ojos rojos, señal de que se alimentaba de humanos, eran fríos y astutos.
Nunca me había sentado precisamente bien su presencia, no obstante Cayo era uno de los mejores guerreros de mi padre, tío Jasper lo alababa cada vez que podía.
Me mordí el labio inferior dudosa de continuar esa especie de conversación.
Frente a todo el pueblo me había sentido diminuta y tonta, infantil por desear conocer el mundo, ingenua por desear algún tipo de amor. Era la princesa y todos dependían de mí.
Sin embargo, aun latía en mi cuerpo ese deseo desesperado de salir al exterior y dejar allí todas mis dudas y mis debilidades.
— ¿De verdad? —me atreví a preguntar.
—El mundo es uno solo, princesa. Las tierras son las mismas aunque unas son fértiles y otras estériles, aunque hay humanos en una parte, vampiros en otros y licántropos en lo que queda —hizo una mueca —. No importa en qué parte del mundo esté, siempre será lo mismo si no tiene nada que ganar o perder, es monótono y aburrido.
—Supongo que ha visto mucho en todos los siglos que ha vivido.
—Demasiado quizá —su expresión era fría —. Usted sin embargo ha visto demasiado poco, veo en sus ojos la misma llama de curiosidad y anhelo que en los niños —eso me mortificó bastante y debió verse reflejado en mi rostro porque se disculpó instantáneamente.
—No…—musité derrotada —. Es cierto, mis deseos son infantiles, egoístas. Seré reina algún día, debo enfocarme solo en Volterra. Si no hubiese guerra quizá habría podido conocer el mundo pero para eso no debería haber nacido como semivampira, y aunque a veces me causa tristeza soy feliz de ser hija de mis padres.
Asintió a mis palabras.
—Puedo ayudar a acabar con esas inseguridades —su tono de voz cambió y en algún lugar de mi mente me pregunté si había estado esperando por esa oportunidad todos esos siglos que había vivido.
Le miré desconcertada, con ese rastro infantil que aún no me abandonaba, ignorante de lo que quería y de todo lo que mi error causaría.
— ¿A qué se refiere?
—Hoy es la fiesta del príncipe licántropo, todos los chuchos han de estar en el reino, el bosque está despejado. No habrá otra oportunidad, puede salir solo por unas horas y regresar, puede ver cuán basto pero aburrido es el mundo solo con mirar fuera de los muros.
Era una proposición suicida, era un juego mental, sin embargo mi corazón pareció detenerse solo por un instante ante la perspectiva.
— ¿En serio? —pregunté como una ilusa. Tenía que haber corrido hacia mi cuarto, alejarme de sus intrigas pero el deseo fue más fuerte que mi raciocinio, quise convencerme que esa era realmente la única oportunidad de dejar atrás mi infancia.
Y lo fue, pero no en el sentido en el que pensé.
—Sí —la respuesta fue instantánea. Cayo retrocedió un paso, apoyó su mano sobre una parte específica y baja del muro y con un leve traqueteo una trampilla se abrió.
Retrocedí por inercia cuando una fuerte corriente de aire me recibió, aire cargado de un intenso aroma a pinos, flores, agua y también algo…animal.
El mundo se extendía frente a mí y mis ojos se entrecerraron con indecisión.
—Si desea puede hacerlo, la esperaré hasta que regrese, cubriré su falta pero esta será la primera y la última vez que lo haga. Luego solo debe enfocarse en sus deberes —parecía hablar con propiedad, con respeto y lealtad, pero sus intenciones distaban de ser buenas y no pude notarlo hasta que fue tarde.
Pensé que sería lo suficientemente fuerte para negarme pero cuando me di cuenta había retirado la corona que mi madre me había puesto dejándola en sus manos y salí sin mirar atrás una sola vez.
No me volví para ver su expresión ni tampoco para darme tiempo a arrepentirme. Solo por esa vez quería olvidarme de todo, solo esa vez, nunca volvería a hacerlo. Una parte de mi necesitaba despegarse de ese idealismo de las novelas románticas que tanto había leído, necesitaba ya no ser esa niña que tía Rose y tía Alice usaban como muñeca.
Sabía que me darían otro trato, que entenderían que iba a ser diferente a partir de hoy, pero mi juicio se había distorsionado.
Quizá si tenía lo que quería me hastiaría.
No lo hizo.
Recorrí los boques descalza, sin tomar en cuenta la majestuosidad que portaba, mi peinado se deshizo, rizos cayeron sobre mi rostro y pronto lo que fue un vestido perfecto se llenó de tierra y se rompió. Al principio solo caminé de un lado a otro, admirando la forma de los árboles, la tierra húmeda bajo mis pies, las diferentes aves que trinaban y el intenso color de cada cosa que me rodeaba, en Volterra todo parecía tan gris y vacío de vida…
Pronto abandoné la caminata y comencé a correr a velocidad inhumana, eufórica, danzando entre los árboles y preguntándome como sería el resto si solo ese bosque me hacía tan dichosa.
Mis sentidos estaban tan absortos admirando la naturaleza que tardé bastante en darme cuenta que ya no estaba sola. Tropecé y casi caí cuando para mi sorpresa y horror unos gigantescos lobos surgieron de todos lados, encerrándome en un círculo. Uno a uno me enseñaron sus larguísimos y peligrosos colmillos, había astucia e inteligencia en su mirada y comprendí que me matarían.
Después de todo, aunque sea a medias era una vampira.
Lo irónico de eso era que no pensé en mis padres y el dolor que les causaría, ni en la imprudencia que había cometido, solo en lo hermosos y terribles que eran.
Y cerré los ojos. No tenía caso correr o pedir ayuda, me superaban por mucho.
Escuché claramente cuando tomaron impulso para caer sobre mí y despedazarme, aunque nunca me alcanzaron. Cuando me di cuenta estaba cayendo sobre el suelo con unos brazos humanos rodeándome y apartándome del camino de los licántropos. Por un segundo estúpido creí que papá había venido por mí, que Cayo le había dicho que había salido sin permiso.
Luego noté el intenso aroma a bosque, a lluvia y ese inconexo olor animal. Mi padre no olía así.
Abrí los ojos de golpe sorprendida y noté que quién me tenía en brazos era un joven de mi edad, moreno y de rasgos afilados, tenía su atención puesta sobre todos los lobos que nos rodeaban y gruñían.
Giré por inercia a mirarlos, intentando acompasar mi respiración, intentando que mi miedo se desvaneciera aunque mis manos temblorosas se crisparon sobre el cuerpo del muchacho. Él lo notó y frunció los labios con aparente disgusto.
Sus ojos eran oscuros como el cielo sobre Volterra cuando no había luna.
—Largo de aquí, no es vampira.
El lobo de pelaje gris gruñó en respuesta.
—Largo, Paul —siseó en tono peligroso, crispándose, sus manos en mi cintura empezaron a temblar levemente. No era de miedo o indignación, comprendí. Era una señal de su transformación, también era un licántropo.
Intenté que mi perturbación se no notara aunque solo quería gritar por mis tonterías y mi inmadurez. ¿Por qué había tenido que salir? El horror de mi debilidad me empezó a pasar factura en esta situación tan peligrosa, un paso en falso y moriría, un paso en falso y la paz que me había prometido cuidar horas antes se arruinaría.
Ciertamente era indigna de ser reina de Volterra.
— ¡He dicho que largo! —el rugido del muchacho me estremeció, los lobos que no habían querido moverse parecieron amilanarse un poco ante su ira— Recuerden quién soy, me deben obediencia.
Luego de esas palabras y con gruñidos que parecieron bufidos se fueron. Las manos del chico me soltaron en automático, alejándose un poco de mí mientras me recuperaba de la impresión. Tardé unos minutos en hacerlo, comprendiendo también que era la primera vez que un hombre que no era mi padre, mi abuelo o algunos de mis tíos, había estado tan cerca de mí. Notaba un leve cosquilleo en mi cintura donde sus manos cálidas habían estado tocando a través de la tela desgarrada del vestido.
— ¿Estás bien? —su voz era baja y contenida y tuve la sensación de que parecía enojado.
—Si —musité.
— ¿Qué estabas haciendo corriendo como una tonta por esos sitios? —me espetó aun sin verme a la cara.
¿Corriendo como tonta? ¿Él había estado observándome mientras corría?
El solo pensar en eso me avergonzó.
—Yo solo…—tragué saliva pesadamente —. Lo siento, fue un error. No sé en qué pensaba…—mi voz fue disminuyendo hasta que se desvaneció.
Papá, mamá.
Empecé a sentirme mareada. ¿Qué había hecho? Dios ¿Qué había hecho?
¿Cómo podía haber tirado en un segundo todos los esfuerzos de mi familia por un deseo estúpido y egoísta?
—Ey…—el chico se acercó a mí al verme pérdida y al borde de las lágrimas. Su inesperada cercanía me embutió aún más el cerebro, desprendía una calidez que no podía ser natural y en su olor que era desagradable para todos los vampiros puros, encontré una paz y una atracción extraña y discordante.
Era un licántropo, yo era una vampira, debíamos repelernos mutuamente.
Entonces tocó mi mejilla y el mero contacto quemó contra mi piel, levanté mis ojos hacia los suyos y cualquier pequeño pensamiento racional se esfumó…fue nada.
Mi mundo se derrumbó, mi vida se convirtió en pedazos de papel que el viento se llevó sin piedad, todo desapareció y quedé sola por un momento antes de que algo me atara con fuerza al mundo, y ya no eran mis padres, mi reino, mi deber o mi deseo de libertad, era él. Él y sus ojos oscuros, su piel, sus labios, su cuerpo, todo, todo.
En un instante reemplazó todo lo importante de mis diecisiete años de vida.
No supe por qué, pero de pronto tuve la comprensión –certeza en realidad –que no podía vivir de no ser a su lado, que solo estaría a salvo si él lo estaba, que solo respiraría si él respiraba, reiría si él reía, me enojaría si él se enojaba, sería feliz solo si él lo era, y si moría moriría con él.
Fue un momento tan desconcertante, tan abrupto y doloroso que me quedé sin respiración.
Y al parecer no era la única que lo experimentó.
Vi en su mirada la misma conmoción que embargaba, la misma sorpresa, el mismo shock…
¿Qué…era eso? Me sentí asustada y confundida.
—No eres humana —dijo aquello sin despegar la mirada de mis ojos, sonando más tenso que antes. No era una pregunta así que no intenté responderla —. Debería matarte ahora mismo —añadió y sus ojos me recorrieron examinándome con tanto detalle que me sentí acalorada y diminuta, extasiada y también llena de dolor.
¿Qué había pensado sobre Romeo y Julieta? ¿Existía el amor a primera vista? ¿O siquiera la pasión?
Con su mirada sobre mí llegué a la conclusión que sí, existía el amor a primera vista o la pasión, o el nombre que quisieran ponerle. Y era doloroso, asfixiante.
Cerré los ojos mientras sus dedos recorrían mi mejilla, acariciándome sin un rastro de aversión o amenaza. Sus palabras habían sido dañinas pero su gesto era todo lo contrario. No lo conocía pero no quería alejarme de su lado, no importaba lo que sucediera y lo más triste de todo era que estaba muy consciente de que estaba en peligro.
O al menos eso creí.
—Pero no lo haré —susurró y abrí los ojos de nuevo para fijar mi mirada en su rostro, tenía la mandíbula apretada y el ceño fruncido en algo que era desesperación y cansancio. Me veía como si fuese algo muy preciado pero también como si le hubiese causado el peor de los daños.
Sus ojos brillaban pero su gesto era duro. De pronto tuve la sensación de que él sabía que estaba pasando, que quizá lo había intuido desde antes de haberme protegido, me había regañado sobre correr por el bosque como tonta y si me había visto sabía desde entonces que yo no era humana.
— ¿Por qué…? —intenté preguntar justo cuando se me acercó más, hasta que el espacio se redujo a unos milímetros, hasta que sus labios yacieron junto a los míos y toda mi lucidez se perdió junto a los pocos resquicios de la niña que había sido. Respiró sobre mí con fuerza, como si le costara, asimilando también el olor que me impregnaba, y aunque no era un gesto exactamente provocativo me estremecí levemente y no por el miedo.
— ¿Quién eres?
—Renesmee…—susurré débilmente —. Renesmee Cullen.
— ¿Renesmee? —murmuró en un quejido casi infantil —. Es un trabalenguas, te diré Nessie.
¿Eh? Le miré desconcertada ¿De verdad estaba más preocupado por mi nombre que por mi apellido? Y… ¡¿Nessie?! ¿Ese no era el nombre del monstruo del lago Ness?
—Tú…—dije mordiéndome el labio, un tanto irritada por su anterior comentario —. Tú eres un licántropo.
— ¿A que sí? —preguntó sarcásticamente soltándome —. Soy Jacob, Jacob Black.
Su nombre repercutió en los rincones de mi mente y con un tirón de horrible comprensión supe que ese era el príncipe de los hombres lobos, el que no hace mucho pensé que iba a ser mi ruina o yo la de él.
El contexto en que imaginaba nuestro fin sin embargo era muy diferente al que estábamos experimentando. Y menos cruel.
Parpadeé sintiendo un vacío abismal, una aguda desesperación enloquecida al captar el dolor bajo su fachada fría.
—Nosotros…somos enemigos —musité.
Jacob se irguió sin dejar de mirarme, un latente dolor en su expresión. Su mirada se oscureció y perdió algo de fuerza.
—Exacto —sonrió amargamente pasando una de sus manos por su cabello con frustración —, y por eso mismo no entiendo porque nos ha pasado esto…
— ¿Esto? —repetí en voz baja.
¿Amor a primera vista? ¿Pasión? ¿Necesidad? Un deseo suicida quizá. Era el heredero de los licántropos, era su príncipe y algún día debía matarlo no necesitarlo. Tenía que irme, alejarme y no pensar en él, pero la sola perspectiva me hundió y me llenó de tristeza y dolor. Fue tan profundo que mis ojos picaron con lágrimas contenidas.
Y entendí que incluso si nuestros reinos caían yo jamás iba a matarlo, ni a los que servían bajo él.
— ¿Qué es esto? —pregunté empezando a llorar.
¿Estaba enamorada de él? ¿Esto era una especie de "Romeo y Julieta" en segunda versión?
—No llores —pidió en un susurro bajo sin acercarse aunque era notorio que quería acudir a mí de nuevo —. No lo hagas, por favor.
Sacudí la cabeza pero no pude parar, sentía tanto dolor que era patético.
—Por favor…por favor —susurró y se acercó, besó mi frente con dulzura y me abrazó. No tardé ni un segundo en envolver mis brazos alrededor de su cuerpo notando como respondía a su cariño automáticamente, como si fuese algo natural e instintivo.
— ¿Por qué? —pregunté.
—No lo sé —respondió —. Somos enemigos, eres una vampira, soy un licántropo, eres la princesa de Volterra, soy el príncipe de Woldifia…estamos condenados…
Aspiré una bocanada de aire bruscamente, angustiada. La situación era tan irreal y ridícula que podía llenar todas las páginas de un libro de romance barato, nunca nos habíamos visto antes pero era obvio que luego de eso no íbamos a separarnos.
"Romeo y Julieta" volvió a mi mente.
—Hemos imprimado —confesó —, no sé cómo pero cuando miré tus ojos…
Imprimación, así que era eso lo que me ataba a él, el lazo que los licántropos formaban con las personas con las que podían continuar su especie, las personas que se convertían en su razón de vivir, y ahora yo era la razón de vivir de Jacob, al igual que él era mi razón de vivir.
Sonreí entre lágrimas. La imprimación era un fenómeno que nadie entendía y que no se podía romper. Jacob tenía razón, estábamos condenados, pero al menos había una explicación para toda la gama de sensaciones que sentía.
—Esto es…
—Es ¿Qué?
—Tan trágico —murmuré llorando y riendo.
El sonrió de medio lado con tristeza y acarició mi mejilla, su tacto era cálido y suave, sentí como se me sonrojaba y rio un poco ante eso.
Entonces unos pasos nos alertaron, Jacob me soltó en automático.
— ¿Qué…?
— ¡Maldición! —siseó entre dientes —. Vete, Nessie.
—Es Renesmee —me quejé sin mucha convicción.
—Están regresando, vete —ordenó sin hacer caso a mi queja —. Si reconocen que no eres humana te matarán y no podré detenerlos.
— ¡Pero…!—protesté desesperada ante la perspectiva de no verlo nunca más.
—Mañana ven a esta misma hora —me tomó la mano y me besó suavemente la palma —, estaré esperándote.
— ¿De verdad?
—De verdad —y no pude desconfiar de él.
Me levanté y corrí hacia casa dejándolo atrás con la certeza de que volvería a verlo incluso si tenía que ir hacia su reino. Era loco, era estúpido pero era una realidad.
Me había enamorado de Jacob Black.
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.
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Las semanas transcurrieron con rapidez luego de mi cumpleaños, y mi vida cambió irremediablemente tras eso. Dejaron de sobreprotegerme, de ocultarme las cosas y me empezaron a tratar casi como a una adulta, preguntándome, aconsejándome o pidiéndome opiniones, permitiéndome participar en reuniones de importancia, en planes de estrategia, batalla y más.
Recorrí muchas veces los terrenos que estaban más allá de los muros con mis padres, mis tíos y parte de la guardia, siempre velando por el bien del pueblo, siempre mirando absorta el bosque de los licántropos.
Durante el día aceptaba participar en los planes de batalla, armando sinfín de escenarios para derrotarlos pero durante las noches, cuando todos estaban distraídos alegaba querer dormir temprano (era la única que podía dormir) y me iba a mi cuarto desde donde me escabullía hacia los brazos de Jacob.
Estar a su lado me hacía perder perspectiva, me llenaba la cabeza de nubes de algodón y arcoíris de todos los colores. Eran momentos extraños, únicos, preciosos, momentos que solo compartíamos nosotros cubiertos por la noche, abrazándonos, mirando las estrellas, la luna, hablando sobre nuestra familia…y besándonos.
La primera vez que lo hizo fue tan maravilloso que me quedé completamente aturdida, apenas fue una presión contra mis labios fríos, una presión cálida, dulce y casta que me puso todo el mundo de cabeza.
Nadie nunca me había dicho como era un beso, supongo a juzgar por lo que sentí, que era algo inexplicable, demasiado íntimo, demasiado maravilloso y puro.
Y por cada día y cada beso sentía que lo quería más y más, que lo que empezó como un "amor a primera vista" se convirtió en un amor de verdad.
Jacob –Jake como le decía de forma cariñosa –me amaba tanto como yo a él. Solía dejarme dormitar en sus brazos, besándome el rostro y el cabello, hablando sobre su gente, su tierra y nuestras diferencias. Dejó de ser solo el príncipe licántropo, se convirtió en una persona, en un hombre joven lleno de pasión, bondad, quizá algo temperamental y obstinado pero lleno de cariño y sabiduría para el pueblo que tenía que liderar.
A veces también guardaba un lado divertido y sarcástico que me llenaba de vergüenza o irritación, pero era imposible que me enojara demasiado tiempo con él, al final siempre le perdonaba todo. Amaba sus sonrisas ladeadas, su risa que parecía un gruñido, sus bromas tontas, la forma en la que me miraba, su forma de lobo, y los días en que dormía bajo mi cuidado que eran tan escasos pero también eran los únicos momentos en los que le veía completamente relajado y en paz, con una sonrisa leve y casi tierna en sus labios.
Solía besarlo en esos momentos, cuando dormía lejos de mí, en sus sueños plagados de estrellas, leyendas y sus ancestros.
Cada anochecer era así y cada amanecer se volvía una monotonía en Volterra cuando debía volver.
Amaba a mis padres pero también amaba a Jacob, estaba ligada a él de un modo que nadie jamás comprendería, que nadie jamás iba a romper.
Por eso a menudo lloraba cuando nadie me veía, lloraba por la desesperación y la pasión que me carcomía. Porque no sabía que haría cuando llegara el momento de despertar a la realidad, cuando nuestro sueño llegara a su fin.
Cuando nos encontrábamos en las espesuras del bosque, cuando nos besábamos o corríamos entre la naturaleza no había Cullen ni Black, ni vampiros ni licántropos, solo éramos nosotros dos: solo Jacob y Renesmee.
Pero eso no iba a durar.
Y el día que tanto temía llegó de la nada cuando papá entró al comedor con una expresión satisfecha en su rostro. Mis tíos y el abuelo le seguían de cerca con tranquilidad pero había algo en ellos que hacía latente lo que estaba por oír.
Mamá dejó de hablar con tía Alice mientras que tía Rose arqueó una ceja de forma delicada dejándome de prestar atención.
—Familia —dijo con voz solemne sentándose en la cabecera para dar más ímpetu a sus palabras.
— ¿Pasa algo, amor? —preguntó mamá con preocupación.
—Sí —nos tensamos —. Algo que nos beneficiará mucho.
Me mordí el labio inferior y dejé de fingir que comía, lo único que podía hacerle tan feliz solo podía estar involucrado con los licántropos.
— ¿Qué es? Suéltalo ya —dijo tía Rose irritada.
—Finalmente hemos logrado establecer un plan para acabar con Woldifia —anunció con una gran sonrisa —. Ganaremos esta guerra que se ha producido por siglos y habrá paz.
¿Paz? ¿Matando a Jacob? No podía estar hablando en serio. No podía haber paz con eso, no para mí al menos. Noté que todo empezó a dar vueltas a mí alrededor, demasiado horrorizada y llena de dolor.
Siempre me había preguntado si algún día podría llegar a sentir algo tan intenso como lo que papá y mamá sintieron por el otro y llegué a la triste de conclusión que no, nunca había conocido nada fuera de los muros del castillo y cuando finalmente tuviera la oportunidad Volterra estaría bajo mi disposición. Tendría miles de vidas que cuidar, personas que dependerían de mí y yo debía responder a la altura…y entonces conocí a Jacob y una sola mirada me devolvió ese trocito de mi corazón que se había hecho pedacitos ante la perspectiva de morir sin ser amada, sin amar…
Ellos no podían hacer esto, no podían hacerme esto.
No lo soportaría, lo había sabido desde el día en que había conocido a Jacob, no podría vivir si él no lo hacía.
Era un sacrilegio, era una traición, era lo peor que podía hacer como princesa de mi reino, pero no permitiría que lo matarán incluso si eso significaba ganarme su desprecio.
—Eso…es fantástico —tía Rose fue la primera en reaccionar y se levantó de su sitio dejando la copa de sangre con fuerza sobre la mesa — No más chuchos.
— ¿Cuál es tu plan? —mamá apretó sus finos labios con un gesto de tristeza. A ella nunca le había gustado mucho la idea de destruir toda una raza pero sabía cuál era su lugar, cuál era su posición.
Solo me quedé para oír lo que decían aunque no pude captarlo todo, estaba demasiado aturdida y confundida para haber escuchado minuciosamente su plan. Me levanté farfullando alguna excusa tras unos minutos y salí sin esperar a que me dijeran algo.
Corrí hacia el jardín sin pensarlo dos veces y me escabullí por la trampilla mientras todos mis pensamientos se dirigían a una sola persona.
Jacob, Jacob, Jacob…
—Nessie —Jacob se levantó del claro donde me esperaba al verme llegar, su sonrisa animada y cálida se borró al notar mi expresión horrorizada. Me sujetó antes de que cayera y frunció el ceño con fuerza, preocupado — ¿Qué pasa?
—Jake, Jake —sollocé ahogándome con las palabras, aprovechando su cercanía me prendí de él pasándole los brazos por los hombros, luchando por aferrarme a su calidez. Sentí el latir de su corazón junto al mío en un ritmo completamente distinto, más tranquilo, más enérgico pero lleno de fuerza, de vitalidad y al imaginar que ese sonido pudiera llegar a su fin a causa de mi familia lloré aún más.
— ¡Nessie! —pidió Jacob confundido.
Sacudí la cabeza intentando recomponerme, intentando encontrar las palabras para decirle lo que pasaría pero durante un buen rato solo me dediqué a desfogar mi dolor a través de las lágrimas. Jake pareció comprender que necesitaba tiempo así que intentó tranquilizarme y esperar, aunque podía sentir sus músculos tensos ante mi llanto.
Cuando mis sollozos se convirtieron en suaves aspavientos lo miré con dolor.
— ¿Qué está pasando? ¿Por qué estás llorando? —exigió.
—Los van a atacar —mi voz fue más baja de lo que esperaba, un sonido casi quebrado como un cristal haciéndose añicos — ¡Papá atacará tu reino hoy mismo!
La reacción de Jacob fue más tranquila que la mía, su rostro se tornó sombrío y se mordió la boca con frustración y dureza, aun así no me alejó de su lado, me pegó más a él como si quisiera que con eso nunca me alejará de su lado.
—Siempre hay ataques —susurró aunque era obvio para ambos que no estaría llorando si no fuera algo devastador.
—Jake…
— ¿Cómo? —me interrumpió empezando a acariciarme el cabello con ligereza ocultando con eso todo el tormento que tenía en su interior.
Los ojos se me aguaron un poco.
—Hay…una forma de acceder bajo tierra, hoy a medianoche…será un ataque sorpresa —me lamí los labios resecos —. Liderará escuadrones de vampiros con dones ofensivos.
—Fantástico —declaró sarcásticamente. Sus dedos se detuvieron en mi mejilla.
—Yo…—musité preocupada y desesperada por todo.
—Renesmee —volvió a interrumpirme mirándome a los ojos —. Tengo que irme, no puedo dejar que eso ocurra.
—Lo sé, por eso…
—Pero cuando eso pase sabrán que alguien nos advirtió —su mirada era casi dolorosa, pasó las yemas de sus dedos por mis labios y suspiré ante eso débilmente —. No tienes que…
—No permitiré que te pase nada —dije al instante con fiereza —. Te quiero.
—También yo —me susurró con la misma ferocidad a unos centímetros de mi rostro —, te quiero.
Y me besó.
Fue un beso diferente a cualquiera, más pasional, más arrasador, lleno de desesperación y frustración. Cuando nos separamos tenía los labios magullados y Jake me besó la frente y acarició mi rostro con dedos temblorosos, era claro que todo cambiaría a partir de ese momento.
—Todo saldrá bien —me prometió.
Ojala pudiese creerle, quería hacerlo pero era imposible.
—Hablaré con mi padre —murmuré intentando hallar algo de esperanza, pensando en que quizá él podría encontrar algo de compasión que ofrecer por mí. No sabía si podría separar al padre del rey que era, pero al menos lo intentaría —. Trataré…trataré de convencerlos de que nos los ataquen.
—De todas maneras debo advertir a mi reino, debemos estar preparados.
Asentí.
—Sea como sea espérame aquí en una hora —pedí besando suavemente su rostro.
Me sonrió levemente en respuesta aunque el brillo en sus ojos estaba apagado, cuando me soltó corrió temblando para transformarse en lobo mientras yo giraba y regresaba al castillo sin que nadie lo notara.
No había pasado más que una media hora así que los encontré aun en el comedor hablando entre ellos de forma analítica y fría como los guerreros que eran. Me adelanté un paso carraspeando aunque sabía que habían notado mi llegada desde antes.
—Padre —dije mordiéndome el labio inferior.
—Renesmee —respondió él frunciendo el ceño, al parecer no muy contento con mi salida anterior. Mamá estaba a su lado apoyando una mano sobre su hombro mientras mis tíos les rodeaban protectoramente — ¿Qué sucede?
—Necesito hablar contigo.
—Sí, también yo —hizo un gesto leve para invitarme a acercarme y dudé —. Tomarás parte de esto.
— ¿Qué? —exclamó mamá retrocediendo un paso —. Solo tiene diecisiete años, Edward.
—Ya ha asumido su puesto como heredera, es necesario este paso para consolidar su poder. No quiero que en el futuro alguien se atreva a desafiarla —dijo papá en voz baja mostrando por primera vez todos los temores que también me habían hecho mella.
Tía Rose frunció los labios con disgusto, había estado a punto de protestar, lo sabía. Sin embargo, papá era razonable, tenía que liderar con ellos el ataque que se convertiría en una victoria para que quedara claro que también era parte de la familia real, que tenía mi puesto no solo por sangre también porque me lo había ganado. Tío Jasper quedó pensativo, tía Alice solo suspiró con resignación pero tío Enment parecía emocionado.
— ¿Así que finalmente veremos tus habilidades en combate? —dijo alegremente — ¡No puedo esperar, Renesmee!
—No es algo para celebrar —regañó suavemente la abuela Esme. Tío Enment hizo un puchero.
—Tantas vidas perdidas —se lamentó el abuelo —. Ojala hubiésemos podido lograr un acuerdo en aquel entonces, no tendríamos que llegar a esto.
—Haré lo que deba hacer para proteger este reino y a ustedes —sentenció mi padre con severidad —. Renesmee, ven.
Mamá cerró los ojos con fuerza, no quería contradecir a mi padre pero era claro que la decisión no le gustaba ni un poco. Más tarde, lejos de mí, le reclamaría con toda seguridad…si es que le daba tiempo a pensar en eso, claro.
—Renesmee —insistió mi padre al verme aun petrificada en mi sitio, mirándoles con el rostro mortificado. Su expresión se suavizó un poco — Es por tu bienestar y el de Volterra.
Lo sabía. Realmente lo sabía.
—Perdóname —musité sintiendo que mi voz quería romperse, quería llorar y ponerme de rodillas, explicarles que no había querido que nada de eso sucediera, que no planeaba ceder a mis instintos inmaduros e infantiles, que no quería ir y caer de llano en las manos de un licántropo y menos enamorarme (o caer en el fenómeno de la imprimación) de él.
Pero no podía hacer eso, no debía meter a Jacob en esto.
Su ceño se frunció con más fuerza y la expresión del rostro se le ensombreció. El resto me miró con cautela.
— ¿Por qué razón en particular? —su voz era tensa. Vagamente pensé que seguramente creía que quería echarme para atrás, que tenía miedo o algo parecido.
Lo peor de todo es que sí que tenía miedo, aunque no el miedo que él creía. Bajo la mirada implacable de todos cerré los ojos y musité las palabras que me condenarían.
—Porque no quiero que ataques Woldifia. No quiero que vayas y masacres ese reino y menos quiero ir contigo al frente para convertirme en una asesina —mi voz fue muy leve, casi desapercibida pero ellos escucharon muy bien y me miraron con igual dosis de espanto e ira.
Solo los abuelos parecían menos heridos.
— ¿Asesinos? —preguntó papá dando una risa apagada mientras se levantaba bruscamente de su sitio. Mamá le sostuvo con fuerza de una mano — ¿Así que eso somos para ti entonces?
—Está abrumada —empezó a farfullar tía Rose aunque noté la turbación que le invadía. Era como su hija y que le acaba de decir lo peor que un niño le podía decir a su madre.
—Es aún muy joven —tía Alice frunció los labios, no parecía defenderme pero tampoco culparme.
—Es un riesgo a correr —opinó tío Jasper con dureza mirándome con cierta culpa y cierta antipatía —. Ya dije varias veces que esto sería así, no se lo tomen tan personal, está creciendo y entendiendo. Y sí —recalcó a todos con fuerza —, somos asesinos, incluso si es para un bien mayor, incluso si es lo correcto.
Papá y mamá se estremecieron involuntariamente ante eso.
—Haces que todo pierda la gracia —tío Emment se sentó con violencia en su sitio, desanimado.
—No voy a detener esto solo porque mi hija está poniendo en duda nuestra moralidad —siseó mi padre entre dientes. Me miró y pude ver en sus ojos una gran frustración, ira pero también un gran dolor. Y eso me caló hondo.
¡¿En qué momento se me había ocurrido decir esas palabras?!
— ¡Lo siento! —Supliqué al instante sacudiendo la cabeza con desesperación — ¡Lo siento! ¡Yo no…!
—Basta, Renesmee —cortó mi madre con fuerza, tenía los ojos inundados en lágrimas y eso me rompió el corazón ¿Qué clase de hija era?—. No tomarás parte de esto ¿Está bien? —papá no la cuestionó —. Ve a tu habitación, ya hablaremos más tarde.
—Cariño…—intentó decir la abuela antes de diera un paso al frente apretando los puños.
—No, no, no, por favor, por favor. Fue una tontería, no quería decir eso, solo que… ¡No quiero que ataquen a los licántropos! ¡No quiero que les hagan daño! ¡¿Por qué no podemos arreglar este asunto con palabras y no una guerra?!
—Si esto se pudiese resolver con palabras no estaríamos teniendo esta conversación, Renesmee —increpó mi padre con voz helada —. Ahora obedece a Bella, ve a tu habitación.
—No iré a ningún lado —me adelanté otro paso y capté por el rabillo del ojo como tía Rose me miraba bruscamente con ojos entrecerrados, olisqueando un aroma en el ambiente que apenas había registrado.
Un aroma…Palidecí cuando comprendí que el aroma de Jacob estaba impregnado a mí, no había tomado un baño como acostumbraba y el olor de los licántropos era insoportablemente fuerte para los vampiros puros, para mí apenas era un aroma que se mezcla con el del bosque y me atraía tanto como me ponía en guardia, pero para ellos…
— ¿De dónde vienes? —cuando tía Rose se adelantó un paso interrumpiendo lo que sea que papá quería decir, supe que todo era en vano.
Registré apenas como todos miraban de una a la otra con confusión.
— ¿Qué pasa, Rose? —exigió tía Alice.
— ¡Ese maldito olor! —chilló ella como loca acercándose en un segundo a mí. Me sujetó del brazo con fuerza cuando intenté escapar y lo siguiente que supe fue tía Alice y mamá también se acercaron. Solo bastó una milésima de segundo para que reconocieran lo que estaba pasando.
—Licántropo…—la voz de mamá fue muy baja, me miró con ojos atónitos, confusos y llenos de miedo mientras papá intentaba dar un paso y el resto se lo impedía — ¿Has estado fuera del castillo sin guardia alguna, Renesmee?
—Yo…
— ¿Desde hace cuánto? —tía Alice me miraba como si nunca antes me hubiese visto, con dureza —. Es imposible pensar que has ido y dado un paseo por el bosque licántropo y has regresado sin un rasguño por pura suerte…además apestas…
Lentamente un entendimiento más grande empezó a brillar en sus ojos, si apestaba a licántropo significaba que había estado cerca de uno y si estaba bien significaba a su vez que había algún tipo de relación amistosa, de camarería o algo…
— ¿Por eso estás intentando detener esto? —las palabras en la boca de tía Rose eran dolorosas, llorosas — ¡¿No has traicionado?!
— ¡¿Qué?! —rugió papá siendo detenido por el abuelo y tío Emment.
— ¡No digas esas cosas, Rose! —chilló mamá con furia —¡Tiene que haber una explicación!
—La hay —una voz intervino antes de que pudiera defenderme, o al menos intentar defenderme. Me puse rígida entre la presa que me envolvía, reconociendo la voz intrigante y suave de Cayo.
Giré levemente a verlo, llena de pavor. Desde el día que conocí a Jacob gracias a él no lo había vuelto a ver, lo había evitado tanto como había podido, consciente del grado de estupidez que cometí. Quise olvidar que él me incitó a eso, que prácticamente me envió a morir y me concentré en cualquier cosa menos en su aparente caridad. Debí haberlo delatado y hablar a mi padre sobre el error que ambos cometimos pero exponerlo a él habría significado exponerme a mí, alejarme de Jacob y no habría podido vivir con eso.
Sentí que el poco color que tenía desaparecía finalmente, temblorosa y con lágrimas en los ojos sacudí la cabeza, rogándole que guardara silencio.
Me ignoró y en sus ojos llenos de crueldad vi el comienzo del fin de mi trágica historia de amor.
Cerré los ojos con fuerza, apretando los dientes y sollozando.
— ¿A qué te refirieres, Cayo? —espetó tío Jasper ante el mutismo de mi padre.
—Me temo que debo hacer esto por su bien, princesa —siguió sin piedad siendo escoltado por Jane y Alec, dos de los guardias con los dones ofensivos más poderosos que habían existido alguna vez. Empecé a ver poco a poco el gran rompecabezas que había armado desde hace tiempo y del que yo- tristemente a pesar de mi sangre- era solo una pieza más.
Jane me sonrió a través de la distancia, una sonrisita espléndidamente hermosa y desquiciada en su rostro angelical.
Gemí con desesperación.
— ¿A qué te refieres? ¡Habla de una vez!
—La princesa Renesmee ha estado frecuentando a un hombre desde hace algunas semanas. Al principio no le tomamos importancia, después de todo es joven y está en edad de enamorarse y tontear —mi padre apretó la mandíbula con fuerza ante la insinuación y el insulto bien velado que me merecía a bien —. Pero sus actitudes han dejado mucho que desear y los rumores han ido esparciéndose por el castillo, así que mandé a Jane y Alec a seguirla esta noche.
— ¿Y? —rugió mi padre.
—Debo decir que el resultado fue…inesperado —me miró con ojos agudos y astutos y comprendí que aunque la salida del castillo había sido parte de su plan, que yo hubiese sobrevivido al bosque terminando siendo objeto de amor de un licántropo era lo último que había esperado —. Ante su presencia, mi rey —hubo una inflexión de amargura y celos —, debo advertirle del hombre con el que su hija está encaprichada: Jacob Black, el príncipe licántropo.
Papá necesitó del abuelo para no caer mientras mi madre me miró con el rostro en blanco de incredulidad.
— ¿Jacob Black? —repitió tragando saliva con fuerza.
Tía Alice y tía Rose retrocedieron con igual impacto y en cuanto me soltaron me dejé caer sobre el suelo, débil y tambaleante, notando en mí el horror que les recorría. El grado de traición que había cometido…
—Lo siento —susurré una y otra vez sin dejar de llorar —. Lo siento ¡Lo siento! ¡No quería que sucediera! ¡No fue nuestra culpa!
—Te está utilizando —tía Rose fue la primera en hablar, su voz era trémula y contenida, llena de furia y también de compasión —. Ese crío maldito, le arrancaré pedazo a pedazo la piel con los dientes hasta que suplique morir.
Me estremecí ante la amenaza, tía Rose nunca las soltaba en vano, por algo era tan temida en el campo de batalla. Ni siquiera quise ver al resto pues la reacción de ella era más que suficiente.
—Jacob Black…—papá finalmente se recuperó y se levantó dando un puñetazo a la mesa que se astilló bajo su fuerza —…es hombre muerto.
— ¡NO! —chillé y mi grito repercutió en toda la habitación. Me levanté de un salto respirando entrecortadamente, ansiosa, miserable y desesperada — ¡Por favor, NO!
—Cállate —me espetó sin verme.
— ¡Papá, Jacob no tiene la culpa! ¡Fui yo quien salió del castillo! ¡Fui yo quien se metió al bosque sin guardia alguna y él me salvó a pesar de que sabía que era yo! ¡Me salvó aunque no debía hacerlo! ¡No puedes matarle!
— ¡Por supuesto que puedo!
— ¡Entonces también mátame a mí! —chillé agudamente — ¡No viviré si él no lo hace!
Papá me miró con ira desesperada.
— ¡Llévensela!
— ¡No salí del castillo por casualidad aunque mi supervivencia sí que lo fue! —Espeté llorando mientras Jane y Alec me ponían las manos encima, forcejeé con ellos enseñándoles los dientes — ¡Cayo lo planeó todo! ¡Él fue quién me mostró la forma de salir y aunque fui una tonta al hacerle caso él tiene más culpa que nadie! ¡Quería matarme para quedarse con este reino!
Cayo permaneció impertérrito con la satisfacción de la victoria. Mis palabras no valían nada tras lo que había hecho.
—Levantar esa clase de acusaciones…
— ¡Soy su hija! —rogué.
— ¡Perdiste cualquier derecho a utilizar eso en cuanto te encaprichaste con ese licántropo como una adolescente estúpida e ingenua! ¡Te educamos mejor que eso, Renesmee!
— ¡Yo lo amo!
Algo se rompió en el ambiente ante mi apasionada declaración, papá y mamá me miraron a los ojos con tanta tristeza que equiparaba el nivel de su indignación. Me imaginaba lo que pensaban, todo lo que corría por su mente, el dolor, la angustia, la confusión…
Mis lágrimas seguían cayendo y mamá me las enjuagó.
—Mi niña…
—Mamá…—supliqué tomando sus manos entre la presa de Jane y Alec, intentando apartarlos aunque sus dedos se hundían con fuerza en mis brazos —. Mamá…
—Lo siento tanto. No se suponía que tenía que suceder así. Solo tienes diecisiete años, aun puedes conocer a más personas, aun tienes mucho por vivir y aprender y este capricho…
—No es un capricho —susurré desesperada, el corazón latiéndome dolorosamente bajo la piel —. Es imprimación…imprimación —la palabra le hizo abrir los ojos de par en par, temerosa y sorprendida —. Si ustedes le hacen algo…si ustedes le matan…moriré.
—Renesmee…—paladeó mi nombre mientras veía pasar por sus ojos el entendimiento del fenómeno que había atado mi alma a la de Jacob Black.
— ¡Escóltenla a su habitación y no permitan que salga! —gritó papá más enfurecido que antes al escuchar mis palabras, mi deseo de morir si lo mataba — ¡Jasper, Emment, vengan aquí!
— ¡NO!
Mi grito fue en vano, me arrastraron con fuerza, sin dejarme protestar, lo último que vi fue la mirada iracunda de papá, la desesperada de mamá y el dolor mezclarse con la rabia en todos los demás.
Ojala hubiese podido decirles cuanto los quería antes de llegar a ese punto irreversible.
Cuando me solté de Jane y Alec el grito de mis padres fue más alto que nadie, sin embargo no miré atrás, salí del castillo para nunca regresar.
.
.
.
.
Jacob me esperaba en el lugar de siempre, tenso y preocupado.
—Nessie —susurró caminando hacia mí y besándome la frente. El aroma a bosque se impregnaba en su piel y me acurruqué contra él, llorosa y desamparada. Mis mejillas estaban llenas de sal por todas las lágrimas.
—Lo saben —dije simplemente enterrando mis dedos en su cintura, cogiendo con mis puños la tela que le cubría.
—Sí, mi padre también lo sabe —su voz era amortiguada y me pregunté si la discusión que se había desatado en Woldifia había sido tan fuerte y desastrosa como en Volterra. Detrás de mí el reino se había iluminado y la guardia había entrado en acción, el murmullo de pasos se escuchaba incluso en la distancia. Aferrada a Jacob mis ojos veían también que Woldifia estaba preparándose para una inminente batalla.
Un ataque sorpresa ya no tenía caso, ambos reinos se acabarían el uno al otro por nuestra causa.
Gemí.
—Tenemos que irnos de aquí —me dijo de pronto, tomándome de la mano con dulzura y torpeza. Parpadeé hacia él, sorprendida y confusa.
— ¿Irnos?
—A donde sea —contestó —. Lejos, donde nadie nos conozca, donde no nos maten si se maten por nosotros.
Lo miré por unos segundos con dolor, yo no era la única que lamentaba todo eso. Quizá, si tuviéramos elección, no nos habríamos enamorado uno del otro, quizá en algún lugar de nuestro interior maldecíamos el día en que nos encontramos, el destino funesto que nos ató. Éramos los príncipes y estábamos renegando de nuestro deber, era suficiente para sentirnos desgraciados.
Asentí y acaricié con las yemas de mis dedos sus manos, admirando el color de su piel, el tono más oscuro que contrastaba con mi palidez mortal. Cerré los ojos y besé sus manos.
—Te amo —me pareció importarlo decirlo. Era el momento adecuado, algo rápido, algo trágico, quizá alimentado con la situación, con los libros románticos de mi adolescencia y con la imprimación, pero no menos cierto. Los ojos de Jake no abandonaron los míos, el ruido alrededor de nosotros se hacía más intenso, más sediento de sangre. Lo ignoramos.
—Te amo —con destreza soltó mis manos y me tomó de la nuca, pensé que me besaría hasta quitarme la respiración como solía hacerlo en algunas ocasiones, pero solo me acarició los labios con los suyos, un contacto incluso más efímero que ese primer beso, pero más íntimo que me estremecí entre sus brazos, cerrando los ojos mientras ascendía y sus labios me tocaban encendiéndome la sangre, haciendo revolotear mi rápido corazón aún más.
Alcé mi rostro cuando él bajo el suyo tras unos minutos mientras me susurraba palabras sacadas de todas esas leyendas que me contaba en las noches.
El beso fue rápido, lleno de dolor, de pasión y compasión, hacia nosotros, hacia nuestro mundo.
En cuanto nos separamos él tiró de mi mano y comenzamos nuestra improvisada huida, rodeado de todos nuestros súbditos. Era una huida torpe, estúpida y llena de señales, lo sabíamos.
Era imposible salir de allí, solo pretendíamos que podíamos hacerlo. Me aferré a sus dedos mientras el fin se acercaba inevitablemente, íbamos a toda carrera pero pronto nos acorralaron.
Cayo y uno de los licántropos del bosque, el de pelaje gris, Paul.
La batalla fue corta, fui contra Cayo pero era demasiado inexperta y demasiado humana comparada con él y pronto yací herida a un lado, mirando con horror como Jacob peleaba mi batalla y la suya. Paul intentaba apartar a Jacob, atacarlo sin matarlo pero Cayo era un problema más grande. Protegerme y pelear al mismo tiempo era imposible y pronto Jacob cayó junto a mí, herido de muerte.
— ¡Jake! —el grito desgarró mi garganta mientras Paul se congelaba brevemente, mirando con sus ojos lobunos llenos de incredulidad y furia a su príncipe caído. Arremetió contra Cayo mientras yo fui hacia Jacob, acariciando su rostro sin dejar de llorar sacudiendo la cabeza mientras mis sollozos desgarradores se escuchaban claramente.
La herida del hombro no era tan mala pero el veneno vampírico era mortal para los licántropos.
—No…no…
—Shhh…—me instó Jacob débilmente, sonriendo aun pese al dolor y la sangre. Su sonrisa era brillante aunque sus parpados caían con cada segundo que transcurría —. Nessie…—su mano acarició mi mejilla como lo había hecho cada día desde que nos habíamos conocido.
—Jake…Por favor…
—Te amo…no me arrepiento…—era una despedida, lo sabía.
—Yo…t-tampoco —lloré sobre su pecho intentando insuflarle algo de vida pero era imposible. Mis dedos temblorosos se aferraron a su rostro mientras su vida se iba —. Jake…Jake —pedí suplicante, él me miró entre el delirio — Realmente…re-realmente te amo…—dibujé un sinfín de dibujos inconexos sobre su piel con las yemas de mis dedos, y con cada trazo que daba sus ojos brillaban con amor mientras mis pensamientos, mis sentimientos desfilaban en él.
Ese era mi don, transmitir lo que sentía con el toque de mis dedos.
Un don inútil hasta ese momento.
No podía decirle más, mi voz no me respondía pero ese don hablaba más…
Del momento en que lo conocí, de las sensaciones que me causó, del dolor, de la dicha, la incertidumbre, la admiración, el respeto, la pasión y el amor.
Solo fueron segundos pero fue suficiente.
Jake murió con una sonrisa en sus labios…su corazón dejó de latir de un momento a otro, apagándose tan tortuosamente que caí sobre él, desesperanzada y rota, quebrada en pedacitos como un cristal.
No noté el momento en que mis dedos dejaron su rostro y bajaron hasta su cadera aferrándose con fuerza al puñal que llevaba siempre con él. Una daga incrustada con joyas, preciosa y mortal para mi raza.
Ahora entendía a Julieta, esa tonta niña de trece años desbordada por una emoción más grande que su edad…
¿Acaso importaba si eran tres días, seis semanas o toda una vida? La pasión insuflaba vida y la quitaba, incluso si era por la eternidad, incluso si solo duraba un segundo.
Lo había dicho, no podía vivir sin él, me era imposible, completamente intolerable.
— ¡Renesmee!
En los últimos segundos me recosté junto a Jacob, me aferré a su cuerpo mientras las voces resonaban no muy lejos.
— ¡Renesmee!
Había un modo de estar junto a él por siempre.
—Para siempre, mi amor —susurré besando sus labios fríos.
— ¡Renesmee, no! ¡NO! ¡RENESMEE!
"Y que tu fino acero logre darme la muerte" la cita de Julieta era tan apropiada, quería morir, esperaba morir…
Dirigí la daga hacia mi cuerpo justo cuando ellos llegaron. Caí en los brazos de alguien pero no distinguí a nadie, mi visión era borrosa, mi corazón disminuía su ritmo pero yo solo quería a Jacob, insistí en eso mientras lágrimas me mojaban el rostro. Toqué a quién me sostenía mandando imágenes de Jake una y otra vez hasta que me acercaron a él.
Sonreí notando entre los puntos que obstruían mi visión su rostro apuesto, el color oscuro de su cabello, el tono de su piel, sus labios…
Estaba con Jacob, eso era lo único que importaba.
Mi conciencia se iba, era imposible salvarme y me rendí a la dulce muerte que me aguardaba para ir con Jake hacia el cielo o el infierno.
Mientras me iba escuché el llanto de mis padres y los demás pidiéndome perdón, escuché más, reclamos, gritos, discusiones y luego solo llanto de nuevo. La familia de Jake y la mía no podían hacer más, solo llorar y pedir perdón.
Al final comprendí que entre su dolor encontraron la compresión y la compasión. Que nuestro trágico amor, como Romeo y Julieta, logró un acuerdo entre ambos reinos, nuestras muertes cesarían la guerra.
Habría paz.
Sonreí suavemente al final.
Todo iría mejor para ellos, y yo estaría con Jacob, tal vez era mi último aliento de vida pero también era el comienzo de la eternidad junto a él, para nuestro amor, así como Romeo y Julieta.
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Notas Originales:
¡Hola!
Hmmm…no sé qué decir.
Pero primero que nada ¡Feliz Cumple Nessie Black 10! o ¡Feliz cumple Fran!
Este one-shot (el primero que hago) va dedicado a ti por tus dieciocho años, espero que te guste, aunque yo no soy de hacer finales tristes, me pareció lo adecuado para un one-shot. Te quiero mucho amiguita, muchas gracias por el apoyo que me has brindado.
Y gracias a todos lo que lean esta historia.
Besos
Bella Scullw.
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Edición (20/04/17): Me tomo tiempo llegar a conseguir la suficiente determinación (y paciencia) para hacer esto. Editar es más difícil que escribir, especialmente porque han pasado siete años y mi estilo de escritura ha cambiado, porque he leído realmente Romeo y Julieta y mis pensamientos ya no son los de una adolescente por lo tanto la historia original y la actual tienen muchas diferencias.
De todas maneras espero que si alguien lee esto ahora le guste, ya no escribo sobre Crepúsculo pero fue el fandom con el comencé en fanfiction y guarda un lugar especial en mi corazón.
1° Historia corregida, ahora faltan 107 e.e (quizá menos si al final no edito las más recientes).
Gracias.
