¡HOLA A TODOS! Para referencias a mi estilo y a ciertos aspectos del fic, lean 'Littera Minima' y sus secuelas. Les ruego que se den una vuelta por el perfil de Ekléctica, donde encontrarán la línea de tiempo oficial: al principio de cada año aparecen las edades.
Un especial agradecimiento a Ekléctica, quien se dio el enorme trabajo de corregir el fic.
Una recomendación especial, si quieren ver este universo expandido, lean "Madness of Love", de Lady Seika Lerki y el omake "Lo que Sueño de ti" y las adorables miniserie "Familia" y "Futuro" de Ekléctica. Finalmente, y en este caso se recomienda mucho, "Luz Amatista", de Tsuyu Ryu, es una joya. Las conversaciones que las inspiraron a ellas, de paso me inspiraron a mí para retomar este hábito mío de escribir fanfictions. ¡VAYAN A LEER! =D
Una velita para que el Concilio actualice los spin offs…
Saint Seiya, la trama y sus personajes pertenecen al Sr. Kurumada y a quienes han pagado por el derecho respectivo. No estoy ganando dinero con esto, nada más entretengo a mi imaginación y le doy más trabajo a mi Musa. D8 ¡NO TENGO FINES DE LUCRO!
ADVERTENCIA.
Principio 5 para ver y entender Manga: Mientras menos te preocupes del sexo, más oportunidades tendrás.
Se pide criterio y discreción por parte de los lectores. No me hago responsable de castigos, lesiones, o penas capitales derivados de la lectura de este capítulo.
"VII. Extremus Australis"
("Extremo Sur")
Prólogo: El Detestable Resfriado Común.
Casa de Géminis.
Una semana y media después.
¡Ay de los vencidos por el cruel resfriado común! Que grave calamidad es sufrir por una dolencia tan molesta y resistente a todo tratamiento médico conocido y por conocer. Ni con toda la tecnología ni el conocimiento hemos podido liberarnos de tal azote. No. El resfriado común no tiene cura, ni nada de lo que hagamos podrá atenuar los fastidiosos síntomas con los que ataca a su víctima, porque ni prevenirlo podemos. Lo único que nos queda por hacer es armarnos de paciencia y esperar que el resfrío se pase.
De esto Saga estaba muy seguro.
Hacía tres días que se encontraba en un lamentable y resfriado estado. Para variar, le había dado muy fuerte y justo en la época de alergias. El mayor de los gemelos asomó un ojo desde debajo de las cobijas, antes de emerger de entre las sábanas como si se tratase del monstruo del pantano. Se veía terrible: estaba congestionado, con los ojos lacrimosos, sudado, sentía frío, estaba despeinado y tan vulnerable como un gatito.
Cuando finalmente se incorporó en su cama, observó a su alrededor, tragando saliva. Estiró la mano hacia su mesita de noche para alcanzar los pañuelitos desechables que sabía que estaban allí y una vez que los hubo encontrado, los atrajo hacia sí, retiró uno y se dispuso a limpiar su nariz. Cuando terminó con el molesto proceso, no en balde estaba congestionado más allá de toda razón, arrojó el pañuelo usado a un basurero que había junto a su cama y se dejó sobre el colchón con pesadez, sintiéndose aún peor.
Quien inventase la cura contra el resfriado común, debería ser canonizado en el acto.
Saga se quedó echado allí en su cama varios minutos. Aunque las temperaturas seguían en franco ascenso, él tenía frío, por lo que se refugió bajo las cobijas, quejándose con amargura. ¿Qué pasaba con él? Antes no era tan enfermizo. Desde que lo habían revivido tenía esta especial propensión a resfriarse o a sentirse mal por cualquier motivo, por muy miserable que fuera, lo cual no se podía explicar.
Ni modo, no le quedaba más que resignarse. El mayor de los gemelos se puso de lado y ocultó la cabeza bajo las mantas, acurrucándose allí debajo. Si no le gustaba resfriarse, detestaba que lo vieran así de mal, por lo que solía refugiarse debajo de las cobijas cuando estaba enfermo, sacando la cabeza sólo cuando era estrictamente necesario.
"Sed…" Balbuceó con un toque gangoso.
Tan sólo la mano de Saga emergió desde el desconocido mundo de debajo de las mantas y se estiró en dirección de su vaso con agua. ¿Cómo iba a beber el líquido allí debajo?, no lo sé, así que sospecho que sacaría la cabeza. En todo caso, nunca sabremos como lo habría hecho, dado que el peso del vaso le indicó que era necesario que se incorporara de nuevo en la cama: estaba vacío.
Gruñendo, Saga maldijo al vaso entre dientes, así como su necesidad continua de hidratarse. Tendría que rellenar su vaso, lo cual le suponía un esfuerzo extra: tenía una jarra de un litro llena de agua, pero ésta estaba en una cómoda, fuera de su alcance. El santo de géminis volvió a gruñir cuando desde su posición se dio cuenta, para su horror, que dicha jarra también se encontraba vacía. ¿Es que la vida no era justa con un pobre santo dorado resfriado, que para colmo tenía que valerse solo?
Quejándose como enfermo terminal de cáncer, Saga echó las cobijas a un lado y se puso de pie, calzándose al mismo tiempo sus pantuflas. Caminó hasta una silla, se puso su bata de levantarse, luego se dirigió a su cómoda y tomando la jarra en una mano, salió de la habitación dispuesto a llenarla. Todo esto sin dejar de lamentar su mugre suerte.
Estar fuera de su cuarto le daba una agradable sensación de vacía independencia. No era necesario que molestase a nadie para cuidarse él solo, pero al tiempo que tal cosa le inflaba el orgullo, el aire de aquella burbuja debía escaparse por algún lado, ya que no terminaba de convencerse si eso era o no motivo para enorgullecerse. Al fin y al cabo, estaba solo. Arrastrando los pies, caminó hacia la cocina, tratando de sacudirse el ligero mareo que sentía al caminar. Respiró hondo y tuvo un fuerte acceso de tos. Se dispuso a entrar a la cocina… cosa que jamás logró hacer.
"¿Qué Haces Fuera De La Cama?" Isabella le jaló con fuerza una de sus orejas, antes de comenzar a arrastrarlo, de la misma manera, hasta su cuarto. "¡Se Supone Que Deberías Estar Descansando!"
"¡Suelta Isabella, Suéltame, Me Duele Mucho!" Saga se liberó del feroz agarre de su cuñada y la miró con cara de circunstancias. "Nada más vine por agua, no es el fin del mundo." Se excusó el gemelo, enseñando la jarra vacía. Isabella se sopló el flequillo.
"No estás afónico y no tienes ningún problema para usar ese vozarrón que tienes. ¿Acaso no podías avisarme? Aprovecha que me siento lo bastante generosa como para cuidarte." Protestó Isabella mientras le quitaba la jarra. "El Tarado me dijo que te cuidara mientras no estaba y eso es lo que haré."
Saga suspiró. Kanon estaba de turno de Santuario y le había pedido a Isabella que por favor le cuidase. Esto le había sorprendido: siempre había sospechado que su hermano derramaba indiferencia respecto de sus resfriados, pero esa mañana Kanon le había probado lo contrario, cuando le dijo que Isabella había accedido a cuidarlo esa tarde. Cuando Saga le hizo saber este parecer suyo, su gemelo se vio genuinamente ofendido y molesto. Tuvo que hacer uso de toda su labia para hacer las paces con su hermano menor, y aceptar la ayuda de Isa fue parte del regateo. Si bien su cuñada podía sonar muy brusca y dar la impresión que estaba cuidándolo a la fuerza, Saga sabía que lo estaba haciendo de todo corazón. En todo caso, peor niñera que ella no le pudieron haber puesto.
"Lo sé, pero el que esté resfriado no quiere decir que sea un incapaz."
"Tienes fiebre."
"Sí, pero no me muero."
"Venga, Saga, regresa a la cama y no me hagas repetirlo." Isabella le ordenó con una sonrisa, antes de entrar a la cocina, sin darle tiempo a protestar. "En seguida te llevo agua."
Saga, recordando su resfrío y pasajera debilidad, giró sobre sus talones y regresó a su cuarto arrastrando los pies. Tenía mucho frío, así que no perdió más tiempo en sepultarse bajo las cobijas. Ni bien se hubo acomodado, tocaron a su puerta.
"Saga ¿Estás presentable?" Preguntó Isabella desde afuera. "Ya te traje agua."
"Pasa." Respondió sin siquiera moverse.
La chica entró a la habitación con otra jarra llena de agua y un vaso nuevo. Sirvió el líquido y se acercó hasta la mesita de noche de Saga, en donde dejó el vaso nuevo, llevándose el viejo. Isabella observó la pila de mantas y meneó la cabeza.
"Así no te vas a mejorar nunca."
"Hmmm."
"Ya tienes agua nueva. Si necesitas algo, sabes que me estoy dando vueltas por aquí. No dudes en pedirme ayuda."
"Sí sé, mamá…"
Isabella miró al techo contando hasta diez y salió de la habitación: conste que le habían dicho que su cuñado era un paciente fácil, pero hasta ahora no había visto nada de eso. Saga se incorporó pasados unos segundos y tomando el vaso, bebió un poco de agua. Suspiró tras pensar en lo que acababa de pasar: debió haber sonado como un malagradecido y esa no era la idea. Es que se sentía incómodo con Isabella dando vueltas por géminis. No es que su cuñada le cayera mal, al contrario, pero es que creía que esos cuidados dispensados a su persona estaban fuera de lugar. No era él quien debía ser el receptor, sino su hermano. Feh. Apesadumbrado, Saga volvió a echarse sobre su cama.
En la cocina del piso residencial de Géminis, Isabela terminaba de lavar la jarra y el vaso usados por su cuñado. Se secó las manos y dejó que estos utensilios escurrieran hasta secarse, dado que no le gustaba secar la loza. Justo cuando se disponía a alejarse del lavaplatos, unos brazos le rodearon la cadera y la giraron sobre sus talones. Sin recuperarse de la sorpresa, Kanon atrapó sus labios con los suyos y se dieron un efusivo beso.
"¿Qué tal Flaca?" Le sonrió Kanon. "¿El engendro te ha dado problemas?" Manerita de referirse al hermano de uno.
"No. Creí que lo haría, pero no." Isabella rodeó a Kanon con sus brazos y acarició la espalda de su gemelo favorito. "Es muy tranquilo: quizás ese es su problema."
"Eso es lo único bueno de él. Mientras más resfriado está, menos problemas da."
"¡No seas así con tu hermano! Es lo que hay no más. Confórmate."
Isabella se desenredó de los brazos de su chico y salió de la cocina, con Kanon a la siga. Se sentó en el sofá y tomó el control remoto en su mano. El menor de los gemelos, que se sentía particularmente regalón ese día, no tardó en sentarse a su lado y se inclinó hacia ella, para comenzar a besarle el cuello. Poca resistencia encontró, lo cual no dejó de sorprenderlo: Isabella era bastante reacia a recibir este tipo de cariños, así que el que no estuviera haciendo nada por alejarlo, lo interpretó como una buena señal. Kanon finalmente la besó en los labios. Cuando se separaron, suspiró de gusto y se recostó en el hombro de la chica.
"¿Me estabas echando de menos, Tarado?"
"No. Para nada." Mintió Kanon sonriendo. "¿Te gustó mi besito?"
"¿Llamas a eso besito? Tendrás que decirme entonces cuál es tu concepto de besito." Rió Isabella, mientras le acariciaba el cabello. Kanon le puso la mano en la cintura. "Claro que me gustó tu besito. No te sacudí de encima." Añadió Isa muy coqueta.
"Primera vez que me dejas besarte así."
"¿En serio?" Preguntó Isa alzando ambas cejas. Kanon le dio otro besito en su cuello, no más porque aprovechó su oportunidad.
"En serio." El gemelo volvió a recostar la cabeza en el hombro de su chica. "Gracias por cuidar de Saga: no quería dejarlo solo. El muy imbécil no debería preocuparme, pero me preocupa, por más que me moleste." Añadió Kanon molesto y frío.
"Por supuesto que debe preocuparte. Saga es tu gemelo, por muy mal que se hayan llevado antes: es tu único hermano." Isabella suspiró profundo y miró al techo. "La familia es importante y te lo dice alguien que huyó de su casa: no sabes lo que daría por volver a ella." Rezongó la chica con algo de resentimiento. "¿Te has sentido bien, Kanon? No me gustaría que te resfriaras."
"¿Resfriarme yo? En lo más…"
"Con Saga esparciendo gérmenes por doquier, no me extrañaría que te contagiaras."
"No me resfrío, estoy muy sano." Kanon soltó a Isabella y apoyó la espalda en el sofá. Le miró coqueto. "Tú también corres peligro de resfriarte: a los géminis nos gusta compartir nuestros gérmenes y solemos contagiar a todo el mundo."
"Con mayor razón entonces." Isabella suspiró preocupada. Hacía días que tenía este presentimiento que no la dejaba tranquila.
Kanon la ignoró, y entrecerrando sus ojos, apartó un mechón del rostro de Isabella. Su niña encendió el televisor y comenzó a cambiar canales, muy consciente de que su novio que no la perdía de vista. Le miró de reojo con mucha seriedad.
"Más te vale que no me estés mirando el escote."
"¿Escote? ¿Cuál escote?" Protestó Kanon en su defensa. "No tienes un… Err." El gemelo se quedó mudo cuando sin querer se fijó en el escote de su chica, sin poder apartar su mirada. "Eso que traes no merece ser llamado escote. Deja mucho a la imaginación." Kanon se cruzó de bazos, apartando por fin los ojos hacia otro lado. Isabella sonrió traviesa.
"Espero que tengas mucha imaginación, que no verás más." Rió coqueta. Entonces sorpresivamente le puso la mano sobre la frente. "¿Seguro te sientes bien?"
"Claro que me siento bien."
Isabella lo miró sin convencerse mucho. Hace días que estaba preocupada por la salud de Kanon. Su instinto femenino le decía que ponía ponerse enfermo en cualquier momento y esa idea no le causaba gracia. Esta preocupación por su salud por parte de Isa a Kanon no parecía importarle: el exceso de atención que Isabella le prodigaba era más que bienvenido, más aún porque podría aprovecharse de las circunstancias como nunca antes. Concentró su atención en la tele, no sin antes atraer a su niña hacia sí, quien gustosa se acurrucó a su lado.
Saga, quien había ido a la cocina y pasado desapercibido, regresó a su cuarto sin ser notado por los dos tortolitos que estaban en la sala. Arrastró los pies en silencio, sintiéndose pesado, pero al menos contento: el que su hermano por fin hubiera encontrado una chica digna de él lo ponía de buen humor. Isabella era ese tipo de chica fría, pero atenta, preocupada del bienestar de sus seres queridos cuando llegabas a conocerla mejor. Hasta donde él sabía, su cuñada no tenía a nadie más en el mundo y les había adoptado a ellos como familia, claro, dispensándole especial atención a Kanon…
¡Vaya!
Debía ser genial que alguien se preocupara, lo mimara, regañara y velara así por uno. Su hermano debía sentirse muy especial y querido. Si bien se peleaba mucho con Isa, se notaba a la legua lo mucho que la amaba. Se alegraba montones por eso…
…
… Aunque tenía que reconocer que al mismo tiempo tal suceso le daba una extraña sensación de vacío. No lo malinterpreten, esto no se debía a que estuviera celoso o que sintiera algo por Isa… sino que se debía a otra cosa, de la cual aún no se percataba…
…
Saga no tenía a nadie a quien querer de esa manera, ni nadie que le mimase a él en exclusiva.
…
Y debido a esto…
…
Se sentía solito…
Fin del Prólogo.
Continuará.
Por
Misao–CG
Próximo Capítulo: Santuario Bajo Ataque.
… Si no hubiera llevado puesta la armadura de Capricornio, la cual estaba trizada en varias partes, seguro habría muerto. Intentó incorporarse, pero un intenso dolor se esparció desde sus costillas al resto del cuerpo y le obligó a permanecer en el suelo. Mientras trataba afanosamente de respirar… recordó algo… ¡Seiya y Kanon no llevaban Armaduras…!
PS: Nuevo mes, Nuevo fic, Nuevo monstruo. ¡GRACIAS POR LEER!
