¡Maldito verano! ¡Y maldito desierto! Hacia un calor del demonio incluso bajo la sombra y nada podía calmarlo, era un día horrible. Debía revisar los documentos que le había entregado el Kazekague y no se podría ir hasta terminar. Y además estaba ella…

Sentada en el marco de la ventana mientras él terminaba el trabajo, ¿Qué no veía que era la única ahí además de él? Podría ofrecerse a ayudar, mas le valía que eso se lo recompensara después…

-Hace calor.- Dijo ella rompiendo el silencio y camino hacia el escritorio para dejar su abanico de mano en el escritorio, ni el instrumento podía darle aire fresco. Ella separo la blusa de su pecho y soplo aire entre sus senos inconciente de que la mirada de él cambiaba.- ¿Qué? –Pregunto extrañada cuando él se paro y coloco frente a ella con una mirada mucho mas seria.- Oh no…

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¡Maldito invierno! ¡Y maldito desierto! De nuevo tenia que ir a tratar con la aldea y para colmo no pudo salir antes del anochecer, el frío estaba matándolo. Ella le había traído algo de té caliente pero ni eso lo ayudaba. Como extrañaba su aldea, tibia y acogedora, no esa odiosa habitación que le fue asignada, mas calida que afuera pero de igual forma era helada en comparación con su casa.

-Estas helado.- Dijo ella dejando el tercer vaso de té y poniendo la mano sobre su mejilla helada. Ella ya estaba algo mas acostumbrada. Cogio las mantas y lo arropo mejor, tapándolo hasta la nariz.- No se que hacer para que entres en calor.- Susurro ella preocupada y él abrió las cobijas.- ¿De nuevo?- Pregunto sorprendida y lo vio asentir con una mirada brillante. Esa iba a ser una larga noche.

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-¿Quieres explicarme…Porque pase lo que pase, ya se a el clima o el lugar…Siempre terminamos igual?- Pregunto ella dibujando círculos sobre e torso suave y firme de él, enredados en una manta sudada y con sus pieles aun oliendo al otro. El sonrío sensualmente y se encogió de hombros.

Explicárselo seria muy problemático…