QUERIDA Y LINDA INTRUSA

Una chica perdida en un país donde no conoce a nadie.

Por azares del destino, llega a vivir con Sasuke.

Viven juntos en su departamento mediante un trato.

Para ella, vivir con él es insoportable, pero no le queda de otra.

El chico guarda un gran secreto, pero esa vida tranquila con ella es algo a lo que se acostumbrará, quizás más de lo que quisiese.

Esas horas en ese departamento, entre risas y tonterías, regaños e insinuaciones, se convierten en lo que el llamaría su vida normal, un escape para poder ser él mismo.

¿Cómo podrá ocultar él su otra vida?

¿Y cómo podrá ella sobrevivir ante aquel hombre tan….indescriptiblemente sexy?

...

"Mi corazón latía muy rápido, tanto que creí que él escucharía.

Estaba perdida, tendría que vivir con ESE HOMBRE un buen tiempo, que, aunque era amable y lindo, era monstruosamente sexy. Lindo rostro, lindo pelo, mirada profunda, cuerpo escultural, totalmente varonil, amable, simpático, lindo, lindo, lindo y muy, muy seductor. No sé si lo hacía propósito, pero decidí no pensar en ello, mi prioridad era sacármelo de la mente.

Traté de dormir, pero desde esa segunda noche que pasé en ese departamento, esos sueños indeseables y las fantasías comenzaron y no me dejaban dormir en ocasiones. Tenerlo a unos cuantos metros no ayudaba.

Y fue también entonces que los catarros para mí comenzaron, a causas de las duchas frías que muy seguido me daba.

A veces pienso que hubiera sido mejor nunca haberme tropezado con él…."

...

CAPITULO 1. MI MALA FORTUNA ME LLEVÓ A ÉL

El clima era frio y por lo visto pronto comenzaría a anochecer. Unas nubes lejanas amenazaban con algo de lluvia. Parecía que el clima se burlaba también de mí. Estaba completamente sola, sin un solo quinto en mi bolso, y con mis lágrimas a punto de brotar junto con el aguacero que se venía.

En esos momentos me encontraba a media calle. Era un lugar muy concurrido, gente yendo y viniendo de todos lados y a todos los lugares. Sólo yo estaba ahí detenida, sin saber por qué rumbo ir.

Mi pesada mochila en la espalda ya me reclamaba la bajara. Mi pequeño bolso de mano estaba aún abierto después de haberlo revuelto tantos minutos antes.

La desesperación y la desgracia habían caído sobre mí. Nunca me hubiese imaginado que mi gran viaje por un país desconocido terminaría así.

Me dejé caer y me aferré a mis rodillas flexionadas, repitiéndome una y otra vez "No debí haber venido".

Siempre había tenido ganas de conocer el mundo, cuando conseguí ahorrar lo suficiente en mi primer trabajo después de graduarme, fui tan feliz y me apresuré a elegir un mi lugar de destino. Había soñado con eso, mi sueldo completo lo dedicaría para mi primera visita a un lugar extraño. Mi padre y mi mejor amiga fueron quienes me impulsaron a elegir venir a Tokio. Por una parte estaban las ganas que tenía de conocer la ciudad natal de mi progenitor, él me contaba de los lugares mágicos que tenía Japón, de lo bello que era este país donde había vivido toda su vida hasta que conoció a mi madre y se por perseguirla se mudó a los Estados Unidos. Abandonó su lugar de origen pero quería que yo tuviera la oportunidad de conocerlo. Susan, mi amiga inseparable, era toda una friki y su máximo sueño y propósito en la vida era ir a conocer el país nipón. Aún tengo presente cómo un día antes mientras recorríamos Akihabara junto con otros turistas parecía la más feliz y loca que nunca en su vida.

Pues me dejé convencer por ellos dos y ahora estoy aquí. Sola, abandonada en un país extraño y envuelta en una cultura que, aunque me encanta—no tanto como a Susan—, ahora me encontraba maldiciendo el momento en que decidí venir.

Y es que no era para menos, el grupo de turistas estábamos recorriendo los lugares más concurridos en el centro de Tokio, y yo tuve la genial idea de pararme en una tienda de antigüedades, pensé que no había mejor suvenir que una pequeña estatuilla de una geisha. Cuando salí, pensé que Susan estaría esperándome, pero…¡Cual fue mi sorpresa cuando me di cuenta de que no había nadie de las personas que nos acompañaba cerca, ninguno de los guías, ni mi amiga!

Esperé afuera de la tienda, tarde o temprano se darían cuenta de que no estaba. Unos minutos después me di cuenta de que mi vida estaba acabada. Recibí una llamada de Susan mientras estaba partiendo el avión, ella creía que yo me encontraba dentro, y me preguntaba si estaba en el baño o en algún otro lugar del avión.

Reí secamente, le dije que estaba bien y me las arreglaría para regresar. Pero la suerte no me acompañaba ese día. Apenas caminé una cuadra en dirección a ningún lugar, esperando ver a un policía cerca que me ayudara, cuando sentí que alguien jaló mi bolso. Yo asustada jalé también, impidiendo que me lo quitaran, pero cuando ví correr a lo lejos al ladrón con mi cartera en mano, supe que mis días de felicidad estaban contados.

No podía darme por vencida, la noche se acercaba y no tenía ni siquiera dinero para un hotel. ¿Qué debía hacer?

Me levanté y con la esperanza de que alguien de los que cruzaban por ahí hablara también ingles, comenzé a pedir ayuda.

—Disculpe, ¿podría ayudarme?

—Disculpe, ¿Dónde encuentro a un policía?

—Me han robado, ¿podría usted auxiliarme?

Ayuda, ayuda, ayuda, ¿Qué nadie hablaba mi idioma? Bueno, de que me quejo, yo tampoco sé japonés, así que todos me miraban extrañados y uno que otro con cara de miedo. Una turista perdida, si acaso alguno me entendía, por la prisa no se detenía a ayudarme. ¡Ahora sí me encontraba desesperada!

Detenía a varias personas, esperando que me ayudaran, pero era en vano

Había tanta gente transitando por la calle que me mareaba. Giré repentinamente, tratando de ubicarme, pero en el movimiento fue tan brusco que choqué con alguien. Inmediatamente mi bolso fue a parar al suelo. Me agaché para recoger mis cosas. Mientras me levantaba me maldije por mi mala suerte. ¿Ahora que venía?.

La persona con la que me topé se agachó a ayudarme, de reojo pude ver sus lustrosos zapatos y me di cuenta de que era un hombre.

Cuando hube juntado todo, le agradecí, aunque no creo que me haya entendido.

—Estaba muy distraída, gracias.

A la primera no le vi muy bien, pero, cuando terminé mi frase, por poco y vuelvo a soltar el bolso, tenía delante de mi tenía a un chico espectacular, sin duda de otro mundo. Era el claro ejemplo de un lindo y guapísimo chico japonés. Era de mediana edad, a mis cálculos no tenía más de veinticinco años. Era alto —más de lo normal en su raza—, tenía un largo pelo negro largo que se dejaba ver en las orillas de un gorro, tez tan blanca que lo podría haber hecho pasar por enfermo fácilmente, llevaba lentes de sol, que a pesar de que eran oscuros, delataban sus ojos rasgados, a simple vista parecía estar vestido así para ocultarse.

Mis piernas temblaron un poco ante aquella visión.

En un tosco inglés el tipo me contestó.

—Ten cuidado.

Fue como sí a mi mundo volviera la luz. Las nubes de desesperanza se hicieron a un lado dando paso al luminoso sol. No estaba tan perdida como lo creía, por fin había encontrado a alguien que entendía mi idioma y el hombre parecía amable, quizás podría ayudarme.

—¿Hablas inglés verdad? ¿Podrías ayudarme?—pregunté desesperada.

Él se hizo a un lado, creo que pensó que parecía una loca, al instante pude observar que frunció el seño, a juzgar por lo mal que hablaba el inglés, pude notar que no me había entendido muy bien que digamos.

Respiré hondo y volvía a hablar, ahora más pausado.

—Necesito ayuda, no hablo japonés, me han robado y no sé a donde debo ir. También me he perdido, no tengo dinero y estoy sola, además, nadie me entiende, tú sabes ingles y podrías…

—Perdón, no puedo—me interrumpió aquel chico. Ahora si me había entendido algo, y para colmo se estaba negando a auxiliarme, lo maldije por lo bajo. ¿Es tan difícil que la gente se dé cuenta cuando alguien esta realmente desesperado? ¡El podía ayudarme y se estaba negando!

Pasó por mi lado y me dejo atrás. Yo no soy de las personas que se rinden fácilmente, además esta hasta ahora había sido mi única oportunidad, lo seguí inmediatamente.

—Necesito que me ayudes, no sé japonés y…

—¿Japones? Eres japonesa—dijo algo entrecortado y mirándome con cara de confusión.

—Ah….no, no soy japonesa, bueno, sí, pero no he vivido aquí—hablé tan rápido que él chico no volvió a entenderme y me volvió a pasar de largo.

Volví a correr para detenerlo, tenía que explicarle que, aunque tenía el aspecto de una chica de ese país, no hablaba más que inglés. Era cierto, mi padre era originario de ahí, pero desde que yo nacía habíamos vivido en Estados Unidos, podía entender las dudas del chico.

—En serio, ayúdame, sé mi traductor, y…quizás mi guía, no te quitaré mucho tiempo, si no el suficiente para que hagas tu buena acción del día— le dije mientras trataba de seguirle el paso, es de mencionar que caminaba muy rápido, sus largas piernas lo hacían moverse a tal velocidad que me cansaba.

—¿Traductor? No tengo tiempo.

¡Ah…ya me estaba desesperando, por seguirlo no me había dado cuenta que rumbo había tomado, ahora me sería difícil regresar a la tienda donde me perdí!

—¡Ayúdame!

—Ayuda, ayuda, consigue a alguien más.

—Ya llevó un rato en eso, sólo te he encontrado a ti—le contesté mientras cruzábamos una calle llena de autos y decenas de gente yendo y viniendo.

—No puedo.

—¡Esta bien! ¡Entonces déjame a mi suerte!—unas pequeñas lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos, y en una actitud de niña tonta y con berrinche, además de desesperada, me dejé caer y metí mi rostro entre mis rodillas, sintiéndome la persona con peor suerte en todo América , Japón y el mundo entero.

No me di bien cuenta cuando sentí que el tipo me gritó. Instantes después llegó y me tiró del brazo. Me llevó a la acera, entonces me di cuenta de la estupidez que había hecho. Me había quedado tirada a media calle, los autos comenzaron a avanzar y yo seguía ahí, exponiéndome a una muerte segura.

—¡Te querías matar o qué!—me espetó el tipo.

—¿Eh?

—Ok, ok, si no te ayudo te suicidarás. Acompáñame.

Yo sólo sonreí, estaba feliz y el susto que me había llevado ya no me importaba.

Me jaló del brazo por un buen rato mientras cruzábamos las calles donde poco a poco se veía menos gente.

Después de unos quince minutos creo yo, llegamos a un edificio en el cual entramos. Aunque ya era noche, las oficinas de lo que yo creí eran migración o algo por el estilo. Ya era de noche, así que había poca gente, una señorita en el vestíbulo nos atendió.

El chico pelinegro se dirigió a ella en japonés. La mujer me observó y preguntó ahora en mi idioma.

—¿Exactamente que sucede?

Le conté entonces mi gran aventura por ese país. Cuando terminé la mujer frunció el seño, eso no me dio muchas esperanzas.

—¿Me puedes mostrar tu pasaporte?

Gracias al cielo tenía ese documento en mi mochila de viaje que llevaba a mis espaldas.

—Haruno Sakura, hija de padre japonés pero vives en América. Mmmm—se quedó pensando unos segundos que me parecieron eternos, necesitaba solucionar mi problema pronto y su cara de duda no me gustaba.

—…estas en un buen problema, no creo poder ayudarte directamente, pero te voy a pasar con alguien más. Ve por favor al quinto piso, pregunta por el señor Kioru.

Asentí con la cabeza, luego le dijo algo a mi acompañante lo cual no entendí y entonces nos dirigimos al elevador. El chico tomó mi pasaporte cuando la mujer se lo entregó y mientras subíamos por el ascensor le dio una hojeada.

—¿Haruno Sakura?—preguntó.

—Si—respondí extendiendo la mano, esperando que mi salvador mi diera también su nombre, regresando a América rezaría por él.

Por unos segundos dudó, pero logró levantar la mano.

—Uchiha Sa…..Sasuke—respondió él.

Salimos del elevador, fuimos directo con una mujer en un escrito cercano. Sasuke habló con ella y luego me hizo señas de irnos a sentar y esperar.

Me acomodé, tiré mis cosas en un asiento y escudriñé al pelinegro, se había colocado sobre una ventana que estaba abierta, supongo que era debido al gran calor que se sentía, del cual no me había percatado debido a mi gran problema. Había parado la llovizna hacía mucho tiempo y ahora se sentía un aire sofocante. Me acerqué al lugar y respiré el aire nocturno de la ciudad. Él sólo miraba abajo a la gente pasar. Entonces me dí cuenta que aún tenía mi pasaporte en la mano.

—Te debo la vida—le hablé volviendo a recuperar mi tono lento de voz.

—Deberías tener cuidado…la próxima….vez…que vengas….a Japón.

Qué adorable, ¿se estaba despidiendo?

Un celular comenzó a sonar. El chico se revolvió en sus bolsos buscando el móvil. Eso, junto con una repentina ráfaga de viento la cual voy iba a maldecir los siguientes días me harían volver a sentirme la persona con más mala suerte, y él, el tipo más tonto de todo el universo.

Unos dos segundos bastaron para que mi tranquila despedida de Japón se convirtiera en un nuevo infierno.

Ambos nos quedamos en silencio después que el sonido del celular, aun sin contestar, paró.

—Pasaporte—susurró él.

—Mi…..pasaporte…..—alcancé a balbucear.

La cara del chico cambió al instante, y si no hubiera sabido el por qué, pensaría que se quería suicidar cuando lo vi sacar la mitad de su cuerpo por la ventana, yo hice lo mismo, pero la oscuridad de la noche me hizo comprender que sería imposible ver por donde iba cayendo…mi pasaporte.

El muy estúpido, sorprendido por la llamada y tratando de buscar su móvil, aflojó la mano donde tenía MI pasaporte, y el bendito viento, se lo arrebató fácilmente de las manos. Salió volando de nuestro alcance como un ave….

...

Imposible. Llame mañana para una respuesta. Busque un lugar temporal para quedarse. No le podemos ayudar por el momento. Telefonee a sus familiares. Pida ayuda al chico. Sin pasaporte las cosas se complicarán mucho. Hay demasiadas solicitudes. Etcétera, etcétera. Frases como esa me hicieron borrar todas mis esperanzas de tajo cuando por fin me atendieron en la oficina.

Salimos de ese edificio completamente en silencio. Yo no asimilaba el cruel destino. Mi acompañante traía el semblante bajo desde hacía un rato, lo miraba y me sentía más que enfurecida.

Además, ya era algo tarde, ¿qué iba a hacer sin un solo dólar en mis bolsillos? ¿Y sola? Estaba a punto de volver a dejarme caer y llorar mucho, mucho hasta que se me agotaran las lágrimas.

—No puedo decir perdón, esto es muy…—luego habló algo en japonés— muy…incomodo, fue mi culpa.

—Si, es tu culpa, pero yo…

Frunció el seño de una forma que lo hizo parecer lindo…ah…ya me estaba afectando el verlo, digo, no le podía ver bien la cara, pero hizo que la furia desapareciera.

—Mi departamento, te puedes quedar ahí.

¿Me estaba tratando de ayudar…nuevamente? Me iba a negar cuando me di cuenta de mi situación, no tenía donde pasar la noche….ni la posibilidad de encontrar un lugar a esas horas.

Acepté su proposición en silencio.

...

El departamento estaba ubicado en una zona algo lujosa, era amplio y podría haber pasado por una casa, habían puertas aquí y allá, además era muy cómodo, no parecía el piso de un chico….o es que…¿estaba casado?

Ahora me encontraba tirada sobre un sillón, esperando a que el saliera de la habitación donde se había metido. Estaba muy cansada y me hubiera quedado dormida ahí donde estaba de no haber sido porque estaba algo nerviosa por encontrarme en tal lugar.

La puerta a mis espaldas se abrió y vi salir a aquel chico. Mi primera reacción fue agradecer estar sentada, porque de lo contrario me hubiera caído estrepitosamente al suelo, mis rodillas flaquearon y entonces sonrojada desvié mi mirada hacia la puerta de la entrada.

Tenía ahí a mi salvador— o debo decir, al villano de la historia—, sin camisa, se había quitado también el gorro y los lentes, lo cual daba a ver su verdadera…..forma.

Excelente forma….esos pectorales eran más de lo que pude imaginar. No era musculoso en extremo, pero estaba tan bien formado. Mechones de pelo negro bajaban rebeldemente por su rostro, lo tenía algo crecido y muy revuelto, sus ojos eran negros y por primera vez me di cuenta que el negro era un buen color, toda mi vida en América había pensado que sólo los ojos azules y verdes—o color jade como los míos—, eran lindos, pero ahora al verlo a él, había descubierto que tenía la mirada más intimidante de todas. Todo, en combinación con su rostro, me hizo soltar un pequeño pero inaudible suspiro. Era demasiado, exageradamente guapo.

¿Qué rayos pensaba el tipo apareciendo así?

—Acompáñame—me dijo caminando por un pasillo que conducía a una serie de puertas.

Entró en una habitación la cual no era muy grande y estaba prácticamente sola, con apenas una cama, un buró, una lámpara y el closet.

—Puedes dormir aquí, mi habitación es la de enfrente si necesitas algo—me dijo en un pésimo inglés.

—Arigatou—le contesté con una de las pocas palabras que reinaban mi vocabulario japonés.

Me devolvió una sonrisa que me hizo suspirar, pero ahora creo que si la escuchó. Me sonrojé por unos momentos y traté de recuperar la calma.

Esa noche fue torturante, no pude dormir bien, todo en mi vida se había vuelto un fiasco, y todo debido a un tonto viaje. Vaya, ahora si que conocería Japón.

Por la mañana me desperté algo tarde, un fuerte sonido a la puerta me despertó.

Como pude me quité las cobijas de encima, me había quitado los jeans y había dormido solo con mi playera y ropa interior puestas.

Abrí la puerta inmediatamente para encontrarme con un Sasuke ya vestido. Me dedicó una mirada llena de intriga. Ante la extrañez de él fruncí el seño.

—Buenos días—me saludó con una risa burlona.

Le contesté con una maldición que sé que no entendió.

Entonces me di cuenta de cómo iba vestida. Cerré la puerta la cual hizo un gran ruido. Busque mis pantalones y salí.

—Perdón—me disculpé.

—Llama, es hora— me dijo haciendo mímica para que yo le entendiera.

El chico marcó el número, cuando contestaron comenzó a hablar con la persona del otro lado en aquella lengua tan extraña para mi.

Pensé que quería deshacerse de mí lo más rápido posible debido a la prisa que traía.

Después de un par de segundos me pasó el teléfono, su rostro se mostraba inexpresivo.

—¿Señorita Haruno?—preguntó la voz de una mujer.

—Si, soy yo.

—Le explicaba al señor Uchiha sobre el problema que hay. Su deportación a América hubiese sido muy sencilla si hubiese presentado el pasaporte, pero debido al caso, va a tener que hacer todo el tramite de el documento.

—¿Será muy complicado?—pregunté exasperada.

—Va a tardar un tiempo considerable.

—¿Cuántos días?

—No lo sé, pero quizás tarde un mes.

—¿Tanto?— exclamé con enfado.

—Lo sentimos mucho.

Me levanté del sillón donde estaba. Mi cerebro comenzó a trabajar como locomotora, ¿cómo iba a sobrevivir un mes ahí? ¿Cómo diablos me iba a mantener? Llamar Papa podía ser una buena opción, pero sin duda no tendrían el dinero suficiente, además, de aquí a que me llegara el dinero tenía que comer….entonces mi estomago gruñó ferozmente, y un instinto de supervivencia me hizo gritar con furia al hombre que tenía en frente.

—¡Todo esto es tu culpa!

—¡Lo sé!...Lo siento.

—¡Eres…eres…un…—entonces solté todas las malas palabras que conocía, aunque por la forma en que las decía supongo que el si comprendió que lo estaba insultando. Levanté la mano con el teléfono aún sin colgar dispuesta a aventárselo a la cara.

El chico sólo movió una mano a su rostro protegiéndose de mi posible golpe.

—¡Cálmate!—me gritó.

—¿Cómo quieres que lo haga? ¡Me haz arruinado!—vociferé.

—¡Lo siento!

—Las cosas no se arreglan así…

—¡Detente!—me gritó deteniéndome la mano y quitándome el teléfono.

Respiré profundamente, debía calmarme, por más furiosa que estaba, debía agradecerle haberme dejado pasar la noche ahí.

—Quédate aquí—me propuso alejándose cómo si yo le fuera a lanzar algo más. Hasta que ….Pasaporte….tu…..puedes quedarte—continuó.

—¿Me estaba proponiendo quedarme a vivir ahí? ¿Era eso? No entendía.

—¿Quedarme? ¿Puedo?

Bueno, la idea de vivir ahí mientras solucionaba el problema en que él me había metido, no era tan mala.

—Yo, me tengo que ir, trabajo…tu….espera aquí—me dijo mientras se volvía a poner los lentes y el gorro del día anterior, no sin antes cerrar con llave la habitación que estaba próxima a la sala.

Me quedé ahí sola. Inmediatamente se fue, corrí hacia el refrigerador y busqué comida…aunque no encontré muchas cosas conocidas, aproveché la leche, el arroz y algunos vegetales. Había unas cosas raras que parecían mariscos, pero preferí no tocarlas.

Pasé toda la mañana pensando en cómo iba a sobrevivir esos días, tenía ya techo, pero…no podía vivir de este tipo, tenía que pagar la comida y cosas así. Conseguir un trabajo sería un tema que le propondría a Sasuke para que me ayudara.

A medio día me la pasé recorriendo de principio a fin el departamento, digo, todo era para no aburrirme. El lugar era un rectángulo muy bien distribuido. Estaba la entrada la cual llevaba por un pequeño pasillo a la sala. Al lado derecho estaba una barra que servía de división para la cocina. A la izquierda había un pasillo que llegaba a varias habitaciones, la primera tenía su entrada en la sala, y era esa que el chico había cerrado con llave. La primer puerta era entonces la de una recamara que se veía inhabitada. Las siguientes eran dos puertas cada una a ambos lados, la de la izquierda era la de Sasuke, a la derecha estaba la mía. Entré a aquella pieza. Yo me la imaginaba igual de austera que la mía, pero era igual de cómoda que la sala, sólo que más cálida. Tenía una gran cama en el centro, pero debido a que el cuarto era más grande, no ocupaba todo el espacio. Dos burós, algunos cuadros en las paredes, un escritorio, closet, una laptop, eran las cosas que alcancé a ver desde la puerta. Cerré, no iba a husmear todo dado que por un buen tiempo sería su invitada. Las últimas dos piezas eran el cuarto de lavado y el baño. Entonces aproveché para darme una buena ducha, la necesitaba.

Había una ducha y al lado una tina, nunca había visto un baño tan genial y grande como aquel. Me relajé en la bañera y el tiempo transcurrió.

...

El sonido típico de la palanca del escusado me hizo despertar…me había quedado torpemente dormida en la bañera. Como había una cortina no me pude dar cuenta de quien estaba afuera. Estaba tan…asustada.

—¿Sakura?—se oyó la voz de Sasuke.

—Si, eh….me estaba bañando…¡No deberías haber entrado!—le reclamé mientras sacaba la mano para tomar una toalla.

—Me voy a bañar—me dijo haciendo que se me erizara la piel, no sé si fue por la idea de imaginármelo desnudo o por el miedo que tenía de que se metiera a la bañera.

—¡Ya salgo!—grité asustada, y cómo alma que lleva el diablo salí de la tina.

Cuando corrí la cortina, vi su ropa tirada sobre un rincón, y un ruido comenzó en la ducha….había entrado a bañarse en la regadera…qué alivio.

Respirando y recobrándome del susto, tomé mi ropa y salí, no sin antes dar una mirada a la ducha, ésta no tenía cortina, pero sí una puerta corrediza la cual tenía vidrio, opaco pero que dejaba ver fácilmente que había alguien dentro….podía ver su silueta….demasiado varonil cómo para seguir ahí mirando.

Mientras él se bañaba preparé algo de comida, todo eran platillos que no eran para nada japoneses, pero bueno, no había más.

Cuando salió lo invité a comer, pensé que se negaría, pero aceptó a probar mis platillos excéntricos. Estaba extraño, no tenía que conocerlo bien para saber que se traía algo.

—¿Pasa algo?—pregunté mientras me embutía un trozo de filete a la boca.

—Todo esto, te dije que te dejaría quedarte, pero va a ser difícil.

—No tengo donde quedarme—me quejé.

—Lo sé, pero te tengo una propuesta.

Abrí los ojos expectantes a sus palabras.

—¿Qué es?

—El trato es este, te puedes quedar aquí el tiempo necesario, pero deberás hacer algo en mi beneficio.

Ese algo ya no me estaba gustando para nada, ¿para qué le podría servir yo a un tipo cómo él?

—Espera, debe ser algo decente, yo no puedo….

—Estuve pensando toda la mañana, y hay algo en lo que serías muy buena….

Me ruboricé completamente.

—Te quedarás aquí y serás mi maestra de inglés.

¿En realidad estaba oyendo eso?

—¿Maestra?

—Mira, no soy muy bueno, y necesito realmente mejorar en esto, no tengo tiempo ni puedo ir a una escuela, y creo que tu podrías hacerlo—me dijo con palabras muy entrecortadas y lentas.

Si, era realmente terrible su inglés, y, aunque sabía el suficiente para podernos comunicar…bueno, en parte yo tenía que adivinar sus palabras, le faltaba mucho. Enseguida sonreí en señal de aprobación, me encantaba la idea.

—Eh…acepto, creo que es un buen trato.

—Pero….otra cosa más.

—¿Qué?—pregunté intrigada.

—También aprenderás a hacer comida japonesa, no sobreviviría con comida americana.

Bueno, eso lo podría hacer, sería interesante cumplir sus requerimientos.

Luego le comenté lo del trabajo y me prometió que si tenía tiempo arreglaría algo.

...

Ya estaba, viviría en un bonito departamento, al lado de un chico muy guapo, tendría una habitación para mí, quizás un trabajo, todas las tardes cocinaría para él, y estaría de lo más tranquila….o eso creía yo.

Ese mismo día en la noche vislumbré que mi futuro sería algo complicado.

Sasuke había estado dos horas metido en el cuarto que yo había decidido llamar "la habitación oscura". Cuando salió me encontró tirada en el sofá a mis anchas viendo la televisión. Estaba viendo un programa de concursos, que obviamente no le entendía ni pio pero me hacía reír. Por unos segundos su mirada se posó en mí, tan penetrante cómo la primera vez. Yo simplemente me sonrojé y traté de concentrarme en la tv.

Se aclaró la garganta y pasó a sentarse en el sillón contrario al mío.

—Entonces…te llamas Haruno Sakura.

—Es Sakura Haruno—lo corregí.

—Aquí en Japón se dice primero el apellido.

—Ah….

—Mmmm…¿Me podrías contar entonces cómo es que has venido a parar aquí conmigo?

Ya sabes cómo, se te ocurrió tirar mi pasaporte desde un quinto piso.

El tipo puso cara de duda, había hablado muy rápido y no había entendido nada.

—Tú lo perdiste—aclaré.

—Ah…no, quiero decir…¿cómo te perdiste tú?

Entonces le conté un resumen de mi vida hasta él momento en que me tropecé con él. Traté de utilizar las palabras más claras que encontré.

—Tienes muy mala suerte.—se burló, pero su risa era…divina y encantadora, estuve a punto de cachetearme para salir del trance al verlo.

—Pero bueno, ahora explícame el por qué quieres aprender inglés.

—Mmm…porque no te entiendo nada.

—Esa no es una buena razón.

—La verdad….—dudó un momento— es qué en mi trabajo me lo reclama.

—¿En qué trabajas?—pregunté. Un tipo como aquel que salía a la calle tan tapado debía tener un trabajo muy extraño.

—Soy…trabajo en la industria del entretenimiento.

—Ah…¿qué haces exactamente?

—¿Comúnmente eres así de preguntona?—me criticó el.

Inflé los cachetes en señal de reproche.

—Gracias—susurré.

—No agradezcas aún, di eso cuando te vallas—me dijo frunciendo el seño.

—Has sido una bendición.

El simplemente se limitó a hacer que no escuchaba, pero sé que en el fondo estaba feliz de escuchar mis palabras.

Nos quedamos ahí viendo la televisión, yo sin entender nada pero él siguiendo cada palabra. Cuando terminó el programa de concursos comenzó uno de noticias, súbitamente Sasuke se levantó del sofá, agarró el control y apagó la televisión, lo podía notar algo nervioso.

—¿Qué sucede?—pregunté.

—Ya es hora de dormir.

—Pero es muy temprano.

—De todas formas no entiendes nada.

Caminó a su habitación, y yo a la mía. Solté un profundo suspiro que, si no me hubiera detenido, de seguro él lo escucharía del otro lado. Me quedé ahí de pie contra la puerta unos minutos, pensando en que debería poner atención a ese tipo de cosas.

—Haruno—me gritó.

—Salí, pero no había nadie en el pasillo, por lo visto me llamaba desde su habitación.

—Entra—me habló.

Abrí la puerta, podía sentir mi mano temblando, iba a entrar a su habitación.

Lo encontré sentado en la orilla de la cama, tenía un paquete en la mano. Pero el paquete no fue lo que llamó mi atención, si no el short con el que estaba vestido….ni camisa, ni pantalones….sólo él, su piel y esa prenda, dispuesto a dormir.

—Te compré esto, espero que te quede—me dijo alcanzándome la bolsa que tenía en las manos.

En una vista rápida pude observar que dentro había algo que parecía una especie de bata de dormir.

—Eh…¿qué es esto?

—Es para ti, por lo visto no tienes una.

—Yo…—le iba a contestar que tenía ropa con qué dormir—una playera y mi ropa interior— pero recordé la situación incómoda de esa mañana y me sonrojé a tal punto que me dio vergüenza que me diera. Simplemente le agradecí y volviéndole a dar una miradita escapé de ahí.

Pude notar que me seguía mirando de aquella forma que ahora me asustaba, intimidaba realmente.

Entré a mi cuarto y cerré inmediatamente.

Mi corazón latía muy rápido, tanto que creí que él escucharía. Estaba perdida, tendría que vivir con ese hombre un buen tiempo, que, aunque era amable y lindo, era monstruosamente sexy. Lindo rostro, lindo pelo, mirada profunda, cuerpo escultural, totalmente varonil, amable, simpático, lindo, lindo, lindo y muy, muy seductor. No sé si lo hacía propósito, pero decidí no pensar en ello, mi prioridad era sacármelo de la mente.

Traté de dormir, pero desde esa segunda noche que pasé en ese departamento, esos sueños indeseables y las fantasías comenzaron y no me dejaban dormir en ocasiones. Tenerlo a unos cuantos metros no ayudaba.

Y fue también entonces que los catarros para mí comenzaron, a causas de las duchas frías que muy seguido me daba.

A veces pienso que hubiera sido mejor nunca haberme tropezado con él….