5 años antes de la traición de los Pecados.

–¡Ban! ¡Eres un estúpido! –King tenía su rostro rojo de la vergüenza de solo verle. Estaba con las mejillas infladas, enfadado, empinado en la punta de sus pies a pesar de que seguía elevado en el aire y aún así no era más alto que el pecado de la avaricia. Meliodas los observó de pasada en el umbral de la puerta de la posada donde se alojaban y se largó a reír, llevando sus botellas de alcohol vacías a la basura.– ¡No sé como me digno a llamarte aliado, maldito pervertido! ¡Ve a devolverlas ahora!

–No. -una sonrisa juguetona cruzó el rostro del No-muerto, quien se inclinó hasta apoyar su nariz contra la del otro, molestándole más.- Son mías. Yo las robé.

–¡Pero antes de eso no eran tuyas, tonto! -flotando se dirigió hacia el montón de ropa interior femenina de muchísimos colores, algo abrumado, y las tomó entre sus fuertes brazos, dirigiéndose a la ventana. Estuvo a punto de caer cuando sintió su zapato sujeto por un brazo firme y, tomando impulso, quiso soltarse. Pero no pudo.– ¡Déjame tranquilo, demonios!

–¿Es que estás celoso? -la voz del otro, grave y coqueta, le hizo fruncir los labios y detenerse.– ¿Tienes envidia de que estas sean las bragas de muchas mujeres y no tu ropa? ¿De que me dé el tiempo de ir a por esas cosas y no por ti?

–Jódete, Ban. No dejaré que por tu culpa digan que todos los pecados son unos pervertidos. -Bufó, con la mirada desviada, y cuando el otro le atrajo hacia sí perdió el equilibrio, gimió por el miedo y fue atrapado por unos brazos descubiertos.

–¿Que no todos son pervertidos? -unas suaves risas salieron de sus labios.- Escanor y tú miran a Merlín y a Diane cuando se están bañando, el Capitán y yo nos metemos con cuantas mujeres queremos, Diane y Merlín visten de manera provocadora... El único que se salva es Gowther, pero él es el pecado de la lujuria y ni sabemos qué hizo antes de entrar a nuestro grupo.

–¡E-Esas no son excusas! -colocó sus manos delante del pecho de Ban, pero éste sólo le miró, con un dejo de lascividad en los ojos. Se sonrojó suavemente al verle así, suspirante.- Déjame ir a devolverlas, s-si no le contaré a Dia...-

Su voz fue apagada por el beso delicado del otro, impulsivo pero cariñoso, sin esa imprudencia ni el forcejeo que se esperaría de sus labios. Cerró los ojos unos momentos después, sintiendo la saliva del otro mientras separaba sus labios, sus respiraciones agitadas, sus lenguas juguetonas... Hasta que las piernas del Rey Hada parecieron de gelatina y estuvo a punto de caer.

–Mejor cállate, King... -murmuró con una suave sonrisa, relamiéndose los labios.- Ahora... ve a... a dejarlas. -lo acomodó en el sillón del cuarto, algo mareado, y salió de la habitación.

–Oh... ¿Es esa la manera en que pelean ahora? -al irse Ban, Gowther entró, meciendo su pesada armadura. King se elevó, asustado, hasta pegarse contra el techo y caer nuevamente al sillón.

–¡¿Q-qué viste?! -Blanco como la cal, Arlequín se acomodó en la esquina del sillón, temblando más que cuando Ban le estaba besando.

–Como juntaban sus labios y tú temblabas. Verdaderamente prefiero que peleen así... Me permiten leer con mayor tranquilidad. El Capitán dice que dejes la ropa interior ahí, y que te prepares para almorzar.

Girando sobre sus talones, el pecado de la cabra se giró y se fue, dejando a un Rey de las Hadas que hizo que muchos escupieran sus bebidas al oírle decir que no tenía hambre.