A/N: Gracias a Rosario (day78) para tomar el tiempo de traducir esto! xx


Canción del Capítulo: Live From The Other Side – Don McCloskey


-E-

Malditas tutoría.

Que desperdicio de tiempo y energía. Puede que yo sea flaco, pero caminar un cuarto de milla por la colina y tres cuerpos de escaleras para absolutamente nada no era exactamente una bienvenida fuente de ejercicio.

Saqué mi celular de mi bolsillo y presioné un botón, iluminando la pantalla para ver la hora: 3:08 PM. Suspiré y lo alejé. Pasé más tiempo en la caminata que lo que pase en el edificio.

Maldito HUSOC. Odiaba ese estúpido edificio.

Matemática, con la excepción de algebra, nunca fue mi punto fuerte. En la secundaria, había sido lo suficientemente afortunado para tener el mismo profesor para Geometría y Trigonometría, y él estaba más que gustoso de darme clases particulares con lo que sea que tuviera problema en entender. Lo hice bastante bien esas clases y, para mi sorpresa, tuve una nota bastante alta en la parte de matemática en la entrada de los exámenes, el cual me permitió ir derecho a la materia Estadística en nivel de universidad. Luego me di cuenta que, como especializado en Biología, seria la última clase de matemática que tomaría jamás. Como me había ido tan bien en mis exámenes, pensé que Estadística sería pan comido.

Me equivocaba.

No era tan ingenuo como para pensar que mi profesor en la universidad sería tan grandioso como mi profesor de la secundaria, pero definitivamente no esperé tener uno que apenas pudiera hablar inglés, y que ignorara cualquier pregunta que hiciera un estudiante, o alguien que estuviera obsesionado con los elefantes marinos.

Así que, aquí estaba, en el comienzo de mi cuarto semestre en la Universidad de San Francisco, tomando Estadística por tercera vez. Me las arreglé para pasar nueve semestres de Ciencia en solo cuatro, pero no podía pasar esa maldita clase; ¡una clase que ni siquiera era MATEMATICA! Solo palabras y formas raras, y una completa porquería que nunca tendría que usar en la vida real.

Este debía ser mi último semestre, y aunque no le viera sentido a este curso de mierda, estaría estancado en la universidad por el resto de mi incompetente vida si no encontraba alguna manera de aprobarlo. Le había expresado mi preocupación a mi orientador, el cual me sugirió que formara un grupo de estudio, o que me anotara para tutoría el primer día de clases. Obviamente que opté por la opción dos. Me registré en el salón de tutoría, me asigné a tiempo, un tutor, empezaba la semana siguiente, y seguí mi camino feliz.

Hoy se suponía que sería mi primer día de tutoría, así que puse en marcha mi contento trasero hacia el edificio de Humanidades y Ciencias Sociales, subí tres cuerpos de escaleras hacia el cuarto de tutoría con mi pesado libro en mi mochila, y ¿para qué? Absolutamente nada, porque la porquería de centro de tutoría no podía siquiera armar bien mis horarios. Todo el debacle fue un maldito desastre…

Diez minutos antes

– ¿Necesitas ayuda, jovencito? – una señora parada al lado del desocupado escritorio me preguntó mientras me sentaba, doblado para recuperar la respiración.

– Si.contesté, sacando el papel que recibí cuando me inscribí. Estoy aquí por tutoría. Es mi primer día, así que no estoy seguro que necesito…dije.

– Oh, bien. dijo, tomando el papel de mis manos. Me levanté y mire alrededor del cuarto mientras ella miraba el papel. Sígueme, entonces.salió por la puerta y entró en otra habitación al otro lado del corredor, lleno de mesas redondas, profesores y estudiantes.

– Ve y siéntate en una de esas mesas, luego, espera a que alguien que luzca como Edward Cullen entre. Cal…? Si, Callan arrugué mi rostro en confusión.

– ¿Que? No, ese soy yo. Yo soy Edward. Cullen. Yo necesito tutoría.

–Ah, bien. Entonces, ¿Quién es tu tutor?

……

– Supongo que esta persona, la del nombre que esta al lado de la palabra 'tutor'. – contesté lo más calmado posible, señalándole el nombre resaltado.

– Ah. Troy Kim. Kim…debe ser oriental, entonces…

¿Esta perra está hablando en serio?

– ¿Hay algún Tom Kim aquí? – gritó.

Dios mío.

Una mano se levantó y le agradecí a la mujer, tomé el papel de vuelta y caminé hacia Troy, mientras le dedicaba miradas de disculpas a los demás.

– Holadije, sacando una silla y tirando mi mochila al piso. Aún no he ido muy lejos en la clase, obviamente, pero esta es la tercera vez que he intentado tomarla y tengo que aprobarla esta vez, así que necesito anotarme para tutoría para ayudarme a pasar el trimestre. – divagué, sacando mi libro de mi mochila.

– Espera, ¿Qué? – el preguntó, mirando el papel. – ¿Estás seguro de que tienes el tutor correcto?

De acuerdo, quizás la otra mujer estaba perdiendo la vista, pero yo estaba completamente seguro de que de que la mis era lo suficientemente buena para ver TROY KIM impreso y resaltado en el papel, idiota.

– Eso es lo que dice. dije, abriendo el papel una vez más y enseñándoselo.

– Huh. Tú no estás en mis horarios. Tengo a Jazmín Duncan aquí ahora mismo. – murmuró, mirando otra vez a mi papel. – Oh, ya veo. Yo ya no doy más tutoría en matemática. Deben haber cambiado tu tutor luego de que te registraste. Probablemente tienes a Bella. – lo miré, levantando mis cejas. – Bella, la que acaba de entrar en el salón de computación.

Sacudí la cabeza, dejándole saber que no tenía idea de quién estaba hablando.

– Oh, de acuerdo. Vayamos a preguntar. – dijo, poniéndose de pie. Tome mis cosas y caminé detrás de él, fuera del salón y luego hacia la recepción. Habló con la mujer, la mitad no pude entender, y luego ella se volvió hacia mí.

– ¿No necesitas matemática, entonces? ¿Necesitas psicología?

– ¿Qué? No. Quiero decir, si, necesito matemática. Necesito tutoría en matemática. – dije, exasperado.

– ¿Este no es tu tutor?

– Aparentemente, no. Él dijo que ya es más tutor en matemática, y supongo que me asignaron otro tutor y no consultaron. – me mofé.

– Bueno, entonces, ¿Quién es tu tutor? – preguntó.

– No lo se. – medio grité. Me froté las sienes y cerré los ojos, pichando el puente de la nariz y exhalando profundamente. – No lo se. – dije nuevamente, en calma. – Él dijo que usted probablemente podría verificar en la computadora quien es mi nuevo tutor.

– Oh, la computadora esta cerrada, no puedo acceder a ella.

La mire, en blanco. Otra mujer salió de una oficina, cerrando la puerta.

– Julia, quizás tú puedas ayudar. El necesita un tutor. – dijo la mujer.

Estaba seriamente debatiendo la opción de golpearme la cabeza contar la pared. Fuerte.

No.– gemí, volteándome a la mujer llamada julia. – Yo ya tengo un tutor. Vine la semana pasada y me inscribí, pero aparentemente la mujer no se dio cuenta que el tutor que me asignó ya no daba tutoría en matemática, así que asumo que el nombre de mi nuevo tutor esta en la computadora, pero ella – asentíen la dirección de la otra mujer – no puede entrar a la computadora porque esta cerrada.

– Oh, bueno. Ya estamos cerrando, así que no… ¿Puedes volver mañana entre las 8 y las 4, y averiguas?

Incliné mi cabeza hacia atrás y miré el techo.

Inspira profundamente, exhala profundamente. Inspira profundamente

– No se. – dije, apenas fue un susurro.

– Bueno, ¿Entonces puedes llamar?

– Si, puedo llamar. – contesté, un poco más fuerte, aún mirando el techo.

– De acuerdo. Estoy seguro de que se ocuparán de esto mañana, entonces. Lo siento.

– Uh huh. – murmuré mientras firmaba. Di la vuelta y salí, bajé los tres pisos de escaleras y empujé la puerta de vidrio que me llevaba hacia el frente de la escuela.

Así que aquí estaba, parado en frente del campus, debatiendo si tenía ganas o no de caminar todo el camino hacia mi dormitorio.

Miré hacia la derecha, hacia la inclinación de la colina, luego hacia la izquierda, donde grupos de personas estaban cruzando la calle hacia la estación MUNI, el carril publico de la ciudad. Luego lo hicé por segunda vez, por tercera y por cuarta vez. De repente sentí que mi bolsillo trasero vibraba. Miré la pantalla y sonreí; seguro que ella estaría llamándome ahora. Presioné el botón para contestar y me puse el teléfono en mi oreja.

– Edward. – empezó calmadamente. – cruza la calle y ve hacia MUNI.

– Mi pequeña psíquica. – bromeé, pero empecé a caminar el paso peatonal como ella me ordenó.

– La única e incomparable. Ahora, ¿Qué es lo que pasa? – le conté lo que había pasado mientras cruzaba la calle y esperaba que la línea M se parara.

– Que idiotas. – bufó – Estoy contenta de que yo no tenga que lidiar con esa porquería.

– Bueno, no todos somos artísticamente capaces como tu. – contesté, mirando el camino y viendo MUNI moviéndose a lo largo de las luces del riel.

– Si, si. Te veo en veinte.

– ¿Peet? – pregunté, taponando mi oreja mientras la jalaba.

– ¿No lo es siempre? – preguntó retóricamente. Escuché un pitido, el cual indicaba que la llamada había sido terminada. Sonreí, sacudiendo la cabeza.

Alice había sido mi mejor amiga desde el día en que la conocí, cuando tenía nueve años. Nací en Chicago, donde mi padre, Carlisle, trabajaba como un buen respetado medico en el Conmemorativo Hospital del Noroeste. El había disfrutado la vida de la gran ciudad, y mientras que a mi madre Esme no le importaba, ella siempre esperaba ser capaz de volver hacia su pequeña ciudad natal en la Península de Olympia para criar a su familia con su mejor amiga Diane McCarty - quien tenia un hijo de mi edad llamado Emmett - como ellas habían premetido hacer. Así que, siendo el generoso hombre que es mi padre, fácilmente se consiguió un trabajo en el Conmemorativo Hospital del Forks, empacó la casa y nos mudó a Washington.

Tres años después, Diane obtuvo la custodia de su sobrina, Alice Brandon. Ella era callada, reservada, y asustada de todos, excepto de mí. Aunque le tomó un tiempo abrirse a mí, ella confiaba en mi más que a nadie y eso era suficiente. Supe desde el primer día que valdría la pena la espera, y tuve razón.

Alice nunca habló mucho del por qué terminó en Forks, pero por lo que ella me dijo, por lo que había oído por casualidad y por lo que había descifrado por mi cuenta, ella siempre había tenido habilidades psíquicas. Sus padres eran severos cristianos y creían que cualquier cosa paranormal era de el diablo. Le habían realizado varios exorcismos, la habían llevado a varias clínicas psiquiatricas y cuando nada parecía funcionar, la lanzaron a un asilo mental, todo a la edad de ocho años. Cuando Diane escuchó la magnitud de la situación, ella se enojó muchísimo y le reclamó a su hermana que le entregara a Alice o llamaría al Servicio Protector de Niños y haría que arrestaran a su marido y obtendría a Alice de ese modo. Naturalmente, eso asustó a los padres de Alice y en la misma semana, Diane y su esposo Paul fueron a Seattle con las manos vacías y volvieron con Alice.

En un año, papeles de adopción fueron mandados a Diane y Paul, firmados, completos, y Alice era legalmente su hija.

Alice se volvió más cómoda a lo largo de los años con sus habilidades psíquicas. Nadie nunca la hizo sentir inferior por eso. Su hermano/primo Emmett - quien es también uno de mis mejores amigos y compañero de cuarto - piensa que es completamente impresionante, y si le tomamos el pelo a cerca de saber casi todo antes de que suceda, es todo en buen sentido de diversión.

Salí de mi entonación y miré a mi alrededor buscando la señal de la estación, cuando me di cuenta que estábamos desacelerando hacia una parada. Mire a través de las puertas cuando se abrieron y vi que era Forest Hill. Multitud de personas entraron, se agarraron de las barandas mientras las puertas se cerraban y comenzamos a movernos otra vez. Cuando calculé que estaríamos cerca de la estación Castro, caminé hacia las puertas. Cuando se abrieron, salí rápidamente y caminé hacia las escaleras y luego fuera de la estación.

Era solo una caminata de cinco minutos hacia la tienda Café y Te Peet en la estación Castro. Siempre nos encontrábamos en la calle Market , porque estaba justo en el medio de nuestras locaciones. Alice acudía a la Academia de la Universidad de Arte para moda. Ella quería ser una diseñadora, por cualquier razón.

Mi teléfono vibró en mi bolsillo otra vez y lo respondí, sin necesidad de mirar a la pantalla para saber quién era.

– ¿Si? – pregunté, metiendo mi mano libre en mi bolsillo.

– Estoy casi en la registradora. No es que realmente necesite preguntar, pero por si acaso, un café mocha mediano, ¿no?

– Absolutamente. Estoy a dos cuadras de distancia. Gracias, enana.

– Vete al diablo. – resopló, luego cortó. Me reí y corrí a través de la calle mientras metía mi teléfono de vuelta a mi bolsillo.

Entre y la vi al lado del mostrador, esperando nuestras bebidas. Me indicó que tomara asiento mientras ella esperaba, y miré alrededor antes de tirar mi mochila al piso al lado de una de las mesas de la ventana, en el lado opuesto al mostrador del café, y me senté. Mire alrededor y divise un periódico en el mostrador. Me incliné y lo agarré, abriéndolo en la sección de noticias, inmediatamente me encontré con un articulo sobre el nacimiento de animales del zoológico.

– Encuentro difícil de creer que a alguien le importe esto. – murmuré, palmeando la foto de un bebe jirafa con su madre.

– Aparentemente a alguien le importa o no estaría impreso. – dijo Alice mientras llegaba a la mesa con nuestros cafés. Gruñí un gracias y tomé un sorbo del café.

– ¿Por qué trajiste esa horrorosa… cosa. – preguntó con un tono asqueado, mirando a mi mochila con desprecio.

– No tuve opción, Ali. Fui derecho a la estación MUNI después de que salí de esa pesadilla de centro de tutoría.

– Justamente. – dijo, aunque su expresión y tono decían lo contrario. Tomé otro sorbo de mi café.

Mnnn. Paraíso. Cerré mis ojos y sonreí dichosamente.

– Ayer fui de compras... – me encogí.

Vaya modo de arruinar el momento, Alice.

– ¿Qué es nuevo? – murmuré.

– ¿Qué fue eso? – me desafió, levantando una perfecta y esculpida ceja.

– Ni siquiera puedo recordar un día en que hayas pasado sin decir eso. – dije, poniendo los ojos en blanco. – Ha pasado tanto tiempo que quizás esas veces ni siquiera existieron. Admítelo, Alice. Estas obsesionada con las compras.

– No estoy obsesionada con las compras, Edward. . – suspiré y comencé a leer el periódico nuevamente. – Simplemente soy capaz de encontrar fantástica ropa en fantásticos lugares, y puedo encontrarlas y suministrarlas, entonces, ¿Por qué no puedo darme el gusto? No es como si no se les diera un buen uso. Además si estudio moda, lo cual hago, necesito saber que hay de nuevo todo el tiempo. Lo cual me recuerda, encontré el más magnifico conjunto en Bloomingdales que se vería absolutamente increíble en ti.

Levanté la mirada hacia ella y pestañee.

Levantó las cejas y me miró, expectante

Pestañee otra vez.

Arrugó las cejas y me dedicó una desagradable mirada.

– ¿Cómo te las arreglaste para decir todo eso en una sola exhalación?

– Eres imposible, Edward Cullen. – dijo, alzando las manos con exasperación.

– Lo intento. – contesté blandamente, mirando el periódico y volteando la página. Le estaba prestando mitad atención al articulo sobre células desprendidas cuando vi por debajo de la mesa que la rodilla de Alice comenzó a balancearse de arriba hacia abajo. Reprimí una sonrisa y me aclaré la garganta, arrugando mis cejas e inclinando mi cabeza hacia el diario, como si estuviera completamente absorto.

La escuché suspirar suavemente, luego tamborileando sus dedos en la mesa. Continué leyendo.

Luego vino el suspiro impaciente, seguido por su mano chocando contra la mesa. Puse los ojos en blanco y la miré, finalmente.

– ¿Supongo que es seguro asumir que iría se traduce a un iré, y que estaré acompañándote, en contra de mi voluntad, debería agregar, a un viaje a Bloomingdales? – suspiré, doblando el periódico y tirándolo de vuelta al mostrador.

– Supones bien. ¿Lo ves? ¡Eres un hombre listo! No necesitas tutoría. – dijo, parándose y agarrando los cafés de ambos.

– Estoy adquiriendo tutoría en matemática, Alice, no en comprensión de mujeres o en tus deformadas tácticas de comunicación. – me puse de pie y me estiré, rascándome el estómago a través de mi sudadera y poniéndome otra vez la mochila.

– Matemática, shmatematica. – dijo, poniendo los ojos en blanco y empujando mi café hacia mi pecho. – Es ligeramente irrelevante en este momento. Ahora, vayámonos antes de que alguien ponga sus mugrosas manos en tu traje.

– De acuerdo, de acuerdo. – gemí, siguiéndola hacia la puerta. Como era un lindo día y ya estábamos en la calle Mark y a solo dos kilómetros de distancia del centro comercial, decidimos caminar.

– Bueno, ¿Cómo está el ogro mugroso de mi hermano? – preguntó Alice, poniéndose sus anteojos de sol y mirando a ambos lados antes de cruzar la calle.

– Igual que siempre. – contesté, poniéndome también mis anteojos y tomando otro sorbo de mi café. – Ya no esta mucho alrededor, ahora que… – hice gesto y sonido de los latigazos simultáneamente y ella se río

– Supongo. Rosalie es... algo. – concluyó, asintiendo lentamente.

– Mmmm. No lo se, Alice. Quiero decir, no sabemos como son tras puertas cerradas.

Inmediatamente me encogí y Alice se estremeció.

– No es eso a lo que me refiero, lo juro.

– Si. Entendí lo que quisiste decir. Ella debe de actuar diferente con él, porque se que él es un idiota, pero no es tan estúpido. Se tiene una lata estima como para ser el esclavo de una perra. – resoplé y asentí en concordancia. Permanecimos callados por un momento mientras esperaba por la siguiente e inevitable pregunta.

– ¿Cómo está Jasper? – preguntó, intentando sonar indiferente. Sonreí malignamente, tomé otro sorbo de mi café y baje mi mirada hacia ella.

Jasper es mi otro compañera de cuarto, del cual Alice ha estado completamente enamorada desde el primer día en que lo conoció. Como Emmett y yo pedimos ser compañeros de cuarto, el pobre Jasper al azar fue arrojado con nosotros al principio del año, ya que los cuartos para alumnos de segundo año son adecuados para cuatro personas. Él es una persona algo reservada, pero a pesar de eso, en seguida nos llevamos bien. Él es igual de chistoso que Emmett a su propio modo, y habíamos compartido buenos momentos los unos con los otros. Coincidentalmente, su hermana melliza es Rosalie, así fue como Emmett la conoció y en consecuencia, comenzó a salir con ella.

– El está bien. – contesté. Ella asintió y tomó otro trago de su café. Estuvimos en silencio otra vez.

5, 4, 3, 2…

– ¿Aún está soltero?

– Si, Alice. Jasper está aún soltero. No te preocupes, nadie te ha robado a tu hombre, aún.

– ¡Cállate! – chilló, chocando su cadera con la mía tan fuerte como pudo. Me reí y me froté la parte superior de mi muslo.

– Come una hamburguesa, mujer. Creo que tu hueso de la cadera me perforó la piel.

Nos tomó cerca de cuarenta cinco minutos llegar al centro comercial de San Francisco, pero en el momento que lo divisamos, casi me tropiezo conmigo mismo mientras era tirado con fuerza por una demasiado energética enana hacia la puerta, luego hacia adentro.

– Este lugar es ridículo. Murmuré, mientras entrábamos. Era todo blanco y dorado con curvadas escaleras mecánicas todo el camino hacia la parte de arriba, revestido con barras doradas y tiendas de diseñadores en cada esquina.

– Sobrevivirás. Ven. – dijo, arrastrándome de la manga de mi sudadera hasta el primer piso hasta que vimos la entrada a Bloomingdales.

– Ah, hogar lejos del hogar… lejos del hogar. – suspiró felizmente, entrando.

– ¡Alice! ¿De vuelta tan pronto? – escuché, y un hombre vestido en un costoso traje, la envolvió en un abrazo.

– Por supuesto, Tony. Sabes que no puedo alejarme por mucho tiempo. Esta vez es para mi mejor amigo. Edward. Vi un par de cosas aquí ayer que le quedarían geniales, y él accedió a someterse a mi ira, porque me quiere.

Ella sonrío descaradamente y yo puse los ojos en blanco.

– Eres una mujer afortunada. – él murmuró en su oreja mientras me miraba de arriba abajo. Me revolví incómodo de lado a lado. – Bueno, avísame si necesitas algo, querida.

– Siempre lo hago. Vamos.

Me guió hasta la sección de ropa masculina y fue derecho hacia las perchas de los jeans.

– ¿Cuáles tu talle? ¿31 de cintura? – preguntó, caminando hacia mi.

– Uh… realmente no se SIIIIII, ¡¿Qué DIABLOS ALICE?! – grite, mientras ella empujaba sus manos en la parte trasera de mis jeans y jalaba la cintura.

– Relájate, Edward. – dijo, poniendo los ojos en blanco mientras caminaba hacia la percha de los jeans. – Simplemente estaba verificando tu talle. Tenía razón , por cierto, eres talle 31. Recuérdalo. – ajusté mis jeans y la fulminé con la mirada, vagamente ignorando las miradas me dedicaban los clientes y los empleados que estaban allí.

Me tiró un par de jeans y luego comenzó a caminar hacia otra pared, la cual estaba llena de chaquetas y chalecos.

¿Me está haciendo usar un maldito chaleco?

Empezó a hurgar en la percha y yo en seguida perdí el interés, preguntándome silenciosamente porque me permití someterme a esta clase de tortura. No me gustaba ir de compras, ya fuera para mi o no, pero definitivamente no si era para mi. No me importaban las ropas que tenía, aunque la mitad eran a causa de Alice y su "habilidad". Sentí algo siendo arrojado hacia mí, y baje la mirada hacia mis extendidos brazos.

– Cuarto de ajustes. Ve.

Me señaló en diagonal hacia la izquierda y seguí la dirección de su brazo hasta que vi la señal del cuarto de ajuste. El tipo Tony me dejo entrar en un cuarto, ni sin antes hacer completamente obvio que me estaba mirando el trasero.

– Sin vergüenza. – murmuré.

– Para nada. – me gritó desde el vestíbulo. Me reí entre dientes y comencé a desvestirme rápidamente, ansioso por terminar con esta porquería.

– ¿Ya terminaste? – preguntó Alice.

– Dios. ¡Dame un segundo, mujer! – grité, saltando en un pie, intentando ponerme los jeans.

– Ya pasó un segundo.

Alice. – le advertí.

– De acuerdo, de acuerdo. Dios.

Unos minutos después, emergí en un par de jeans oscuros y una chaqueta con capucha color beige que se sentía extremadamente suave y tibia. Alice dejó escapar un bajo silbido y sonrío con orgullo.

– ¿Y? – preguntó, mordiendo su labio inferior mientras yo me paraba frente al espejo.

– Se ve como algo que yo usaría. No está mal. – contesté, asintiendo y encogiéndome de hombros.

– DISCULPA, nada que yo haga vestir a una persona es 'No esta mal' – dijo – caminando hasta mi. – Esto puede lucir como un simple conjunto, pero es apropiado y los colores acentúan perfectamente tus mejores rasgos. – me dió un fuerte manotazo en el trasero y yo me alejé de un salto, robándomelo y mirándola con incredulidad.

– ¿Que? Tienes un lindo trasero, Edward. Necesitas mostrarlo más. – sacudí la cabeza y caminé hacia el vestuario para cambiarme.

– Quédate ahí, Edward. Voy a buscar un par de cosas más.

Naturalmente, salí ahí mismo, sosteniendo la ropa en mis manos.

– Adoro como me escuchas.

– Ya no más, Alice. – dije severamente. – Me tengo que ir. Tengo que trabajar esta noche.

– ¿A qué hora? – preguntó, mirándome con suspicacia.

– A las 7, y ya son la 5:50. Me queda poco tiempo.

Resopló, sabiendo que tenía razón, y tomó las ropas de mis manos.

– Bien. Tomaremos esto y nos vamos. – suspiré mientras la seguía hacia la registradora.

– ¡Espera, enana! – exclamé y me detuve. Se congeló pero mantuvo su espalda hacia mi. – Pásamelas.

– Pero…

– Vamos, déjame ver. – dije, indicándole con mis manos que me entregara la ropa. Obedeció de mala gana y yo miré hacia la etiqueta del sweater.

Estuve cerca de un paro cardiaco.

– ¡Alice! Yo, esto, ni siquiera gano esta cantidad en una semana. ¡¿230 dólares por un sweater?! No, absolutamente, no. Devuélvelo, Alice. Y estos también. – agregué empujando los jeans hacia ella. – No quiero ni saber cuanto cuestan esos.

– 158, pero Edward…– lloriqueó.

– ¡Esto es incluso más absurdo! ¿Quién diseña pantalones de 200 dólares? 'Joe Jeans'. Ni siquiera se quién es Joe. ¡No! Alice, te quiero, pero esto es ridículo. Nunca vendré de compras contigo otra vez. Tengo que irme a trabajar, loca duendecita. – me incliné y le besé la mejilla, lanzándome hacia la salida de la tienda y luego hacia las puertas del centro comercial tan rápido como pude.

Decidí simplemente tomar el BART - otra estación publica la cual viajaba por al área de Bay- desde la calle Powell puesto que estaba mas cerca, aunque significara un poco más de viaje, luego tomar el autobús desde la calle Mission hacia la calle Haight. Caminé por las puertas de Música Amoeba con quince minutos de sobra, trabajé hasta las 10, luego fui derecho hacia mi dormitorio y me quedé dormido con las ropas del día anterior.

Al día siguiente, recibí un correo de voz diciendo que recibiría un paquete, y pronto.

Maldita Alice.