Una calada.
Solo una y se acabó.
Sirius aspiraba al ritmo de la música que se colapsaba en sus oídos. El frenético latir de su corazón y el sabor de la marihuana en su boca, le hacían querer disfrutar de aquella juventud para siempre. Quinto había sido el curso dedicado a la experimentación personal de Sirius Black, en el que prácticamente se había dedicado a exponer su cuerpo al límite, probando todo tipo de pecados.
Solo faltaba uno.
Una experiencia, un pecado.
Uno que se resistía.
Solo uno.
Sentado a su lado.
Dándole una calada al cigarrillo de marihuana que él mismo le había pasado hacía unos segundos.
Remus se resistía.
Remus se le resistía y no había nada ni nadie que se le resistiera a Sirius Black. Y allí sentado, embriagado por la droga, el humo y la música, se prometió que Remus sería una experiencia, un pecado.
