Los personajes son propiedad de Stephenie Meyer

Las historias son mías y salen de mi cabeza desquiciada

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Aquí dejó otro... ¿One-shot?

Aclaraciones al final n.n

Yaiiel

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Promesas…

-¿Tu… no me… amas?

-No

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No podía dejar de recordarlo, no podía dejar de darle vueltas a esas palabras, por más masoquista que sea. Suficiente ya las había ignorado por tantos años… bueno, no tantos, pero si suficientes como para que me mataran infinitas veces. Como hacía tanto tiempo.

¡Que cursi, no? No es como que importe, no más.

Todo había dejado de importar aquella tarde, en aquel bosque.

Miré la cuchilla que tenía en mis manos, su filo me devolvió mi reflejo, una joven de veinticinco años, cabello castaño oscuro, piel pálida y ojos… vacíos, muertos. Su color ya no se veía entre tanta desolación. Tampoco es como que importara. ¿Acaso algo importa cuando se está a punto de morir? O sería mejor decir: a punto de quitarse la vida.

Realmente lo dudo mucho. Pues no hay nada en lo que pueda pensar que vaya a extrañar o por lo que me pueda arrepentir. Lo único que alguna vez me hubiera hecho replantearme tan cobarde decisión… sencillamente ya no estaba, o estaba divirtiéndose en alguna parte del mundo, tal y como había asegurado.

Llegados a este punto, y por primera vez en todos esos años, pensar en él no provocó ese agónico dolor que me doblaba y mataba cada noche. Por fin me sentí libre para sacar su recuerdo y contemplarlo a gusto, ya que sería la última vez que lo hiciera.

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-Será como si nunca hubiera existido –había prometido.

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Su última y más falsa promesa. Nunca la había cumplido, por supuesto, ya que si lo hubiera hecho podría haber vivido una vida humana como el tanto decía que quería. Pero no pude. Y lo intenté, juro que lo hice. Tal vez simplemente no estaba destinada a lograrlo alguna vez.

Así que tampoco podía enfadarme porque el no hubiera cumplido, ya que yo tampoco lo había hecho. No había rehecho mi vida, no había sido feliz, y definitivamente, iba a hacer algo muy estúpido en cuestión de minutos.

¿No creen que lo intenté? Pues es verdad. Tuve todas las estúpidas e innecesarias experiencias humanas por las que tanto –notesé la ironía- se preocupaba Edward –que bueno es poder pensar su nombre sin dolor-.

Había salido con otros chicos, claro. El único problema era que todos, sin excepciones, salían corriendo a los pocos días. ¿Razón? Incluso un idiota notaría que yo no era más que un espectro, una cáscara de un ser humano que desapareció mucho tiempo atrás. No los culpaba, ¿cómo hacerlo si ni siquiera era capaz de esbozar una sonrisa sincera para ellos? Mis sonrisas, al igual que mi capacidad de amar, me las habían robado. Él se las había llevado todas.

Aunque ahora que lo pienso, supongo que he de cambiar el "sin excepciones" de antes. Si había logrado tener una relación íntima y más duradera con una persona. Su nombre era Mathew y durante diez meses él verdaderamente casi logra salvarme de mi propia y destructiva oscuridad. Él lo sabía todo de mí. Había leído en lo profundo de mi alma el dolor y el daño que estaba más allá de cualquier posible reparación. Y no le había importado. Me había aceptado, consolado y amado.

Pero como siempre las cosas se habían roto en miles de pedazos. Solo tomó un minuto y un automóvil fuera de control para que todo se rompiera... otra vez. Nadie pudo hacer nada por él y no podía culparlos tampoco. Incluso dudaba de que Carlisle hubiera sido capaz de salvarle… de un modo humano, claro está.

Y así "el sueño de una noche de verano" había concluido. Solo que para mí no había existido el final feliz. Sabía que Mathew me odiaría tanto como Edward por lo que estaba a punto de hacer, pero no conseguía que eso me importara. Ya no.

Suspiré volviendo a la realidad y me di cuenta de que aún observaba mi patético reflejo en la cuchilla. Sabía que debía ser rápida porque perdería la consciencia con la primera gota de sangre, pero aún no era tiempo. Quería aprovechar mi única oportunidad para recordar antes de olvidar por siempre.

Aunque desgraciadamente de mi vida luego de aquel incidente no había mucho más que recordar. Mi mejor recuerdo –luego de Edward- era Mathew, el resto era siempre más de lo mismo.

Me había graduado con honores en Forks y, mientras recibía mi diploma, ya tenía un pie puesto en el avión. Si, me había mudado. Al principio no quería saber nada con irme lejos de Forks y mis mejores recuerdos, pero al ver diariamente la preocupación siempre pintada en las facciones de Charlie, había tomado la única decisión válida: desaparecer. No literalmente, claro. Solamente desaparecería de las vidas de todos aquellos que me conocían, y ahora, podía decir con orgullo que al menos ese objetivo lo había conseguido. Nadie excepto yo sabía donde me encontraba. Lo cual era bueno, pues así nadie podría detenerme o criticarme por la acción que estaba por llevar a cabo.

Aunque dudo que a los muertos le preocupen las críticas.

Así había sido que comencé mi vida universitaria. Había sido difícil y mucho. Solo me tenía a mi misma y a mis pocos y miserables ahorros. Sin embargo, lo había logrado. Había conseguido una beca completa en una universidad del norte. Si, han leído bien, del norte, pero todo lo más lejos de la Península Olimpic que los límites del país me permitían. Y así comenzó la rutina.

Cada mañana me levantaba y me ponía lo primero que manoteaba del ropero. ¿Por qué no admitirlo al menos ahora? Inconscientemente esperaba que Alice lo viera y le diera un infarto. Imposible, pero bueno. Era solo una pequeña y estúpida venganza por dejarme atrás sin siquiera decir adiós, por nunca llamarme y por ignorarme siempre que, mentalmente, gritaba en mi agonía por ayuda. La ayuda de mi supuesta amiga. ¡Ja! Que gracia. Hasta Jessica había sido una amiga más fiel, y eso era decir mucho.

En fin. No es el momento de guardar rencores…

En la mañana concurría a clases, siempre puntual. En las tardes trabajaba para poder subsistir y suerte que jamás me había acostumbrado a los lujos, porque lo único que tenía entonces era un minúsculo piso y eso se llevaba gran parte de mi dinero. Finalmente estudiaba por las noches, dedicando el menor tiempo posible a dormir. La razón es la misma de siempre: el dolor y las pesadillas.

Realmente creo que en los últimos siete años de caminar por éste infierno, no he vuelto a descansar mientras duermo. Las noches son el momento que más temo durante el día, es como un ritual satánico del que no puedo escapar ya que mi cuerpo necesita esas cinco horas de descanso. Pero mi mente es un tema aparte. Sin mi conciencia para detener las imágenes, el recuerdo de aquel día volvía una y otra vez, desde diferentes ángulos y puntos de vista. No importaba realmente como o donde lo viera. Solamente su tono de voz helado y su desprecio hacían que el agujero de mi pecho estallara dolorosamente y me despertara gritando en medio del llanto.

Así de patética era mi vida. Imposible que fuera más enfermiza y lastimera. Incluso un amante del drama terminaría vomitando por el asco. Y no era como que yo no hubiera querido cambiar, simplemente no había logrado hacerlo.

Lo que me lleva otra vez a lo que estoy a punto de hacer, rompiendo así mi promesa. Una promesa vana. Debería haber sabido desde aquel mismo momento que era estúpido intentar cumplir una promesa imposible a un mentiroso consumado. Debería haber comprendido desde el primer instante que nadie puede vivir sin corazón. Con un corazón muerto tal vez, pero sin ese órgano… vamos, es imposible, yo, aquí en mi bañera a punto de suicidarme, soy la mejor prueba de ello.

Suicidarme.

Ya no me molesta pensar en esa palabra. Sigue siendo una cobardía, un método fácil de escapar de aquel pasado al que no podemos enfrentar ni superar. Pero yo ya no podía verlo así. Para mí el suicidio representaba la liberación. El fin del dolor, un dolor que ya no podía, y francamente, no quería soportar más.

Y si, he dicho bañera. Por un lado o el otro moriría, si no me desangraba entonces que la hipotermia se encargara de ello. Probablemente el adormecimiento que ya comenzaba a sentir (vivo en el norte, hace MUCHO frío) me fuera de ayuda para paliar el dolor.

Como si fuera un ritual coloqué el filo de la cuchilla sobre mi muñeca. Respiré hondo. Y luego, simplemente hice presión y deslicé el frío metal sobre mi fina piel. Evitando respirar –para no desmayarme estúpidamente- repetí varias veces la acción antes de, con esfuerzo, hacer lo mismo en mi otra muñeca.

Dolía, vaya si dolía. Sin embargo, era soportable. Tal vez fuera porque mi cuerpo estaba ya un poco anestesiado gracias al agua helada, o por el alivio al saber que mi sufrimiento acababa ahí. No importaba realmente.

La cuchilla se resbaló entre mis dedos, los cuales no tenían fuerzas y ya no eran capaces de sostenerla. Escuché el sonido que hizo al caer en el agua y sentí una leve punzada cuando me hizo un corte en una pierna. Todo se sentía demasiado lejano como para que importara.

Finalmente no pude retener más el aire en mis pulmones y respiré. Inmediatamente el olor a la sangre me llegó a la nariz y un desagradable mareo me invadió.

Sabía que era cuestión de segundos antes de que perdiera la consciencia, por uno u otro motivo. Mi cuerpo ya no respondía, ya no lo sentía y mi mente parecía querer escaparse.

Evoqué por última vez su recuerdo, su rostro, sus facciones tan letalmente hermosas. Me permití recordar la textura de sus labios, su embriagador sabor y su dulce aliento. Por primera vez en todos esos años, lo recordé en todo su esplendor. Sus diferentes expresiones pasaban frente a mis ojos y me quedé con aquella en la que sonreía, con esa sonrisa traviesa que tanto me gustaba ver. Aún ahora, a punto de morir, no podía soportar el reproche en sus ojos. Quería llevarme su sonrisa, no su odio.

Mis parpados pesaban tanto. Sabía que cuando los cerrara sería la última vez. Jamás volvería a abrir mis ojos, y por un segundo, una punzada de arrepentimiento me atravesó. No duró sin embargo. Era muy consciente de mi propio dolor, del dolor en mi pecho causado por su ausencia. Y ya lo he dicho, no estoy dispuesta a seguir viviendo teniendo que soportar eso. Como el decía, solo soy humana y ese dolor es sencillamente demasiado para mí. Ese dolor había acabado conmigo, y si no llego a irme de Forks, hubiera acabado con todos aquellos a quienes amaba.

Otra punzada de arrepentimiento, esta vez por no haberlos recordado a todos ellos antes. Mi madre, tan loca y atolondrada. Charlie, a quien nunca podría pagarle todo su silencioso cariño. También Phil. Más rostros pasaron frente a mí: Angela, Mike, Jessica, Ben… ¿qué pensarían ellos cuando se enteraran? Que estaba loca seguramente. Luego otro rostro apareció. Era Jacob, solo que éste tenía su mirada hosca llena de reproche. Intenté que sonriera pero no lo logré. ¡Terco hasta en mi propia mente agonizante! Y finalmente, pero no menos importantes, vinieron ellos. Alice, Jasper, Carlisle, Esme, Emmett y Rosalie. Todos me miraban con reproche, incluso Rose, y no podía culparlos. Era una cobarde después de todo, ¿no? Ahora también Edward me miraba como si quisiera arrancarme la cabeza por mi estupidez.

Me limité a sonreírles a todos. No podía hacer otra cosa. Excepto disculparme con sus recuerdos.

"Lo siento chicos. Lamento haber arruinado sus esfuerzos, pero realmente llegué a mi límite. Yo soy humana y tengo un límite de dolor que puedo soportar, y fue superado hace tanto tiempo que me sorprende no haya hecho esto antes" les dije.

Miré a Alice quien parecía querer llorar.

"Lamento haberte odiado Alice, no fue tu culpa y lo sé"

Los miré a todos.

"Lo quiero mucho a todos"

Posé mi mirada en Edward quien tenía tal expresión de dolor que casi me deja muda. Algo en el fondo de mi mente calzó y comprendí lo que por tanto tiempo me pregunté.

"Y a ti, a pesar del dolor que me causaste, te amo… mi vampiro masoquista… y… espero me perdones… no cumplí mi promesa…" susurré.

Finalmente mis parpados cayeron. Aunque mi verdadera familia desde siempre continuó allí, como una imagen firmemente pegada a mi retina.

Realmente nunca había tenido la intención de cumplir mi promesa. Siempre hubieron dos experiencias humanas que estaban fuera de mi alcance y una de ellas jamás pensé en cumplirla. Esa era el tener hijos. Jamás podría condenar a un ser inocente a soportarme a mí y a mi dolor.

La otra… pues la otra se está cumpliendo ahora mismo. ¿Qué experiencia más humana que la muerte? Creo que él no la consideró cuando me pidió que fuera humana.

Sonreí levemente, una sonrisa tan leve que no estoy segura de que se hubiera reflejado en mi rostro.

¿Qué por que sonrío? Pues porque allí está él. Solo queda él. Me mira preocupado y enfadado, pero a quien le importa.

"Tonta Bella" me dice con la voz rota por el dolor.

Sonrío más ampliamente cuando su roce helado acaricia mi mejilla.

Alguna vez llegué a preguntarme cual castigo estaba cumpliendo en esta vida para merecer tan cruel destino, donde seguramente Edward era mi ángel de la destrucción, listo para atormentarme, cosa que bien logró. Sin embargo, ahora poco importaba eso. Él era mi ángel. Y con él llegaba al paraíso.

¿FIN?


Buenas!!

Bueno, esta idea todos sabemos que esta usada y recontra usada, pero siempre quise escribir desde mi punto de vista este trágico y triste final.

Aunque en realidad no me parece del todo plausible, es más probable que Bella se matara por accidente intentando "escuchar" a Edward xD.

Ahora dejo la opción a los lectores. ¿Les gustaría una segunda parte? En mi opinión estaría terminado, pero en mi mente planeé un final alternativo, y si a alguien le interesa podría escribirlo. Y si no, pues no. xD

Ustedes deciden. ¿Trágico o Feliz?

Sayonara!