LAS HISTORIAS PROHIBIDAS DE DAYU MATSUMURA

Capítulo 1.

- Cuéntalo otra vez, pero esta vez por favor, no omitas los detalles.

El guardia de seguridad pasó justo por detrás diciendo las últimas palabras cerca del oído del recluso al que interrogaban por mera diversión. Este se encontraba encadenado con un collar en el cuello y esposas en sus muñecas. Observó al guardia que se colocó justo enfrente y que sonreía maliciosamente; solo le contestó con su silencio y su mirada fría, penetrante, de ojos glaucos y cristalinos.

Al no responder, otro guardia que se encontraba a su espalda le apresó con fuerza su pelo largo y rojizo, obligándole a echar la cabeza hacia atrás.

- Será mejor que lo hagas… cuéntalo.

- ¿Para qué? ¿Para que luego os hagáis unas pajas mariconazos de mierda? –susurró.

Dicho esto, el guardia que aún le sujetaba la cabeza estampó la misma contra la mesa. Pero Matsumura no se inmutó, levantó de nuevo la cabeza mirando al guardia que tenía enfrente, relamiéndose la sangre que tenía ahora en su boca a causa del brutal impacto.

- Vaya… -dijo como si nada- me habéis convencido.

Aquella sala era pequeña, tan solo la ocupaban una mesa y un par de sillas. Una de las cuales estaba siendo ocupada por el recluso más peligroso que habían tenido en aquella cárcel en mucho tiempo. Todas las medidas de seguridad habían sido tomadas y no era para menos. Aquel hombre había asesinado a muchas personas, demasiadas, pero ahora la historia que querían escuchar aquellos guardias era otra. Aquella en la que el asesino había sucumbido, no ante el poder de las armas o la violencia, sino ante el amor. Dayu Matsumura respiró hondo, clavó de nuevo sus ojos en el guardia que tenía enfrente y habló pausadamente con voz ronca.

- En aquella fábrica todo cambió. Supe cual sería mi destino al igual que el destino de toda la humanidad. Recuerdo la tormenta que se había desatado y como él temblaba de frío. Le dije que podíamos volver pero… -Matsumura se detuvo, habían transcurrido ya varios años y le dolía enormemente tener que recordar todo aquello, le ahogaba.

- ¿Te refieres a Ryusaki no? Según el informe le violaste, cuéntanos cómo sucedió.

- Yo… no le violé –dijo Matsumura entre dientes, con evidente enfado.- Él… Seiya me lo pidió.

El guardia a su espalda silbó, mofándose de lo que sin duda había sido la escena más importante en la vida de Matsumura.

- Sigue por favor.

- Él me dijo: "Hazme tuyo Matsu". Al oírlo yo… no supe que decir, sabía que podía pasar algo así por haber llevado aquella relación hasta tan lejos, sin apenas haberme dado cuenta. Todo fue muy rápido, me olvidé por completo de mi verdadera misión.

- Matarle. –aclaró uno de los guardias a su compañero.

- Asumí el riesgo que aquello conllevaba sin tan siquiera pensarlo dos veces. Lo que no tenía que pasar, finalmente pasó. Él estaba temblando así que le abracé, le besé sin poder contenerme. Podía oír la tormenta claramente, aquello no era una buena señal, pero mis oídos quedaron sellados en cuanto escuché sus gemidos. Estaba claro que era su primera vez, lo sabía por su diario y además podía sentir que estaba haciendo algo prohibido. Al tocarle, estaba mancillando un alma pura e inocente. Pero ya era demasiado tarde, estaba excitado, terriblemente excitado. Nunca me había sentido así. Su cuerpo era pequeño y de una piel blanquecina que daban ganas de saborear, era adorable, un ángel.

A pesar de su timidez, en aquella situación no parecía sentirse avergonzado, me llamó por mi nombre varias veces y eso hizo que me excitase aún más. Fue algo que se escapó a mi control, lo que al principio fue un juego finalmente se convirtió… en amor verdadero. Aquel con el que siempre soñé y nunca obtuve, y lo más gracioso es que ni siquiera podía imaginar que iba a ser con mi más temible enemigo.

- Pero él no sabía que era tu enemigo.

Matsumura asintió con la cabeza.

- Todo fue un engaño, no solo hacía él, sino hacia mi mismo. Pero entonces supe que estaba dándole ventaja, salvando a la humanidad por estar robándole su inocencia de aquella forma. Su rostro… puedo ver aún ese gesto claro como el agua, sus mejillas estaban encendidas y su nariz sonrosada, su boca entreabierta dejaban escapar aquellos gemidos que yo mismo le estaba provocando, tomándole por completo, haciéndole mío.

Dayu cerró un instante los ojos, podía recordar todo perfectamente, de forma nítida. Pudo sentir el aliento de Seiya cuando este le retiró el pelo y se acercó a su oído para decirle aquellas tres palabras que habían cambiado su vida: "Hazme tuyo Matsu".

Con Seiya entre sus brazos había alcanzado el cielo, no obstante sabía que tarde o temprano caería de nuevo al infierno. Le besó de forma apasionada, buscando la lengua de su amado para jugar con ella. Nunca lo había hecho así, ni siquiera con una mujer. Se vio incluso sorprendido cuando Seiya le dijo lo bien que besaba. Pero en su arrogancia él le respondió que no era lo único que sabía hacer bien, justo antes de hundir su cabeza en el cuello de Seiya para besarlo. Y al hacerlo, pudo percibir como su vello se erizaba.

No obstante y a pesar de la situación, le hizo gracia comprobar que Seiya estaba totalmente de puntillas, intentando alcanzar su altura para que él mismo no tuviese que agacharse tanto.

Llegados a este punto, ahora la ropa no era más que un mero estorbo. Dayu recordó cómo bajó la cremallera de la camiseta de Seiya con impaciencia, tumbándole en el suelo para comenzar a lamer sus pequeños y rosados pezones. Levantó la mirada y observó cómo Seiya se mordía un dedo, haciéndolo tan deseable que Matsumura sabía que estaba realizando algo prohibido. Pero le obligó a quitarle la mano de la boca y apresó sus muñecas, pues quería oír su voz, y así se lo hizo saber: "No te contengas, deseo oírte".

La sensibilidad de Seiya era patente, haciéndole constar a Dayu su hasta ahora intacta inocencia.