¡HOLA!
Os dejo aquí mi nuevo trabajo, porque ya estaba echando de menos escribir Toothcup *-*
— VERDE —
Toothless no era más que una cría cuando un humano lo reclamó como suyo.
Él era un dragoncito muy (muy hasta el desespero) orgulloso.
Y prefería pensar que la razón por la que ninguno de esos estúpidos niños vikingos que entraban en la cueva cada año no lo había escogido a él todavía porque, de alguna forma, sabían que él era demasiado dragón para ellos a pesar de su ínfimo tamaño. En vez de que nadie lo quería debido a que se veía patético, tal y como el resto de dragones de la cueva le repetían siempre. A pesar de ser, posiblemente, la última cría viva de Sea Dragonus Gigantus Maximus. (¡Malditos snobs todos!)
Entonces, cuando menos se lo esperó, después de meses hibernado, se encontró así mismo descansando en una habitación humana, se encontró con el verde de los ojos de Hiccup.
Y, aunque había empezado a desarrollar un cierto asco por las generaciones de vikingos snobs, al ver por primera vez los ojos verde prado, tan idénticos a sus escamas, del primogénito del jefe vikingo, supo que le había tocado el gordo.
Comenzó a amar el color verde.
No sólo porque Hiccup lo tuviera bastante bien consentido, concediéndole hasta los caprichos más estúpidos.
El vikingo que le había escogido tenía sangre real en sus venas, en él descansaba el futuro de su poblado y, sin embargo, todos lo trataban un poco mejor que a un trapo.
Era importante. Y, sin embargo, era pequeño. Por eso todos le trataban mal. Toothless nunca antes se había sentido identificado con alguien, hasta que inició su nueva vida con Hiccup.
Por eso se le partió el corazón la primera vez que escuchó a su vikingo llorar bajó las sabanas, sintiendo su destierro de Berk casi inminente, antes del día Jueves de Thor que le cambiaría la vida a ambos.
— T-t-tothless quiere a H-h-hiccup.
Ni siquiera se dió cuenta de cuando se posó en el regazo de la cría de humano, ni siquiera pensó realmente en lo que dijo, pero en cuanto se escuchó a si mismo, se dio cuenta de que era cierto. Sirvió de mucho, ya que las lágrimas dejaron de enrojecer el verde que tanto amaba.
Hiccup era el único ser vivo al que Toothless no consideraba un snob. Le había cogido aprecio desde un buen princio. Algo que no se molestaba en admitir, pero que era cierto.
— Yo también te quiero, Toothless —casi se derritió en la sonrisa agradecida y el tierno abrazo que le dio el vikingo.
En toda su vida solo aceptaría el cariño que Hiccup podía brindarle, que no era poco.
¿Y cómo no querer a ese pequeño engreído? Si era el único que confió en él desde el principio.
Ellos no se dieron cuenta, pero solo con eso por fin terminó de ensamblarle la relación que ambos estaban destinados a tener.
Cuando Toothless e Hiccup Horrendous Haddock III se volvieron los más grandes.
Y el verde se convirtió en el dulce color de la victoria.
Espero y pasarais un buen rato.
¡Nos vemos!
