Amores compartidos.

Disclaimer: Amour Sucré no me pertenece, si no a su respectiva autora.

Summary: Compartir no es siempre una sorpresa diaria, hay veces que cae en el deseo, de una forma casual manifestándose de manera alarmante que podía llegar a sumirse a la desgracia. Ella sabía que sus sentimientos no serían correspondidos, pero nunca pensó que su rechazo sería mucho más despreciable de lo que se llegó a imaginar. Tenía una meta, y no era vengarse; si no mostrarle su fuerza de una caída humillante, más nunca se esperó que el mejor amigo de Castiel; Lysandro, sería su fiel acompañante. Ahora, los dos entrarían a una guerra, esperando llegar a compartir su amor por ella.

Autor: RenMatsumoto.

Género: Romance/Drama/Humor/Hurt

Parejas: LysandroXSucretteXCastiel [LysandroXSucrette]

Advertencias:

-Lemon en el desarrollo de la historia.

-Alguna que otra palabra vulgar.

-Oc.

-Ooc.

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I

Nuestro encuentro no agradable y un rechazo despreciable.

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Era normal no verlo sentado en su banca. Al igual que era normal las quejas de la directora amenazándolo con suspenderlo o si llegase al caso de expulsarlo por la falta de madurez e indisciplina que portaba este.

Sin embargo, a él no le importaba para nada su situación actual que era muy delicada a los ojos de cualquiera. Más para ella que, a pesar de que no se llevaban tan bien, le preocupaba que él no volviese a venir al instituto. Llámenla buena persona, pero para él era una verdadera molestia.

Ella estaba en el aula de clase, con sus ojos ónix puestos en la gran pizarra blanca. El profesor Ferres apuntaba algo en este, los lentes le llevaban a la punta de la nariz, su vista en el libro temiendo equivocarse cuando escribía con ese plumón azul. El tema trataba sobre Historia del Mundo; la materia que ella amaba.

La teoría se le era muy fácil y útil, ergo, en la práctica como Matemáticas, Física o si llegase a ser parte de Química era una tortura difícil de olvidar; jamás en la vida ha sacado una puntuación más que un 6 en las materias nombradas. El enamoramiento que tenía por la Historia era muy fuerte, sus calificaciones en esa materia eran perfectas y exactas. Nunca pensó ser buena en algo.

Pero, ahora mismo, su mente divagaba en otro asunto que no fuese sobre la Revolución Francesa. Más bien se encontraba en otro mundo que nadie más que ella conocía. Mientras se guardaba un suspiro enorme, volvió su mirada a la ventana de su lado, ignorando la clase del señor Ferres. No hablo, no escucho ni siquiera puso atención; solo arribó sus ojos oscuros al cielo que la encantaba con sus hermosas nubes formando figuras extrañas pero a la vez hermosas.

No dudo en recobrar la conciencia de que estaba en clases y que en cualquier momento el profesor le preguntaría algo respecto al tema. Empero, se mantuvo en la pizarra explicando lo sucedido en las guerras y aportando uno que otro dato que se asimilaba, olvidando su existencia. Se guardó un suspiro de alivio al verse ignorada porque su mente no estaba centrada al tema que estaban viendo el día de hoy. Apuntó lo escrito en su libreta comenzando hacer pequeña figuras de ella y el pelirrojo juntos con un corazón alrededor.

Sonrío en cuanto lo termino.

El timbre resonó en sus oídos, al igual que sus compañeros. Se levantó, guardo sus cosas en su mochila llevándola a su hombro saliendo de la puerta. En cuanto espero su turno para salir, choco con alguien dándole un golpecito fuerte en su nariz, llevo sus manos a dicha parte apretando los dientes y con los ojos cerrados, respingo por el dolor; alzó su vista y se encontró con la persona que jamás llegó a encontrarse en la clase. Se sonrojo al tenerlo tan cerca.

–Castiel…

Él le miró, por debajo de su cuerpo; la hizo aún lado con un pequeño empujón.

–Aún lado tabla.

Castiel caminó hacia su banca, no estaba su mochila por lo que seguro se le olvido algo dentro y decidió regresarse para recuperarlo. Se sintió mal por el comportamiento de su compañero pelirrojo. Lo único que hizo fue respirar y suspirar derrotada y adolorida; lo sintió a su lado, pasándola de largo, se mordió el labio para no hablarle.

Cuando se giró para preguntarle sobre la plática que tuvo con la directora, Iris se acercó a ella amigablemente pero a la vez con lastima.

–Renée, él está así por la directora. No te sientas mal –Ella sabía que era cierto, por eso, trago grueso y la miró sonriente.

–Sí, lo sé.

–Ánimo la próxima vez puedes hablar bien con él –dijo dándole un pequeño golpe en la espalda.

Iris era su amiga desde la primera vez que llegó al instituto. La acompañaba desde siempre y se lo agradecía profundamente. En ese entonces, Renée no podía congeniar muy bien con las demás personas, por eso cuando conoció a Iris no dudo en pensar que era una muy buena con ella y además de lo muy sociable que es con los demás. Envidiaba esa parte de ella.

Era tan agradable.

Ella sabía sobre su enamoramiento hacia Castiel y aunque los dos eran muy cercanos no le comentó nada sobre el interés amoroso de Renée. Después de todo, era pacto entre amigas. Renée también sabía del chico que le gusta, Jade, el que viene de vez en cuando al instituto para ayudar al club de jardinería sí que era lindo, pero por mucho que quería que los dos se conocieran, Iris se apenaba demasiado huyendo de solo pensarlo.

Por lo menos Renée conversaba con Castiel… Poco y cortante, pero lo hacía.

Renée comenzó un pequeño plan que trataba sobre la posible conquista para Castiel, no le insistía mucho en cuanto se trataba de verlo y hablarle; él la consideraba una molestia y a ella le dolía, por lo que decidió hacer cosas que le agradarían y empezará a pensar en ella como una persona amigable.

Pero por mucho que lo hiciera, él seguía teniendo la misma opinión de siempre.

Sin embargo, como se dice; aún sigue intentando y nunca pierdas la paciencia.

Aunque sabía que no llegaría a ser correspondida, podía por lo menos intentarlo.

Caminaron hasta el patio, cada una se fue por su lado hasta llegar al parque. Se despidieron la una a la otra hasta que Renée perdió la figura de Iris por las personas que pasaban para ir al centro comercial. Entró al centro lúdico con la intención de cruzarlo, ergo, cuando pasaba por los grandes árboles, una hoja se plantó en su rostro.

Manoteo por todas partes intentando quitársela, más parecía que lo tenía pegado con silicón. Comenzaba a desesperarse.

–¡Auxilio que me ahogo!

Estaba pensando en correr como loca por todo el parque, las personas a su alrededor la miraban raro, otras solo se reían por el show que hacía. Pero, Renée pensó que esa hoja de papel era como el mismo océano pacífico ahogándola. Hasta se imaginó que su rostro ya se unió con el papel.

Sin embargo, cuando estaba a punto de tirarse al piso y llorar hasta que esa "Hoja-del-mismísimo-diablo" se mojara, una persona se acercó apresurada sacándole el papel de su rostro. Su respiración era irregular, y se sintió aliviada en cuanto fue libre de ese objeto de lucifer. Entonces, alzo su mirar ónix para agradecerle a la persona que la ayudo y no se río, más no se esperaba tener a semejante hombresote en su frente. Tuvo que alzar tanto la cabeza con la boca abierta para verle los ojos.

Su rostro e facciones eran finas, piel blanca como si fuese de una muñeca de porcelana. No dudo en pensar que era un ángel caído con esos ojos bicolores; el izquierdo de un color miel recién sacado de un panal y el otro jade dando una imagen de un campo enorme donde te perderías con gusto. Bendita sea la mujer para poseer eso labios medianos dibujando una recta preocupada, con esas pestañas largas lacias que mostraban en esos ojos sorprendentes. Su cabello blanco era impresionante, se veía natural, pero no como ese mechón largo de su parte derecha que portaba colores negros verdosos al igual que varias partes de su hermoso pelo. A pesar de vestir tan raramente de una época interesante, su gran aura de elegancia y tranquilidad abrumaba cada parte de su rechazo anterior.

No dudo en sonrojarse, más cuando este estaba muy cerca de su rostro.

Tomo el papel entre sus manos, y comenzó a inspeccionarlo. Se regresó a Renée, y le miro arrepentido.

–Discúlpeme, no quería causarle problemas –dijo con esa voz madura y elegante, pero se mantuvo quieta sin despejar sus ojos de él–. ¿Debería de hacer algo para que usted me perdone?

Renée no contesto, pero lo único que hizo fue negar la cabeza.

Él aún no alejaba su cercanía, y cuando al tener que observarla con mucha más atención, logró captar todo ese rostro femenino sonrojado con belleza. Se alejó de ella para darle espacio y así logre responder.

Y no dudo en hacerlo.

–¿Usted es el diablo?

Con el ceño fruncido, se giró hasta darle la espalda, ignorándola por completo.

Renée se rasco la cabeza hasta retirar sus dedos en la punta de su melena oscura.

–¿Y ahora que hice?

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Era de mañana, las tonalidades azuladas y a la vez oscuras se trasladaban al gran cielo, ergo, un color llamativo anaranjado hizo resplandecer toda la ventana de la habitación en la que ella dormía placenteramente, pero eso fue antes de que cierta alarma la despertara hasta hacerla caer al suelo.

Su melena oscura estaba en el suelo con las manos en el aire y la pierna aún en la cama. El golpe fue tan fuerte que le dejo una tonalidad rojiza en su frente. Se incorporó hasta sentarse, miro el techo llevando una mano en su frente y se dio cuenta del chipote que tenía ahí. Hizo una expresión de dolor manteniéndose sentada.

Bufó con expresión, miro la ventana levantándose y sus ojos se posaron en las personas que pasaban por la calle. Sonrío libremente, arreglándose su cabello negro hasta ponerlo en su hombro y descubriendo su frente rojiza. En eso, estiro sus brazos desentumiéndolos y al proceso, entro al baño a cepillarse los dientes, después salió de la puerta bajando las escaleras.

Aún tenía puesta el pijama, la blusa de tirantes negra y el short blanco enseñando sus cremosas piernas dirigiéndose a la cocina. Llegó encontrándose a su madre cocinando y su padre leyendo el periódico tomando una taza de café. Se sentó tomando una tostada y sirviéndose jugo en un vaso.

Felipe cerró el periódico mirándole sonriente.

–Se te ve muy bien –dijo.

Renée alzo la ceja confusa y al momento en que Felipe le señalo con la mirada su frente rojiza con una sonrisa burlona, ella infló sus mejillas.

–No es divertido.

–Es tu culpa por no ser más consciente de que hay un piso –Le dio un sorbo a su café.

–Al menos me recibe por las mañanas con amor.

–Y tienes salud –Troleándola, comenzó a reír cuando ella se cruzó de brazos.

–Recuerda que tu yerno es un jarrón con tierra, no lo cambies por el suelo.

Felipe casi escupe lo que tenía pensado tragar y Renée bailo victoriosamente frente a él alzándole las cejas de su supuesta indirecta. Sin embargo, antes de cantar el himno, Lucía le golpeo con la cuchara que se usaba para la olla. Con lágrimas dramáticas en los ojos, acaricio su propia cabeza adolorida.

–Renée, tenle más respeto a tu padre –dijo Lucía calmada dejando un plato con huevos y tocino. Renée respingo con dolor.

–¡Pero el empezó! –exclamo.

–No juegues con el jarrón de tierra Renée, sabes que para tu padre es muy delicado ese asunto.

Y no mentía. Felipe nunca le gusto que Renée sumara la palabra "Yerno" y "Jarrón con tierra"; la razón era que, mientras todas sus amigas de secundaria–edad que ya era muy conocida para tener novio–tenían una pareja y ella no, con la intención de hacer una broma, agarro un jarrón y lo lleno de tierra llevándosela a Felipe diciéndole el típico relato de que todos tenían novio y ella un jarrón con tierra.

"Conoce a tu yerno" Extendiéndole el jarrón, Felipe casi se ahoga como hace unos momentos atrás, fue castigada por él obligándola hacer los deberes escolares, algo que a ella le molestaba. Desde ese entonces, cuando tenía la oportunidad molestaba a su padre con eso cuando este intentaba jugar con ella. Ergo, Lucía siempre se metía en el momento perfecto de la conversación, como ahora Felipe sonreía orgulloso de ganar.

Felipe-2 más un beso de Lucía.

Renée-1 más un golpe con el cucharon.

"Bale Berga la Bida" como diría Alexy.

Terminó su desayuno, se dirigió al baño con la intención de darse un baño y de paso cepillarse los dientes; cosa que hizo con calma y serenidad ya que aún era muy temprano como las otras veces. No dudo en recordar al individuo del parque, alzo una ceja preguntándose que hizo mal. Le pregunto de una manera amigable si era un demonio, pero se fue antes de preguntarle también si era un vampiro. Sus labios hicieron una mueca graciosa con los dedos en su mentón explicándose del porque se fue tan enojado. Opto por restarle importancia y decidió continuar su tarea con masajear el cabello negro de su cabeza, de la raíz, a la punta.

Terminó de bañarse, se dirigió al lavabo cepillándose los dientes y después de terminar su deber salió del tocador para ir automáticamente al armario. Seco su cabello con una toalla extra, la otra ocultaba su cuerpo no tan desarrollado como debería de estar. Estaba segura que crecerían sus niñas cuando tuviese hijos, cosa que Felipe no dejaría después de los 50.

Tardo poco para vestirse, no era muy femenina, pero si tenía cierto estilo su look que tantas veces Amber–su archienemiga como Batman y Guasón e rival de amores como Kykyo y Kagome–había criticado por su falta de moda. Siempre le enseñaba la lengua cuando le daba su espalda, en ese momento Iris se reiría de Renée por su expresión "madura" hacia la rubia cabellos de elote quemado.

Miró su reflejo, su pequeña estatura y su falta de desarrollo corporal era notoria. No tenía un busto grande–por esa razón Castiel la molestaba, y probablemente no le gustaba ya que su tipo eran las de gran pechonalidad–, pero tenía una cintura pequeña, caderas no tan anchas y un trasero lindo. Se acercó a su tocador, cepillo el largo cabello azabache con delicadeza enseñando una sonrisa. Sus labios no eran tan sexys como pensaría un hombre, pero su labio superior delgado e inferior medio gordo le hacía ver su encanto y más cuando ella los tenía naturalmente de un color rosáceo cereza; la pestañas que portaba eran largas y enchinadas, y sus mejillas con un bello color rosa adornaba sus pómulos medio regordetes.

Con su deber hecho, se levantó energéticamente sin dejar de curvar sus labios medianos, agarró su mochila entrelazándola en sus hombros y corriendo en las escaleras. Lucía le reprimió por tal y Felipe se dirigía en la puerta dándole la razón a su esposa. Renée se despidió de los dos con rapidez, salió de la casa corriendo hasta la parada de autobús suspirando de alivio por alcanzar el transporte, subió rápidamente pagando su pasaje. Todos los lugares estaban reservados, menos uno.

El del tipo que se encontró en el parque.

Se golpeó la frente con fuerza mascullando una maldición. Inhalo y exhalo, él no se había dado cuenta de su presencia, seguía absorto mirando la ventanilla de su lugar. Agarrando con fuerza las cuerdas de su mochila, se acercó a él a paso lento y tranquilo antes de que arrancase el transporte. Se sentó con miedo y se encogió más cuando él la miro reconociéndola. Vio su expresión de disgusto.

El camino al Instituto era, en tanto; tenso y agitado. Sabía que estaba disgustado, su rostro lo decía todo. Quería disculparse, pero su pena floreaba por toda su piel. Suspiro vencida y mirando al suelo con su mochila entre sus rodillas, dijo:

–Yo… quiero ¿disculparme?... si, disculparme… aquel día en el parque… creo que fui un poco grosera…

Él la miro, serenamente, alzando una ceja sorpresiva y curiosa. Sin embargo, él no dijo ni argumento nada, se mantuvo en silencio, algo que a Renée le incómodo. Ella seguía mostrándose preocupada, aunque quería ocultarlo, parecía un libro abierto para los ojos de ese sujeto. Lo escuchó suspirar cansado, la azabache le devolvió la mirada cuestionándose del porque esa manera de expresarse. Se encogió al mirarle serio.

–¿Por qué el diablo? –preguntó con la ceja alzada.

Renée se sonrojo.

–Porque… usted era muy… ¿galante? ¡Como un vampiro o un demonio! –Al final, lo exclamo alzando su mirar sin vergüenza.

Mutismo, fue lo que recibió. Y seriedad de igual forma.

–Además de irrespetuosa, demasiado inmadura.

Renée abrió la boca ofendida, sin creerse lo que él le dijo. ¡Ella se estaba disculpando y él la estaba ofendiendo! Entonces pensó que esta sería una guerra que nunca terminaría, pero que ella ganaría.

–Además de grosero, muy victoriano.

Él le miro irritado.

–No creo que eso sea un insulto.

–Créame, tengo mejores.

–Demasiados tontos por supuesto.

Renée abrió más la boca ofendida, pensó que en algún momento se le metería una mosca por como la agrandaba.

–Es usted muy grosero.

–Y usted señorita, muy tonta.

Ya se le cayó el agua de la paciencia.

–¡Ojo por ojo, y que se le caiga el diente!

Volvieron al mutismo, pero, fue roto por la risa medio controlada del joven victoriano. Se tuvo que encoger en su asiento antes de partirse de risa. Renée le miro enojada, sin poderse aguantar su furia.

–No sabe ni siquiera decir bien los dichos.

La de melena oscura se le formo una vena en la sien, y cuando el autobús se detuvo, agarro su mochila colgando en su espalda y salió con rapidez sin siquiera mirar atrás. Entro al instituto como alma que lleva el diablo. No dejo de caminar, hasta que Iris la detuvo extrañada tomándola del brazo.

–¿Te ocurre algo Renée?

La susodicha parpadeo inestable, pero después recobro su compostura.

–Ahmm… No… –Intentando parecer normal, jugo con una mecha de su cabello mirando el suelo.

Eso estaba lejos de ser normal. No muy convencida, Iris asintió comprendiendo.

–¿Hay algo que te preocupa? –A pesar de que no le creía, decidió tocar el punto correcto donde ella estaba doliéndole.

Mordiéndose el labio inferior, le miro.

–Iris… –llamo con preocupación, esto asusto a su joven amiga–. ¿Mis dichos apestan?

Con la pregunta en el aire, Iris le miro con una gota cerca de su mejilla. Se giró e ignoro la pregunta de Renée con cierta oscuridad en su frente.

–Creo que, será mejor volver a clases…

–Iris…

–Allá vamos… –En vez de decirlo con emoción, lo dijo con los ojos cerrados, una sonrisa y una perturbadora aura que Renée no logro comprender.

Sus ojos estaban en blanco, y por esa razón, decidió mejor dejar a un lado la conversación imaginándose la respuesta.

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Volvió a faltar a clases, su comportamiento estaba saliendo de control. Y, mientras más ella lo pensaba, la realidad de Sweet Amoris sin Castiel se estaba acercando con más rapidez. Le angustiaba de solo imaginarse un instituto sin una pelirrojo y un rubio peleándose con frecuencia. Bufo molesta cruzándose de brazos, alzo su mirar al cielo azul tan resplandeciente, con los árboles impidiendo la llegada de la luz solar de su asiento.

Sus piernas se cruzaron, bajo su mirar a los tenis negros que portaba y comenzó a moverlos con impaciencia. Cuando estaba a punto de levantarse a buscar a su amado pelirrojo amargado, alguien se sentó a su lado. Le sonrió alegre llevando un dedo a sus labios pidiendo discreción. Una consola en sus manos, y un suspiro de su parte.

–¿Sabes que también es bueno estudiar?

–No soy como Nathaniel –dijo sacando la lengua comenzando a jugar por la concentración.

–Pero no me refiero a Nathaniel, ahí si pierde todas tus esperanzas.

Le miro con disgusto volviendo su vista al videojuego.

–Eres como Alexy.

Renée no despejo su mirar ónix del gemelo; tenía curiosidad de lo que estaba jugando, más se controlaba por acercarse y arruinarle toda su jugada. Pero sabía que por como mostraba cada vez más una expresión de irritación, su tentación le ganaba.

–Oh señor todo poderoso de los videojuegos–si es que existes–, ayuda a tu hijo que pase el nivel que lo atormenta por las noches –Esta vez, sonrió divertido.

–No puedo enojarme contigo –Sonriendo de lado y dejando aún lado la consola, giro la silla y se sentó en ella–. Dime, ¿tu plan "Conquista-al-Andrés-amargado" sigue funcionando?

Renée bufó.

–Como funcionaria si siempre se salta las clases, nada más tengo unos segundos de tolerancia por parte de él –dijo disgustada–. A este ritmo, quedaré soltera de por vida.

–Por lo menos tienes salud.

Bromeando, Renée le enseño la lengua recordando a su padre por lo que le dijo.

–Armin, tengo tantas ganas de llevar mis manos a ese cuello y apretarlo con fuerza –Sonriendo, Armin trago grueso.

–No gracias, quiero seguir viviendo.

Con el tema de conversación terminada, Armin le invito a jugar con él; cosa que le extrañaba a todo el mundo. Él era su mejor amigo, además de Alexy que siempre la acompañaba. Ella no era muy buena en los videojuegos–tanto en la cocina entre otras cosas–a tal caso que siempre perdía una partida. Como aquella vez que jugo con Armin "Mortal Kombat", a la primera no sabía cómo debía de utilizar los controles, ni siquiera hacer un combo. La venció muchas veces, presumiéndole su experiencia y derrotándola con esos Fatality tan desgarradores que haya visto jamás.

Sin embargo, antes de que ella comenzará a entender los movimientos del personaje que estaba Armin manejando y empezando a crear estrategias, una cabellera rojiza le hizo apartar sus ojos de la pantalla, con sus ojos preocupados y molestos, se disgustó de ver a cierta persona al lado de su amado.

Bufó con fuerza captando la atención de los dos y Armin. El tipo alzo la ceja con disgusto y Castiel rodo los ojos preguntándose en cuanto tiempo se lanzará a él para cuestionarle. Cosa que no sucedió, ya que ella no lo veía, si no, lo ignoraba.

Al parecer sus suplicas fueron escuchadas.

Armin guardo su consola, y con los brazos descansando en el pupitre, le miro con esos ojos azules como el cielo.

–Mensaje del planeta tierra a Renée del espacio sideral –dijo con burla.

Renée parpadeo confundida, para luego reincorporarse descansando igualmente sus brazos al mismo pupitre que Armin, sus ojos se encontraron.

–El mensaje ha sido recibido comandante Armin –Siguiéndole el juego, le sonrió.

–No sé si lo has visto, pero Castiel está frente a tus ojos –incorporándose por la cercanía de sus rostros, escondió discretamente sus orejas que las tenía rojas por sentir tan solo la respiración de la chica de cabello azabache.

Observo su expresión de disgusto, y después de un minuto, se acercó a él para hablarle con discreción.

–El tipo que esta con él, no me gusta –aclaró su duda del porque no corría directo a sus brazos de robot.

Armin miró al acompañante de Castiel, los dos sentados y platicando tranquilamente. Castiel tenía sus piernas arriba del pupitre y su amigo solo estaba sentado cruzado de piernas tan elegantemente. Alzo una ceja al ver como este miraba hacía su dirección irritado, cosa que Castiel no logró ver. Entonces, Armin se dio la idea de quien era.

–Yo lo he visto. Supongo que se llama… ¿Lysantander? ¿Santander? –Renée casi se parte de la risa, pero decidió aguantarse–. ¡Ya se! Su nombre es Lysandro. Creo que es el mejor amigo de Castiel.

Renée casi cae al suelo impactada.

–¡¿Desde cuándo?! –exclamo como un grito.

Las personas que estaban dentro del aula–sumando a los dos amigos–los miraron a los dos con asombro y curiosidad. Una que otra persona comenzó hablar de ellos como los típicos "Amigos con derecho", otros diciendo que empezarían con sus bobadas donde Castiel se sumaba y alguna otra diciendo que son molestos y escandalosos como Lysandro.

La de ojos ónix de sonrojo hasta las orejas y Armin se partió de risa.

–Mientras más te conozco, más divertida eres.

Inflo sus mejillas sonrosadas.

–No es gracioso –Con la mirada en el suelo, comenzó a jugar con su cabello mordiéndoselo.

–Tengo ganas de hablar con él –Alzo la mano–. ¡Lys-!

Fue interrumpido por la mano que lo jalaba de su camiseta y sin saberlo, su rostro estaba cerca en el de Renée que se mostraba roja con una vena en la sien.

–Te lo advierto Armin, si le llamas, te obligaré a que me acompañes al jardín a comer vegetales sin consola y sin videojuegos. Después encontraré la forma de que me acompañes al centro comercial y créeme, haré que Alexy nos acompañe.

Esta vez y sin habla, Armin trago grueso asintiendo con fuerza y rapidez, Renée lo soltó aliviada.

–¡¿Piensas matarme?!

–¡Esa era la idea!

–¡Pues que ideas retorcidas tienes!

–Tengo gustos masoquistas –Rascándose la cabeza sonriente, cerró los ojos orgullosa.

–No era un cumplido… –aclaro.

–¿A no?... Yo pensé que si…

Meneando la cabeza, decidió seguir con su juego, ergo, Renée lo levanto del brazo. Con un sonrojo indescriptible en sus mejillas, comenzó a caminar siendo tomado del brazo por ella sonriéndole con complicidad, después capto lo que tenía pensado hacer.

Lo llevaría al jardín.

–¡No! ¡Alexy! ¡Alguien! ¡Por favor ayúdenme!

Los ojos de los alumnos que se encontraban en esa clase no pudieron evitar saltar alguna otra carcajada o mascullaron de su mala discreción. Todos sabían que Armin le tenía cierto miedo al jardín, más bien, era alérgico a todo lo que venía de él. A pesar de que no comía verduras o tan saludablemente como se debería, tenía un cuerpo delgado y masa muscular complaciente.

Ninguno sabía del porque la amistad tan apegada entre Armin y Renée, había ciertos rumores de un romance secreto, pero ninguno era cierto ya que los dos eran como hermanos. Ergo, nadie era tonto… Armin le guardaba cierto cariño a Renée… Pero no de hermandad. Castiel lo tenía bien claro, cosa que a él no le molestaba y le ayudaría para que esta no trate de llamar su atención.

Suspiro con satisfacción llevando sus brazos atrás de su cabeza, miro de reojo a Lysandro y este, solo tenía ojos para la puerta. Alzo una ceja; algo no encajaba ahí.

Incorporándose, le arrebato la libreta al peliblanco sorprendiéndolo. Frunció el ceño cuando este sonrío de lado comenzando a leer en su mente.

–Castiel, no es divertido.

–Para mí si lo es –Con una sonrisa de medio lado, decidió leerlo en voz alta, sin embargo, Lysandro le quito la libreta antes de que lo haga–. Hey, estaba empezando a leer.

Lysandro cerró su cuaderno y con las mismas, la guardo a su mochila con serenidad. Castiel bufó.

–Este día ha sido muy agitado… –murmuro.

–Para mí no, la estúpida tabla no ha venido a joder como siempre lo ha hecho.

Lysandro le miro curioso.

–¿Estúpida tabla? –pregunto recargando su barbilla al dorso de su mano.

–La tonta que hacía su escandalo con el idiota friki –dijo con molestia.

El chico de ojos bicolores se preguntó del porque Castiel se sentía tan molesto con la presencia de esa chica ingenua e irrespetuosa. Supuso que era por su gran tontees como había dicho el pelirrojo, pero después de darse cuenta del como su comportamiento amigable con esa persona a su lado al que Castiel le decía friki era muy divertida y cálida, las formas de pensar de ella iban desapareciendo poco a poco.

A él no le gustaba criticar a las personas a buenas a primeras, pero después de aquel incidente, no dudo en pensar en lo muy… No quería decir la palabra, por esa razón se mordía la lengua o meneaba su cabeza de solo pensarla.

Pero se sentía interesado, debía de saber porque era muy insistente con Castiel.

–¿Por qué te molesta?

Castiel le miro.

–No lo sé –fue lo único que contesto.

Lysandro asintió comprendiendo. Suspiro derrotado y decidió dejar el asunto así. Hay cosas que debes de dejarlas y no insistir.

Tiempo al tiempo, pronto descubriría porque.

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Las clases habían terminado. Solo faltaba esperar.

Sus pómulos estaban irradiando un color rosáceo por la vergüenza que le tomaría mirar a los ojos de su sádico amor. Debía de asegurarse que él estuviese bien. De solo pensar que él dejaría el instituto le daba una imaginación horrorosa y cruel.

Renée suspiro tranquilizándose y cacheteando sus mejillas para que dejen de llegarle sangre de la pena. Cosa que no funciono ya que su piel era muy delicada y de solo tocarla, se vuelve roja. Bufó exasperada queriendo tomarse de los cabellos para quitarse todo ese estrés e irritación que ha tenido colgando desde la mañana que se encontró con el tal Lysandro.

Su expresión cambio, parecían salirse sus colmillos y su frente se arrugo. ¡De solo pensar en ese tipo la volvía más vieja y horrorosa! ¡Como una bruja!

Se imaginó las miles de formas de hacerlo callar mostrándole sus insultos muy bien planeados para que cierre la boca y le deje de decir tonta. Quería decirle sus dichos claros para que deje de burlarse. Ganas a ella no le faltaban.

Se giró sobre su propio eje, como si fuese un perro, dio vueltas sin ni siquiera saber qué hacer. En ese momento, el sonido de la puerta abriéndose sonó entre toda la oscuridad revelando al masculino que esperaba. Sintió la pesadez de su suspiro. Trago grueso tomando fuerza de valentía para hablarle. Sonrío.

–Tus escapadas fuera del instituto se han vuelto una costumbre –empezó llevando sus brazos a su espalda entrelazándolas.

–Cosa que no es tu problema –dijo restándole importancia.

Renée alzo una ceja.

–Tienes razón… –Bajo su mirar, inquieta–. Pero… ¿Qué pasaría si ya no vuelves al instituto?

Castiel le miro sereno, ella solo se encogió en su propio lugar, imaginándose su respuesta. Ergo, no pensó que en cualquier instante, este solo caminó a su lado dejándola pasar.

–Eso no pasará.

Fue lo único que salió de sus labios antes de que caminará fuera del instituto. Sin embargo, Renée se giró con una vena en su sien tomándolo del brazo y jalarlo. Castiel se sorprendió de su fuerza.

–¡¿Pero y si sucede?! ¡¿Qué harás tonto?!

Frunció el ceño.

–¡No es de tu incumbencia niña estúpida!

–¡Puede que no lo sea, pero me preocupa que dejes a todos atrás por tus idioteces!

No se contuvo, la empujo lejos de él manteniéndola alejada. Tenía tantas ganas de gritarle lo muy tonto que era, de decirle que lo que estaba haciendo estaba mal. ¿Qué hacía afuera? ¿Acaso le importa estar más allá que aquí con sus amigos? Con Iris, Lysandro…

–Deja de ser tan metiche, son mis asuntos, mis cosas. No te entrometas en ellas.

Renée trago grueso.

–Pero-

–Sabes qué, me tienes arto –dijo acercándose a ella–. Me canse de ti, mi paciencia se acabó desde el momento en que apareciste al instituto –indicó –Será mejor que no vuelvas a hablarme, no quiero romper mi regla de golpearle a las niñas.

Dicho eso, Castiel comenzó a caminar. Pero, nuevamente, fue detenido por el llamado de la joven de cabello azabache.

–Castiel… Yo te amo…

Se giró por la sorpresa, sin siquiera creerse lo que dijo esta. Empero, no dio un paso atrás, solo se mantuvo quieto… Esperando. Al igual que ella, se mantenía en silencio, esperando una respuesta.

El silencio fue incomodo, y después de unos minutos, escuchando el sonido de los grillos y cigarras alrededor, Renée tenía el rostro tan rojo como el mismo cabello que él. Él se mostraba impasible, pero decidió hablar ante la confesión.

–Eres una idiota –dijo–. Me das pena –siguió–. No sé si reírme o dejarte ahí en tu propia fantasía.

–Castiel…

–Prefiero estar mil veces con Amber que contigo –indicó sonriendo de medio lado–. ¿Pensaste que confesándote te aceptaría? Lo siento tabla, pero ese es un sueño muy lejano que nunca lograrás tener.

Renée no lloró, pero tenía una expresión de dolor. Claramente le dolía ese rechazo. Más bien, era un rechazo tan despreciable que haría llorar hasta la mujer más fuerte del mundo. En cambio, ella no derramo una gota, solo se mostraba adolorida, pero nada más. A Castiel le extraño eso, más no quiso preguntar. Quería echarle más leña al fuego; así dejaría de molestarlo.

–Yo… yo-

–¿Quieres llorar? Eres una niña chillona.

–Eres… realmente… eres despreciable.

–Siempre lo he sido… No eres la única que me ha profesado amor eterno. Me es fácil rechazarte, así me quitarías un peso de encima –Se cruzó de brazos–. Eres muy infantil, además de retrasada, siempre has sido débil entre los demás. Tus sueños son absurdos, tus metas lo son aún. Solo eres una niña llorona que no sabe hacer nada en la vida.

Silencio por parte de ella, no había un sonido siquiera de los grillos que cantaban entre los pastos verdes. Sintió su respiración agitada y sus grandes ganas de llorar; pero no lo hizo, no quería hacerlo frente a él para darle satisfacción, por eso se mordió el labio con insistencia. Y, con las mismas mudas, caminó hacia él.

Castiel alzo la ceja extrañado, pensó que le golpearía, pero no lo hizo. Solo caminó hasta su lado, pasándolo de largo. Después de esas palabras, toda su imagen perfecta del pelirrojo se destrozó en mil pedazos frente a sus ojos. Caminó hasta el portón, no se giró, no se detuvo, solo siguió su camino a casa.

Entró al parque, se detuvo en una banca cerca de un camino. Llevo una mano a su rostro, suspirando con pesadez. Su figura era iluminada por un farol, todo su largo cabello escondía su pequeña espalda que estaba quieta, sin ningún movimiento. Alzo su rostro, expuesto al cielo nocturno bañándola con la luz de ese farol largo que le impedía meterse en sus pensares.

Sus ojos oscuros estaban entrecerrados, con una mueca recta en sus labios medianos bañados en un tono carne que le daba forma de su exquisitez. Pero, cuando comenzaba a darse la idea de que su vida era terriblemente patética, unas gotas cayeron a sus pómulos mojando sus mejillas con simulación de lágrimas contenidas.

Ahora si su vida era más que terriblemente patética… Era lo peor del fracaso, rechazo, patético y tonto de la vida.

Bufó molesta hundiéndose en el manto de la lluvia, no quería ni siquiera moverse. Pensó que el cielo lloraba por ella, que quería ser su acompañante en sus letargos duros y malos. Se encogió en su propio asiento, sin temer a un resfriado. Recordó las palabras de Castiel, tan duras y despreciables…

Sus ojos se humedecieron, se mordió el labio conteniendo su llanto, y al cuanto de esconder su rostro, la lluvia dejo de caer en ella y una sombra escondiéndola de la iluminación. Parpadeando extrañada, alzo su mirar asombrada.

Se encontró con dos ojos de distinto color con una mirada serena.

–Pescarás un resfriado.

Alzo su mirar ónix encontrándose con su largo saco impidiéndole la caída de las gotas. Sin embargo, a pesar de que el evitaba que se mojará, él estaba más o peor que ella.

El chaleco negro colgando de su camisa de manga larga pegada a su cuerpo alto y blanco. Lúgubre con ese mirar sereno y su cabello haciéndose uno con esas hermosas facciones finas. Las pestañas largas caídas, mirando su cuerpo pequeño entre la banca. Solo le miro, asombrada.

–¿Qué haces aquí?...

Lysandro no respondió, solo soltó su saco haciendo que este caiga en su cabeza impidiendo su vista al mundo exterior. Con astucia, lo hizo aún lado importándole menos mojarse, levantándose y mirarlo a los ojos esperando su respuesta.

–La vi salir de instituto con una mirada muy intrigante –dijo restándole importancia–. Solo quería asegurarme de que no le sucediera nada malo a estas horas de la noche.

Con eso, Renée comenzó a darse cuenta de todo lo que este le decía. Estaba preocupado, y a pesar de que no lo parecía, lo estaba. Renée se mordió el labio con fuerza, miro los suelos y empuño sus manos.

–Creo que… el dolor está hecho para mí –Miro a un lado.

–Todos merecemos ese pedazo de dolor en nuestra vida.

Lysandro llevo una mano a su hombro, apoyándola con respeto y discreción. La chica de ojos oscuros le sonrío con amabilidad y gentileza, agradeciendo su compañía.

–Gracias… –dijo alzando el saco del chico y escondiendo su cabeza.

Lysandro sonrío.

–No hay problema.

Sintió su imprudencia y con algo de ingenuidad, alzo una parte de su sombrilla improvisada sonriéndole como si se tratase de una niña. Lysandro no entendía su acto.

–Entra, también no queremos que enfermes.

Esa amabilidad hacia las personas, esa gentileza en sus acciones e ingenuidad con todos. Estaba seguro de que, mujeres como ella, no había. Más con esa mirada, latente de dolor y triste, pero con la misma luminosidad que probablemente la reconocía como ella misma.

Todo se volvió cálido, a pesar de que el agua del cielo fría caía en su cuerpo, sentía su alrededor con una comodidad latente y tranquila. No dudo en sonreír igualmente aceptando su propuesta, comenzando a meterse bajo su capa y correr junto con ella entre las calles.

Mientras sus pies chapoteaban entre los charcos enormes de agua, reían entre la lluvia lúgubre y solitaria. Llegaron a la casa de Renée y entre el techo de esta, se quitaron el saco de la cabeza sonriéndose con complicidad. Ninguno de los dos quería salir de la magia del momento.

–El propósito de que llegue a bien a casa ha sido cumplido.

–Si… Supongo –sonrió débilmente.

Lysandro le revolvió el cabello húmedo con travesura en sus ojos, ella rio en cuanto hizo eso.

–Debo irme –dijo.

Renée abrió los ojos impactada.

–¡Espera! –exclamo–. Tú… Escuchaste todo… ¿Verdad?

El joven de cabello blanco le miro serio, borrando la sonrisa de su rostro. Renée bajo su mirar.

–No era mi intención, no pude evitarlo… Lo siento.

–No… No pasa nada –sonriendo con debilidad se abrazó a sí misma tratando de conseguir un poco de calor –Lo que pasó… pasó… Es mejor dejar las cosas así.

Miro por los suelos, y sabía que Lysandro no podía hacer nada para ayudarla. Solo la observo, con tranquilidad y pena. Algo que a ella no le gusto. Apretó sus puños con fuerza y alzo su mirar determinada, sin dejar su sonrisa victoriosa.

–Pero, hay que ver algo bueno a esto –dijo–. Voy a considerarlo como una experiencia en la vida, y no cometer los mismos errores del pasado –bajo su mirar ónix–. Ya va siendo hora de quitarme la corona y ponerme la armadura.

Lysandro, entre asombrado e curioso, sonrió ante la madurez de sus palabras.

–Tiene toda la razón…

Renée le extendió la mano.

–Mi nombre es Renée –dijo sonriente.

Se la aceptó gustoso.

–Lysandro –respondió con amabilidad.

Des entrelazando sus manos y con la intención de girarse e irse entre la lluvia con el saco en la cabeza mirando los lados, Renée se giró dentro del portón y le dijo:

–Creo que Castiel tenía razón –dijo sorprendiéndolo–, pero de algo estoy segura… –Se detuvo por un momento–. Yo tengo algo que todos no tienen… –Le miró –. La belleza de la fuerza de voluntad. Y eso, se lo haré saber –Sonriéndole enseñando los dientes, se adentró corriendo a su casa con velocidad sorprendiendo al peliblanco.

Sonrío ante lo que dijo. Miro el cielo y se dio cuenta de algo.

Renée era una mujer muy interesante.

Ya esperaba ver esa belleza de la que tanto presumía.


Notas del autor:

¡Es mi primer fic, espero lo hayan disfrutado! No olviden dejar su Reviews, ponerlo en favoritos o seguirlo; me sería de mucha ayuda. ¡Nos vemos en el próximo capítulo!

¡Cambio y fuera!