Personajes: Balthazar, Benny Laffite, Dean Winchester, Castiel, John Winchester

Fandom: Supernatural

Resumen: Es una historia paralela al fic "Champaña". Cuando su amigo Castiel tiene la mala suerte de quedar en el radar de Dean Winchester, Balthazar se ve obligado a convivir con compañías poco recomendables,

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No iba a admitirlo en voz alta y con todas sus letras, pero Balthazar estaba preocupado por Castiel. Desde que lo encontró en la cochera de la casa Winchester, al lado de un auto espeluznante, avergonzado, aturdido, despeinado y a medio vestir, a punto de desplomarse. No necesitaba ser maestro en nada para saber lo que le había ocurrido, o más bien, quien le había ocurrido. El tipo enorme de las pecas y los ojos verdes lo arrastró hasta ahí, y luego lo dejó tirado. Todo por un estúpido accidente. No es como si Castiel tirara champaña sobre desconocidos a propósito.

Castiel no quería comentar nada, y Balthazar no podía culparlo. En ese momento necesitaba ayuda práctica. Así que en lugar de marearlo a preguntas, hizo lo posible por acomodarle su uniforme de mesero, y se sacó un peine literalmente de la manga. El paradero de su corbata de moño era desconocido, y Balthazar no traía una de repuesto, ni podía ofrecerle la suya.

- En fin – suspiró -. Esperemos que el jefe no termine de enloquecer.

Michael, el dueño de la compañía de catering, ya tenía suficiente presión encima. No era secreto para nadie que la familia Winchester era peligrosa, y hasta ahora se las había ingeniado para no relacionarse con ellos. Pero el ser tan bueno en su negocio terminó por tener un precio. John Winchester, el actual jefe de la familia, lo contrató en persona. Como cualquier otro cliente. Incluso con más amabilidad que la mayoría. Michael pasó varias horas de insomnio dándole vueltas a todo lo que le había dicho, hasta concluir que, en efecto, ni siquiera necesitó amenazarlo para que se encargara de la fiesta.

Y ahora esto. Michael se sentía a punto de explotar. Pero empeoraría las cosas, así que le hizo a su empleado una gran concesión. Lo dejó permanecer en donde no estorbara el resto de la noche, incluso permitió que Balthazar se le acercara de vez en cuando para ver cómo estaba y llevarle algo de beber. Una vez que todo terminó, Michael regresó a su casa a ahogar su tensión y culpa con whiskey.

Guardando silencio se podía fingir que no había ocurrido nada. Pero al día siguiente, Balthazar se encontró con la desagradable sorpresa de que apenas estaba empezando.

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- Cassie, ¿Cómo te metiste en esto? – Balthazar negó con la cabeza. Su amigo acababa de contarle, a grandes rasgos donde había estado todo el día. Aun sin los peores detalles, era espeluznante -. ¿Dean Winchester? ¿En serio?

- No lo busqué, eso puedo asegurártelo.

Claro que no. Castiel, igual que Balthazar creció escuchando historias de terror sobre la banda de los Cazadores, quienes prácticamente gobernaron la ciudad durante décadas. Y que fueron lo bastante listos como para beneficiar a mucha gente. Revistieron su nido de plumas, mantuvieron a raya a otros como ellos e hicieron que la idea de perderlos fuera peor que la realidad de tenerlos aquí.

Y ahora el hijo del actual jefe había puesto sus ojos en Castiel. No era posible tanta mala suerte. Por Dios, seguro que Dean tenía un ejército de mujeres que se quitarían la ropa si él tronaba los dedos.

Seguro que se había aburrido, y le dio por buscar otra cosa. Castiel se cruzó en su camino y era un blanco fácil. Un simple capricho.

- No te preocupes, Cassie – dijo, sin que su amigo se diera cuenta del esfuerzo que le costaba tranquilizarlos a ambos, y le dio unas palmaditas en el hombro -. Esos niños mimados tienen el periodo de atención de un mosquito. En cuanto encuentre con que entretenerse se va a olvidar de ti.

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Balthazar agradeció a la herencia inglesa de su familia el poder hablar con tanta calma.

Sabía que el traslado de sus abuelos a América fue entre gallos y media noche, como se dice, y sus averiguaciones no le habían aclarado los motivos. Lo que si encontró fue un Escudo de Armas y algunas cartas donde a su abuelo lo llamaban "Su Gracia". El hallazgo lo desconcertó tanto que ni Castiel lo sabía. En secreto, lo recordaba cada vez que quería mostrarse desagradable con alguien.

Pero ningún símbolo de nobleza real o imaginario iba a proteger a su mejor amigo, ni podía darse el lujo de despreciar a Dean Winchester.

- No es tan malo – dijo Castiel al cabo de un tiempo, después de recibir constantes visitas de Dean. Lo confirmaron con su actitud caballerosa en época de evaluaciones.

Justo cuando Balthazar comenzaba a pensar que no debía ver tantas películas y creerse lo que dijeran en ellas, ocurrió lo peor.

Castiel se enamoró.

Con pánico, Balthazar se dio cuenta mucho antes que él. Era un desastre. Castiel no era consciente de hasta dónde podía llegar por Dean Winchester, pero su amigo lo conocía bien, y podía echarse a temblar.

Aquella noche en particular, Balthazar estaba ansioso. El adorado hermano menor de Dean, Sam, había llegado de visita desde Stanford. Eso había mantenido al joven Cazador muy ocupado, y a Castiel penando por los rincones, pendiente del teléfono, y fingiendo que no hacía nada de lo anterior.

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- ¿Qué te dijo? – preguntó Balthazar al ver la expresión de su amigo después de colgar.

- Habrá una reunión familiar en la casa del señor Singer. Dean me invitó a acompañarlo.

Sonaba oficial y todo. La protagonista de Sex and the City diría que es buena señal.

-¿Y? ¿Vas a ir?

Castiel lo miró en silencio unos segundos, y tragó con fuerza.

- No se me ocurre un motivo para no hacerlo.

Cuando sonó el timbre, Castiel estaba a punto de protagonizar "Muerte por corbata", así que Balthazar tenía que abrir, lo quisiera o no.

Solo tenía que echar mano de toda su calma, abrir la puerta, saludar a Dean con la educación que le dieron, y dejarlo pasar para que esperara a Castiel. En caso de emergencia extrema, tal vez tendría que ofrecerle un refresco.

Quien estaba en la puerta no era Dean. Definitivamente no lo era.

Para empezar era mucho más… voluminoso. Que diablos, iba a reventar la camisa y el saco en cualquier momento. ¿Cómo reclutaban los cazadores a su gente? ¿Qué les daban de comer?

Balthazar no estaba familiarizado con el mundo del hampa ni mucho menos, pero este tipo le dio la impresión de ser contrabandista marítimo. Tal vez por la gorra.

- Hey – saludó el tipo, con una sonrisa insolente. Para su molestia, Balthazar se dio cuenta de que se habían mirado uno al otro por largo rato.

- Hola, ¿en qué puedo ayudarlo?

La sonrisa del desconocido se hizo más amplia. Era tan espeluznante como ver a un tiburón sonriendo.

- Vengo a buscar a un tal Castiel. Me manda Dean.

Balthazar pensó que no se veía como alguien a quien se le pudiera mandar a nada que no le gustara. Asintió y lo invitó a pasar.

- Por favor, espere un momento. Voy a buscarlo.

- Muy bien, alteza.

El tono burlón hizo que Balthazar rechinara los dientes. Se recordó a si mismo que era peligroso perder la calma y se dirigió a la habitación de Castiel.

- Vinieron por ti – anunció sin más, porque no hallaba como decirle que Dean mandó un pirata a buscarlo. Una vez realizado su servicio a la comunidad, regresó a donde se encontraba el invitado, no sea que después echaran en falta las cucharas. Encontró al tipo examinando sus alrededores.

- No está mal para ser un triste agujero - comentó.

Esta vez Balthazar tuvo que hacer un auténtico esfuerzo físico para contenerse de decirle todas las malas palabras que conocía. ¿Quién diablos se creía? Si solo era el recadero de Dean Winchester. Seguro le pagaba con cigarros.

- Aunque claro, el verdadero lujo de este lugar es otro – al hacer ese comentario, el tipo de la gorra recorrió a Balthazar con la mirada, de arriba para abajo.

El joven rubio nunca se había sentido tan insultado. Esos ojos azules eran muy elocuentes. Castiel apareció entonces y el tipo por fin se acordó de presentarse. Se llamaba Benny, y le dirigió a Castiel una mirada y un comentario despectivos.

- Debes mejorar tu actitud, o nunca pasaras de mensajero – dijo Balthazar, cuando Benny y Castiel ya estaban en la puerta. No lo iba a dejar así.

- Estoy donde quiero estar, gracias.

- A pesar de ti mismo, supongo.

La última respuesta de Benny fue un guiño. Burla e insulto.

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Balthazar estuvo rumiando con furia su encuentro con el tal Benny. Pensaba una y otra vez en lo dicho, y en lo que le hubiera gustado decirle en realidad.

Cuando se lo encontró mientras atendía una fiesta, creyó que lo había invocado de tanto que estuvo pensando en él.

El pirata hablaba con Castiel, y este tenía aspecto de conejo atrapado ante los faros. Balthazar se dio cuenta de que existía la posibilidad de que Benny tuviera los mismos gustos que Dean. En ese momento decidió que lo quería lejos de su amigo.

Benny tomó una copa de la bandeja que sostenía Castiel, la vació y miró directamente a Balthazar. Conservaba ese brillo de burla y reto en sus ojos azules.

Balthazar nunca se había encontrado con alguien que lo hiciera sentir tan furioso solo con estar parado ahí. Todo lo molestaba, su actitud insolente, su mirada burlona, su estúpida gorra, su barba desaliñada.

- Adelante, hazlo – le dijo Benny al oído -. Quiero ver si te atreves.

- ¿Qué?

Ni siquiera se había dado cuenta de a que hora se le acercó. Benny le dirigió una mirada elocuente a la charola de copas que sostenía en las manos. El cristal tintineaba con las ganas que Balthazar tenía de romperla en la cabeza del otro. Sin inmutarse, el pirata cambió su copa vacía por una llena en las narices del mesero.

Si corría lo bastante rápido, Balthazar podría huir de la furia de su jefe por montar un numero ahí mismo. Valdría la pena.

- Y apuesto que también quieres advertirme que me aleje de tu amigo. No es necesario arruinar la fiesta. Ya te buscare.

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Balthazar se estaba convirtiendo en un amigo horrible. Castiel estaba hecho un manojo de nervios desde la reunión familiar de los Winchester, y él no había tenido la decencia de interesarse lo suficiente, más que para hacerle un mal chiste.

Probablemente Cassie no le iba a decir nada si le preguntaba, pero ese no era el punto. Lo importante era que supiera que tenía a alguien de su lado.

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- La verdad, yo creo que Dean es un maldito idiota.

El comentario salió de ninguna parte, literalmente. Balthazar se estremeció y miró a su derecha. Benny estaba sentado ahí, y él había estado tan concentrado en sus cálculos que ni lo sintió llegar. Al menos tuvo la consideración de hablar en voz baja porque estaban en una biblioteca pública.

- Cuando me dijo lo de su angelito, no lo podía creer. ¿Tienes idea de con cuantas mujeres ha estado? Y me sale con esto en el último minuto.

Balhazar lo miró mientras la ira le crecía en el pecho. Benny tuvo el descaro de acercarse aun más.

- No te contengas. Si quieres darme una paliza, estoy a tu entera disposición. Nada mas no te quejes después.

Le dio unas palmaditas en el brazo y se puso de pie, a la expectativa. Balthazar recurrió como nunca al recuerdo del escudo de armas. Con absoluta serenidad, guardó todas sus cosas en la mochila. Su expresión no dejaba ver nada de lo que estaba pensando, y que bueno, porque alguien pudo haber llamado a la policía.

Una vez afuera, con la misma tranquilidad, siguió a Benny afuera de la biblioteca, hasta un callejón conveniente. Los puños le picaban.

- No me explico la razón, y supongo que tú tampoco. Solo sé que desde que te conocí quise arrancarte ese gesto de la cara. ¿Y no te han dicho que en cuanto abres la boca te vuelves insoportable?

- Vaya – replicó Balthazar, con tono helado -. Sabes armar frases largas. Aunque sigues necesitando clases de dicción.

Fracciones de segundo después, el enorme cuerpo de Benny le impactó con todo su peso, y no lo hizo simplemente caer hacia atrás, lo mando volando de espaldas hasta que un contenedor de basura puso alto en su trayectoria. Funcionando con pura rabia, Balthazar recibió a Benny, quien se acercaba confiando en rematarlo, con una tremenda patada en el estómago, que le sacó el aire.

Benny se dobló hacia adelante. Balthazar pensó con satisfacción que debía estar arrepintiéndose de haberlo subestimado. Con ánimo rencoroso, le arrancó la gorra, la estrujó y la aventó por ahí como basura. Después, juntó ambos puños y los descargó en la espalda del otro, tirándolo al suelo, esperando que le diera de lleno con la cara.

Pero Benny alcanzó a meter las manos, y se hizo a un lado antes de que a Balthazar se le ocurriera repetir el golpe. Se puso de pie e inhaló profundamente, antes de abalanzarse contra el otro.

- Así me gusta, alteza, así me gusta – murmuró mientras Balthazar y él forcejeaban contra la pared -. No sería divertido si te dejaras.

- ¡Cierra tu estúpida boca! – rugió Balthazar, su rodilla hizo contacto con algo que no se molestó en preguntarse qué era. Lo que quería escuchar era hueso quebrándose.

Esto enfureció a Benny lo suficiente como para agarrarlo de donde pudiera, levantarlo por completo, darle la vuelta y tirarlo al suelo, donde quedó tendido de espaldas. Balthazar no se lo esperaba, y antes de darse cuenta, tenía al otro encima de él.

- Pesas… como un… - jadeó Balthazar, iba a decir esto aunque fuera lo último que pudiera hacer en la vida -… cerdo… lleno de barro…

Benny le aferró las muñecas contra el suelo, con tanta fuerza, que se escucharon débiles crujidos, y Balthazar hizo una mueca. Pero no le iba a dar la satisfacción de quejarse.

- ¿Qué tengo que hacer para que dejes de ser irritante? – dijo Benny, dejándose caer por completo encima de Balthazar, buscando su boca para besarlo. No se anduvo con preliminares. Metió su lengua hasta el fondo de la garganta del otro, robándole todo el oxígeno.

Balthazar comenzó a asfixiarse en serio ante el despiadado asalto y el peso del otro. Si no fuera porque Benny retiró su boca a tiempo, se pudo haber desmayado. Mientras boqueaba, tratando de llevar aire a sus pulmones, el pirata comenzó a manosearlo por todas partes. Sus manos eran grandes y ásperas como papel de lija. Su barba también le raspaba la piel, por donde iba lamiendo y chupando. Balthazar lo empujó cuando comenzó a recomponerse, y Benny lo entendió como que debía darse prisa. Encontró el botón de sus pantalones de mezclilla, lo zafó con un movimiento experto y le bajó la cremallera. Balthazar se dio cuenta de lo que intentaba un segundo demasiado tarde.

El pirata no se tomó la molestia mas que de sacarle una pierna del pantalón y la ropa interior, y en bajar su propia cremallera. Balthazar intentó escabullirse como fuera, pero Benny le sostuvo el tobillo y lo obligó a separar las piernas con violencia.

- ¡No! ¡No! ¡Espe-!

Benny entró de una sola embestida, con tanta fuerza que Balthazar sintió que todos sus huesos se iban a romper y que ese era el menor de sus dolores. El joven rubio gimió como animal herido.

El pirata empujó sin miramientos, con rabia. Balthazar ya no intentó disimular su dolor, gritaba con cada empujón. Aferró las anchas espaldas de Benny con los brazos, y la cintura con las piernas, manteniendo sus cuerpos juntos, en un apretado nudo.

Todo en Benny quemaba, su fornido cuerpo hecho de metal ardiente, su respiración de fuego en el cuello de Balthazar. La fricción de sus movimientos continuaba elevando la temperatura. Cuando sintió la explosión de semen caliente en su interior, Balthazar pensó que su cuerpo entero podía reducirse a cenizas.

Y se dejó ir por completo.

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Cuando Balthazar volvió a abrir los ojos, encontró a Benny mirándolo fijamente. Parecía orgulloso. Su mano le recorrió la cara con brusquedad y le revolvió el cabello.

- Mucho mejor – jadeó el pirata.

Balthazar tardó en entender a que se refería. Para empezar, no sabía cuanto tiempo llevaban ahí. Todo le dolía como si llevara días tirado en el suelo, pero en realidad las cosas se dieron muy rápido. Cuando Benny lo recorrió con una mirada lasciva, comenzó a ser consciente de su aspecto. La ropa arrugada y sucia, el pantalón a medio quitar, y una buena muestra de moretones.

Benny no hizo ningún esfuerzo por evitar que se incorporara. Balthazar comenzó a acomodarse la ropa en medio de su dolor. Por Dios, cualquiera podría verlos. Resopló para si mismo, ya era demasiado tarde para preocuparse por posibles testigos. No pensaba en ellos al gemir como lo hizo. En aquel momento ni siquiera estaba pensando.

Volteó a mirar a Benny, quien seguía sentado en el suelo con las rodillas separadas, la cremallera abierta y aspecto de estar muy satisfecho consigo mismo. Balthazar deseó ser así de cínico. Decidió ignorarlo. Su mochila debía estar cerca. Trató de recordar si tenía algo importante, frágil o las dos cosas.

Por fin la encontró, y a la gorra de Benny a unos pasos de distancia. Le dolió agacharse para recoger ambos objetos, y escuchó un jadeo a su espalda. Se dio la vuelta con rapidez. Benny se había puesto de pie, mientras acomodaba su propia ropa. Balthazar notó que el pirata tenía una enorme mancha blancuzca en la camiseta. Era casi como si tuviera su nombre escrito.

Le tendió la gorra mirándolo a los ojos.

- Gracias, Dulzura – Benny la tomó con una sonrisa.

Era extraño, la prenda ya no parecía tan estúpida.

- Vamos, te llevo – dijo Benny, indicándole que lo siguiera.

- Pero…

- ¿Qué? – Benny alzó una ceja.

- Tu camiseta.

Benny examinó la prenda y se rio a carcajadas. Así se reiría un tiburón, pensó Balthazar, y un cubito de hielo bajó por su espalda, mientras sus mejillas se le calentaban.

- Tengo que trabajar más en quitarte los remilgos – dijo Benny, de buen humor, y lo atrajo para besarlo de nuevo. Balthazar no se lo puso tan fácil. Se besaron y lucharon un buen rato.

- ¿Qué dices? – preguntó Benny -. ¿Me la quito entonces?

Claro, pensó Balthazar. Alguien así, sin camiseta a media calle. Sería todo un espectáculo. De todas maneras, cualquiera a diez kilómetros a la redonda sabe lo que ocurrió aquí.

- Maldita sea, solo abotónate el saco.