Capitulo uno: Las cartas erróneas
Por las calles londinenses magos y brujas caminaban a la luz del día con su túnicas extravagantes para los ojos de los muggles. A nadie parecía impórtale el estatus del secreto, no aquel día, que estaba lleno de alivio y alegría; todo el mundo mágico por fin podía salir de sus casas sin el temor que los acechaba hasta hace unas horas. Incluso Rebekah, una joven que estudiaba para ser aurora, compartía el mismo sentimiento que el resto del mundo mágico. Por que aquella joven no era normal, era nada menos que una bruja. No las típicas brujas de cuentos de hadas o de los tontos comerciales y películas de Halloween, no, ella era la clase de bruja que se mantenía oculta de los muggles (seres no mágicos), usaba túnicas y realizaba hechizos con la varita; omitiendo la apariencia con la que los muggles solían retratar a los de su gente: vejestorios con grandes narices y verrugas.
Saludo a un par de personas en la calle, que como ella vestían túnicas, dándoles la enhorabuena. Sonreía a todo el mundo, fuera mago o muggles ¿cuándo había sido la ultima vez que había sonreído sin esforzarse tanto? Los rumores corrían rápido y la noticia que puso a todo el mundo a celebrar de un momento a otro, se expandieron mas rápido que el grito de una banshee. Ahora mismo, ella se dirigía a buscar a su gemela para informarle de lo ocurrido; seguramente su hermana ya habría oído de la noticia, pero por si las dudas…
—¿Lo has escuchado? —pregunto Rebekah Jones, nada mas al entrar.
Era una mujer de unos veinte años, hermosa y llena de curvas, gracias a la parte veela de su madre.
—Difícilmente seria que no—respondió su gemela—. He recibido algunas lechuzas de nuestros amigos informándome de la nueva noticia. Todo el mundo lo esta celebrando a lo grande. ¿Has visto las calles, a nadie le importa un bledo el estatus del secreto!
—Es comprensible—dijo Rebekah sonriendo—. Después de tanto tiempo, por fin tendremos paz.
—¿Realmente lo crees?
—Lo dudas, Abigail.
—Sinceramente lo dudo—su hermana gemela se había dejado llevar por el alivio y la emoción los primeros cinco minutos antes de poner los pies en la tierra. Había sido una Ravenclaw, y como tal, siempre le habían inculcado el indagar en lo desconocido o inexplicable. — Él era…como describirlo, siniestro y poderoso, ¿cómo es posible que su vida acabara de tal forma?
—Olvídate de eso, ¿cómo paso? Ni siquiera Dumbledore le supo explicar al ministro, dijo que tal vez nunca sepamos que fue lo que realmente paso—Rebekah se arrodillo en el suelo, junto a una pequeña niña que solo tenia un año—. Tu estas conmigo, Rayza ¿a que si?
La niña solo atino a sonreír sin entender nada de lo que ocurría a su alrededor.
—El innombrable por fin ha caído, e imagínate, nada menos que un niño mas joven que tu, lo ha hecho posible.
La niña aplaudió alegremente mientras su tía la sujetaba en lo alto.
—¿Qué pasara con él? —preguntó Abigail—. Me refiero, ¿qué será de él ahora? Sus padres han muerto y sus abuelos también, no tiene a nadie en ese mundo. ¿Lo enviaran a un orfanato?
La mirada de Rebekah se entristeció un poco, mientras cargaba a su pequeña sobrina.
—Eso es lo triste, ha perdido a su familia a un costo muy alto—dijo—. Es precisamente por eso que Dumbledore estaba en el ministerio. El ministro estaba tentado a enviar al pequeño con una familia de magos, es un mago y lo mejor seria que creciera entre magos en vez de enviarlo a un orfanato muggle.
Abigail se sentó junto a su hermana.
—¿Con quienes se ira? ¿algún conocido o amigo de la familia?
—Para nada—dijo Rebekah—. Dumbledore hizo que el ministro desistiera ante esa idea. No se como lo convenció, pero el ministro me envió a informarles a los Leighton sobre el cambio de planes, a decir verdad, ellos lucían muy tristes.
—Esmeralda siempre ha querido tener hijos, recuerda lo que dijo mamá—dijo Abigail—. Y entonces, ¿qué pasara con el niño, Harry?
—Aún hay familiares vivos—Rebekah hizo una mueca—. La hermana de Evans.
—Potter—corrigió su hermana—. ¿Creí que no tenia una buena relación con su hermana? Eso es lo que la cotilla de Tamara me dio a entender.
—No se puede creer todo lo que diga Tamara—dijo Rebekah—. Además, nosotras apenas conocimos a Evans, tal vez las cosas entre su hermana y ella se arreglaron. Sus amigos deben de saberlo con exactitud.
—Bueno, al menos ese pobre niño no estará solo—dijo Abigail tomando en sus brazos a su hija—tendrá una familia, eso es lo que importa.
—¿Qué te parece ir a festejar? En el callejón Diagon se esta armando una gran fiesta. ¡A lo grande!
Abigail le sonrió a su hermana y luego de un minuto dijo:
—¿Sabes algo de Severus?
—Snape—hermana resoplo para ocultar lo preocupada que estaba—. Si lo que dijo Sev es cierto. No tendrá ningún problema cuando atrapen a los demás mortífagos y los enjuicien—dijo Rebekah levantándose—. Dumbledore explicara que Snape era doble agente, infiltrado en las fuerzas de quien tu sabes para obtener información—Rebekah sonrió—. Todo ira bien, Severus debe estar en estos momentos con Dumbledore a salvo del peligro, nada le pasara a nuestro querido Severus.
—Eso espero, no puede dejar a mi querida Artemis sin su padrino.
En aquel momento alguien llamo a la puerta, cuando Rebekah fue a abrir regreso acompañada de dos jóvenes y una muchacha con los típicos atuendos de aurores.
—¡Abigail, en hora buena! —el mas alto y moreno se acerco a abrazarla y le planto un beso sonoro en la frente de la pequeña niña, que aún tenia en brazos.
—Víctor, Amanda y Adrian—dijo Abigail a modo de saludo.
—¡Tenemos que ir a celebrar! —dijo el que respondía al nombre de Adrian—. Quienes ustedes saben esta muerto, muertito, no quedo nada de él.
—La paz por fin se cierne sobre nosotros—dijo Amanda quien al parecer había estado llorando—o algo así, criminales siempre va a ver -hola querida-, pero nunca mas tendremos que preocuparnos por lord cadáver.
—El final mas inesperado para un tirano como él—dijo Víctor obrando a Rebekah—. Muerto por un pequeño niño.
—Dios bendiga a Harry Potter—grito Adrian.
—No olvidemos a Potter—la muchacha tenia ojos llorosos—. Lily, oh dios, Lily.
Soltó algunas lagrimas.
—Siempre estarán en nuestros corazones.
Abigail abrazo a su amiga, ella había sido Gryffindor por lo cual había conocido e incluso entablado una amistad con Lily Potter, antes Evans. Víctor sirvió copas para todos y juntos alzaron sus copas gritando:
—¡Por Harry Potter… el niño que vivió!
Aquel niño no tenia idea del revuelo que ocurría, ni que era famoso y menos que era un mago. Una nueva vida le espera a Harry Potter y muy pronto su vida se entrelazaría por el destino con el de una pequeña niña que en unos años conocería.
Y es entonces, cuando nuestra historia da comienzo…
Si había algo peor que mudarse, era seria asistir a una nueva escuela. Artemis observo la habitación mientras el director le explicaba las reglas que debía seguir en la escuela y le entregaba su nuevo horario de clases. Realmente ella no lo estaba escuchando estaba divagando en sus propios pensamientos. ¿Para que asistir a otra estúpida escuela si iré a hogwarts dentro de poco? Hogwarts no era mas que una escuela para jóvenes magos y brujas, y es adonde Artemis asistiría en vez de ir a una secundaria muggle. Pero mientras eso ocurría su madre había preferido que terminara la escuela muggle y Artemis encontraba eso de lo mas insoportable. No tenia buenos recuerdos de su anterior escuela, excepto que había uno que otro profesor que le agradaba; pero con sus compañeros las cosas eran diferentes. Siempre había sido la rara, a sus compañeros le había caído bien los primeros momentos hasta que, Ryan Payton mostro su pecosa cara morena y desde el primer momento, ambos se odiaron. No ayudo que hubiera tenido un episodio de magia accidental; eso no era algo normal en el mundo muggle y no le había dado puntos para hacer amigos, sino todo lo contrario. Se había dicho a si misma que no importaba, pero la realidad era, que aquello siempre le hizo daño.
Había sido solitaria durante las primeras semanas en Chestery, hasta que conoció a Will y a Sarah (ellos eran del aula B), era tan raros como ellas pero de otra forma muy diferente; ellos eran muggles con diferentes gustos que la mayoría de los alumnos de Chestery. No eran unos tontos snobs, a ellos les importaba mas tener el nuevo manga de su anime favorito que saber quien tenia la casa mas grande o quien había viajado al extranjero. Había pasado buenos momentos con ellos cuando no se metía en problemas con Ryan, además, ellos habían sido sus únicos amigos.
Solo un mes, se dijo Artemis, solo tendré que resistir un mes y nunca tendré que asistir a otra escuela muggle.
Artemis estaba segura que las cosas en hogwarts podrían ser mejor, nadie la consideraría rara por sus habilidades mágicas ni por decir chistes o exclamaciones que eran tan usuales entre los magos.
—Sígame, señorita Jones—el director la saco de sus pensamientos—. La llevare a conocer su aula.
El director la llevo personalmente a su salón y la presento con el resto del grupo.
—Esta es la señorita Artemisa Jones.—Y como se lo espero Artemis, mas de uno la miro raro al oír su nombre, pero la mayoría en sí, se rieron—. ¡Basta! No hay motivo alguno para burlarse de su compañera. Ella se acaba de incorporar a nuestra institución, espero que le den la mas cordial bienvenida.
El maestro le señalo su asiento y ella no dudo en sentarse lo mas rápido posible. No volteo a ningún lado, no miro a nadie, solo presto atención a la clase y al reloj en su muñeca; solo podía esperar a que las clases terminaran para irse. Aunque algunos encontraron su actitud como una bienvenida, por que escucho un par de «chist» y la chica sentada a atrás golpeaba su asiento.
Solo volteo una vez a mirarla y murmurarle que parara. La chica delgada, con cara de ratón y el cabello pelirrojo todo rizado solo dijo: ¡Ups!
Intento ponerse al corriente de la clase pero se dio cuenta que no estaba tan atrasada como creyó. El profesor le dio una sonrisa complacida mas de una vez. Cuando contesto correctamente a alguna pregunta o resolvió algún problema en el pizarrón. Cuando tocaron el timbre del almuerzo, Artemis se guardo sus cosas y no pudo evitar voltear hacia la chica pelirroja que se sentaba detrás de ella; se había reunido con sus amigas no sin darle antes una mirada que no le gusto, Artemis estaba segura, que ella era su próxima victima.
Y sabia muy bien que hacer, podía quedarse y hacerle frene, probablemente se metería en problemas o utilizar una regla de supervivencia que había aprendido con el paso de los años: busca un lugar solitario y apartado, así nadie te molestara. ¿Qué es lo que elegiría? Decidió mantenerse cerca del aula de maestros para alejarse de problemas, aunque si esa niñita venia con esas intenciones, Artemis no se dejaría.
—Hola, soy Dudley Dursley — un niño que había visto en clase se acerco mientras almorzaba. Tenía una cara grande y rosada, poco cuello, ojos pequeños de un tono azul acuoso, y abundante pelo rubio que cubría su cabeza gorda. Tras el venían otros chicos igual de grandes que el, parecían sus guardaespaldas aunque con sinceridad Dudley no los necesitaría, era el mas grande de todos—. Como eres nueva no conoces el proceso de este lugar, esta es mi escuela…
Alzo la ceja, ¿su escuela? ¿acaso la había construido el?
—…. Normalmente le digo a los nuevos que los tendré vigilados y que tendrán que pagar una cuota…
Acaso creía que ella se dejaría. Por supuesto que no, Artemisa Jones no dejaría que la trataran como escoria. Abrió la boca para reclamar pero él le gano.
—Pero no lo hare contigo—hasta a sus amigos le sorprendió aquello. Un leve rubor se coloco en las mejillas de Dudley.— Serás la excepción…
—¿Por qué? —pregunto Artemis confundida. Había conocido tipos como él, y nunca había sido la excepción: aunque por excepción se refiriera que la trataría mal simplemente por que se le pagaba la gana, Artemis realmente no entendía que era lo que sucedía.
—Solo te diré que hay un par de tarados aquí con los que es mejor que no te juntes, te traerán problemas. Estar de mi lado es lo mejor que te puede pasar si no quieres problemas.
El muchacho le extendió una mano un tanto nervioso. Estaba tentada a tomarla, y empezar bien las cosas en aquella escuela, era una oportunidad que no había tenido anteriormente. Aún así la idea de estar de lado de un brabucón, por que era obvio que lo era, no le agradaba. Si Draco, Sarah o Will estuvieran ahí realmente no le importaría ser una paria de nuevo, pero no estaban, y Artemis estaba cansada de ser acosada por brabucones. Podría tomar ventaja de su amistad con Dudley sin ser realmente de su bando pero de hacerlo ¿no estaría haciendo lo mismo que hizo Vivian? Que no solo traiciono a sus amigos sino a ella misma, al seguir los pasos de Payton. ¡No! Artemis no seguiría los pasos de Payton ni de Dudley, seria mas lista que eso.
—Soy Artemis Jones—estrecho la mano del muchacho—. Es un gusto conocerte, Dudley.
El trato estaba cerrado. Artemis sonrió sin realmente sentirlo, tendría que poner todo su empeño en tratarlo bien y al mismo tiempo conservar su integridad.
Al menos el primer día no fue tan malo, aquella niña molestosa detrás de ella dejo de molestarla aunque parecía enojada, cómo si Dudley le hubiera quitado su juguete favorito. Para el viaje en autobús de regreso a casa fue una pesadilla, todo el mundo tenia un asiento asignado y cada vez que se iba a sentar en uno la hacían pararse diciendo:
—Esta ocupado.
—Es el lugar Anne.
—Búscate otro.
—El lugar de Brad, lo siento.
No había muchos asientos disponibles, todos parecían estar ocupados o bien, no querían que ella se sentara junto a ellos. Dudley y su pandilla estaban sentados hasta atrás y casi con duda, vio como Dudley hacia espacio. Rápidamente se acerco a un asiento vacío sin impórtale que le dijeran después que estaba ocupado, no le tomaría importancia y se encapricharía en quedarse ahí; sentarse con Dudley seria como declarar que eran iguales. Dio un vistazo a su acompañante, tenia al cabello negro totalmente despeinado y usaba unos lentes pegados con cinta en el medio, era delgado y podría decirse que no era mas alto que ella; lo que llamo su atención era que usaba ropas dos veces mas grande que él. No le dirigió la palabra, por lo que Artemis sintió aliviada de que no la corrieran de asiento.
—¡Fascinante! —exclamo con ironía observando la lista que el profesor le entrego al final de la clase, en ella le indicaba todo en lo que debería ponerse al corriente y los pequeños trabajos que debería entregar para que pudiera terminar el año, a parte de los que dejaría en el futuro. Además, el profesor Perks le había informado que a la hora de tomar asistencia mencionaba el numero que les correspondía en la lista y no su nombre—. Soy un número, que es mas fascinante que eso.
—¿En tu otra escuela era diferente? —pregunto tímidamente el muchacho junto a ella.
—Era un apellido—la mirada de Artemis se entristeció—. Solo un apellido, siempre un solo apellido… Si soy sincera, prefiero ser un número.
El muchacho no lo sabia, pero una de las razones por las que Artemis había sido molestada anteriormente era por la falta de un padre que posiblemente les abandono. No hablaron mas en todo el transcurso.
El resto del siguiente día cuando todos se enteraron que había sido aprobada por Dudley, la pusieron al tanto de cómo funcionaban las cosas o como Artemis lo llamaba: el reinado de terror de Dudley. Todos le tenían miedo en aquella escuela, pero nadie parecía tener peor suerte que aquel muchacho con el que compartió asiento el día anterior. A nadie le gustaba hablar de él por que tenían miedo de que Dudley los escuchara o llegara a sus oídos.
Dudley no era el único problema en aquella escuela. Natalie Polkiss, era una niña mimada y caprichosa que siempre que podía hacia comentario nada agradables sobre ella, habían tenido una fuerte discusión antes de iniciar las clases que se había arreglado gracias al profesor. Nada serio aún.
Aquel día no estaba de humor para soportar a Natalie fingiendo ser su amiga frente a Dudley, ni a este ni a su pandilla de tarados que creían que el poder era igual a fuerza. Había soportado la mayor parte de la clase escuchando hablar a Dudley con sus pandilla, conversación en que por alguna desconocida razón, Dudley creyó que le interesaría.
No fue difícil encontrar un lugar aislado en aquella escuela, mas allá de los contenedores de basura había un lugar solitario y perfecto para evitar a todo el mundo. Se sentó en el pasto sintético con la espalda en la pared y se pregunto sino habría otro escondite un poco menos oloroso. Escucho ruido de algo golpear contra el suelo, burlas y quejas.
Al mirar al costado del aula donde había estado recargada encontró a muchacho de su misma edad con el cabello pelinegro y gafas, lo reconoció enseguida; había compartido asiento con él durante el día anterior.
Estaba en el suelo siendo golpeado por la pandilla de Dudley, quien lo golpeaba con mas determinacion y definitivamente Artemis no podía entender el odio que le tenia a ese muchacho. No podía darse la vuelta y hacer como si no viera nada, no podía hacer lo que muchas veces hicieron con ella. Los recuerdos eran tan vividos que no soporto escuchar los gemidos de dolor, ni a Dudley insultarlo.
—¡Oigan! —grito saliendo de su escondite—. ¡El maestro Perks viene hacia aquí! Yo que ustedes no me quedaría a esperarlo.
—¿Qué?
—¿Quién le aviso?
—Seguro fue ella.
—Ya nos las pagaras.
Artemis hizo un gesto de no importarle y grito:
—¡Aquí están! ¡Ayuda!
—Vámonos de aquí.
—¿Dudley?
El muchacho la observaba con sus pequeños ojos azules y frunció el seño antes de darse la vuelta, corriendo con toda su pandilla. Era algo gracioso verlo correr o su pobre imitación de eso, tal vez debería intentar rodar.
—¿Estas bien?
—Si, no te preocupes por mi—respondió el muchacho—. Esto siempre pasa, ¿no has visto mis gafas? Sin ellas no puedo ver nada.
—Deben ser estas de aquí. Aunque creo que están rotas…
La chica le tendió los lentes rotos.
—No importa, lo puedo arreglar con un poco de cinta adhesiva.
Harry se coloco los lentes frente a sus ojos. Por fin pudo observar a su acompañante, era la chica nueva. Bajo el sol su cabello estaba despeinado, era de un rubio rojizo aunque tendía a ser mas rubio, sus ojos eran algo inusual y a decir verdad muy bonitos; tenían un intenso tono azul eléctrico.
—Tu eres la chica nueva, Arte…Artemisa.
— Artemis, solo Artemis—dijo la muchacha—. ¿Tu eres?
—Harry, solo Harry.
—Encantada de conocerte, Solo Harry.
—Lo mismo digo, Solo Artemis.
La niña rio y le ayudo a levantarse.
—¿Qué se traen esos brabucones contigo?
—Te refieres a mi primo y su pandilla de tarados.
—¿Tu primo?
—El mas gordo y tonto, él que parece un cerdito con peluca.
La muchacha volvió a reírse.
—No había pensado en él en esa forma—dijo—. Yo había pensado que en vez de correr mejor debería haber rodado.
Fue el turno de Harry para reír antes de recordar algo.
—¡El maestro Perks! —dijo y la miro con asombro—. ¿Tu llamasteis al maestro?
Ella sonrió de lado.
—Bueno, no—confeso—. Mentí.
—¿Por qué lo hicisteis?
Harry no podía entender como aquella niña se había preocupado por él cuando ni siquiera se conocían, es que nadie le había dicho como funcionaban las cosas ahí; Dudley la había aprobado, eso era lo que mas le extrañaba a Harry, ella no debería haberlo ayudado.
—Te estaban dando una golpiza y fue lo único que se me ocurrió.
—No deberías haberlo hecho, cuando Dudley se entere se las tomara contigo.
La muchacha se encogió de hombros.
—Se defenderme.
Y aún así, Harry temía que Dudley tomara represalias contra ella, usualmente Dudley alejaba a todos de él, así que estaba acostumbrado a no tener amigos. Y estaba el hecho de que a Dudley le agradaba esa niña, le había hablado sobre ella a tía Petunia durante la cena del día anterior.
—Sera mejor que no te juntes conmigo, Dudley me odia y si te juntas conmigo….—dijo Harry—. Realmente no querrás tener a Dudley de enemigo.
Artemis sonrió.
—No es bueno tenerme a mi de enemiga, Harry—dijo—. No te preocupes de lo que Dudley pueda hacerme, he aprendido a defenderme. Y si lo que ocurre es que no quieres relacionarte conmigo, es entendible…
—¡No es eso! —dijo Harry—. Es solo que Dudley me odia y siempre aleja…
—A todo el mundo de ti—termino Artemis.
Harry la observo y estaba seguro que ella podía entender como se sentía aquello.
—Se lo que se siente, cuando entre a la escuela en primer año, no empecé bien con el cabecilla de la escuela—confeso Artemis—. Luego de eso, cada persona a mi alrededor se alejaba y yo sabia por que, todo el mundo hacia lo que el caprichoso hijo de la directora ordenara.
» No deje que eso me abatiera, tampoco que… bueno, se me consideraba una rara por situaciones extrañas que pasaban a mi alrededor. Luego conocí a Will y a Sarah, que se convirtieron en mis mejores amigos y a ellos no les importaba lo rara que era ni que a Payton le cayera mal.
» Siempre me enfrente a Payton, por que no le iba a dar el gusto de tenerme a sus pies, de hacerlo yo demostraría que el había ganado y que yo no tenia voluntad alguna. Que no era nadie.
» Incluso me rebaje al hacerme amiga de Dudley, pero a decir verdad no quería mas problemas en esta escuela, solo deseaba que las cosas fueran distintas aunque suponga fingir que Dudley me caía bien y todo eso, pero él es el tipo de personas que mas detesto y no lo soporto.
Harry se identifico mucho con ella, y se dio cuenta de que no era el único con problemas como él. Incluso le sorprendía que ella hubiera sido una paria, para Harry, ella era el tipo de chica que seria popular con las mejores notas a pesar de la mirada intensa en sus ojos azules que podría tener un lobo antes de atacar. Al terminar el día, ambos compartieron asiento como el día anterior y desde aquel momento habían marcado su destino.
Dudley le hizo insoportable la escuela y la estancia en casa a Harry, y lo único que hacia soportable aquello era saber que no estaba solo del todo, tenia una amiga a pesar de lo que dijera Dudley. Lo peor del asunto es que después del cumpleaños de este no la volvería a ver, cuando por obra del destino pudo ir al zoológico por primera vez y divertirse un rato antes de que el incidente con la serpiente pasara. Harry nunca entendió el como pudo comunicarse con la serpiente ni como el vidrio desapareció dejándola libre para ir a Brasil, no si antes agradecerle a Harry. Él no había hecho nada y a pesar de todo, fue castigado sin poder salir de su alacena hasta que llegaron las vacaciones cuando mas cosas extrañas aún faltaban por pasar.
¿Dónde lo dejo? Snape removió algunas cosas de su escritorio que estaba lleno de papeles que aún no terminaba de revisar. Papeles de tareas de estúpidos alumnos (a los que casi amenazo para que realizaran un buen ensayo si querían pasar de año luego de casi reprobar su clase), peticiones de la señora Pomfrey (tenia que llevar las pociones terminadas a la enfermería), montones de notas sobre pociones que ya había transcrito a una libreta (¿por qué no había tirado esa basura aún?). Había estado tan ocupado preparando todo los materiales para el siguiente año, y en especial para los alumnos de último año. Era lo mismo cada año. ¡Por fin! Debajo del temario de sexto año encontró lo que buscaba. Un moño de regalo de color rojo.
—Listo—dijo observando el regalo envuelto, no pudo evitar sonreír imaginando la cara que Artemis pondría al ver su obsequio. Eso le recordaba…
Observo el reloj en la pared, aún era temprano y McGonagall estaría preparando las cartas para enviarlas. Lo mejor seria ir a su despacho antes de que llegara tarde y la carta de Artemis saliera. Guardando el regalo en uno de los cajones, se encamino al despacho de la profesora McGonagall.
—¿McGonagall?
—Adelante, Severus—contesto la mujer dentro de la habitación.
Plumas salpicaban tinta escribiendo diferentes nombres en los sobres y la carta usual que se enviaba a los nuevos estudiantes; y estas unas vez terminadas iban directo al escritorio de McGonagall que las firmaba para que retomar su camino a ser guardadas en los sobres que se sellaban mágicamente. Volando hasta una mesa apartada cerca de la ventana abierta, donde las lechuzas llegarían a llevárselas; el problema es que las cartas volaban de un lado a otro, chocando entre sí o con cualquier otra cosa antes de llegar a su destino; la profesora McGonagall revisaba algunos expedientes en su escritorio sin hacer caso omiso al revuelo que sucedía en su despacho. Firmando cartas por aquí y revisando expedientes por otra parte.
—¿Necesitas algo? —gruño, lucia realmente cansada—. Estoy algo ocupada por lo que ves.
En sus manos habían un par de cartas.
—Quería pedirte un favor—dijo atravesando con cuidado la habitación.
—¿Un favor? ¿a mi? —hubo un poco de burla en sus palabras—. Adelante.
— Hay una carta en especial que desearía entregar personalmente.
—Tu ahijada—adivino McGonagall colocando la carta en un pequeño cesto en su mesa.
—Ella misma.
McGonagall hizo un gesto con la mano para que la tomara, mientras revisaba otra de las cartas que tenia en su mano y buscaba un expediente.
Snape reviso unas cuantas cartas puestas en la mesa en busca del apellido Jones, aunque cuando creyó encontrarla era el nombre equivocado. Megan Jones, no era el nombre que buscaba. Por fin encontró la que buscaba en el fondo, aunque no la encontró por el nombre sino por la dirección, de otra forma nunca se le hubiera pasado por la mente que era la carta que buscaba. No pudo evitar leerla dos veces; la dirección era correcta e incluso la inicial del nombre, lo único que no concordaba era el apellido.
—¿McGonagall, las plumas algunas vez se equivocan escribiendo algún nombre?
—Nunca—respondió desde su escritorio—. Todos los nombres se sacan de la lista oficial que registra a cada niño mágico nacido que envía el ministerio. No hay error alguno.
—¿Absolutamente segura?
—Absolutamente—McGonagall se acomodo la gafas antes de anotar en un pergamino algún nombre o dirección que debería visitar—. El pergamino esta encantado, automáticamente aparece el nombre con el que se nombra a dicho niño. En un encantamiento muy viejo y poderoso que ha funcionado durante años, por lo tanto, no hay error alguno.
Snape volvió a observar la carta y definitivamente no le agradaba lo que veía, seria posible que el padre de Artemis …No, eso era absurdo. Ella lo odiaba, Abigail lo odiaba o eso creía; pero de ser cierto, eso explicaría el por que mantenía en tanto secreto el nombre del padre de Artemis, ni la misma niña sabia el nombre de su padre.
Señorita A. Black
La habitación del arte.
Mallory, 901
Londres
¿Black? La carta resbalo de sus manos. Debía ser una jugada muy mala del destino, encariñarse con la hija de su peor enemigo; que clase de retorcida mente hubiera imaginado aquello. Abigail debía odiarlo para hacerle algo como aquello, pero tomando en cuanta su carácter nunca le hubiera pedido ser el padrino de su hija sin comentarle aquel detalle. Además se suponía que el misterioso padre de Artemis era muggle, seguramente debería haber mas de una persona por ahí con el mismo apellido, sin ser precisamente parte de la antigua familia de magos de la casta Black. Snape estiro la mano para tomar la cara nuevamente pero algunas cartas aterrizaron rápidamente sobre la de Artemis.
Ese no era el día de Snape. Cuando aparto algunas cartas, buscándola de su ahijada encontró otra igual de interesante. Sus ojos debían estar engañándolos, por que solo así explicaría como era posible que un niño durmiera en un cobertizo bajo unas escaleras. Y mas intrigante aún, que ese niño fuera nada menos que Harry Potter.
—¿McGonagall revisas todas la cartas personalmente?—pregunto Snape.
—¡A dura penas tengo tiempo!—contesto la subdirectora—. Enserio, Severus, estoy algo ocupada incluso si tu tienes tiempo para holgazanear, hay infinidad de cosas que tengo que terminar y no tengo el tiempo para fijarme en cada una de las cartas—contesto McGonagall levantándose de su asiento—. Lo único que hago es firmas y observar los expedientes los niños en busca de algún nacido de muggle, y luego asegurame de que las cartas sean enviadas y preparame para hacer visitas...
Snape volvió a observar la carta. Realmente era muy intrigante y sorprendente lo que leía en el sobre.
Señor H. Potter
Alacena Debajo de la Escalera
Privet Drive, 4
Little Whinging
Surrey
Seria posible que el hijo del egocéntrico James Potter viviera en unas condiciones que seguramente no serian dignas de un Potter o para el niño que vivió, el salvador del mundo mágico. Severus no había pensado mucho en ese niño hasta hace unas semanas, cuando los profesores empezaron a chismorrear sobre que aquel año asistiera el pequeño egocéntrico Potter. ¿Seria posible que el famoso niño que vivió, viviera en unas condiciones tan lamentables? Privet Drive no sonaba como un barrio pobre, incluso sonaba pomposo; lo ultimo que supo sobre ese niño fue que iría a vivir con sus parientes mas cercanos, nada menos que con la hermana de Lily, Petunia Duley o D'Uley, cualquiera que fuera el nombre que Dumbledor le dijo aquella vez.
Petunia. No tenia buenos recuerdos de ella, era una niña metiche y amargada, por no ser una bruja como su hermana ni tener el privilegio de ir a hogwarts; incluso llego a odiar a su hermana, pero ¿podía ser que pasara ese odio a su hijo?
Petunia odiaba a su hermana por ser bruja, su hermana luego había muerto y por lo que conto Dumbledore, Harry estaría en buenas manos con su familia muggle; pero la relación de Lily con su hermana nunca fue la mejor. Y aún así, cuando Dumbledore le conto sobre ello, parecía tranquilo y con un aire de misterio; el viejo siempre daba esa impresión, parecía encantarle dejar las cosas en suspenso.
—¿Sabes? No creo que el famoso Harry Potter deba tener una lechuza—comento Snape—. Conozco a su tía, Petunia, crecimos juntos en el mismo sector. La conozco perfectamente, y aunque este enterada de la magia, este tipo de cosas—señalo la habitación entera trabajando con magia—, no son de su agrado. No creo que ella este interesada en enviar a su sobrino aquí, a hogwarts y aunque estuviera equivocado, ella no posee una lechuza.
McGonagall lo volteo a ver ajustándose las gafas, como intentando averiguar lo que tramaba.
—Bueno… Creo que tienes razón, no había pensado en eso. Tendré que llevar la carta personalmente…
—Veo que ya tienes suficiente trabajo, sin contar los preparativos para el nuevo ciclo escolar—observo Snape—. Y yo tengo la suerte de conocer a Petunia, creo que ella estará mas dispuesta a recibir a un conocido.
—¿Por qué tanto interés Severus?
—Nada en especial, Minerva—dijo Snape—. Digamos que estoy intrigado por conocer al hijo de Potter, y ya que yo conozco bien a Petunia, sabría como llevar la situación. Ella es una persona…especial.
—¿Especial? —resoplo McGonagall—. No es la palabra que yo usaría, pero en cierta forma, la señora Dursley tiene una forma de ser especial (y no de una buena forma).
—Déjame ayudarte con esto, no será problema para mi.
McGonagall lo observo durante un momento antes de decir:
—No creo que sea buena idea, Severus. Tu y James Potter jamás tuvieron una buena relación.
—Si lo que te preocupa es que quiera tomar represalias contra el niño, te prometo que me comportare cuando vaya a verlo—dijo Snape, aunque no estaba seguro de seguir manteniendo su promesa si encontraba al niño tan insoportable como James Potter.
— Es muy amable de tu parte, Severus, la verdad es que aún tengo mucho trabajo que hacer y realmente no me apetece tratar con esa señora —confeso McGonagall—. La ultima vez que la vi ¡uf!... No quiero ni recordar, aún no puedo creer que Dumbledore dejo a Harry Potter con semejante familia. Pero te aseguro Severus que no tendría inconveniente alguno de hacer esto, y por eso te pregunto: ¿estas seguro que podrías manejarlo?
Lo estaba tratando como un alumno, tenia en su rostro esa mirada severa que indiaca que no esperaba menos de sus alumnos.
—Es el hijo de Lily, también—dijo Snape—. Mi relación con ella, siempre fue mejor que con Potter.
Snape solo podía rezar en silencio por que aquel niño se parecía mas a Lily que a James, le seria mas fácil tratarlo si en vez de ver el rostro de su enemigo, veía el rostro de la que una vez fue su amiga...
¡BOOM!
Snape y McGonagall se sobresaltaron ante el estallido, ambos salieron en busca de origen de aquella agitación. Unos pasillos mas allá, Peeves estaba carcajeándose en el aire y Snape supo, que él había hecho otras de las suyas. La mueca disgusto se convirtió en indignación y preocupación al ver a quien le había hecho la broma.
Frente a ellos, una niña estaba tirada en el suelo, salpicada de pies a cabeza de restos de comida.
—¡Me las pagaras Peeves! —chillo la niña intentando en vano pararse.
—¡Artemis!
La niña giro en su dirección al oír su voz.
—Creo que necesito un poco de ayuda—dijo miserablemente.
Minerva se deshizo rápidamente del travieso fantasma, quejándose de este mientras ambos ayudaban a la niña.
—¿Qué haces vagando sola por ahí? —pregunto Snape un tanto enojado, aunque no con la niña.
—Te buscaba—respondió mientras le limpiaban con un pañuelo la cara—. Me desperté, no te encontré y tenia hambre. Luego Peeves apareció y me engaño.
—No deberías haberle hecho caso a Peeves, es solo una molestia en el castillo.
—Mandare a Filch a limpiar este desastre, lo mejor seria que te llevaras a la niña a cambiarse—dijo Minerva—. En cuanto de la carta y la llave te las daré después.
—No te preocupes por la carta, ya la tengo guardada—se palmeo el bolsillo de la túnica, torciendo una sonrisa—. Sabia que aceptarías mi ayuda.
Minerva resoplo y su mirada cambio.
—Creo que tu querida ahijada podría acompañarte en tu visita—dijo Minverva sonriendo mientras la sonrisa de Snape desaparecía—. Seguramente seria bueno que él, sociabilizara con alguien de su misma edad y que además sea una bruja.
—¿De quien hablan? —pregunto Artemis.
—No estoy seguro si su madre me dejara llevarla—respondió Severus sin hacer caso omiso a Artemis. Aborrecía la sola idea de juntar a su adorable ahijada con el mimado hijo de James Potter.
—Seguramente ella estará de acuerdo—contesto Minerva—. Y si te preocupa no convencerla, pudo escribirle una carta personalmente…
—No es necesario…
—…De todas formas tengo que responderle para agradecerle por el detalle que me envió—continuo Minerva—. Y estoy segura que a la señorita Artemis le encantara ayudarte.
—¿Visitar a quien? —pregunto Artemis frunciendo el ceño— ¿con que voy ayudar?
McGonagall había dicho las palabras indicadas para asegurarse de que Snape no intentaría nada contra el hijo de Potter, incluso si no se le hubiera pasado por la mente; Artemis no dejaría de atosigarlo hasta saber de que iba la cosa y cuando se enterara, ella estaría de acuerdo en ayudarlo. Y Snape nunca haría algo indebido frente a los ojos de aquella niña, a quien adoraba, después de todo era su padrino y debía darle un buen ejemplo.
—Te lo contare luego de que te cambies, Artemis —respondió Severus colocándole una toalla alrededor de la niña—. Y cuando regreses a casa podrás preguntarle a tu madre si esta de acuerdo. Te veré en la cena, Minerva.
—Lo mismo digo, Severus. Nos vemos, señorita Artemis —McGonagall se despidió de ambos mientras los veía marcharse. Estaba mas tranquila. Ahora tenia la certeza que el niño Potter estaría en buenas manos, no es que no confiara en que Snape se comportaría debidamente, sino por que a primera vista podría ser intimidante para el chico Potter, y si al verlo, recordaba amargas memorias del pasado y aún cuando decidiera actuar debidamente podía hacerlo con un aire brusco. Si la niña iba con él, podía dar una mejor imagen al niño Potter para que confiara en él e incluso para que Snape tratara de una forma mas cordial al niño; después de todo, esa niña era especial. Artemisa Jones podía ser tal vez la única niña que Snape podía tolerar y tratar de una forma mas cariñosa que a ningún otro niño.
Con ese pensamiento feliz, regreso al trabajo. Aún había montones de cartas por firmar y enviar, visitas que hacer, inspecciones que hacer…
—Toma asiento, Severus.
—Gracias, Abigail.
—¿Qué te trae por aquí? —pregunto Abigail sirviéndole una taza de té—. No será la interésate misión que me conto Artemis.
—¿La dejaras ir conmigo si o no? Dime que la respuesta es no.
—Lo lamento, Sev—dijo Abigail sonriendo culpable—. Es que ya se lo prometí.
Snape resoplo.
—No le veo nada de malo—dijo Abigail—. Si te preocupas por ella, bueno, creo que se sabe defender muy bien sola. Si el chico resulta ser igual que Potter, créeme que nuestra Artemis lo bajara de las nubes.
—Eso espero—dijo Severus sorbiendo un poco de té.
—Por cierto, espero que le hayas dado un buen susto a Peeves—dijo Abigail moviendo la cuchara en el sartén—. Artemis me conto del incidente de antier.
—Peeves—grupo Snape—el barón sanguinario lo dejo en su lugar, por petición mía.
—Me parece bien—Abigail se giro sonriendo— ¿te quedaras a desayunar? John aún no se ha ido, y estará contento de verte.
John Bradley era el esposo de Abigail, se había casado el pasado mes y ahora estaban viviendo en aquella amigable parte de la ciudad. No era un mal lugar de hecho, era tranquilo y los vecinos parecían de los mas cordiales a excepciones de algunos. Y John parecía el tipo de persona que encajaría en un lugar como ese, tan amigable incluso cuando Snape usaba sus sarcasmo o hacia bromas que él no lograba entender; y aunque simplemente era un muggle, estaba fascinado con la magia y además, comparaba a ambos mundos (el muggle y el mágico) de una forma tan acertada. El tipo le caía bien.
—Si insistes—dijo Severus sacando de su chaqueta un sobre—. Creo que deberías entregarle esto a tu hija.
Los ojos grises se posaran en el sobre que sosteia en alto, reprimió un chillido mientras se acerco a tomar al carta.
—Artemis va a salta de alegría—dijo—. Desde que regreso se ha pasado todos los día esperando que una lechuza llegue, no quería dejarme cerrar las ventanas.
—Me imagino aunque tuve que arreglar un pequeño problema con la carta—dijo Severus que había esperado su oportunidad para sacar el tema.
—¿Un problema?
—La carta original—saco otra carta de su chaqueta— tiene algo muy interesante, su apellido como puedes ver no es Jones.
La mirada de Abigail pareció oscurecerse tomando la otra carta.
—Me sorprendí un poco cuando vi el nombre, e incluso le cuestione a McGonagall si podía a ver algún error y ella aclaro que no podía haber ninguno.
—Pienso un poco diferente—contesto la mujer rubia acercándose a la estufa—. Siempre puede haber la primera vez para cometer un error.
—¿Por qué no en tu caso?
—No te pases—dijo Abigail quemando la carta.—Ese no es mi caso. Se lo que piensas, pero estas equivocado.
—Nunca tuve curiosidad por saber por el padre de Artemis hasta que vi su nombre en la lista—dijo Snape inclinándose hacia adelante—. No quiero ni pensar que Artemis sea hija de ese…
—¡No!—Abigail grito y luego al darse cuenta de su error bajo la voz—. He dicho que estas equivocado, y no hablaría de eso. Es algo del pasado y se quedara en el pasado, apreciaría mucho que lo entendieras.
Snape asintió pero la duda seguía ahí.
—Mejor cambiemos de tema—dijo Abigail bruscamente—. ¿Como es que iras a ver al hijo de Potter sin siquiera pensar en James Potter?
—Quien dijo que no te pases.
—Lo siento—se disculpo Abigail—. Pero, me parece increíble de que te ofrecieras a semejante cosa, dado que tu y Potter era enemigos declarados.
—Siento una curiosidad por volver a ver a Petunia—dijo Snape.
—Así que iras a torturar a ella y no al chico Potter—Abigail estaba claramente bromeando—. Me parece bien, mejor que tortures a alguien que si te ha hecho daño que a alguien que nunca te lo ha hecho.
—¿Por qué todos creen que voy a ir tras Potter?
—No es mi culpa que tu y James Insoportable Potter se llevaran mal—Abigail le sirvió un plato con huevos y tocino—. Sev, sea por lo que sea que te has ofrecido. Me alegro mucho, tienes que dejar ir el pasado—coloco una mano en su hombro—. Nunca es bueno vivir en el pasado, solo trae mas dolor y resentimiento. Intenta hacer las paces con Lily por medio del chico, seguro ella lo apreciaría.
—Me parece que esa es la razón por la que tu hija me acompañara.
Abigail le regalo una sonrisa.
—Si, me imagine que tu no desearías que Artemis se juntara con el chico Potter—dijo riendo—. Y el que hayas accedido, dejo mucho que decir.
Snape rodo los ojos y decidió centrar su atención en su plato. Unos minutos después en la cocina entro John, que saludo amistosamente a Severus, si uno los viera creerían que eran amigos de toda la vida por la forma en como se trataban y no que se habían conocido solo hace un par de meses.
—¿Cómo has estado, Severus? ¿Todo bien en hogwarts?
—Sin problemas.
—Papá—dijo Artemis nada mas al entrar a la cocina y se acerco a saludar a Severus. La niña siempre lo había llamado papá desde que aprendió a hablar, aún después de que le hicieron ver que no era su verdadero padre; solo le llamaba por su nombre cuando estaban fuera del circulo familiar, para las personas resultaría extraño que lo llamara así siendo que no era su padre.
—Artemis mira lo que ha llegado—su madre sonrió a su hija entregándole la carta—. ¿Qué es esperas? Ábrela.
Con una sonrisa en el rostro, la joven le dio la vuelta al sobre y vio un sello de lacre púrpura con un escudo de armas: un león, un águila, un tejón y una serpiente, que rodeaban una gran letra H. Ansiosa como estaba, comenzó a abrir el sobre amarillo con prisa, desdoblo la carta que estaba escrita en el mismo pergamino que el sobre.
COLEGIO HOGWARTS DE MAGIA Y HECHICERÍA
Director: Albus Percival Wulfric Brian Dumbledore
(Orden de Merlín, Primera Clase, Gran Hechicero, Jefe de Magos, Jefe Supremo del Winzengamot, Confederación Internacional de Magos).
Querida señorita Jones:
Tenemos el placer de informarle de que dispone de una plaza en el colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Por favor, observe la lista del equipo y los libros necesarios.
Las clases comienzan el 1 de septiembre. Esperamos su lechuza antes del 31 de julio.
Muy cordialmente, Minerva McGonagall
Directora adjunta.
—Oficialmente iré a Hogwarts—dijo Artemis con alegría—. Tengo que escribir la respuesta de inmediato.
La vieron desaparecer por la puerta, rumbo a su habitación.
—Te conto Aby que no nos quería dejar cerras la ventanas ayer esperando una lechuza que trajera la carta—dijo John girando hacia Snape con una sonrisa.
—Me comento algo.
