El sabor de las sangre estalló en mi boca. A lo lejos se oían los gritos de la gente y sus pasos susurrantes sobre el boscoso terreno pero solamente los ignoraba. Me guarde el afilado metal, ahora limpio, de mi cuchillo y bajé del árbol con un salto felino y silencioso.
Mirando enfadado a la penumbra pensé en mi situación. Cada vez que fijaba un nuevo objetivo, lo hallaba muerto muy poco tiempo después. Alguien seguía mis pasos, y esa persona estaría muerta en cuanto la encontrara y me deshiciera de ella por matar a mis presas.
(Una semana después)
Caminaba por las oscuras calles un tanto enojado. Había intentado matarlos más pronto y sin levantar sospecha alguna, pero cuando había llegado a su cuarto, él cuerpo del chico y ya estaba sin vida.
Entonces oí un ruido y me giré sorprendido. Nadie nunca había conseguido seguirme sin que me percatara de su presencia, nadie salvo...
-¿Lizzy?- Pregunté a las sombra.
De la oscuridad salió una niña de unos nueve o diez años vestida con unos vaqueros y una camiseta gris con pequeñas manchas de lo que parecía tomate, pero que si te parabas a mirarlo bien, descubrías que era sangre.
-Hola Jeff- Me saludó ella cortésmente.
-Eres tú quién me ha estado siguiendo y asesinando a mis víctimas, ¿verdad?
-¿Quién más podría haberlo hecho si no, Jeff?- Me dijo sonriédome y ladeándo la cabeza, otorgándole a su rostro esa clara monería y gracia infantil que tendría si no fuera por las pequeñas cortadas en sus mejillas.
Yo había encontrado a Lizzy dos años antes. (Recuerdo)
Había ido a matar a una chica cuya personalidad, había notado, me era especialmente desagradable, por lo que tenía un interés casi personal en acabar con ella. Cuando lo llevé a cabo, cosa que no llevó demasiado tiempo, me fijé, sorprendido, en que había una habitación de donde salían diminutos ruiditos de pasos de vez en cuando. Me acerqué y ví a una niña de 7 años con un cuchillo manchado entre sus manos, mirando a su inerte madre, que tenía un gran agujero en su pecho. Me acerqué y le pregunté:
-¿Tu has hecho esto?- Ella asintió mientras yo sonreía.
-¿Qué le pasa? ¿Porqué mama no me responde?- Murmuró enfadada.
-No te preocupes, es lo normal. Ya no puede oírte ni hablarte.- Le dije.- Dime, ¿se lo has hecho a propósito?- pregunté señalando la herida de su madre. Asintió.- ¿Te gustaría hacerlo otra vez?
-¡Vale!- Respondió contenta- Ha sido divertido. Pero antes quiero limpiarme esta cosa pegajosa- añadió mirándose la sangre de sus bracitos con asco.
-Por supuesto. Ven.- Le dije. La agarré de una mano sin importarle lo más mínimo lo manchada que estuviera y la llevé a mi casa.
(Fin del recuerdo) La cuidé por 6 meses, pero no había sabido nada de ella hasta ahora.
-¿Porqué estás aquí?- Le pregunté contrariado.
-Seguir tus pasos. Te he observado y solo quiero hacerte una pregunta.
-¿Porqué crees que tienes derecho a preguntarme algo?- Respondí maquiavélicamente. Ella me ignoró y con los ojos muy abiertos, dijo.
-Hay una chica, Ruth Kenedy, que has estado observando pero aún no está muerta...
-Sólo quiero hacerla sufrir.- Me excusé con voz aburrida, pero siguió hablando como si nunca la hubiera interrumpido,
-...lo que es una gran contrariedad para mí. ¿Porqué?
-No es de tu incumbencia.- Le repliqué.
-Pues si tú no eres capaz de encargarte de ella, tendré que hacerlo yo.- Afirmó segura.
-No, claro que no lo harás.- Dije enfadado.
-Ya nos veremos en otra ocasión, Jeff.- Me susurró Lizzy. Luego se dio la vuelta y se fue entre las sombras.
Me fui de allí con paso decidido.
"No la matará" pensé " yo me ocuparé de ello".
