Esto es solo una adaptación del libro, la historia no es mía. Al igual que los personajes. Yo solo junté ambos jaja

CAPÍTULO 1

¿Crees en el amor a primera vista o debería mirar una segunda vez?

En la vida sólo hay algo seguro y Sasuke Uchiha lamentaba decir, que era que todos los varones eran unos cerdos.

—¿Me repites la pregunta? —Dijo a su colega y amiga Ino Yamanaka—. Creo que he escuchado mal.

—No. No escuchaste mal. Te pregunté lo que le dirías a un hombre que te pidiera que te quitaras la ropa interior para poder olerla.

Sasuke miró a Ino,una diosa rubia en cuero negro, con una apariencia tan etérea que hacía que los varones quisieran tocarla. Y seguir tocándola... Una y otra vez.

—¿Es una pregunta capciosa?

—Ojalá. Ino estaba recostada en la entrada del cubículo de la oficina de Sasuke, los delgados brazos apoyados sobre la pared azul. Las manos cubrían los dos carteles que había pegado hacía poco. Uno decía: Donde hay un varón, hay una Mentira. En el otro se leía: Detrás de Cada Buen varón hay un Arma.

—Un tipo me lo dijo anoche —añadió Ino—. Me quedé tan impresionada, que me congelé.

—¿Te gusta ese hombre?

—Por favor. —Ino hizo rodar los ojos—. Era un objetivo.

—En ese caso, le diría que la única forma en que le permitiría oler mi ropa interior es si estuviera rociada con el virus del Ébola.

—Ya sabía yo que tendrías la respuesta perfecta. - Ino sonrió con esa sonrisa fría tan típica de ella y prácticamente flotó pasillo abajo en una nube de violetas y jazmín, lanzando sobre el hombro—: Hinata, me debes diez dólares.

Oh, sí. Los hombres eran unos cerdos.

Unos eran cochinillos, todo gruñir pero sin morder. Otros eran cerdos-en- formación, que oscilaban en el límite entre el hombre y el marrano. Otros eran Miss Marranos, aquí no es necesaria ninguna explicación. Y otros eran unos cerdos hambrientos, devorándolo todo a su paso.

Estos, era a los que más odiaba Sasuke.

Pero no importaba a qué lado del Cerditómetro cayeran esos tipos, Sasuke no permitía que sus cualidades bestiales lo trastornaran. Ya que los hombres eran cerdos, era justo decir que él era el matarife. Sasuke felizmente cortaba las diferentes clases de tocino y los servía a sus dueños en bandeja de plata.

Este era su trabajo y su mayor placer.

Él (e Ino) trabajaban para Atrapa A Tu Pareja. Qué deliciosamente romántico suena, ¿verdad? Excepto que Atrapa A Tu Pareja era el lugar dónde lmujeresere y donceles venían a probar la honradez de sus parejas. Aquí era donde todo se derrumbaba:

Shion entra en la oficina de AATP, cita tres incidentes que le hacen creer que su hombre la ha engañado, luego hojea un libro de fotos y escoge la cara y las curvas que más atraigan al gilipollas de su marido, novio o amante demasiado cortito como para sacarse el anillo. La mujer escoge al denominado ―señuelo‖ y luego le da una lista de los lugares y gustos del hombre para "por casualidad" encontrarle, usando todo su encanto. Desde luego, el señuelo lleva una cámara oculta y un micrófono, registrando todas sus transgresiones.

Sasuke era ese señuelo.

A él le pagaban por sonreír y mentir. Coquetear. A estos hombres ya comprometidos no había que animarles demasiado, demostrando cuan asquerosos eran realmente.

Algunas personas (las que eran culpables) podrían considerar que les engañaba. Otras (las que eran muy culpables) podrían considerar que lo que hacía estaba mal. Pero él nunca besaba, tocaba o follaba con los hombres, sólo les permitía incriminarse con sus propias palabras, por lo que su conciencia estaba tranquila. Además, no existiría ningún problema si sus objetivos simplemente lo enviaran de vuelta por donde había venido.

En cambio, le devolvían las sonrisas, decían sus propias mentiras y respondían a su coqueteo. Estaban dispuestos a olvidar los años de fidelidad, dejar a un lado su honor y faltarle completamente el respeto a sus parejas por una supuesta noche salvaje.

Para Sasuke, se merecían lo que conseguían.

Nunca les decía a sus clientes que sus hombres les habían engañado; ese era el trabajo de su jefa. Sin embargo, a menudo observaba aquellas conversaciones por un monitor en otro cuarto, y lo que veía era desgarrador. Lágrimas, maldiciones, depresión. Las emociones de una víctima de infidelidad cubría toda la gama, pero todas tenían una

cosa en común: una vida echada a perder. Es por eso que disfrutaba clavándoles a esos hombres una estaca o dos. Porque, a causa de ellos, sus parejas nunca volverían a ser las mismas.

¿Y para qué?

Hombres casados fingiendo estar divorciados… sólo por conseguir un pequeño revolcón. Hombres prometidos fingiendo estar solos… simplemente por conseguir un pequeño revolcón. Novios fingiendo estar libres, sólo para… -adivina qué- conseguir un pequeño revolcón. Jamás ninguno de sus objetivos renunció a coquetear con él.

Tampoco lo entendía. Él era atractivo, claro, pero no era tan guapo como para caerse muerto. Tenía una altura media, una figura decente que trabajaba mucho para mantener, pelo negro azulado y bien estilizado, ojos negros y profundos y en las mejillas a veces se le formaban oyuelos ¡Dios, odiaba aquellos diminutos hoyuelos de niño bueno! Por eso casi no sonreía.

Sin duda, no era nada especial dentro de los cánones de belleza. Sin embargo, si un hombre pensaba que iba a montarlo como un caballo de feria, no importaba cual era su apariencia. De repente, representaba cada fantasía sexual que alguna vez él hubiese querido experimentar.
Bastardos. Sasuke llevaba trabajando para AATP seis años; había empezado cuando sólo tenía dieciocho. Desde el primer día, había adquirido una perversa satisfacción por poder clavar el trasero del hombre a la pared y ahorrarle a la mujer o doncel la posterior angustia. Ese sentimiento del deber cumplido sólo había crecido a lo largo de los años.
Pero, uh, hablando de clavar culos masculinos… echó un vistazo a su reloj de pulsera y reprimió un suspiro. Debería de haberse encontrado con su jefa hacía treinta minutos; en cambio, observó a Tsunade entrar en su oficina con un alto, rubio y delicioso espécimen. Sasuke sólo pudo echarle un breve vistazo, pero fue suficiente para saber que era musculoso y bronceado, que sus vaqueros se abrazaban a su perfecto y apretado trasero.

Él podía pensar -¡y saber!- que los hombres eran unos cerdos, pero no estaba ciego y le gustaba mirar. Mirar ero todo lo que se permitía hacer, más cuando lo hacía, realmente miraba. Su visión de rayos X traspasaba la ropa, por encima de cualquier atisbo de decencia.
A veces se comparaba a sí mismo con un fisgón de escaparates, mirando fijamente dentro de la tienda con la nariz pegada al cristal, pero sin comprar en realidad la bonita y excesivamente cara mercancía porque sabía que más tarde experimentaría el arrepentimiento del comprador.

¿Por qué pagar un dinero bien merecido cuándo el artículo en cuestión indudablemente sería robado, corrompido, manchado o hecho jirones?

Una vez (o dos) le había permitido "al dependiente" con su dulce y meloso tono de vendedor, convencerlo de comprar, pero en cada una de aquellas ocasiones había terminado de vuelta en la tienda. Sí, los pocos novios que se había permitido tener a lo largo de los años habían fallado en pasar la prueba de AATP, lo que era especialmente patético ya que ellos conocían cómo se ganaba la vida. Finalmente, había hecho pedazos las tarjetas de crédito (por así decirlo).
Suspiró. Que pensamientos tan deprimentes. Tenía que pensar en otra cosa. Como en su jefa. Lo que, a propósito, le condujo directamente de regreso a Culo Bonito. Él y Tsunade habían cerrado la puerta del despacho y no había surgido ningún sonido desde entonces. Ni siquiera el presionar la oreja contra la pared acristalada resultaría de utilidad. Y sí, admitía libremente su afición al espionaje. Para él, nada como escuchar conversaciones privadas, abrir el cajón del escritorio de alguien, echar una ojeada a su cartera, guantera, o lo que fuera.

Ese comportamiento furtivo era el mejor modo de aprender cosas de la gente. Aprender la verdad sobre ellos, en todo caso.

Bebiendo a sorbos su café, Sasuke se inclinó hacia atrás en la silla y echó otro vistazo a la puerta de su jefa. Tenía una asignación esta noche y siempre se encontraba con Tsunade para perfilar la estrategia de antemano. Como si eso necesitara algo más que unos vaqueros que se le pegaran a sus deliciosas piernas y que le marcaran el trasero, y una sonrisa tipo Soy-muy-inocente-pero-no- llevo-nada-debajo, para provocar el interés de un hombre. Aún así, su cita estaba prevista para dentro de cuatro horas y todavía tenía que ver las fotos de su objetivo.

Mientras con el pie daba golpecitos con impaciencia, sus zapatos se clavaban en las baldosas del suelo de su muy azul y simple cubículo. Además de los carteles, no tenía ningún artículo personal ni ninguna foto de familia. Le gustaba mantener el trabajo y los negocios... ¿qué le importaba a él su cubículo? Lo que quería saber era lo que la Sensata Tsunade y Culo Bonito estaban hablando. Quería saber lo que hacían.

—¿Viste al tipo que Tsunade escoltó a su despacho?
Ante el ronco sonido de la femenina voz, Sasuke se giró en el asiento. Sabaku no Gaara estaba en la entrada de su cubículo y su fragancia a vainilla y azúcar llegó hasta él. El rico y sedoso pelo rojo enmarcaba sus rasgos exquisitamente delicados.
Gaara tenía pómulos suaves, una fina nariz, ojos verdes y la piel impecable. Su cuerpo era un buffet de curvas lujuriosas, y ahora mismo aquellas curvas estaban enfundadas en un par de vaqueros y una camisa roja ceñidos. Los hombres se volvían esclavos de sus hormonas siempre que Gaara se les acercaba, por lo que no era nada asombroso que él fuera la elección de señuelo más común de AATP.
No siempre fue así, ya que Sasuke lo conocía desde la escuela primaria, cuando Gaara había sido un desgarbad y pecoso niño. Todos los demás se habían reído despiadadamente de él. Pero Sasuke reconoció en él un espíritu afín, dos donceles contra el resto del mundo.

Pero no fue una amistad oficial hasta que Suigetsu llamó a Gaara cabeza de zanahoria manchada, Sasuke le pegara en la nariz y Gaara le vendara la mano. Habían sido los mejores amigos desde entonces.

—Lo vi —contestó Sasuke. Dejó el café a un lado, levantó la pluma y comenzó a dar toquecitos con ella en el apoyabrazos de la silla—. ¿Quién es y por qué está aquí?

¿Un cliente, quizás?

Pero sólo trabajaban con mujeres y donceles. A no ser que… ¿sospechaba él que su esposa era lesbiana o su esposo doncel tenía otro? Era una posibilidad, aunque el porqué su pareja preferiría a una chica o a otro tipo antes que a ese pedazo de carne de primera calidad, no lo entendía.

—Tal vez Tsunade decidió dejar su postura sobre las ventajas de la autosatisfacción y echarse un amante. —Gaara rodeó el escritorio y se sentó sobre el borde, arrugando papeles y expedientes.

Sasuke se encogió de hombros.

—Tal vez es el tío del primo del cuñado de su hermana y está aquí para pedirle dinero prestado.

—Sí, pues tal vez quiera un pedazo del tío del primo del cuñado de su hermana. Casi me caigo de la silla cuando pasó frente a mí.

También Sasuke había experimentado esa reacción: Dificultad al respirar, pezones endurecidos, una punzada entre sus piernas, pulso acelerado. Había pasado mucho tiempo desde que tuvo relaciones íntimas con un hombre y, el olor a pecado ―esa es la única forma de describirlo― había seguido a éste, flotando en el aire mucho después de que hubiera entrado en el despacho de su jefa y cerrado la puerta.
—Pensé que tenías novio —dijo Sasuke, tratando de no fruncir el ceño ante la imagen de Gaara y Culo Bonito juntos. Desnudos.

Un destello oscuro y atormentado invadió los ojos de su amigo, pero fue extinguido rápidamente.

—Lo tenía. —Gaara suspiró—. Lo tengo.
—¿Problemas?
Con una ¿forzosa? sonrisa, Gaara agitó la mano a través del aire.
—Desde luego que no. Las cosas van igual a como iban la pasada semana. Lee me dice que soy hermoso y me pide que me case con él todos los días. Y cada día le digo que aún me lo estoy pensando.
—Si tienes que pensar en ello, no es tu hombre.

De todos modos, Sasuke no creía que Lee fuera el hombre ideal para Gaara. Él lo trataba como a un rey, por supuesto, prodigando infinitos elogios sobre su belleza física. ¿Pero dónde estaban los elogios sobre su ingeniosa mente y su amable corazón?

—He oído tus argumentos contra él miles de veces, consejero, y no hay necesidad de que vuelvas a repetirlos. Sólo quiero estar seguro de que sea un para siempre, eso es todo. —Parecía miserable.
—Podríamos ponerlo a prueba con AATP de nuevo.
Todos los que trabajaban aquí terminaron por poner a su chico a prueba. Sólo dos la habían pasado. Lee y otro tipo con el que Kimimaro había salido... y con el que más tarde cortó al encontrarle en la cama con otro hombre.
—Simplemente la pasaría otra vez. Ya que conoce nuestra profesión, siempre sospecha de todas las mujeres y donceles que se le acercan. —Gaara cruzó las piernas y sus vaqueros remarcaron sus piernas—. No hablemos más de Lee. Prefiero hablar, detalladamente, del posible nuevo amante de Tsunade. Tiene que ser un superhéroe. El Hombre Placer o algo así, capaz de causar orgasmos con simplemente una mirada. Ningún hombre corriente podría caminar encantado a un encuentro privado con Tsunade La Frígida.

Sasuke volvió con impaciencia al tema de Culo Bonito.
—¿Te miró cuándo pasó a tu lado? —preguntó pensativamente,rememorando su paso por el vestíbulo… su sexy paso—. ¿Mostró algún signo de interés?

La frente de Gaara se frunció. Parpadeó ante su creciente confusión.
—No. No lo hizo.
—Tampoco me hizo caso a mí —dijo Ino mientras cruzaba a zancadas frente al cubículo de Sasuke con la cabeza inclinaba en un expediente—. Ni a Hinata.
—A mí tampoco me miró —aseguró Sasuke a Gaara.
En realidad, no había echado ni un solo vistazo en su dirección, y eso que había estado haciendo mucho ruido mientras luchaba por cerrar la boca y respirar aunque fuera sólo una molécula de aire. No era que pensara que tenía más derecho a la apreciación masculina, ni nada de eso. Pero ignorar completamente a las mujeres y donceles de ésta oficina como si no fueran nada más que seres asexuados… quizás es que era gay.
—Qué desperdició si es gay y le van los varones—dijo Gaara. confirmando sus pensamientos.

Esto revelaba, evidentemente, que ninguno de ellos había pensado siquiera en la maldita posibilidad, de que él estuviera tan dedicado a una mujer o doncel que ignoraba al resto. Esa no era una opción en sus mentes.
—Pero no sentí ninguna vibración de que fuera gay —añadió Gaara—. ¿Y tú?
—No.

Y si no era gay, ¿qué era?

A Sasuke no le gustaban los misterios (son una mierda), odiaba los rompecabezas (eran un asco), y quería escupir sobre las sorpresas (eran las dos cosas, una mierda y un asco). Tal vez ése era uno de los motivos por los que disfrutaba tanto trabajando en AATP. Cada noche, el resultado era el mismo. El objetivo era infiel. Fin de la historia.

Bueno, eso era un poco triste.

—¿Crees que es ciego?
—Venga ya, Shelock. Puedes hacerlo mucho mejor que eso. No llevaba perro lazarillo ni bastón. Ni tropezó con nada o necesitó que Tsunade le guiara. — Pensó en ello durante un momento—. Mi teoría es que estaba tan abstraído en sí mismo que no se dio cuenta de que había alguien más en el edificio.
—Ah, sin duda tienes razón. ¡Qué tonto! —Con el pensamiento de que la discusión sobre Culo Bonito era tonta e indigna de su tiempo, Gaara se puso de pie y giró sobre sí mismo.
—Así que… ¿te gustan mis nuevos vaqueros?
—Pareces un guarrillo. Me encantan. —Sasuke sonrió abiertamente—. ¿Tienes una asignación esta noche?

Devolviendo la sonrisa, Gaara se sentó de nuevo en el escritorio.

—No. Este atuendo es para Lee. Después de la asignación de la pasada noche… — los carnosos labios, se arrugaron en repulsión—. No puedo entrar en el campo otra vez. Me senté al lado de mi objetivo -en una cafetería, de entre todos los sitios- y el baboso bastardo inmediatamente empezó a hablar para intentar meterse entre mis piernas. «Tu papá tiene que ser un ladrón. Ese es el único modo de explicar esas estrellas en tus ojos». ¡Qué asco! Está casado, por Dios, y acababa de celebrar su decimosexto aniversario de boda.
—Déjame adivinar. Te aseguró que acababa de conseguir el divorcio, la soledad era cada vez más difícil de soportar y que un lindo doncel como tú seguramente podría aliviarlo.
—Bingo.
—No se puede confiar en los hombres —refunfuñó Sasuke con una sacudida horrorizada de cabeza; sus mechones de cabello agitandose en su rostro—. ¿Le dijiste que le jodieran?
Gaara hizo rodar los ojos.
—Lo deseé. Quise decirle quién y que era, pero no podía delatarme y transgredir las reglas.

Contarle a un objetivo la verdad podría conducirle al pánico... y el pánico de un objetivo podría ser peligroso, hasta podía amenazar tu vida.—¿Y qué hiciste?
—Me aseguré de que no se metiera en la ropa interior de nadie más durante un tiempo, tal vez hasta ni en la suya propia.

Sasuke acarició la rodilla de su amigo en aprobación. Ambos habían tomado lecciones de defensa personal después de entrar a trabajar en la agencia, cortesía de Tsunade. Ella se negaba a contratar guardaespaldas... eran demasiado caros, por lo que las chicas y donceles estaban solos cuando hacían trabajo de campo. Sasuke en realidad lo prefería así. No quería confiar su seguridad a un pedazo de cerdo mentiroso. Su spray de pimienta actuaba igual que un músculo alquilado, derribando al más fuerte de los oponentes.
—Tsunade le mostró a su esposa el vídeo hace un rato y la mujer se echó a llorar. Lo sé porque tontamente lo observé por la pantalla de la sala de conferencias. —Gaara expulsó un leve soplo de aire.

Sasuke no mencionó que también había visto a la esposa, cuando la mujer abandonó la oficina. Aquellas mejillas manchadas de lágrimas casi le habían hecho dar el grito de Sasuke. Pobrecita. Tenía un duro camino por delante.
Siempre les comunicaban el resultado a las víctimas el día después de reunir las pruebas. No había razón para aplazarlo y prolongar la tortura. Los anuncios siempre hacían que a Sasuke le doliera el pecho. Pero, aunque ahora podían odiarla, a él y a los otros señuelos, se lo agradecerían más tarde.

Aún así, tal vez sería mejor que al día siguiente de una asignación, él y Gaara entraran a trabajar más tarde.
—Odio esa parte del trabajo, ¿sabes? —dijo Gaara—. Aunque fuera solo una vez, me gustaría ver un final feliz, un hombre al que no le importara una cara bonita. Un hombre que fuera feliz con lo que tiene en casa, incluso si su mujer o doncel ha ganado peso o le han salido algunas arrugas.
—A mí también, pero ya sabemos las probabilidades de que eso pase. Y es mejor que las mujeres conozcan la verdad ahora que más tarde —dijo Sasuke, su tono firme por la convicción. Después de todo, debería saberlo mejor que nadie. Hace años, su padre engañó a su madre sin que ella sospechara nada en absoluto. Pero el pequeño Sasuke lo sabía… su padre, un día, lo llevó a casa de la vecina para ―jugar con el gato ―. Él había perseguido a aquel estúpido minino atigrado hasta el dormitorio y les pilló.

Su padre no le pidió explícitamente que se callara, pero tenía que haber sabido que nunca se lo contaría a su madre, demasiado asustado de que sus padres se separaran.

La culpa por no decírselo a su madre lo carcomía.

Unos meses más tarde, el conocimiento se volvió demasiado para él y se lo confió a sus hermanos mayores. Ellos le pidieron que no se lo contara a Mamá, tampoco querían provocar el divorcio de sus padres.

Así que calló. De nuevo. Fingió que su padre iba al supermercado cuando en realidad iba a la casa de al lado.

Tuvo una úlcera con sólo siete años.

Aproximadamente seis meses más tarde de aquello, su madre voló para visitar a su hermano mayor. Pero entonces, Mikoto decidió por algún motivo volver antes a casa. Así fue como encontró al padre de Sasuke en la cama con la vecina. Su madre se quedó impresionada y devastada y Sasuke finalmente soltó la verdad.

A la mañana siguiente, su madre intentó suicidarse.

Una familiar rabia se encendió dentro de Sasuke, imágenes de sangre y de su madre inconsciente le destellaron a través de la mente. Él fue quien la encontró. No su hermano, Sai. Ni su hermano Itachi. Ni su padre. Él fue el que lloró sobre su madre ensangrentada. Sasuke rápidamente empujó aquéllos recuerdos lejos antes de que le diera un puñetazo a la pared. No le gustaba pensar en aquellas inquietantes y preocupantes semanas en las que su madre osciló entre la vida y la muerte.
De más está decir, que no había hablado con su padre desde entonces. Su madre se divorció y él se marchó. Todavía lo llamaba una vez a la semana, pero él nunca contestaba. Sai, el artista tolerante, e Itachi, el empresario de corazón compasivo, le pedían casi a diario que le perdonara, pero simplemente no podía. Quizás algún día, pensó… No. Nunca, decidió al instante. Sencillamente quedaba demasiado dolor.

—Sin nosotras —le dijo a Gaara, con los dientes apretados—, las mujeres y donceles estarían perdidos en un mundo de mentiras, pensando que son amados y respetados por sus hombres.
Gaara consideró aquellas palabras durante varios minutos, luego se encogió de hombros. La piel atrapó la luz, provocando que una porción de su cuello brillara.
—Tal vez creer la mentira es la única llave a la felicidad. —Hoy era la primera vez que expresaba dudas ante su profesión.

¿Causadas por Lee y su propuesta de matrimonio?

—¿A dónde vas esta noche? —preguntó Gaara antes de que Sasuke tuviera ocasión de preguntarle—. Pareces una puto barato
—Gracias —contestó Sasuke con una sonrisa genuina.

Llevaba una ajustada camosa blanca, con tres botones desabrochados, unos vaqueros apretados, un cinturón plateado y unas botas altas negras. El pelo era una masa salvaje e indomables, su piel nívea contrastaba a la perfección.
En este momento, todo en él gritaba "móntame y dame una buena cabalgata". Parece ser que al hombre que, se suponía, iba a "atrapar" más tarde, le gustaba que sus donceles se vistieran así.Cuanto más guarrones mejor, o eso dijo su novio, que vestía élmismoa como un prostituto de tienda de diez centavos.
—Voy al Mercado de la Carne —explicó Sasuke.

No era mentira, era el nombre del club nocturno situado en el pulsante corazón del centro de la Ciudad de Oklahoma. Ese era supuestamente el lugar donde los solteros merodeaban.

El novio doncel de su vividor objetivo decía que su hombre había estado visitando el club durante semanas. Por "la cerveza". Sasuke se lo creería al cien por cien… si la cerveza fuera el nuevo nombre para Divertirse y Ligar. Si el tipo simplemente quería tomar unas cervezas, ¿por qué no podía llevarse a su novio con él? ¿Por qué lo dejaba en casa e insistía que se quedara allí?
Tsunade le había sugerido al novio que siguiera al tipo él mismo antes de recurrir a un señuelo, pero el doncel se había cerrado en banda ante esa idea inmediatamente. Sasuke creía saber el porqué. Una cosa era creer que tu hombre te engañaba; y otra cosa muy distinta verlo con tus propios ojos, vivirlo en persona. Es más, el doncel podía ser descubierto y el tipo podría variar su comportamiento en consecuencia.

La puerta del despacho de Tsunade se abrió de pronto de un tirón, asustándolo. Sorprendido, Gaara también jadeó.

Sasuke se enderezó con torpeza cuando Tsunade asomó la cabeza. Pilló un atisbo del pelo rubio platinado de la mujer y sus rasgos severos y antes de que Tsunade lo llamara.

—Sasuke. Entre aquí cuanto antes. Tengo malas noticias para usted. —Desapareció sin otra palabra, pero dejó la puerta abierta.

OK. El corazón de Sasuke se saltó un latido. Le echó a Gaara un vistazo nervioso, y no ayudó el ver a su amigo con los ojos como platos y la boca abierta. Las manos le empezaron a sudar, y se puso de pie.

—Malas noticias —dijo Gaara entre dientes, su atención oscilando entre Sasuke y la puerta—. Por lo general, es brusca, pero…
—Tal vez mi caso ha sido reasignado —dijo Sasuke, con esperanza. —Tal vez.
Gaara no parecía convencido y, en el fondo, Sasuke tampoco. Mierda. ¡Mierda! Más que repasar su asignación de esta noche, Sasuke había esperado hablar con Tsunade sobre convertirse en su socio, o lo que realmente quería, que le vendiera todo el negocio.

Ya había intentado abordar el tema varias veces, pero en cada ocasión Tsunade estaba ocupada o le daba largas con la promesa "de más tarde".

No había nadie mejor en el equipo, o más preparado para asumir el mando que Sasuke. Él había estado siempre aquí (o eso le parecía a veces) y tenía un montón de maravillosas ideas, o eso se decía a sí mismo, para llevar a AATP al siguiente nivel. Como un asesoramiento centrado en las víctimas de infidelidad, grupos de apoyo e incluso una página Web dedicada a advertir a las mujeres y a los donceles sobre algunos hombres en particular. Una especie de Muro de la Vergüenza de Internet, apropiadamente llamado Cerdos Lloriqueantes, con las posiciones más altas de ciertos individuos en el Cerditómetro. Los más indeseados de Konoha

Si tuviera el mando, los clientes de AATP conseguirían la clase de ayuda que su madre no tuvo.

Ahora la conversación tendría que esperar. Otra vez.

«Malas noticias…» tragó saliva. Algo estaba a punto de venirse abajo, estaba seguro, y por el tono de voz de Tsunade, Sasuke sospechaba lo que era.