Los personajes utilizados en esta historia no me pertenecen. Todos ellos son obra y magia de Akira Toriyama y sus secuaces.
Capítulo uno: Huracán
Los rayos del sol ingresaban estrepitosamente entre las cortinas color cerezas que cubrían la habitación de la científica al instante en que su despertador marcando las 08.00 AM resonaba para sacarla de su plácido sueño, se dio una breve ducha y visitó a su bebe en la habitación contigua, el pequeño aun dormía; con el semblante cansado, pero poco a poco reponiéndose, Bulma se encamino a la cocina, allí el Saiyajin ya desayunaba despreocupado para empezar otro día de entrenamiento como solía hacer, aunque ya no era de la manera tan extenuante de hacerlo, después de todo la muerte de Goku a causa de la enfermedad del corazón habían quitado casi por completo las ganas de entrenar del mercenario, el lograr la fase de Super Saiyajin y no tener contra quien demostrar sus límites no le concedían deseos algunos por continuar asiduamente en ello, la muerte de su eterno rival había desmoralizado casi por completo el orgullo del príncipe, sin embargo, ese día había sido uno de los pocos en que su naturaleza violenta lo hacían volver a las pistas de la batalla, aunque fuese consigo mismo.
—Ayer me dijiste que necesitas nuevos artefactos de entrenamiento pero no sé a qué te referías con eso — comentó la muchacha sentándose con una taza de café cerca del Saiyajin. —¿acaso ya destruiste los que construí?
—No es mi culpa que tus robots no soporten mi gran poder — respondió sarcástico luego de tragar una bocanada grande de comida—, necesito más
Bulma dio un sorbo a su café ladeándose para quedar de frente a Vegeta, le sonrió con malicia y se le acercó. —lo haré, pero cuando tenga tiempo, ahora solo entrena con la cámara de gravedad, no es mi problema que con la aspereza de tus manos destruyas todo lo que toques
—¿Manos ásperas? no recibí quejas — menciono al levantarse de la mesa.
—Desde que puedes convertirte en super saiyajin eres aún más irritante de lo que solías ser — dijo —, aunque eso también te ha cambiado, me gusta la confianza que tienes ahora
Un leve rubor atacó las mejillas del guerrero pero desaparecieron casi al instante, al igual que su figura. Antes de terminar de beber su café el monitor de su hijo le dio señales de que éste había despertado por ende fue en su búsqueda, lo vistió, le dio de desayunar y lo llevo consigo hasta la sala de estar. Allí se quedaron ambos sobre una cómoda alfombra viendo televisión centrado en el canal de dibujos animados que el pequeño veía, en tanto la científica creaba distintos planos y gráficos para construir posteriormente.
Cuando reloj marcó las 09.45 A.M la transmisión de entretención fue interrumpida pasando a noticias importantes sobre un ataque sufrido en la Isla Amenbo, dos sujetos sin identificar estaban asesinando personas y destruyendo la ciudad, lo que a primera vista no parecía más que un atentado terrorista, la muchacha al ver tal impacto, tomo a su pequeño y fue directo a la cámara de gravedad para comunicar a Vegeta. El Saiyajin sin embargo en primera instancia le dijo que era algo sin importancia pues no sentía ningún tipo de presencia maligna, que todo eso era creado por la misma estupidez humana, pero la muchacha a pesar de sentir confianza en las palabras del guerrero, sosteniéndolo desde la mano lo llevó hasta la sala de estar.
—¿No hay alguna posibilidad de que ellos no puedan demostrar sus presencias?
El guerrero fascinado por tal magnitud de ataque comprendió que no se trataba de humanos destruyéndose a sí mismos como frecuentaba suceder. Sobre todo cuando dos presencias en el aire fueron atisbadas por una de las cámaras del noticiario antes de ser destruidas. —Já!, al fin una pelea como corresponde — comentó sin importar la situación destructiva que acontecía, solo le interesaba que ahora podría demostrar sus fuerzas, el poder que tenía en sus manos.
Al notarse en ropa deportiva, se encamino hasta su habitación para tomar su traje de combate, de regreso cruzó entre ella y su hijo sin siquiera despedirse, pero la científica lo siguió; en el jardín Bulma recordó que llevaba consigo la cápsula de una nueva armadura con distintas mejoras.
—Vegeta espera, ten esto — le dijo extrayendo de ella una caja que contenía la nueva armadura, —te servirá para esta batalla
El Saiyajin teniendo entre sus manos la nueva armadura comenzó a inspeccionarla. —se ve igual a la que tengo
—Sí, pero su reforzamiento es distinto la probé en con diferentes materiales, te lo iba a comentar esta mañana pero lo olvidé
—Bien, la usaré — aseveró. —es más ligera
—Es una de sus ventajas
Dicho esto el guerrero encamino para separarse de ellos dos, y no lastimarlos con la ráfaga al momento de salir en dirección al lugar de la batalla, antes de emprender , a pesar del entusiasmo que sentía al poder combatir nuevamente, comprendía que algo no iría bien, lo presentía, aun mas al notar que sus oponentes no tenían KI.
Antes de abordar el vuelo, ladeó su rostro para dar un último vistazo a la científica y al bebe que cargaba en sus brazos, la sonrisa cruda propia de su rostro fue suficiente para despedirse.
—Mucha suerte — dijo la científica viéndolo partir.
Su corazón palpitaba fugazmente, las ansias y el temor le recorrían el cuerpo por completo, tenía miedo, demasiado, no solo por lo que podría suceder de ahora en adelante, sino por Vegeta. Temía que ese guerrero sacrificara su vida en esa pelea, perderlo para siempre, ¿Qué pasaría si también Piccoro muere y ya no se pudieran usar las esferas del dragón? ¿Qué pasaría con la vida que llevaba, esa extraña pero maravillosa vida que había formado sin siquiera planearla, que llego de imprevisto en una relación extraña con un guerrero espacial, frío como el hielo y a la vez tan cálido como un suave abrigo en tardes de invierno? Su inteligencia, su oculto carisma pero sobre todo esa fortaleza sobrenatural que le invadía cada vez que lo veía entrenar fervientemente desde la ventana del balcón, el primer tacto de sus rostros, ese primer beso después de una acalorada discusión, la primera vez que en que sus cuerpos se unieron en uno solo, cuando pensaban que todo era una distracción para ambos pero poco a poco se fue formando en algo consistente, de encuentros casuales como a modo de pasatiempo, transformaron en encuentros continuos para expresarse en sus habitaciones ese cariño que florecía sin demasiada importancia en principio, pero que cuando Vegeta le demostró la trascendencia que ella tenía en su vida, cuando la celó por vez primera, cuando se amaron con improcedencia, demostró que la deseaba y ella que lo necesitaba, cuando ese tacto de fulminante placer comenzó a ser de entera docilidad, de necesidad más allá del placer carnal, cuando el guerrero, después de una noche de desenfreno se negó a irse sujetándola desde la espalda en una abrazo cálido y terso. Ella había sido la primera en demostrarle preocupación por su persona, en enseñarle más que solo odio, y él por su parte, fue el primero en entregarle un afecto sincero, se sentía plena al saber que había sacado lo mejor de alguien en quien todos temían, a quien todos pensaban que nada bueno podría expresar.
Se pasó la mañana esperando la venida del saiyajin sentada en el jardín de su hogar, aguardado a que el padre de ese pequeño bebe que jugueteaba con mariposas a su lado regresara triunfante, no le importaba si debía aguantar por un largo tiempo el desenfreno de ese orgullo petulante, solo quería verlo descender entre las nubes.
Cuando el cielo estaba en penumbras, perdiendo de a poco las expectativas de verlo llegar, su padre atisbó la silueta del guerrero malherido volando con dificultad, ensangrentado totalmente, dejándose caer en el jardín de la Corporación. La científica y su padre corrieron para atenderlo; un brazo roto, heridas lacerantes y profundas acabaron por dejarlo bajo un estado de inconsciencia, no evitó el desprender un par de lágrimas al verlo en tal estado, lo acompaño toda la noche mientras sujetaba su mano susurrándole al oído que despertara, que resistiera, besando sus los labios fríos, durmiéndose aprehensiva a su cuerpo.
Cuando el alba atisbaba entre las cortinas, la peliazul fue despertada abruptamente por Krilin, quien llevaba en su mano una semilla del ermitaño.
—¿Qué está sucediendo? — preguntó para sacar toda duda de su mente.
—¿Son… son unos androides demasiado fuertes — musito cabizbajo. —fueron creados para asesinar a Goku pero como él ya no está, se dedican a destruir todo a su alrededor.
—¿Demasiado fuertes? ¡Ustedes son varios guerreros!
Mantuvo el silencio dejando la semilla en manos de Bulma. —Dásela a Vegeta, entre todos nosotros él es el más poderoso, nos dieron hasta hoy por la tarde para regresar a combate o empezaran a destruir nuevamente — dicho esto se despidió de la muchacha emprendiendo el vuelo para alejarse hasta la isla del maestro Roshi.
Sin comprender demasiado, se acercó al saiyajin para introducir la semilla en su boca, con dificultad Vegeta masticaba hasta abrir por completo los ojos. Se sentó con prontitud en la cama mirando sus brazos, a la par en que crujían sus dedos al empuñar sus manos, miró hacia la ventana, y se levantó.
—¿Qué hora es? — preguntó.
—Krilin me ha contado todo, aún no es hora Vegeta
Con las palabras que Bulma le expresó su rostro se relajó un poco, sin embargo las ansias que tenía le impedían continuar en cama, irguiéndose en búsqueda de su traje.
—¿Qué, te quedaras aquí mientras me visto?
La muchacha suspiró profundo, pero se mantuvo sentada en esa misma silla volteándose; se permitió echar un vistazo cuando dejó de sentir ruido a su espalda, el guerrero permanecía sentado con el torso descubierto manteniendo el traje y la armadura en sus manos, se veía concentrado, como si de manera introspectiva algo buscase en sus pensamientos, como si la respuesta a todo estuviera ahí.
—Si tan solo tuviera un poco más de tiempo — musitó —¡Demonios!
Ella quiso decir algo, pero realmente en ese instante no sabía que opinar. Acercándose, tomó asiento a su lado esperando alguna reacción del saiyajin, pero este continuaba sumergido en sus ideas; parecía como si no hubiera nada ni nadie a su alrededor, la concentración que lo mantenía en aquel estado de letargo era mayor, sin embargo, la suavidad y calidez de aquella pequeña mano nívea contrastante con sus toscas y canelas, lo devolvió al mundo real.
—Prométeme que regresaras con vida — pidió ella, anhelante de alguna replica que le devolviera la tranquilidad, pero solo recibió ser esquivada, él quitó su mano prisionera, y volteó el rostro lo suficiente para no poder cruzar miradas; ella no se detuvo, e infirió nuevamente: —Promételo, Vegeta — le tomó el rostro para quedar frente a frente, y con solo la mirada penetrante del guerrero fue suficiente para comprender la magnitud del conflicto, esa expresión entonces, se esculpió en su retina con tal perfección que los años que pasasen no serían suficientes para olvidarlos, esos ojos negros apelando una oportunidad más para enmendar errores fueron una llamarada incipiente.
Vegeta con su mano ya enguantada se apropio del mentón de la científica, besándola. Le acaricio la mejilla y emprendió viaje sin decir una palabra. Aunque aún no era la hora de la batalla decisiva necesitaba estar lejos para poder concentrarse en la búsqueda de su energía interior, para intentar romper sus propios limites en aquella batalla que se libraría en unas cuantas horas.
Ella se quedó llorando, lamentándose por todo lo que había sucedido, un día, tan solo había pasado un día desde que todo se volvió un infierno, sentía que el corazón se le partía en miles de fragmentos; la muerte de Goku la había devastado, no lo negaría jamás, y pensar ahora en lo que pudiera pasarle a Vegeta la llevaba a los límites de su fortaleza, se echó a llorar sentada en la cama, con su mano encima de la calidez que aún podía sentir de esas sábanas, acompañada del aroma que no lograba borrar de su mente.
El día se volvió noche, y en velas esperó el nuevo amanecer. Los medios de comunicación no dejaban de informar sobre las destrucciones masivas, sobre el horror que se cernía sobre la tierra, y la ausencia de Vegeta le inquietaba a sobremanera, había una buena posibilidad de que quizás no habría logrado vencer pero estaba en otro rincón del planeta intentando encontrar una nueva forma de acaparar poder, como también estaba ese otro porcentaje en que había sido derrotado, en que quizás él ya no estuviera allí.
En lo alto del cielo cuando el sol hacía su pronta aparición, pudo visualizar a un pequeño niño levitar con diligencia y descender en su jardín. Tenía los ojos enrojecidos por el llanto, y con su semblante cabizbajo, no necesito hablar para dar a entender la magnitud de lo que estaba ocurriendo; aferró al pequeño bebe a sus brazos contemplando ese ceño fruncido y ese rostro serio propio de su progenitor, a pesar de la tristeza guarnecida en su pecho se dio fuerzas para continuar: Ella era la que debía ir a por los cuerpos de los guerreros, solo ella en compañía de Gohan, pues ahora ya no quedaba nadie más, el mundo estaba desolado.
En silencio, ambos viajaron en el avión de la muchacha a toda velocidad hacia la isla que el pequeño guerrero le había comentado, llevaba consigo cápsulas de urnas, y en su corazón un tormento de sentimientos.
—No pudimos detenerlos — comento el niño dejando rodar lágrimas por sus ojos. —, sin el señor Piccoro ya no podremos revivir a nadie, ya no hay esperanzas
Ella, muda por lo acontecido se llenaba de ánimos para continuar, —Siempre hay esperanzas, Gohan, siempre
—Ni siquiera Vegeta pudo detenerlos, él era un Super Saiyajin, y aun así, aunque lucho hasta el final siendo el último en… en… — detuvo el monólogo para mirar de reojos a la peliazul pero ella parecía impávida, concentrada totalmente en el volante de la nave sin siquiera expresar algo más. —, fue el último en morir
—¿Qué sucedió contigo?
—Después de asesinar a todos, dijeron que me permitirían seguir con vida porque esperarían a que yo creciera y pudiera luchar contra ellos, así mi muerte sería algo más divertida, solo esa fue la razón
—Es horrible — musitó sin más, para retomar nuevamente el silencio.
Tierras desoladas que no hacía unas cuantas horas habían sido la cuna de muchas familias, ahora no eran más que la expresiva marca de aquella hecatombe. La destrucción llegaba a niveles tan desesperantes que hasta el cielo se había cernido en un acongojado piélago de nubes grises que se lamentaban por todo lo acaecido a sus pies, a la par en que lluvias torrentosas buscaban apaciguar los incendios masivos. Tras ver aquella imagen devastadora, el niño de ocho años le señaló hacia donde debían dirigirse y ya en aquel lugar descendieron.
—No…— susurró la peliazul volteándose para quedar con la mirada cernida sobre la nave, pudo divisar al bajar hasta esas tierras, un trozo de tela de un guante blanco abandonado; se negaba rotundamente a seguir contemplando. —No puedo hacerlo, lo siento, no puedo
Gohan sacó desde la nave una de las urnas en la cual acomodó el cadáver de Vegeta, y lo selló vertiginosamente para impedir que ella pudiera verlo, repitiendo el mismo paso con los demás guerreros fallecidos.
La científica camino temblorosa hacia el lugar donde Vegeta yacía, y se largó a llorar de rodillas a su lado, el pequeño niño llevaba consigo poco a poco las urnas acomodándolas una tras otra sobre el avión, para emprender viaje hacia alguna alejada montaña donde ofrendar a la tierra el cuerpo de los guerreros que se habían sacrificado por mantener a salvo la humanidad, Gohan se negaba a dejar todo en el pasado por lo que esperaba formar un pequeño templo en la naturaleza donde descansarían esos valientes guerreros y, una vez que tuviera la fuerza suficiente para luchar tal y como ellos lo habían hecho, vengaría el infierno al cual los habían arrastrado.
Continuará...
