Nozaki Mayu era el epítome de la haraganería.

Era conocido por todos sus compañeros de clase que durante las lecciones se la pasaría dormido, apoyado en su pupitre y que haría el menor esfuerzo posible en cualquier actividad que le fuese encomendada. La mayoría se acostumbró a eso, y aunque fue un poco chocante ver que de la noche a la mañana se convertía en un chico super popular, buenísimo en los deportes y con excelentes notas, sólo sus compañeros del club de judo sabían que se debía a su temor de que lo sacaran del equipo./

Cualquier esfuerzo provechoso para las actividades de su club parecía valer la pena, al menos desde el punto de vista de Mayu.

Luego de varias veces verlo poniendo, más o menos, atención en clase, a nadie sorprendió que volviera a quedarse dormido sobre el pupitre. Y aunque si les preocupó aquellas ocasiones en las que apenas pisaba el salón de clases, caía rendido sin "batería", la nueva situación terminó por ser habitual.

No así el motivo de los desvelos de Mayu.

Sólo un par de sus amigos sabían que se pasaba bastante más horas de lo que era saludable, conversando con una chica mayor que era seguidora de su blog.

Por supuesto, la chica en cuestión, una tal Mamiko, parecía bastante entusiasmada con su correspondencia electrónica para contestar casi de inmediato a casi cada mensaje que Mayu le enviaba, lo que lo llevó a preguntarse un par de veces, sintiéndose algo culpable, si Mamiko dejaría de estar tan presta a responderle si supiera que se trataba de un chico.

Obviamente aquel pensamiento era demasiado problemático como para prosperar y Mayu se limitó a continuar contestando.

Otra cosa que se había vuelto una costumbre en Mayu era visitar la casa de Mikoto.

Parte de su trabajo como capitán del equipo de judo, consistía en motivar a todos los miembros a practicar arduamente todos sus movimientos, por eso había comenzado a dibujar un manual de ayuda para los chicos.

Había en un principio, emulado el trabajo de su hermano como artista manga, sin embargo, los gustos de los integrantes del equipo estaban más encaminados a los de Mikoto, quien era un admirador y coleccionador ávido.

Tenía montones de manga y figurillas que podía utilizar como referencia y jamás le había negado la entrada a su casa.

Cierto era que regularmente le miraba receloso desde alguna esquina, pero dar explicaciones requería más energía de la que estaba dispuesto a gastar, bastante tenía con dibujar el manual. Al terminar siempre se despedía con la misma pregunta: "¿Puedo venir la siguiente semana?" y la confirmación mediante un asentimiento de cabeza de Mikoto era suficiente para hacerlo aparecer siete días después, parpadeando demasiado por el sueño y arrastrando los pies hasta la habitación de quien podría considerarse su proveedor.

Mayu empieza a entender un poco más a Mikoto.

Tímido, pese a que sus palabras casi siempre lo muestran como alguien atrevido y tiene una apariencia más bien llamativa, Mayu ha aprendido en este tiempo que si Mikoto fuese una chica sería bastante parecida a la heroína del manga de su hermano.

Un día, un par de halagos dichos en el momento correcto, eso cree Mayu, hacen que Mikoto se acerque a él y acceda a posar para unos bocetos de su manual.

Aunque Mayu desecha pronto la idea, un dibujo sobre un muchacho no será popular entre los miembros de su club. Sin embargo la sonrisa avergonzada de Mikoto le obligan a seguir dibujando y pronto los bocetos sobre poses de judo pasan a segundo plano y se asemejan cada vez más a las de las figurillas en los estantes de la habitación de su benefactor.

En un momento, que Mayu puede recordar perfectamente esa misma noche antes de dormir, Mikoto, medio recostado en el suelo, gira la cabeza un poco, pese a que la pose no está hecha para que mire en dirección de Mayu, quien permanecía sentado frente al escritorio.

Sus ojos se ven bastante grandes y tienen un brillo de excitación que incluso Mayu es capaz de identificar. No sabe en qué, con exactitud, está pensando Mikoto, pero en sus quince años, Nozaki Mayu nunca antes sintió algo similar.

El deseo de acercarse y tirarlo de espaldas es diferente al que siente durante algún encuentro de judo, quiere ver, desde encima de él, aquella mirada brillante, los labios abiertos luego de dejar escapar un jadeo por la repentina posición y quiere, de verdad que quiere, presionarse contra Mikoto.

Pero sacude la cabeza, turbado, y cuando mira hacia su dibujo, nota horrorizado que ha dibujado aquella imagen con una semejanza entre ellos que le retuerce el estómago.

Mira al mayor con grandes ojos que demuestran su sorpresa y rápido guarda los folios antes de que Mikoto pida mirarlos. De todos modos no parece no encontrar nada extraño en aquella situación.

—A veces también hacemos cosas en casa de Nozaki… eh, tu hermano mayor. —responde como adivinando los pensamientos de Mayu.

El Nozaki menor no quiere pensar demasiado en el calor que se extendió por todo su cuerpo y se apresuró a desterrar cualquier imagen que estuviese por formarse en su cabeza.

Tampoco quiere ponerle nombre a aquello que sintió y esa vez, al despedirse, no preguntó por regresar la siguiente semana.