La derivación inspirada en "Candy, Candy" me pertenece. Los personajes e historia tipo manga en la que esta inspirado el relato, pertenecen a sus autoras originales Nagita e Igarashi.

"Goza de mi lectura como yo goce escribiendo"

Chica de Terry


LA RAIZ

Capítulo 1

-Ya verá que es encantadora, pronto la conocerá Terrence, no le quitará mucho tiempo –Decía la mujer casi con gozo, creo que nunca la había visto así de… ¿feliz?

-Lo principal, señora, es que usted se encuentre bien de salud y de ánimos, no queremos que tenga otra recaída.

-Yo también lo espero –contestó ella con un poco de tristeza, no cabía duda que el luto le estaba costando sobrellevarlo- Desde que ella me acompaña todo esto es… más llevadero. Es tan parecida a…

En ese momento unos pasos seguros pero sosegados irrumpen en la sala de estar anticipadamente, provocando que ambos nos giremos en ésa dirección. Por el pasillo antes de girar la mampara de cristal biselado, una menuda figura pasa desdibujándose entre los ases caleidoscópicos, no se le distingue bien, pero la inquietud aumenta a cada momento en el fondo de mi corazón, contundente como una ráfaga de viento que amenaza con derribarme.

- ¡Ela aquí! ¿Acaso no es una preciosidad de muchacha? –Dijo la mujer encaminándose hacia su nueva dama de compañía, se saludan tomándose de las manos, luego ella la toma por los hombros y la presenta ante mí.

Me quedó petrificado mirándola. Era ella, estaba aquí en mi casa, la casa que había comprado hacía años atrás para Susana, la que fuera mi prometida por la misma cantidad de tiempo, más nunca fue mi hogar.

- ¿Verdad, Terrence? -Apenas y pude escuchar una palabra de lo que la mujer había comentado.

-Perdón… es que…

-Le decía que es una preciosa muchacha y me costó mucho convencerla de venir al menos un tiempo a Nueva York a hacerme compañía mientras me recuperaba de mi… depresión. Su presencia y ayuda me han hecho tanto bien desde entonces. ¿Qué le parece?

-La adelantó un poco hacia mí como una mercancía, exhibiéndola para que yo la valorara. Y le valoré detenidamente sin poderlo evitar, ella no me miraba, permanecía callada con la cabeza baja, la recorrí de arriba abajo con poco disimulo, seguramente la señora pensó que la estaba evaluando, pero yo me recreaba, evitando no tocarla para convencerme de que era real.

Hubo un silencio que me pareció eterno, todo lo demás desapareció. El frío eterno helando el alma, la soledad, las voces que gritan tan fuerte hasta aturdir, los pasos interminables, el olor a desinfectante, el aroma a rosas de su cuello…

Ella no habla, no mueve ni un musculo, de pronto me ve directo a los ojos, nuestras miradas se funden, sin ninguna dificultad traspasa ésta pesada armadura que construí para cubrirme, con solo un verde atisbo suyo la ha derrumbado y estoy desnudo ante ella de nuevo.

- ¡Oh, pero que descuido! Lo siento mucho. Terrence, le presento a la señorita Ardlay enfermera de profesión, está dedicada al servicio privado. La he convencido de venir conmigo. Candice él es mí… iba a ser mi yerno.

-Mucho gusto señor… Granchester.

Ella inclina un poco la cabeza como una reverencia ¡quien lo hubiera dicho! al fin la pecosa me hace reverencias, -pensó divertido- aún con la agradable sorpresa no atinaba a encontrar las letras adecuadas para formar una sola palabra y decirla. Asentí con un gesto tan brusco que ella pareció decepcionada, al verle fruncir levemente su hermoso ceño. Estoy tan embelesado, deslumbrado por ese gesto que me ha complacido, y a la vez, estoy tan nervioso como nunca lo estuve en el pasado ante su presencia.

-Tomemos asiento por favor –intervino Marlow- Entonces, ¿la aprueba usted, Terrence?

¿Qué si la apruebo? Ella es… ¡el amor de mi vida! Y ahora está aquí en ésta casa que es mía, la cual adquirí con mucho esfuerzo y bajo el peso de una condena de amor, de un juramento silencioso entre ella y yo.

Ahora está asistiendo a la madre de Susana, ¿Cómo demonios es eso posible? Ella no dice nada, su algarabía de ave mañanera cantarina tan suya del pasado se ha ido.

-Lo siento –se disculpó Marlow- sé que esto es algo, quizás, improvisto. Candice, ahora comprendes porque no podía dar el nombre de mi benefactor. Él es una persona famosa y bajo ese concepto debo regirme. Disculpa que no te lo haya dicho antes.

-No se preocupe Señora Smith. Yo lo entiendo perfectamente.

-Maritza, Candice; por favor -Le recordó Marlow casi con dulzura.

Ella solo sonrió levemente asintiendo en un gesto fuera de lugar según recuerdo su carácter, pero ante esta absurda situación totalmente comprensible.

- ¿Señora Smith? - cuestionó el joven con recelo. ¿Y el apellido Marlow? ¿Qué diablos está pasando aquí? Esta conversación sigilosa me está contrariando, pensó el hombre con suspicacia.

-Verá usted, Terrence; usé mis apellidos de soltera para evitar molestias en mi viaje. Fue lo mejor, lo pasé más tranquila.

He ahí la razón -pensó el hombre entendiendo todo el asunto de golpe. Sospechó entonces que Candy no conoció la identidad de la señora Marlow hasta hoy. Podría ser, ella era muy despistada en ocasiones. No había un solo retrato de Susana en la casa, de hecho, nunca lo hubo. ¿Sería posible que Maritza nunca mencionará su apellido o el nombre de su hija? –Terry especulaba- Con semejantes cavilaciones en su cabeza, reunió el valor y preguntó hoscamente sin poder evitar más su curiosidad.

-Y se conocieron en…

-Oh, sí. Como le conté por carta Terrence, me encontraba en…

Se escuchó el sonido del claxon en dos ocasiones, era hora de marcharse al teatro, tenía función y debía prepararse. Su cuerpo estaba pegado al asiento, no quería marcharse y dejar de enterarse exactamente, por qué glorioso milagro, Candice estaba allí en su casa. Era el cierre de temporada no debía llegar tarde. Instruyó a su chofer Jonás que debía sacarlo de la casa en máximo 15 minutos y no más. El hombre debía tocar el claxon para que pudiera salir de allí lo antes posible y ahora estaba arrepintiéndose de dicha orden.

-Tiene que marcharse Terrence -Señaló Marlow consiente de lo que significaba aquel sonido fuera de la casa.

-Sí, estoy en cierre de temporada y debo estar más temprano que de costumbre.

Dijo como explicación para Candy mientras todos se levantaban de sus lugares. La atmosfera era pesada, la chica y el joven apenas y podían respirar, parecía que jadeaban tratando de encontrar alivio en el aire, pero no les era posible. Era densa aquella especie de bruma cálida a su alrededor que la única que parecía inmune, por supuesto, era la señora Marlow.

-Entonces, Terrence… ¿Aprueba a mi dama de compañía?

Y ahí estaba la pregunta que lo salvaría, Terry suspiró aliviado, tenía que hacer que ella firmara el contrato para sus empleados con la cláusula de estricta confidencialidad en un amplio anexo, antes de irse. Esa firma le aseguraría que volvería a verla a su regreso. Con mucha esperanza rogaba que, a su vuelta del teatro, aunque eso fuera ya muy entrada la noche. Lo dudó. Entonces, quizá, mañana temprano toparse con ella en el jardín, o en el desayuno… aunque él no tomaba desayuno, al menos no con las Marlow. Y si ella quisiera abdicar, con ese contrato firmado la haría volver o la seguiría a donde fuera con la simple excusa de verla de nuevo.

-Por supuesto -contestó después de la rápida reflexión- Solo que tiene que firmar el contrato.

-Oh… no se preocupe por eso. Yo he hecho labor de convencimiento y ha firmado. Solo falta el anexo de confidencialidad. Quería esperar a que se conocieran, después de todo usted es quien paga su salario.

¡Demonios! ¿por qué tenía que mencionar eso? -Terry apretó la mandíbula exasperado, ahogando una mala palabra, aunque era verdad, tuvo que admitirlo- Este primer mes he pagado sus honorarios y sin estar enterado de quién se trataba. ¿Sabría Candy quien pagaba su salario? -Se distrajo un poco pensando en aquello.

-Margaret, trae el documento.

La señora Marlow no dejaba de sentirse dueña y señora de la casa, incluso cuando vivía Susana trataba a los sirvientes en un tono déspota, no me interesaba meterme en ese tipo de gesta con tal que no se metiera en mi vida, solo me limitaba a proveer y a acompañar a Susana, pero ella murió poco más de un año, seis meses.

-Aquí está, Candice –dijo la mujer tomando la carpeta con los documentos- Ahora que sabes quién es mi apreciable benefactor puedes firmar.

Terrence contuve el aire dentro de sus pulmones, ¿qué iba a hacer si ella se negaba? La mujercita de sus desvelos evitaba mirarlo, buscó en sus gestos un indicio de afirmación en vano. Cuando el documento estuvo listo ella lo tomó y lo llevó a una mesa alta cercana y firmó con rigidez. Luego, cerró el folder de cuero y lo entregó directamente a las manos de Terry, mirándolo a los ojos.

Un agujero interminable había en ellos, Terry no pudo leer alguna emoción bienvenida, sintió caer dentro de ése verde abismo de nuevo, se veían tan líquidos y sin fondo como un pozo de agua que lleva mucho tiempo inactivo. Candy no dejó escapar ni una sola lágrima, aunque él sabía muy bien que ella luchaba con todas sus fuerzas porque ése pozo siguiera así de inmóvil.

-Alguna indicación en especial que deba acatar, "señor".

Y cuando creía que esa mujer no podía mover más el suelo bajo sus pies, ahí estaba de nuevo la Candy que él conocía, la que reta, la que no se detiene, la insolente rebelde. Entonces su alma estremecida, al fin sonrió.

-Se quedará con nosotros para la cena de navidad.

No era una invitación, una pregunta o sugerencia, era una orden. Afortunadamente la señora Marlow lo secundo y maliciosamente sonrió, por primera vez la mujer estaba haciendo algo realmente bueno por él, y ni siquiera se enteraba.

"Acostúmbrate pecosa porque ahora soy dueño de mi tiempo y mis decisiones. Tengo que alejarme, pero volveré" -Sentenció para sí mismo, mientras la miraba intensamente haciéndola tartamudear.

-Yo… tenía pensando… -Trató de zafarse la muy ladina.

-Pensado, pero no planeado. Por favor Candice, ésta será la segunda navidad que pase sin mi hija…

"Atrapada y sin salida pecosa, como yo –rio Terry para sus adentros, mientras disfrutaba ver su incomodidad- Es chantajista la mujer, ya la conocerás como realmente es. Pero esta vez lo usaré en mi favor"

Pasó el peso de su cuerpo al otro pie, aunque lo disimuló le estaba divirtiendo verla atrapada. Resultaba satisfactorio saber que obtendría la posibilidad de tenerla sentada a su mesa y no iba a desaprovechar ésa ocasión.

-Está bien.

Contestó ella con gesto sincero, pero sus ojos no dejaban ver nada que Terry pudiera tomar para sí.

Ante los ruegos y cara de chantaje infinito de la experta señora Marlow, Candy accedió. "Aún tiene debilidad por los cachorros tristes" Confirmó Terry. No la culpaba en realidad, eso era lo que admiró siempre en ella, ése afán de dar sin medida. Esas mismas cualidades la habían acercado a él de nuevo, más de lo que nunca imaginó. La había tenido durmiendo en esa casa que mantenía, por un mes completo y él ni enterado, pero la sensación espontánea de que algo sucedería lo había perseguido durante días. Ahora entendía el por qué.

-Pues que así sea –Contestó Terry complacido, guardando para sí mismo aquella secreta alegría, de haberse salido con la suya. La señora Marlow nunca tuvo idea de su existencia al menos hasta donde tenía entendido- Daré instrucciones a los empleados de que se le provea lo que requiera Candice, ahora tengo que irme. Señoras, con su permiso.

Y llevándose la firma de ella en un papel se fue. De pronto, al salir de aquella casa el aire de la calle volvió de nuevo a ser fresco, con olor a diciembre, a fogón, a pino nevado, a limpio… a ella.

Continuará...