¡Hola! Bueno, este es un drabble medio largo que escribí hace poco. Soy nueva en esto y en varias maneras: es la primera vez que escribo un drabble, una historia basada en el anime Naruto y encima con este método narrativo xD. En fin, espero que les guste y dejen sus reviews, me encanta recibir críticas ya sean buenas o malas, así que no se abstengan xD.
Espero que les agrade, trata de lo que sintió Itachi cuando luchaba con Sasuke en esa batalla tan épica que recordamos, sabiendo cómo iba a terminar todo. ¿Qué puede sentir, un personaje como él, recordando todo lo que pasó, viendo a su hermano en ese estado y sabiendo su fatídico final? Bueno, en eso me inspire para escribir esta historia.
Disclaimer: Naruto pertenece a Masashi Kishimoto, yo solo escribo este humilde drabble. Los personajes y la obra obviamente no me pertenecen, si no, ya hubiera habido varios cambios y muchos aún seguirían vivos xD.
Una sonrisa antes de morir
Te has equivocado; lo sabes. Esa perfección inalcanzable que tanto aparentabas tener se derrumbó en un segundo, en ese instante donde observaste sus ojos llenos de ira. Te duele verlo así, con una faceta que expresaba rencor, repulsión y, también, miedo. Demasiados sentimientos negativos para ese pequeño y joven cuerpo.
Te lamentas internamente por su lamentable estado, cegándose intencionalmente, impidiendo observar la luz que lo puede salvar, que le augura un nuevo y mejor camino. Pero él era terco, y se negaba a ser feliz; era reacio a cambiar su deplorable vida, no porque se sentía a gusto con ella, al contrario, la odiaba. Era tan obvio, que ni siquiera era necesario ser su hermano para darse cuenta de ello. Él no quería cambiar por tu culpa, si, tú tienes la culpa. Tú, la persona perfecta, la que no cometía errores; la que amaba a su hermano, cometió un error. Y ese fue el dejar que aquel adolescente, hijo de tus padres; tu misma sangre, te odiara.
Te justificas diciendo que no tenías otra alternativa, que era lo correcto; que era por el bien de la aldea. Pero dime, ¿Es posible justificar el exterminio de todo un clan? Tus manos, manchadas de sangre, se llevaron la vida de una centena de familias: de madres y de padres, de niños y niñas, de incluso unos simples e inocente bebés, pequeños párvulos con el único deseo de vivir, de experimentar la belleza de existir. Pero tu no pensaste en ello, y esas básicas fantasías se destruyeron al instante en que desgarraste sus jóvenes pieles con tu espada, al momento en que, también, entregaste tu alma.
Eliminaste a tus padres, a tus amigos; a tu amante. El fin justifica los medios, ¿Verdad? Crees que no estuviste mal, que era un sacrificio necesario para la paz. Cuando estás a punto de terminar con la última muerte "por el bien de todos", empiezas a dudar. Tembloroso y aterrado, te observa a ti, al lado de los cadáveres de tus padres. Entre sollozos, te pregunta qué ocurrió. El pequeño está envuelto en su peor pesadilla pero aún así cree en tu inocencia y no duda de ti. Tenías la orden de matarlo, él también debía ser otra víctima de la paz. Atacas con el shuriken, intentando acabar con la presión, con el dolor que te provoca ver su rostro expresando el fin de toda sus fantasías, de poder tener una buena y tranquila vida. Pero tus dedos tiemblan mientras lo lanzas, y tu perfecta puntería desaparece en ese bendito instante, apenas rasgando la ropa sobre su hombro izquierdo. No puedes ni tampoco quieres acabar con él, eres egoísta. Piensas que un simple niño no puede hacer a la paz infructuosa, deseas creerlo y…que tan equivocado estabas.
Inventas una historia cualquiera, haces que te odie, que te deteste; que quiera vengarse de ti. Piensas que es la única manera para que pueda sobrevivir, para que se haga realmente fuerte y pueda soportar todo el oscuro y doloroso camino que le deparaba su destino. ¿No te cansas de cometer errores? Tú, que eras tan perfecto, te convertiste en alguien que sólo hace daño, que siempre se equivoca. ¿Qué te ha pasado? ¿No sabías que el peor castigo para el ser humano era la soledad?
Y tu hermano, cegado por el odio, por los deseos de venganza, olvidó vivir. Era tanto su rencor hacía ti, que prefirió vender su cuerpo y su libertad a cambio de tener tu cadáver entre sus manos. Y, aún así, lograste tu principal objetivo, y es que tu hermano sobrevivió. Soportó todas las adversidades, y aún sigue vivo…pero, ¿A qué precio?
Lo sigues mirando, había crecido bastante y cambiado ya su aspecto de infante a un joven, pero para ti seguirá siendo aquella torpe criatura que se tropezaba y se esguinzaba intentando imitarte. Para ti, siempre será tu pequeño hermano cabeza dura. Y es por eso que te cuesta entender que tu hermano ha cambiado, que todo lo que pasó, la soledad, el sufrimiento; el rencor hacia ti, lo transformó. Ahí cometiste un error, creíste que tu hermano jamás cambiaría, le salvaste la vida, pensando que sería la última persona que intentaría dañar la paz. Y ahí lo tenías, capaz de hacer todo para acabar con tu vida; porque esos ojos conocen la verdadera soledad, el peor castigo del mundo; esos ojos ansían poder, poseen un instinto asesino y un odio inimaginables. Esos ojos estaban deseando matar a aquel que lo mando a aquel infierno, y ese eres tú, y lo sabes.
Lo conoces tanto, que comprendes que deberás morir para evitar que se hunda más en su sufrimiento, para calmar de una vez por todas sus instintos de venganza; para salvarlo de la criatura despiadada en la que se convertirá si su escarmiento no se ha consumado aún.
No tienes otra opción, si le dices la verdad, o no te creería y te seguiría odiando; o intentaría destruir la aldea para vengarse. Observas de nuevo esos ojos rojos, decorado con aquellos tres diminutos colmillos negros que rodeaban un orbe color carbón. Maldices la sangre que corría por sus venas y también por las tuyas, y te embarcas en aquella batalla sin retorno, sabiendo que al final, sólo verías a aquella parca que te esperaría como si fuera una vieja amiga tuya.
Estás herido y agotado, tu hermano se había hecho realmente fuerte. No te equivocaste en eso. Aún así, él también está en su límite. Ambos saben que el enfrentamiento está a punto de finalizar, que sólo queda un golpe. Él, con nueve serpientes blancas detrás suyo, y, vos, siendo protegido por un gigante caballero de aura carmín. Ves a Orochimaru, queriéndose apoderar del cuerpo de tu hermano, aprovechando la desesperación de éste por matarte. No lo dudas ni un segundo y gastas la poca energía que te queda para destruirlo. Le salvaste la vida a tu hermano, pero él no piensa agradecértelo (y no te sorprende en lo absoluto su actitud) y continúa atacándote, pero Susanoo es poderoso y rápidamente él cae herido y sin poder defenderse.
Te acercas a él, sangrando y exhausto. Caminas lento, queriendo alargar el momento, deseando seguir viendo a tu pequeño y torpe hermano menor; en ese corto trayecto, aquel caballero que te protegía va desvaneciéndose, fruto de tu cansancio; y tu mente se ve rodeada de una extensa serie de recuerdos, dudas, miedos y deseos.
Finalmente tomas una decisión, algo que no habías planificado, pero en ese fugaz lapso de tiempo llegaste a la conclusión de qué era lo correcto; extiendes tus dos dedos juntos hacia su frente, él, aterrado, imagina su fatídico final. Empujas suavemente su frente, como cuando eran pequeños, cuando todo era más alegre, cuando aún no eras un asesino. Deseas volver el tiempo atrás, pero sabes que es imposible. Tantas veces antes habías pensado en este momento, pero nunca llegaste a acertar realmente que ibas a padecer todo esto. Finalmente caes. No sin antes, por primera vez, hacer lo correcto y proteger a tu hermano. No sin antes decirle: "Lo siento Sasuke". No sin antes haber sonreído.
En el suelo, moribundo, miras a tu hermano por última vez, y, aún sonriendo, te dejas llevar por aquella extraña sensación que tenías. "Así que esto es como se siente morir". Una luz blanca y molesta irrumpe en tu visión, dejas de ver a tu hermano y, en su lugar, aparecen dos personas que conocías muy bien…"Madre…padre…al final, morir no es tan malo"
Moriste como un criminal, como un traidor, siendo odiado por todos. Sin sentir el amor sin una familia, viviendo siempre en torno a la mentira y la venganza, y, aún así, moriste con una sonrisa en el rostro.
